Después de haberla empujado con el arco libre, cayó desplomado en el césped del Santiago Bernabeu, aplastado por una montaña de camisetas rojas y blancas.
Por Federico Appel
Corrían 121 minutos del partido. Segundo tiempo del alargue y Boca había conseguido un córner gracias al empuje de los últimos minutos. Nueve jugadores contra once. Afuera Wilmar Barrios por expulsión y Fernando Gago por lesión. El tiro de esquina fue repetido tres veces. Una riña entre Carlos Tevez y Milton Casco les valió una amarilla para cada uno. Esteban Andrada, vestido como un policía de tránsito, subió a buscar el cabezazo salvador que produjera la heroica para el club de la Ribera.
Cristian Pavón lanzó el peor centro de los tres. Cayó en donde estaba Franco Armani custodiando los tres palos. Cargó los puños, y como venía, la tiró lo más lejos posible. ¿Suerte o destino? La redonda se topó con los pies de Juan Fernando Quintero, amagó un taco e hizo la personal sobre la marca de Lucas Olaza, que sin inteligencia para realizar un corte, lo dejó pasar.
Se fue. Y no lo pudieron agarrar más. Pero a sabiendas de que su rival era más rápido prefirió algo que solo él supo ver. Zurda. De tres dedos. Precisión y velocidad justa. No era el Mercedes de Lewis Hamilton, ni la Ferrari de Juan Manuel Fangio. No era Usain Bolt. Es blanco y mide un metro 70. Y fue, por unos segundos, el verdadero hijo del viento. El nuevo récord mundial es de él. Gonzalo Martínez, más conocido como el Pity. O a partir de ahí, el Loco. Diez metros le sacó al segundo. Carlos Izquierdoz estará en la foto del último gol de la final más importante de la Copa, hasta el día de la fecha.
De área a área. Box to box, como se dice en Inglaterra. Así fue la corrida del número 10 de River. Mientras él estaba enfocado en poder tocarla al fondo del arco antes de quedarse sin aire, el resto de sus compañeros corrían descontrolados para todos lados. Desde el punto de penal, solo, hizo un pase a la red. Javier Pinola, el joven de 34 años que iba corriendo casi a la par, fue el primero en llegar. Un toro embravecido. Por un momento pareció jugador de los Pumas por el tremendo tackle que le pegó. Luego Camilo Mayada, Julián Álvarez, suplentes y ayudantes se subieron a la montaña de la alegría. La más alta de Madrid, más que la de Peñalara.
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