Fede Simonetti: “Hacer lo que te gusta y por eso ganar lo que necesitás es la fórmula perfecta para ser feliz”.
El comediante y guionista habló con ETERDigital sobre su proceso creativo, el stand up, el humor, los límites, y la construcción del vínculo con el público.
El comediante y guionista habló con ETERDigital sobre su proceso creativo, el stand up, el humor, los límites, y la construcción del vínculo con el público.
Federico Simonetti es un comediante argentino con más de 13 años en el género, y compartió una entrevista con Eter Digital desde Radio Nacional en Maipú 555, ubicado en el microcentro porteño. Creador de País de Boludos (PDB), conductor del programa de radio Alerta Urgente en Radio 93.7 Nacional Rock y, además, personalidad que genera miles y miles de reproducciones en sus videos de YouTube.
Al principio de la entrevista Simonetti habla sobre su personalidad, la cual se vincula con muchas de sus facetas, y expresa que siempre hay una pequeña diferencia en cuanto a cómo es él en el Stand Up: muchas veces la gente se cuestiona si es el mismo arriba y fuera del escenario. “Sí, solo que en el escenario estás actuando”, responde.
Sin embargo, no siente que sea mucho su caso, ya que por lo general no altera su forma de expresarse estando o no en escena, sino que es algo más natural. En su día a día, Simonetti asegura: “Me siento en mi mayor esplendor cuando estoy guionando, bien sea en PDB o escribiendo material de stand up por la manera en la que utilizo el pensamiento como mi fuerte, más que la actuación”. Ese fuerte potenció su carrera como periodista en la radio, y de un momento a otro descubrió que era algo de lo que podía vivir y en lo que era bueno. La comedia llegó a él paulatinamente y se convirtió poco a poco en lo que más disfrutaba, mientras a su vez hacía periodismo informativo.
El standupero mencionó las muchas ventajas que tuvo al querer dedicarse a la comedia, ya que había muy poca gente que se dedicaba a eso. En ese sentido, para él, que venía haciendo un poco de comedia en la radio, le resultó un traslado bastante fácil, en un momento en el que había ingresos y mucho público.
Simonetti define su comedia como política, y aunque no siempre habla sobre ello, busca analizar las relaciones de poder.
-¿Crees que el humor tiene límites?
-Hay comediantes muy mainstream, pero no hay humor que no tenga un trasfondo, una carga. Cuando elegís de qué hablar te exponés a que políticamente, por ejemplo, siempre va a haber quién te cuestione y eso nos pasa a todos, porque elegir hablar de lo que todos hablan no significa que te salves de que haya cierto público que no se enoje por lo que decís o la manera en la que lo decís. Pasa mucho más cuando hablás de política.
El comediante menciona que nunca ha estado envuelto en alguna polémica, ni se ha metido en algún problema por haber hecho un chiste. “Muchas veces las cosas tienen más que ver con la autocensura que con lo que pueda decir o no en algún medio o ante un público”, apunta. Y agrega: “Me parece que el humor puede ser una forma de procesar las desgracias, también. En este tipo de situación viene el humor negro, la acidez. No va a ser livianito si hablás de la situación sanitaria y es lógico que sea así”.
Simonetti dice que “hacer lo que te gusta y por eso ganar lo que necesitás, es la fórmula perfecta para ser feliz”, pero aclara que la parte más difícil es encontrar eso que realmente te gusta y que te sale de manera natural. Recomienda, como comediante, que si alguien quiere dedicarse a eso de manera profesional, debe primero fijarse si lo que hace en lo cotidiano le gusta, y luego de eso, escribir chistes o directamente subirte a un escenario. Aunque ser comediante no es solo eso, el trabajo muchas veces es estar en casa pensando y pensando, analizando y teniendo una opinión sobre todo. También destaca lo que para él es un buen show: “Mucho es la vibra y lo que te envuelve del público cuando estás en la tarima. Es encontrar un lenguaje en común, y muchas veces cuando planificás mucho, todo se ve armado y la gente se da cuenta, no fluye el humor y el disfrute”.
Al final de la entrevista, Simonetti menciona que para él sería una buena función, más allá de las risas y de la vibra del público, el vínculo que se genera por las vivencias que muchas veces son compartidas. Así como ha tenido malos shows, también ha tenido muy buenos, por lo cual expresa: “Para no darle tanta importancia al fracaso prefiero no dársela al éxito: todo llega cuando tiene que llegar, sea bueno o no tanto. Algo te deja”.
