Solo el tiempo dirá qué les espera a todos esos chicos que sueñan con ser la mejor versión de ellos mismos.
Por Valentina Bonadeo
“Para mí es un sueño estar acá, sé que no podría estar acá si no fuese por mi familia, mi mamá, sobre todo. Al principio no querían que viniera a vivir a Buenos Aires, pero yo sabía que era esto lo que quería”.
Juan se encuentra sentado al borde de la pista mientras una cámara lo graba. De sus ojos caen lágrimas, y su respiración se vuelve más rápida. Desde un iPad se oye una voz quebrada de una mujer. Es Erica, su mamá. Hace un año y medio que se fue de su casa. Él vive en el CeNARD y ella, junto al resto de su familia, en La Pampa. Él entrena todos los días para cumplir su sueño y ella lo apoya a la distancia. Juan tiene 16 años, y crece lejos de casa.
El CeNARD se encuentra en el corazón de Núñez y en su horizonte se vislumbra la cancha de River Plate. Por la tarde se escuchan los efusivos tiros que vienen de Tiro Federal y los aviones que aterrizan en Aeroparque, pasan cada 10 minutos. El campus es imponente, el único del país. Por él, pasan más de 2000 atletas por día, casi 100 mil por mes. En cada rincón al que se mire se respira deporte. Dentro del CeNARD, el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, se pueden encontrar lugares de entrenamiento de varios deportes, gimnasios, un comedor y la oficina de la Secretaría de Deportes de la Nación, a la cual éste pertenece. Ya casi sobre la Lugones, dentro del Centro, se encuentra el hotel “Pedro Quartucci”. En él se hospedan más de 300 personas, en su mayoría aquellos que vienen del interior y no tienen la posibilidad de vivir en la Ciudad.
En uno de los cuartos, en el ala derecha del hotel, Juan prepara un bolso. Lo acompaña su amigo Fidel. Ambos practican triatlón hace más de tres años y los dos están lejos de su casa y de su familia. Juntos entrenan todos los días para el objetivo de los Juegos Olímpicos de la Juventud del año que viene.
Al salir del natatorio, Jeanette Campbell, donde practican una de las disciplinas del Triatlón, junto con Ciclismo y Pedestrismo, Juan y Fidel caminan hacia la escuela del CeNARD que se encuentra a metros.
Ellos son apenas dos de los casi tres mil atletas que pasan por el CeNARD cada día. Muchos son chicos de entre 12 y 18 años, quienes en menos de un año van a competir en los Juegos Olímpicos de la Juventud, con sede en Buenos Aires. Siendo que el CeNARD es el único Centro de Alto Rendimiento con el que cuenta el país, no llama la atención que por los pasillos todos se conozcan y se saluden con efusividad. El Centro se convirtió en el Campus para el 2018. Las selecciones mayores entrenan con los juveniles, comparten almuerzos y charlas. Este emblemático lugar es mucho más que un centro de entrenamiento.
-El entrenamiento físico no es lo más importante cuando consideramos formar un atleta juvenil para que sea olímpico. Es un factor muy importante, no lo vamos a negar, pero cada uno de ellos sabe que tiene que cumplir con una base de educación. No solo somos entrenadores. Dado que muchos vienen del interior a vivir acá y están lejos de sus familias, nosotros también cumplimos con ese rol- cuenta Miguel Seoane, entrenador de Juan y Fidel.
En días en los que el deporte se ve vulnerado por un proyecto de desfinanciamiento del Enard, el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, los deportistas siguen adelante, más fuertes que nunca. Entidades como estas les brindan un sustento económico a los deportistas de élite. Si bien ya se encontró, entre el Gobierno y los dirigentes del COA, Comité Olímpico Argentino, una solución a este problema, es una realidad que en la Argentina es muy difícil ser un deportista de alto rendimiento y poder vivir de eso. Si no sos jugador de fútbol, vivir de tu deporte no es una realidad. El apoyo de estas entidades, y un importante enfoque en la educación es clave, más para los atletas juveniles.
Es la realidad. Nada es fácil, y todo implica un sacrificio, a veces mucho mayor del que se cree.
