GÉNEROS
Katiana Villagra: “A las personas trans lo que nos faltan son oportunidades”
La referente trans de Neuquén reflexiona sobre la exclusión histórica del colectivo y en el impacto transformador de los derechos adquiridos en su calidad de vida.
Llegó a Neuquén con 22 años después de haber sobrevivido a la última dictadura militar viviendo en Buenos Aires. Nació en Tucumán pero eligió vivir bajo el clima frío y árido de La Patagonia. Su compromiso con la comunidad LGBTIQANB+ y su resiliencia la convierten en una referente y parte del archivo de la memoria trans.
Katiana Betsabé Villagra forma parte de organizaciones clave de salud y de derechos humanos en Neuquén como Vidas Escondidas, Conciencia VIHda y ATTTA. Allí ejerce como coordinadora, un rol que replica en la Casita Santa Teresita, un hogar de acompañamiento, trabajo y capacitación para personas trans. Asimismo es directora de Diversidad de la Secretaría de la Mujer, Género y Diversidad de la Municipalidad de Plaza Huincul.
-¿Qué deberíamos aprender de las disidencias de la comunidad trans?
-La resiliencia. Tenemos caídas, muchas compañeras no pueden salir. Yo tuve momentos malos en mi vida. Siempre estuve de aquel lado y hoy estoy en este. No importan los títulos, eso solamente sirve para demostrarle a las personas cis que no es necesaria ser cis para llegar.
Necesitamos las oportunidades y la resiliencia es la que te hace continuar. Eso tenemos que aprender. En el camino vas a encontrar gente que va a estar de tu lado, solidaria, que te acompaña en tu lucha. Esta es la mía.
-¿Cuándo tuviste oportunidades?
-Cuando conocí a la hermana Mónica y cuando dejé mis adicciones. Yo me vine a vivir acá (a La Casita) hace 12 años y lo único que podía hacer era el trabajo sexual. Estudié en el C.E.F. N° 2 y Mónica me hizo el acompañamiento. Yo ya era activista y empezamos a conocer gente y trabajamos con la Defensoría del Pueblo. Así pude entrar a trabajar e ir a estudiar a ese lugar.
Me empecé a sustentar sola cuando tuve el taller y dejé el trabajo sexual junto con las adicciones. Pasaron siete años para que yo pudiera dejar el alcohol, la cocaína y el cigarrillo. Dejé la calle, pero las adicciones permanecen. No es que vos te sacás la calle y ya está. Son mentiras.
-¿Qué significado le podrías dar a la frase “La salida es colectiva”?
–Solo no hacés nada. Puedo discutir todo el día con una compañera, pero si le pasa algo estamos todas. Una de ellas trabaja en salud y se encarga de que todas tengamos las vacunas al día. Ella quedó sola, sin madre, padre ni hermano, pero sabe que tiene una familia acá. Todos los días la esperamos a la cuatro de la tarde para que almuerce.
-¿Tuvo lugar el estudio anteriormente en tu vida?
-Estudié en el Instituto de San José. Mi familia era muy humilde: mamá quedó viuda, era empleada doméstica y consiguió una beca en esa escuela. En séptimo grado me dieron la medalla de “Mejor alumno”. Íbamos con mi hermana de las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde. Por la mañana concurríamos a la escuela y en la tarde hacíamos talleres.
A mis nueve o diez años se comunicaron con mi mamá solicitando una reunión con ella, ya que no iba a los talleres de los varones. Y ahí, por primera vez, transité por los psicólogos. Estudié hasta los 15 años. Entré a trabajar de día y a estudiar de noche, hasta el primer año y también recibí medalla.
El segundo año no pude, no me dejaban entrar. Recién comenzaba a tener el pelo largo y me exigían llevarlo corto, vestir saco y corbata. Yo hubiera sido profesora de inglés. ¡Amaba estudiar! Ese era mi sueño.
-¿Nunca intentaste volver a estudiar?