Tenía una vida común, trabajaba y era ama de casa. Un día recibió una llamada que le cambió la vida: su hijo cayó preso por un delito que no cometió. En el transcurso de su detención preventiva notó lo difícil que es para los familiares de detenidos realizar las tareas
relacionadas a las visitas, la alimentación y todo lo relacionado al proceso judicial que en la mayoría de los casos recae en las mujeres.
Pero, su historia también es de amor. Cuando su hijo aún estaba preso conoció a Alejo, con quién se casó dentro del penal y hoy tienen un hijo juntos. Este 4 de septiembre se estrenó “La mujer de la fila”, una película inspirada en su historia de vida y su lucha por los derechos de las personas detenidas protagonizada por Natalia Oreiro.
“La mujer de la fila”, protagonizada por Natalia Oreiro y dirigida por Benjamín Ávila.
-Seguro fueron unas semanas movidas con el estreno de la película. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís?
-Estoy muy contenta. Lo que pasa es que lo de la película no fue trabajo solamente desde que se estrenó sino fue mucho trabajo previo de prepararnos en la organización porque sabíamos que iba a venir mucha más gente. Fue más agotador el trabajo previo.
La película para mí fue una gran responsabilidad, entonces era dejar todo organizado porque sabíamos que iban a llamar un montón de mujeres a contarnos sus historias y había que tener oídos para escuchar. Mi miedo era no dar abasto, de no poder llegar y que alguien se quede afuera.
-¿Cómo llegó la propuesta de la película?
-A partir de una charla TEDx que di hace ocho años. Alguien que la vio y dijo que quería hacer una película. Yo pensé que era un pibe que estaba estudiando cine e iba a venir con su celular a hacer una peliculita de ACiFaD. No pensé que fuera a ser una película como es ahora.
Después se sumó Benjamín Ávila que anteriormente hizo una película nominada al Oscar, se sumó Natalia Oreiro; y se fueron sumando otros y la película es lo que es hoy. Pero no sabíamos qué iba a ser eso.
-¿Qué resultados esperás de la película?
-Tiene la misma intención que tuvo dar la charla: que la gente, por lo menos, se ponga a hablar del tema, que se pregunte, que vea, que entienda que no hay dos mundos separados, que las condenas en algún momento se acaban, que nos demos lugar a pensar si este sistema está funcionando.
Que las personas piensen en qué estamos haciendo mal, qué es lo que estamos pagando con nuestros impuestos porque, en definitiva, estamos pagando la cárcel con nuestros impuestos, entre otras. Estamos sosteniendo un sistema que al final no nos da los resultados que queremos.
Lo más importante es que sepan que si estás pasando por esta situación, vení que hay un lugar donde te pueden acompañar y súmate a este camino porque algo tiene que cambiar.
-Cuando tu hijo fue detenido injustamente, ¿cómo fue el momento en el que te llaman y te cuentan que estaba preso?
-Era Semana Santa. Estaba en una quinta con mis amigas y me llaman para que vuelva a capital porque mi hijo estaba en la comisaría, que se lo habían llevado preso. Pero yo no entendí eso y pensé que me estaban mintiendo y que tuvo un accidente.
Cuando llegué a la comisaría me dijeron que tenía que buscarme un abogado porque estaba preso. Pensé que hablando con el comisario iba a aclarar la situación y listo, pero no. Y, a partir de ahí, fue buscar un abogado penalista porque estábamos en un gran problema.
-¿Pensabas que iba a ser más sencillo todo?
-Pensé en que como era inocente, no hizo nada; podés hablar con alguien y explicar la situación. Luego, se te pide perdón por la confusión y te vas a tu casa; pero no.
-¿Cómo fueron esos primeros días cuando lo detuvieron?
-El mundo se detuvo. Durante ocho meses me dediqué. No podía hacer otra cosa, apenas dormía. Me dedicaba a controlar, vigilar, a estar al lado de mi hijo de la manera que podía. Si no era en el juzgado, era con el abogado o estar atenta al teléfono para cuando me llamaba, ir a las visitas. Es como tener un hijo enfermo en el hospital, no te querés mover de al lado.
