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DE LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ AL TRANSFORMISMO


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Daniel Ríos, divorciado con hijos, vive en Caseros y se transforma para ganarse la vida. El termo cargado con agua caliente y un plato con galletitas dulces esperan sobre la mesa, fotos de sus hijos y paños con diseños orientales cuelgan en las paredes rojas del living. Una luz cálida y envolvente asoma de la habitación de al lado, es su vestuario. Una antecocina con una mesa repleta de maquillaje y un perchero desbordado de vestidos de colores, el lugar donde Daniel cierra los ojos y `La Domi´ despierta.

Por Diego Andrés Pacheco @LaMiradaDeDie

Divorciado, con hijos y transformista. ¿Qué te llevó a estos cambios?

Hice todo lo que le correspondía a un hombre según la sociedad. Me casé, formé una familia con hijos y me separé. Estudié taekwondo, trabajé en una automotriz  y sigo siendo heterosexual. `La Domi´ llegó para ayudarme, ella me mantiene y paga mis impuestos, también me pone a dieta (cuenta entre risas).

Entonces, ¿a través de qué necesidades nace tu personaje?

Económicas obviamente y emocionales, además de ganarme la vida con esto, `La Domi´ me permite expresarme creativamente, decir lo que antes no me animaba y me divierto mucho.

¿Cómo iniciaste el camino del arte del transformismo?

Como casi todos los transformistas, creo que la mayoría empezamos jugando. Mi cuñada me invitó a su casamiento y me preguntó: “¿Te animás a hacer un show cómico?” Me acercó una minifalda bien atrevida, me la probé y pensé: “Algo va a salir de todo esto”. La verdad es que no sabía nada del transformismo hasta ese momento.

Aceptaste…

Acepté y el día del evento me vestí `de mina´ con una peluca que me prestó mi mamá y arranqué un show bizarro frente a los doscientos invitados.

¿Y qué pasó?

¡Me encantó! Ahí fue que parí a “La Domi”. La bauticé así porque mi mamá se llama Dominga, no le gustó la idea de que la nombrara igual a ella entonces corté su nombre a la mitad (ríe). Empecé a investigar y me dieron un lugar en el teatro Municipal Ocean de Santos Lugares. Tenía un cantante, una amiga actriz y un muchacho que ya era transformista, puse la fecha y se vendió muy bien. A partir de ahí me lancé a los eventos, poquitos porque no me conocía nadie, pertenecía a “los de afuera”.  

¿A qué te referís?

Si no te unís a alguno que ya esté instalado en el medio vas a ser siempre uno más del montón, limitándote a cumpleaños y casamientos. Recién ahora, después de diez años de trabajar sobre tacos empecé a meterme adentro presentándome en cenas show con personajes más convocantes como la genia del transformismo `Fran, La Gorda´, además de cantantes y humoristas.

¿Por qué no lo hiciste antes?

Tardé en meterme porque me asusta un poco la exposición y las velocidades del `adentro´, pero es un camino más seguro y rentable que hacer presentaciones de manera independiente.

¿Qué aconsejarías a quienes están iniciando en el transformismo?

Que cuesta mucho, hay mucha competencia, pero que no piensen en nadie como competidor, que se enfoquen en ustedes mismos y sean originales, que se puede vivir de transformarse. Argentina es un país donde el artista no vale nada pero no hay que tener miedo.

El camino que modificó su armario

Durante ocho años Daniel Ríos perteneció a la industria automotriz mientras se venía instruyendo en una de sus grandes pasiones, el taekwondo. Para 2014 un recorte de personal lo dejó fuera del sistema, pero esto no lo desanimó. Se reconoce a sí mismo como “un sobreviviente de la impredecible Argentina” y antes de trabajar para la multinacional ya se ganaba la vida realizando tareas de mantenimiento y pintura de manera independiente. Hoy con el transformismo como actividad principal, Daniel también realiza trabajos de ambientación de interiores. Asegura que todo aquello le dio experiencia y que no lo recuerda con dolor, es parte del camino que lo llevó a amar a esa `mujer´ que vive dentro de su cuerpo y le acerca los aplausos de un público que busca entretenerse y escapar de la realidad por un rato.


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