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RECUERDO DE UN PUTO LINDO

En 2006 y 2007, Fernando Peña dictó cursos de radio en ETER. El aula donde estuvo, ahora lleva su nombre. Durante el “bautismo” estuvieron Lalo Mir, Lucas Ribaudo, Juan Butvilofsky y Solana Vain, quienes intentaron describir lo indescriptible e inabarcable que fue Peña.

Por Delfina Casaretto

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“Nunca dije que la droga fuera buena, pero a mí me encanta”, dice Fernando Peña con las luces apagadas. Su voz amplificada se reproduce desde los parlantes, las paredes, las miradas de la gente en silencio y desde el espacio mismo. Está por comenzar la charla de antesala al bautismo de un aula de ETER con su nombre. Su nombre y lo que fue: un puto lindo.
El bar de la escuela está lleno y con gente amontonada. Las luces se encienden y frente a todos aparece de golpe, como un mago en un escenario, el locutor y “animal de radio” Lalo Mir. “Cuando lo conocí era más sencillo, menos barroco. Nunca creí que se iba a convertir en esto”, cuenta riéndose, con su aspecto jovial de campera de cuero y pulseritas playeras.
Con el docente Marcelo Nusenovich como moderador, poco a poco y como “parroquianos de polémica en el bar” entran a la charla quienes trabajaron con Fernando en El Parquímetro, el programa de radio que conducía en La Metro. Todos y cada uno reunidos con la intención de revivir y describir lo indescriptible que era Peña, recordar anécdotas y a sus múltiples “criaturas” que convivían con y adentro de él.
Primero lo hace Juan Butvilofsky, quien fue columnista de Deportes; después Lucas Ribaudo, el ex coordinador y productor del programa; y por ultimo Solana Vain, asistente y “maestra Jardinera” de Peña, profesión que dice haber ejercido más que cualquier otra para poder “domarlo”.
Los invitados llenan de historias para recodar al “superdotado emocional”, para detallar su “verdadera cara” (si es que había una) y su “esquizofrenia” tolerada por algunos y rechazada por muchos otros.
Ni trasgresor ni histriónico, o todo eso también. La esencia del “humorista sin tapujos” no es lo que aparentaba ser según lo que cuentan sus ex colegas. Por el contrario, Fernando Peña era generoso y caballero, más bien tímido y retraído, escondido detrás de un “escudo punk” que se ponía para comunicar.
Estar con él “era como meterse en una licuadora auto-sensorial. Nunca tenía un día malo, salvo cuando estaba angustiado y se volvía autodestructivo”, recuerda Butvilofsky.
Según cuenta la leyenda, Lalo Mir era para Peña una especie de “mentor” por quien tenía un “enamoramiento icónico, paternalista, sexual, multisensorial”.
–Ya en los últimos tiempos me decía papá-, dice Lalo reflexivo, con la mirada perdida y un poco nostálgica.
La charla tuvo lugar en la sede que la escuela de comunicación tiene sobre la calle Acevedo. Una mesa ubicada en el bar fue el punto alrededor del cual desbordaron los alumnos de todas las comisiones que ese día suspendieron sus clases para celebrar a quien fuera una de las bisagras de la radiofonía de los últimos veinte años.
Fernando Peña murió a los 46 años a causa de un cáncer de hígado. (Ver aparte) ¿Cómo fue el velorio? “No se puede contar -dice Lalo todavía sorprendido y desorientado para hacer una descripción-. Habría que llamar a (Martin) Scorsese, que tiene esa visión de la recreación y puede lograr hasta los dolores de nuevo. El velorio era un aquelarre. Era en la Legislatura (porteña) y había música, rayas de merca… Un delirio ¿Cómo te lo cuento?, porque no era esto que te cuento. Era estar ahí.”
Ya en la recta final de la charla, el malón de seguidores, oyentes y alumnos subió hasta el primer piso cual fieles en una procesión. Ahí los esperaba el director de la escuela, Eduardo Aliverti, para bautizar el aula “Fernando Peña”, el mismo lugar que alguna vez se llamó “Efectos” y en donde el multifacético locutor dictó el curso “Yo veo radio”. (ver aparte)
El cierre quedó a cargo de la cantante Mariana Kesselman, autora del triste bolero “Rosas chinas”, que compuso para la obra de teatro “Mugre”, protagonizada por Peña en 2004.
“Y buscaste el amor en los baños,
de rodillas como en un altar.
Te selló la amargura los labios,
el saber que nunca te podrán amar.”
“Me siento una explosión de vida que nunca sé lo que voy a hacer”, dice Peña de fondo, a través de los parlantes, como despidiéndose, como dando la bienvenida, como asegurando que sigue.