Raysha entra al natatorio con su mochila rosa de Arena y una carpeta en mano. Llega a la primera ronda de entrenamiento del día. Tiene 16 años y dejó su Formosa natal para soñar con los Juegos de la Juventud. Su familia decidió dejar todo para acompañarla en su sueño. Sus papás y su hermano más chico, se mudaron a dos cuadras del CeNARD a un departamento de dos ambientes sobre la calle Arribeños. Raysha se levanta todos los días a las 6 de la mañana y su papá la acompaña hacia el Campus. A las ocho de la mañana comienza su entrenamiento en el Gimnasio del Complejo Carl Diem, que dura poco más de dos horas. Entrena en la pileta hasta el horario del almuerzo, y cierra el día con cuatro horas en la escuela y dos en la pileta.
Ya en el comedor, llamado Juan Domingo Perón, saluda a sus amigas y se sirve la comida. Está lleno, deportistas, autoridades, periodistas y padres.
En una de las mesas junto a la de Raysha se encuentra sentada su amiga Delfina. Su papá, quien está a su lado, le abre la mochila y saca sus carpetas. Delfina está en el último año del colegio y es abanderada en el Cardenal Spínola de San Isidro.
Hace dos meses salió, en dos ocasiones, campeona mundial juvenil de natación en Estados Unidos y sumó además otra medalla plateada. Dentro de su rutina, que empieza en la pileta municipal de Beccar a las cinco y media de la mañana, entra al colegio a las ocho y a las cuatro y media de la tarde vuelve a la pileta, donde termina su día a las 9 con dos horas de gimnasio.
En un mes, Delfina Pignatiello se egresa del colegio, y sus amigos se van de viaje de egresados. Ella no.
-Se que si me voy a Bariloche voy a perder 10 días de entrenamiento. Esperé el viaje por mucho tiempo, pero sería una pérdida de continuidad de lo que vengo entrenando desde principio de año. Ya tuve mi fiesta de egresados y aunque me entristece no ir al viaje, sé que a la larga todo vale la pena.
Siente, aún al estar cumpliendo su sueño, que perdió muchos momentos de su adolescencia. No solo porque sus amigos se van de viaje de egresados y eso es en lo único que puede pensar, sino porque de alguna manera sabe que no va a poder recuperar todo eso. Su carrera empezó a los 13 años y no tiene planes de abandonar pronto.
Su papá, Germán, la mira mientras camina con sus compañeras a buscar el almuerzo. De la mano de los mejores entrenadores del país, está encargado de hacer que Delfina llegue lejos y cumpla sus sueños.
-Delfina tiene sus objetivos muy claros, nadie le dice qué hacer, ella sabe a la perfección qué es lo que quiere. Quiere ser campeona olímpica, quiere estar en los Juegos de la Juventud del año que viene y quiere llegar a Tokio 2020. Cuando la levanto todos los días a las 5 de la mañana le digo eso, que todo este sacrificio es por sus sueños. Si bien su vida es lo más alejada a la de una adolescente de 17 años, para mí es un orgullo verla crecer así. Si ella algún día llegara a decir basta, es porque realmente no lo quiere más, y yo la apoyaré, aun sabiendo que sí puede. Ella sabe.
Ganó un mundial juvenil y volvió al país siendo una sensación, en la escuela la recibieron con globos, flores, cartas y chocolates. En el CeNARD la consideran la gran promesa del deporte argentino. Con sus marcas está en el quinto lugar del ranking mundial de la natación, en el ranking de mayores, no de juveniles y tiene solo 17 años. No deja que nada se le suba a la cabeza, pero no es porque no se lo permitan, sino porque ella misma no quiere. En San Isidro le dieron una medalla dorada por ser el mejor promedio de la localidad. Recuerda que un día se enojó porque su promedio había bajado a un 9.
Es campeona mundial juvenil, abanderada en el colegio, mejor promedio en donde vive, respetuosa, cariñosa y, por, sobre todo, talentosa. Y aunque sabe que tiene todo para llegar muy lejos, entrena todos los días, sacrifica cosas de mucho valor y deja de lado su adolescencia, sin creerse mejor que nadie.
Solo el tiempo dirá qué le espera a Delfina, a Juan y a Raysha, o a todos esos chicos que sueñan con ser la mejor versión de ellos mismos. Lo que se reconoce al caminar por los pasillos del CeNARD es que talento hay, y que, en un país como la Argentina, en el que el deporte lo es todo, no solo ellos sueñan, también lo hace el resto de la gente, que sueña y se emociona, como lo ha hecho ya muchas veces, pero esta vez, de la mano de la juventud.
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