No tiene celular. En su casa de Rosario, sobre una pequeña mesa de luz, hay un teléfono de línea cuyo número conocen unos pocos, por lo que su silencio es casi continuo. Su único medio de comunicación con el exterior es Facebook. En esa red social se presenta bajo el nombre de Kurt Lutman y se ilustra con una imagen de perfil de un chico de tez negra gambeteando a un hombre arropado de militar, armado, apuntando a un balón en juego. Esa foto artística se asemeja a la postal que él supo dejar hace casi 20 años, un día cercano a un 24 de marzo: vestido de jugador de fútbol de Newells, salió a festejar un gol y mostró una remera con la frase “Cárcel a Videla y a todos los milicos asesinos” escrita en el pecho. Tanto esas llamativas letras negras en su cuerpo, como la fotografía de presentación en su red social, reflejan su eterna pelea contra la injusticia y a favor de sus convicciones.
Por Melina Ortiz Erbes
¿Será el sello de su vida? Una batalla similar atravesó su madre en 1976, cuando a la Junta militar le pareció muy extraño que ella le pusiera el nombre Kurt a un niño recién nacido y no se lo permitieron. Ese bebé vivió siete años sin identidad y recién con la vuelta de la democracia pudo obtener su primer DNI. “Iba a jugar a las canchitas con mis compañeros y yo era el único que tenía que llevar un papel enorme como comprobante de nacimiento. Me daba mucha vergüenza”, le confesó al diario La Capital en enero de 2016. Tardó, pero fue una batalla ganada.
Lutman es un amante del fútbol, de la literatura y de los derechos humanos. Debutó con la camiseta de sus amores, Newell´s Old Boys, y llegó a vestir la celeste y blanca en el Mundial sub 17 de 1993. Además de ponerse los botines de manera profesional, fue albañil, vendió limones e hizo circo. Actualmente milita en HIJOS y organiza eventos recreativos en su ciudad en contra de la violencia en el fútbol. En 2000, comenzó a participar del periódico rosarino “El eslabón” con notas futboleras y allí descubrió que la literatura tenía un lugar para él. Hace unos años publicó “El agua y el pez” y recientemente lanzó “Semillas para barriletes”, libros de cuentos que él mismo vende puerta a puerta con su bicicleta. “Es una forma de hacerme cargo. No los dejo en una librería y espero. Los publico y al que los quiera se los alcanzo en la bici. Es poner el cuerpo a lo que hago artísticamente”, expresó.
“No me costó darme cuenta de que era una persona distinta. Su comportamiento no era habitual”, recordó Sebastián Domínguez, compañero de cancha en ‘La lepra’ y de libro en ‘Pelota de papel’. Luego, agregó a su relato: “Tuvo un acto de valentía que nos marcó a todos. Devolvió un dinero al club porque nosotros no habíamos cobrado. Era su plata y la puso para nosotros”.
A mediados de los 90, Kurt, en desacuerdo con la manera en que el mundo del fútbol comenzaba a ver a los jugadores como mercancía, eligió no tener representantes y se peleó con el presidente de Newell’s Eduardo López. Rechazó ofertas de Vélez, Argentinos y equipos mexicanos esperando la derrota del dirigente en las elecciones, y eso le costó su carrera justo cuando estaba atravesando su mejor momento deportivo. “Es una persona de principios, con convicciones y que va al frente. Postergó su sueño de transcender por defender a sus compañeros”, añadió Domínguez.
Fiel a sus convicciones, no necesita celulares ni representantes. Quiere ser él y ponerle el cuerpo, el alma y el corazón a la vida.
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