-¿Cómo? ¿Dónde? Éramos personas prohibidas, ocultas. La sociedad, la policía, nos escondía, nos llevaban detenidas por ser. Nos daban 20, 30, 60 días y algunas compañeras que iban a Capital, les daban cárcel y nos cortaban el pelo. ¡Un desastre!
Como era menor me llevaban a los reformatorios. Ahí eras violada y golpeada por los pibes, además de los celadores.
En estos lugares siempre encontrabas a otra compañera trans y nos escapábamos, no por delinquir. Todo el mundo se escapaba. Así hasta que cumplí los 18 años. Nunca tuvimos oportunidades. Por eso siempre sostengo que a las personas trans lo que nos faltan son oportunidades.
-¿Qué podés decirme de la experiencia de enseñar o coordinar un taller de costura?
-Es maravilloso. Yo no enseño, transmito conocimientos. Aprendí a vivir de otra manera, pero no más rica, sino de tu trabajo y no del trabajo sexual. Hay compañeras que lo siguen eligiendo. Yo no, ya pasó mi fecha de esplendor, de belleza. El trabajo sexual tiene caducidad. Hay aspectos que cambian aunque no todas pueden sostenerlo.
El año pasado, haciendo la primera actividad de puertas abiertas de los miércoles, vinieron a hacer pan dulce unas señoras con las compañeras. Hoy una de las chicas está estudiando en la Universidad y hace budines para vender, ¡no sabés lo bien que le va!
También están las dos compañeras trans que cocinan acá en La Casa. Muchas terminaron sus estudios. Una, de hecho, se recibió la semana pasada y está transitando un cáncer. Así como está, se recibe.
-Entonces estás en contacto con la juventud, ¿qué notás hoy respecto a las oportunidades?
-Tenemos una casa de acompañamiento de la organización a la que pertenezco que es ATTTA y la transita la gente más joven. Tienen otra vida. Estudian. Las antiguas nos hemos tenido que aggiornar a la nueva generación.
En nuestra casa son libres. Tenemos personas trans y no binarias, porque también son visibles. Las oportunidades siguen siendo escasas. Pueden recibirse, pero no las contratan. Necesitamos el real cumplimiento de la Ley integral trans.
-¿Considerás que algunos derechos son privilegios?
-Por supuesto. Mis compañeras tienen que tener las mismas oportunidades que yo; porque cuando dejé las adicciones tuve un lugar donde quedarme y tener otra vida. Falta el acceso real al trabajo, a la salud, a la vivienda; y falta la reparación histórica: nuestra niñez fue golpeada, vapuleada y discriminada.
Todo lo que conseguimos con el activismo y en gobiernos populares fue para las generaciones futuras. Pero nos olvidamos de nosotras, ¡las antiguas! ¿Por qué pasó eso? Faltan oportunidades para las más grandes. La comunidad gay trabaja en todos lados, la comunidad lesbiana tiene trabajo, pero las trans seguimos esperando. Todavía tenemos la misma expectativa de vida. No cambió a pesar de lo que hemos conquistado.
-¿Cómo definirás a la dignidad?
-Mi vida es digna y la de mis compañeras también; y eso nunca se tiene que olvidar. La dignidad no es algo que venga de afuera ni que se enseña. Es tuya y la llevás con vos siempre. Nosotras no tenemos que bajar la cabeza a nadie más, porque para eso la levantamos y por eso existen estos espacios. Antes te hacían bajar la cabeza, te hacían pedir por favor.
Sin embargo, también necesito mi vivienda, salud y mis tetas dignas. En la Ley de identidad de género el artículo 11 habla del “trato digno”. ¿A vos te parece que en esta Ley tuvimos que poner un artículo para que nos traten bien?
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
Además en ETER DIGITAL:
Datos que desmienten las críticas al cupo travesti-trans
“Está todo el mundo negándote”: ser adolescente trans en Argentina