-¿Cómo hiciste para, por un lado, seguir con tus obligaciones cotidianas y, a su vez, acompañar y ayudar a tu hijo? ¿Hubo alguien que ayudó?
-Me ayudaron mi mamá y mi familia. Me cuidaban a los chicos y se fijaban que vayan al colegio, porque no podía prestarles atención. Imagínate… no podía concentrarme en ayudarlos a hacer la tarea o ir a buscarlos a fútbol. Yo estaba hablando con el abogado, o estaba en la puerta de la cárcel porque pensaba que a mi hijo lo iban a sacar muerto de ahí.
-Hubo un día que no te llamó, ¿qué pasó?
-Ese es el problema: cuando no te llama. Dije: “Acá pasó algo de lo que escuché en la fila”. Alguien le pegó, lo mataron y no me están avisando. Y ahora, en dos minutos, me van a venir a decir que está muerto. Era viernes y recalco que era viernes porque los juzgados atienden todos los días de lunes a viernes hasta las 13. Pero, la cárcel no duerme. En la cárcel pasan cosas todo el tiempo.
Llamé al abogado y me dijo: “Ahora presento un escrito, pero tenés que esperar hasta el lunes”. Y yo dije: “¿Cómo hasta el lunes? Yo no voy a vivir hasta el lunes”. “Esperá, porque hay un cliente mío que hace mucho tiempo está en la cárcel y a lo mejor nos puede dar información, él te va a llamar”, dice. Y así fue como me llamó Alejo.
Le pedí que busque a mi hijo, yo lloraba desconsoladamente. Él me entendió y hasta me hizo un chiste, me sacó una sonrisa en ese minuto. Me dijo que espere y a las dos horas me llama. Me cuenta que estaba sancionado, que no podía llamarme porque no lo dejaban hablar por teléfono pero que en dos días dejaba de estar sancionado. Sin embargo, me dijo algo que me quedó marcado: “Mamá: sácame de acá porque me mato”.
Cuando me volvió a llamar Alejo, me dijo que no me preocupara. Que lo que decía mi hijo era porque es cagón, porque es chiquito, y que no iba a pasar eso. Yo le creí. Si él estaba adentro y había sobrevivido, a lo mejor tenía razón.
-¿Cómo mantuviste el contacto con Alejo?
-Cuando a mi hijo le levantan la sanción le pedí a Alejo que me anotara como su visita, así lo iba a ver. Le quería llevar algo, agradecerle. Llegué y estaba con mi hijo sentado y pensé en cómo había hecho porque el pabellón de los jóvenes no se mezcla con el de adultos. “¿Qué hace acá?”, le dije. “Vos no me querés ver a mí, vos querés ver a tu hijo”, respondió. Me lo había dado un minuto más a mi hijo.
Me acuerdo que me colgué de su cuello y le pregunté cómo podía devolverle el favor. Me contó que tenía una hija a la que no veía hace mucho tiempo y me pidió que vaya a verla.
-¿Cómo resolviste el favor de ir a ver a su hija?
-De casualidad la hija vivía a dos cuadras de mi casa y conocía a la mamá del barrio. Ella me dijo que Alejo era una gran persona, pero que era “muy drogón”. No tenía problema de que la hija lo vea, pero que no podía llevarla porque tenía otra pareja e hijos y no quería tener problemas con su marido.
¿Y sabés lo que hice para llevarla? Como el hermano de Alejo tenía una hija de la misma edad y en ese momento los DNI de los niños no eran con foto, la hicimos pasar por la hija del hermano y la llevaba él para que pueda verla.
Después logramos que fuera el Registro Civil a la cárcel a reconocer a los hijos de las personas que están presas y Alejo pudo reconocer a su hija. Cuando su hija tuvo el apellido de Alejo, la madre pudo hacer una autorización para que yo llevara a la nena a visitar a su papá.
Creo que una de las cosas que nos unió fue el amor a nuestros hijos.
Andrea Casamento y Alejo.
-¿Cómo llegaste a la decisión de casarte con Alejo dentro del penal?