Peña por los estudiantes

Por Rocío Pimentel

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El bar de ÉTER se transformó en una pequeña sala de conferencias. Decenas de alumnos se ubicaron donde pudieron para esperar la llegada de los invitados a la “ceremonia de bautismo” del aula “Fernando Peña”. Sentados, parados, acurrucados mitigaban el calor con la ansiedad de escuchar anécdotas sobre el multifacético conductor.

“Espero no estornudar acá, somos muchos y hay poco aire”, dijo desde un costado el padre del productor de El Parquímetro, Lucas Ribaudo, mientras esquivaba las mochilas de la gente que llegaba.
Se apagaron las luces y empezó a sonar “Tiene que salir”, la cortina de entrada de El Parquímetro. Luego apareció Lalo Mir. “Fernando siempre es sorprendente aun después de muerto”, comenzó.
“¿Alguno de sus álter ego se asemejó al verdadero Peña?”, preguntó una alumna. Juan Butvilosfky, columnista de deportes de aquel programa respondió que, al final de su carrera, Fernando quería mostrarse tal como era, sin representar ningún personaje. La ex asistente de Peña, Solana Vain, interrumpió para agregar que él “era un poco todos, era un poco Palito, Revoyra Lynch, Milagros López”.
Otro valiente del público se animó a preguntar: “¿Qué enseñanzas les dejó?” Lalo fue sintético: “Fernando no es lineal. Con él me convencí que todo es posible”.


Un aula para Peña

Está en el primer piso y los estudiantes de ETER ahora la llamarán “La Fernando Peña”. Milagritos López pasó por allí, de casualidad pero a la fuerza.

Por Malena Adandia

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En el 2006 y 2007, Fernando Peña dictó en ETER dos talleres de radio de cuatro clases cada uno. Se llamaron “Yo veo radio”. Hasta el 27 de agosto pasado, el aula en donde dio esos cursos se llamaba “Efectos”. Ahora lleva su nombre. No fue para homenajearlo sino para festejarlo. Quienes lo conocieron dicen que él lo hubiera preferido así.

“Un día entre a Secretaría Académica y estaba sellando la mesa, jugando a ser un empleado público”, recuerda entre risas Marcelo Nusenovich, quien moderó las actividades del viernes 28 de agosto que culminó con el rebautismo del aula donde una vez, sin querer, habló Milagritos López.

Fue un día en que Peña había olvidado de que tenía que salir al aire por radio y de repente lo llamaron para que lo hiciera. El problema es que estaba en clase. Lo hizo igual: abrió su maletín, escondió su cara detrás, habló como Milagritos, y cuando todo terminó los estudiantes no sabían cómo seguir, habían quedado desorientados.

El aula-taller está en el primer piso del edificio de Acevedo 262. Tenía las paredes en blanco y ahora cuelgan de ellas varias fotos pequeñas de Peña que rodean una gigantografía de su cabeza tatuada con flores, soles, pájaros en una enredadera. En la puerta, que era negra, ahora hay un cartel que dice: “Fernando Peña. Puto lindo”.


“Peña le pegó al mundo un par de patadas en el culo”

Lalo Mir fue uno de los que inauguró en ETER el aula “Fernando Peña”, a quien definió como un profesional “fundamental” para las nuevas generaciones.

Por Manuel Castro

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A Lalo Mir se le adjudica haber descubierto a Fernando Peña, pero él dice que no fue así. Dice que Peña se descubrió solo. Para festejar el Día de la Radio, lo recordó en ETER la noche en que se bautizó un aula con el nombre del ¿cómico?, ¿creativo?, ¿actor? Lalo lo definió mejor: “Era un loco, genial, temerario”.
—¿Qué te parece que se nombre un aula por Peña?
—Me parece fantástico. Al haber desaparecido y al ser tan fundamental para dos generaciones de profesionales de la radio, hay que mantenerlo vivo para que la gente sepa que se puede. La libertad está dentro de uno.

—¿Qué sería del mundo si Peña no hubiese pasado por él?
—Seguramente el mundo sería más o menos igual que hoy pero más atrasado. Él le pegó un par de patadas en el culo.

—¿Recordás el último encuentro que tuvieron?
-No me acuerdo, lo vi al final cuando ya estaba enfermo. Nos vimos varias veces que se me confunden en la tristeza.

—Después de lo que Peña le dejó a la radio, ¿qué consejo le darías a los que están empezando?
—¡Qué sé yo! La vida de cada uno es la vida de cada uno. Para mí todo se basa en la curiosidad, en el inconformismo. No estar nunca conforme con uno mismo. En el instinto, en la obsesión. Mucha calle, mucho libro, muchas cosas y tener mucho que decir.


