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Ana Devin: “Cuando quise verme en la serie de Netflix no tenía para pagar la suscripción”

Actriz, cantante y muy disruptiva, la pilarense que brilla en ‘En el barro’, habla de la maternidad, el under, los tatuajes y la dificultad de vivir del arte.

De trabajar como drag en los boliches gay a actuar en una exitosa serie de Netflix. El recorrido profesional de Ana Devin (38) es tan original como su imagen, y en un momento de mucha exposición cuenta cómo es la compleja realidad de ser una artista independiente hoy en día.  

—¿Trajiste el audífono?
—¡Me lo había olvidado! Gracias por recordármelo, soy una colgada. (Se lo coloca).

—¿Cómo es ser hipoacúsica siendo cantante?
—Me cambió la forma de escuchar y de cuidarme, me obligó a tener otra relación con mi voz. Me empecé a dar cuenta porque ya no me escuchaba igual al cantar, y eso me llevó a cuidarme más y a buscar otros recursos para no lastimarme.

—Hoy muchos te conocen como Cachete de En el barro, pero algunos te vieron hace quince años en el under porteño cuando eras drag. ¿Qué te genera ver ese contraste tan brutal y saber que todo lo hizo la misma persona?
—Es una locura, porque ahí aprendí todo. Montarme,improvisar, caminar cuadras porque no te paraba un taxi. Era otra época. Y sin embargo, esa experiencia me marcó como artista.

—¿Alguna vez sentiste que tenías que ocultar esa etapa para que te tomaran en serio?
—No, jamás. Si hay algo que soy es genuina con lo que hice y hago. Será por eso que me cuesta tanto entrar en lo mainstream.

—Pero ahora sos parte de una de las series más taquilleras de Netflix. ¿Qué sentís con eso?
—Una locura, mucha exposición de repente. Es muy loco en serio.

—¿Se podría decir que estás “pegada”?
—No, nada que ver. Cuando quise verme en la serie, ni siquiera tenía para pagar la suscripción de Netflix. Es muy loco: estar en la producción número uno del año y al mismo tiempo, no llegar a fin de mes.

—¿Pensás que tus tatuajes afectan a los trabajos que te dan?
—Sí, claro. En el teatro musical me decían que me iban a cerrar las puertas. Pepe Cibrián odiaba mis tatuajes, me retaba todo el tiempo.

—¿Y por qué igual decidiste hacerlo?
—Porque era una necesidad. Desde chica me fascinaban y cuando descubrí documentales de tatuadores me volví fan.

—Sos madre de una adolescente que ya te ve en pantalla y en el escenario. ¿Cómo es criar en medio de tanta exposición?
—Es un desafío enorme. Trato de que sepa que, más allá de lo que se ve, hay un trabajo y una vida real detrás.

—También estás activa en OnlyFans, una aplicación de contenido para adultos . ¿Cómo hablás de esos temas con ella?
—Con total honestidad. No le oculto que lo hago porque es un trabajo, que me permite acercarme a la estabilidad económica en un momento difícil. Siempre le marco que es una elección válida, pero que implica responsabilidades, que hay que saber qué límites poner y cómo cuidarse.

—¿Y si el día de mañana tu hija decide monetizar su imagen o hacer algo similar?
—No podría negarme. Le diría lo mismo que con todo: “charlemos”. Que entienda el contexto, los riesgos y las consecuencias. Prefiero que lo haga con conciencia y apoyo, antes que en secreto o con culpa.

—Fuiste parte de Rent, una obra icónica para los fans de la comedia musical. ¿Qué significó para vos interpretar al personaje Maureen y cantar ese solo tan complejo?
—Fue una locura, yo lloraba después de las audiciones. Pensaba que no iba a poder por mi sordera, porque es una partitura dificilísima. Al final fue una auto-superación enorme y además fue mi primera vez en una obra tan grande.

—Y, Fer Dente como director debe haber visto en vos el potencial.
—¡Sí, re! ¿Sabés que con él no quedé muy bien? Al principio tuve un desencuentro, hubo actitudes que no me gustaron y yo tampoco me comporté muy bien. Pero es un gran artista y trabajar con él me enseñó un montón.

—Está bueno poder reconocer cuando uno se equivoca.
—Sí, obvio, no me hago la otra. Y en serio lo quiero mucho, le mando un besito.

—Además de la actuación, sos líder de la banda Ramen. El EP Egocaína expone la fragilidad detrás de los excesos, los problemas de salud mental, y la adicción al ego. ¿Qué representa para vos?
—Es un proyecto muy personal, que mezcla crudeza y juego. Quisimos hablar de una droga ficticia que genera euforia y decadencia, como metáfora de lo que vivimos.

—Y los videos son buenísimos, pero también muy fuertes de ver.
—La intención era incomodar. Mostrar lo que a veces no se quiere mirar. Sentíamos que si no generábamos algo de incomodidad, no tenía sentido.

—¿Y ahora qué se viene?
—La precuela de Egocaína. Estamos trabajando en eso y me tiene muy entusiasmada.—Después de todo este recorrido, ¿con qué soñás hoy?
—¡Estabilidad económica! Poder llegar a fin de mes. En lo artístico quiero más series y que Ramen siga creciendo. Y mientras tanto, seguir rompiendo moldes. Porque si no incomodamos, si no hacemos ruido, nada cambia.

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