Una vigilia nocturna en repudio a la presencia del presidente norteamericano, la re-pintada de pañuelos en el Centro Cívico y una marcha por primera vez dividida fueron los principales acontecimientos que atravesaron la ciudad de San Carlos de Bariloche este 24 de marzo tan particular.
Por Sofía Villagra
“¡Que se vaya este careta!” grita al micrófono el cantante de la banda de punk que suena en el escenario. Así despide su canción final el último grupo que tocó en la actividad llamada “La vigilia antimperialista”, que se desarrolló el 23 de marzo por la noche en el Centro Cívico de Bariloche. Enseguida sube apurada al escenario una piba diminuta y toma el micrófono. Detrás de ella está el lago Nahuel Huapi, que se distingue aún de noche porque es apenas una barranca y una avenida la que separa el escenario de la orilla de piedras que metros más tarde desaparecerá bajo el agua helada. Abrigadísima y frotándose las manos —es el primer frío del año, dicen todos— avisa que pronto serán las doce, momento en el que se encenderán las velas en honor no solamente a los 30 mil desaparecidos en la última dictadura, sino también “por todos los caídos bajo armas norteamericanas, ya que tenemos en nuestra ciudad al presidente del país más terrorista del mundo”.
Así sucede: la gente se pone alrededor de las velas. Dos nenas se abocan obsesivamente a mantener encendidas las que se van apagando. Cuando son exactamente las doce se canta el himno a capela y al mismo tiempo suena la campana de la intendencia. ¡Viva la Patria! ¡30.000 compañeros desaparecidos, presentes! ¡Ahora y siempre! Son los gritos de emoción que coronan el final del himno.
El Centro Cívico de San Carlos de Bariloche tiene un nuevo nombre: “La Plaza de los Pañuelos”. No hay metáfora ni simbolismo: cientos de pañuelos pintados acompañados por nombres tapizan todo el suelo. Además, en el centro de la plaza se erige el Monumento a Julio A. Roca, y ahí también hubo resignificancia porque fue convertido en “El monumento al genocida”, interviniendo la figura con una careta, globos y pintadas con textos como “Obama go home”, “Libertad a Milagro Sala”, “Genocida” y dibujos de pañuelos blancos sobre el caballo que sostiene al supuesto prócer.
Al pie del monumento se encuentra Manuel de Paz. Él es parte del Foro del Proyecto Nacional y Popular, un espacio donde dialogan las agrupaciones afines al kirchnerismo, y desde donde se organizó la vigilia. Manuel cuenta que es la primera vez en Bariloche que la marcha del 24 se hará dividida: por un lado las agrupaciones de la “izquierda trotskista”, más H.I.J.O.S., y por otro las afines al kirchnerismo, con la CTA a la cabeza (y al bolsillo). “Sí, justo este año, malísimo”, se lamenta Manuel mordiéndose los labios. “Pero era inminente, ya venía todo mal”, agrega. Desde el Foro, dice, hicieron todo para mantener la marcha unificada pero, según cuenta, las organizaciones “de izquierda” convocaron a la marcha del 24 separados, en el horario en el que solía hacerse unificadamente, y sin previo aviso. “Nos enteramos por la difusión que hicieron, igual que cualquier vecino”, explicó Manuel. Ante esa situación, las agrupaciones kirchneristas tuvieron que buscar otro momento del 24, y convocaron para las 11 de la mañana. “Sí, no es el mejor horario”, se lamenta.
¿Vos a cuál vas a ir? No entiendo, ¿De quién es cada una? ¿A cuál hay que ir? ¿A cuál vamos? ¿A qué hora eran, sabés?
La gente no entiende bien la división. Ni los motivos, ni quién es quién, ni quién se separó de quién, pero en general no hay profundización ni discernimientos: “¡Qué estúpidos! pelearse justo ahora!”. Finalmente, la tendencia es ir en el horario de siempre, y eso se va a notar mucho.
Acompañada por el sol, arrancó a las 11 de la mañana la “marcha kirchnerista”. La gente de la Escuela de Arte La llave llevó máscaras en blanco para repartir. De fondo las montañas, siempre, enmarcando cualquier escena. Marchar nunca será sin pendiente, y mientras se avanza, la gente va quitándose abrigos y viendo dónde colgárselos, porque hay sol y es el único rato del día donde se puede decir que hace calor. Al llegar al Centro Cívico empieza el acto. Falta gente y es notorio. Falta media marcha, o más.
Unos niños leen por partes la carta que los organismos de derechos humanos le entregaron a Mauricio Macri. Se canta el nombre de los compañeros que no están. Se reparten folletos de los desaparecidos del Instituto Balseiro. Mucha gente pinta su máscara blanca con pinturas de colores que se ofrecen entre el público.
La escena se rompe con el sonido de un helicóptero que sobrevuela la plaza. ¡Es Obama! O no, pero no importa. Es Obama porque todo allí es la presencia de Obama. La furia se hace incontenible, se vuelve grito, aullido, locura. Miles de fuckyous se agitan en el aire acompañados de insultos bellísimos. Hay euforia y disfrute en el ritual de la descarga. “¡Volvete a tu país, gringo de mierda! ¡Acá hay un pueblo libre!”. Pero el súmmum de este ejercicio llega veinte minutos después cuando por la avenida que bordea el lago, a 200 metros de ahí, empiezan a pasar autos de seguridad presidencial, ambulancias, trafics. Que Obama pasaría por allí era sabido, y ahora, también inminente. La gente avanza hasta donde el cordón policial lo permite y allí ocurre otro momento de éxtasis antimperialista, pero ya más intenso y desbocado: “¡Hijo de puta! ¡La concha bien de tu madre! ¡Asesino! ¡Yanqui de mierda! ¡Milico! ¡Forro!”.
Habrán pasado en esos pocos minutos unos 50 autos. ¿Habrá estado Obama en alguno? ¿Habrá visto algo de esto? ¿Sabrá de la existencia de alguna de estas personas, de estos disgustos?
Por último, la marcha de las organizaciones de la izquierda e H.I.J.O.S. en el horario histórico. La convocatoria es notoriamente superior, más que el doble. Cuando llegan a La Plaza de Los Pañuelos se abre el micrófono y entre las consignas sobrevuelan otros temas como el pago de la deuda externa, la ley antiterrorista o César Milani. Finalmente habla Germán Schwartz, pero casi nada, porque está quebrado. Es más llamativo lo que dice después, abajo del escenario: “Nosotros vinimos en el horario de siempre, y convocamos como siempre. Fueron ellos, los peronistas, los que quisieron marchar solos”, así se desentendió el referente de H.I.J.O.S. Como una paradoja, detrás de su cabeza se asomaba un cartel que sostenía una chica de unos 15 años. ¿Ella sabría todo esto? ¿O cómo entendería el mensaje de su propio cartel en este contexto? Estaba escrito con marcadores de colores. ¿Lo habría armado ella? ¿Lo habría leído Germán Schwartz? ¿Y el resto? Era un mensaje sencillo, sí, pero que el contexto de pronto volvió imprescindible. Decía “UNIDAD EN LA LUCHA”.
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