“Hacer radio con Peña fue un posgrado”

Juan Butvilofsky fue columnista de “El Parquímetro”, el programa que condujo Fernando Peña. “Acompañarlo era subirte a una locomotora, cada mañana”, recuerda.

Por Brian Ríos

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Juan Butvilofsky empezó su carrera como asistente de producción en un noticiero deportivo. Con apenas 20 años se rodeó de grandes profesionales. Tuvo alrededor de 26 trabajos como productor, columnista y cronista, hasta que dio su segunda vuelta por El Parquímetro, por pedido de Fernando Peña. “Hasta el último día tuve el honor de compartir un ciclo de vida con una persona así”, evoca.

—¿Cómo era hacer radio con Fernando Peña?
—Más que “hacer” era “acompañar” y subirte a la locomotora que te tocaba cada mañana. Para mí, que siempre rompí mi parte más tímida y de complicidad desde la exageración de las posturas, era una gran oportunidad y aproveché cada momento para eso; así que fue un posgrado.

—¿Cómo fue eso de que lo ayudaste a “reconciliarlo” con el padre?
—Él escribió un libro que se llama “Gracias por volar conmigo”, donde sintetiza todas las anécdotas y su vida como comisario de abordo. Cuando lo publicó, invitó a sus amigos a su casa y a cada uno le puso una dedicatoria distinta. La mía decía “me reconciliaste con mi viejo”. El padre era un periodista deportivo con todos sus estereotipos de época: machista, anti puto… Mi manera, la que yo entendía que era la más funcional de hacer el rol de periodista deportivo, era prácticamente burlarme de mí y del rol. Creo que ese fue el punto de encuentro.

—De los personajes que hizo Peña, ¿cuál fue el que más te gustó?
—Con el que más me reí fue con Sabino, porque era absolutamente absurdo, viejo cascarrabias, tachero que traía a primer plano situaciones que eran inviables para la vida cotidiana. Era un viejo de mierda. El tema es que era tan querible que a todo lo que él decía lo dejabas de lado.

—¿En qué te ayudó Peña?
—Me ayudó a llevar mi potencial a lo más alto, a moldearme como columnista. La ayuda fue directa: encontrar un camino para seguir en este oficio y disfrutarlo.


“Fernando era una caja de sorpresas”

Lucas Ribaudo fue productor de Fernando Peña. Recuerda que el mítico conductor tenía “una cabeza muy técnica, sabía todo lo que necesitaba para interpretar al oyente”.

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Por Federico Sereno

Lucas Ribaudo parece ser introvertido, tímido. Todo lo contrario a lo que uno podría imaginar como requisitos para trabajar con Fernando Peña. Sin embargo, fue su productor durante seis años en el “El Parquímetro” y supo llevarle el ritmo.

—¿Cómo fue trabajar con Peña?
—Todas las mañanas eran completamente diferentes. Uno producía y no sabía lo que podía pasar, porque Fernando era una caja de sorpresas.

—¿Era obsesivo con el trabajo?
—Era un tipo que entendía todo lo que pasaba al aire. La cabeza de Fernando era muy técnica, sabía todo lo que necesitaba para interpretar al oyente. Sabía todo lo que estaba pasando en el vivo. Entendía si había un sonido de más, si alguien estaba enganchado, y sabía manejar los climas del aire.

—¿En persona era igual que el personaje que daba a la gente?
—Qué sé yo. Me pareció un tipo con tantas aristas, que para cada uno era distinto. Fue un tipo que hacía más de siete personajes por día. ¿Cuál elegirías de todos esos?

—Tomando en cuenta lo que Peña le dejó a la radio, ¿1ué consejos les darías a los estudiantes de locución?
—Que lo escuchen, que cada uno se lleve lo que pueda. Él nunca se pisaba y tenía una voz particular para cada uno de sus personajes. Además de tener una excelente voz, tenía un excelente manejo de micrófono, como si el micrófono fuera una posibilidad de traspasar el parlante.


“Peña tenía conocimiento y te lo daba”

Solana Vain fue asistente de Fernando Peña durante dos años. Para que la contrate, le dijo: “Tengo todo lo que necesito en mi cartera, el teléfono, las llaves del auto y el vibrador”.

Por Myriam Quintana

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Durante dos años, Solana Vai fue asistente personal de Fernando Peña. Recuerda que al principio le costó seguirle el ritmo y que se valió de su profesión de maestra jardinera para “domarlo” muchas veces. Una vez le dijo: “Mirá, Peña, no me metas en nada ilegal”. Él cumplió.

—¿Como lo conociste a Fernando Peña?
—Acababa de volver de Europa, había decidido vivir en Argentina. Llegue a Buenos Aires un sábado y el lunes me llamó una amiga para decirme: “Acabo de escuchar que Peña busca una productora”. Le pedí el auto a mi padre y fui. Había como 50 pibes haciendo cola, todos de sport y yo había ido bien vestida y con mi CV en la mano. Me dije “qué hago acá”. Llegue a la mesa, estaba él con su maquillador y una persona más. Pensé: “Si espero que este pibe me haga una entrevista normal, no va a pasar nada. Yo tengo que ir y venderme”. Entonces fui y le dije: “Me llamo Solana, nací en Estados Unidos, estudié cine, trabajé en Playboy y tengo todo lo que necesito en mi cartera, el teléfono, las llaves del auto y el vibrador”. Me contestó: “Estás contratada”.

—¿Recordás alguna anécdota por sobre todas las que viviste con él?
—Tengo muchas. Una vez viajamos a Costa Rica y cuando llegamos dijo “quiero merca”…

—¿Cuáles eran las manías de Fernando? Las positivas y las negativas.
—Negativas, la droga. Positivas, su generosidad. Era muy generoso, tenía conocimiento y te lo daba; necesitabas ayuda y te la daba, tenía dinero e invitaba a todos a cenar. Así era él.

—¿Que significó su muerte para vos?
—Yo ya no trabajaba con él cuando murió. No hablábamos hacía tiempo. No nos peleamos sino que me fui a trabajar a MTV. Fernando tenía amigos que no le hacían bien, y yo estaba muy cansada de esa situación. Decidimos terminar de común acuerdo. Cuando murió no supe qué hacer, si ir al velorio o no. No quería quedar como una cholula, entonces no fui. Después me arrepentí y hoy he vuelto a pensar en eso.


No habrá ninguno igual

Histriónico, polémico, ácido y reflexivo, Fernando Peña se convirtió en un icono de la radiofonía argentina. Para Lalo Mir, “fue una joya única”.

Por Laura María Guarinoni

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“Fernando era un superdotado emocional”, así definió a Peña Juan Butvilofsky, su amigo y compañero de El Parquímetro. “Tenía un don fantástico para entender a las conductas humanas que se reflejaban en sus personajes”, pero también un “autoconocimiento brutal que explica su sufrimiento, sus ataques de ira, sus desbordes y por qué se anestesiaba”, añadió.

Como tantos otros, Juan fue parte de la familia itinerante que formó Peña y lo acompañó hasta sus últimos días. Esa familia incluía asistentes, amigos, ex novios, fans, algunas compañeras azafatas de la época en que trabajó como tripulante de abordo en American Airlines y un sinfín de personajes que convivían en él. “Era un coleccionista de afectos”, sintetizó Lalo Mir.

Uruguayo devenido en argentino, Peña nació de la conjunción de Pepe, comentarista de fútbol, y María José Malena Mendizábal, actriz. Pasó su niñez en la Montevideo, Uruguay, cerca del Aeropuerto de Carrasco, donde adquirió su amor por los aviones. En su adolescencia se mudó a la Argentina, donde quedó huérfano tempranamente y luego comenzó a convivir con el virus del VIH.

Histriónico, polémico y portador de un humor negro muchas veces incomprendido, su desempeño actoral empezó en los angostos pasillos de los aviones. Solía crear personajes durante los anuncios a los pasajeros. Uno de esos fue Milagros López, la cubana que lo haría llegar a la radio de la mano de Lalo Mir.

La Mega, Mario Modesto Sabino, Martín Reboira Lynch, Monseñor Lago, Palito y Rafael Orestes Porelorti fueron algunas de sus criaturas radiofónicas. Muchas de ellas luego llegaron al teatro en obras como “Esquizopeña” (2000/03, “My name is Albert, with an A” (2002) o “El niño muerto” (2004). Tuvo su paso por la televisión entre 2003 y 2009, tanto en ciclos propios como en participaciones de reparto. En cine fue parte del elenco de “Pura Sangre” (2006) y escribió tres libros: “Gente como uno”, “Gracias por volar conmigo” y “A que no te animás a leer esto”.

En su corto paso por la radiofonía, unos 15 años interrumpidos por su muerte a los 46 años debido a un cáncer de riñón, Peña logró lo que pocos: “Exigía pensar al oyente, tenía un efecto sorpresa e iba a los extremos”, afirmó Lucas Ribaudo, productor de El Parquímetro. Para Lalo Mir, Fernando “fue una joya única en la radio mundial. No hubo, no hay ni habrá nada igual. Peña no tiene parangón.”