-Después de lo que pasó, me empecé a sentir bien con él. Él me decía andá al juzgado, pedí que adelante la fecha del juicio para tu hijo… Cuando mi hijo salió, Alejo me dijo que no fuera más… ¿Cómo no voy a ir más a verlo? Seguí yendo y un día me hicieron muchos problemas y preguntas: que si era la amiga, la concubina o qué; y no me dejaban entrar. Entonces, le pregunté: “Alejo, ¿por qué no nos casamos?”.
A las dos semanas, ya había hablado con el cura y arreglado todo. Pero yo lo había dicho como un tema burocrático. Me casé y hace 20 años que tenemos un hijo, Joaquín. Y Alejo hace seis años que está acá.
-¿Qué sentís al pensar que dentro de una situación adversa pudiste encontrar el amor y volver a formar una familia?
–Que soy afortunada. A mi hijo lo absolvieron porque era inocente, pero tengo compañeras que no, que sus hijos son inocentes e igual los tienen condenados a cadena perpetua porque los acusan de matar a alguien y sus hijos no fueron. Y hay otras que, si bien sus hijos hicieron algo, no merecen, ni sus hijos ni ellas, pasar por lo que están pasando.
Tuve una casa que pude vender para pagar un abogado, ellas no tienen eso. Tuve la posibilidad de dejar un trabajo para dedicarme a esto, ellas no podían, no tienen como. Porque si dejan de trabajar, de limpiar casas no van a poder comer.
Tuve mucha suerte, ¡sobre todo de tener a mi hijo vivo! Y esto hay que devolverlo, devolver un poco de lo bueno. Y si tuve la suerte de contarlo, lo cuento para que no les pase a otros;porque yo podría estar sumida en una depresión con mi hijo muerto.
Esto me transformó, no sé lo que le pasó a mi hijo ahí adentro porque nunca me lo contó, y espero que no le haya pasado nada. Pero me tocaron lo más sagrado que tengo que es mi hijo. ¿Cómo me voy a quedar callada?
Y tuve suerte además porque encontré un amor que me fortaleció un montón. También se sumaron mis compañeras que me acompañaron todo el tiempo. Cuando le pasó ésto a mi hijo sentí que me habían arrancado la vida y hoy me da una segunda oportunidad porque mi hijo volvió.
Créditos: Martín Rosenzveig
-Tu compromiso con los derechos de las personas privadas de la libertad viene acompañado de una experiencia a nivel personal. ¿En qué momento te diste cuenta o decidiste que podías involucrarte y hacer más por la causa?
-Siempre fui una mujer muy solidaria: había una inundación y yo juntaba zapatillas, armaba colectas; pero no mucho más que eso. Tenía un compromiso social pero hoy mi compromiso es político.
Cuando pasó lo de mi hijo me di cuenta de que había un mundo totalmente desconocido, no sólo para mí, sino para mi núcleo familiar. Nunca en 40 años habíamos hablado de la cárcel con familia o amigos. ¿Cómo puede ser que desconocemos tanto de todo lo que pasa acá? ¿Cómo puede ser que vivamos ajenos a esta realidad? Y esto de estar tan ajeno… también tenía que ver con lo que me estaba pasando nadie me podía ayudar porque nadie sabía cómo. Pensé en que tendría que haber una oficina pública que me diga a la cárcel tenés que ir estos días, en este colectivo, éstas son las reglas. Y así comenzó mi búsqueda.
-¿Cómo se crea ACiFaD?
-Yo como mamá tenía que poder acompañarlo en esa experiencia y no tenía herramientas. Si tu hijo tiene un accidente, te enseñan cómo acompañarlo a las terapias, a usar la silla de ruedas; pero en la cárcel no y tampoco sabía qué decirles a mis hijos que se habían quedado en casa.
Hay cosas que descubrí después. No pensé que lo iban a marginar, que no le iban a dar trabajo eso todavía ni se me pasaba por la cabeza. Hasta llegué a la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia para prevenir con mis otros hijos porque no sé qué les pasa por la cabeza después de vivir la experiencia del hermano. Pero, ahí solamente acompañaban familias que tienen un niño en esta situación y mi hijo ya era adulto. Alguien con muy buen criterio me dijo entonces: “Señora, ármese una ONG porque el Estado no le va a dar eso que necesita”.
No sabía lo que era una ONG, pero como mandé mails a todos lados me escribió Claudia Cesaroni, una abogada de una organización llamada CEPOC, un grupo de abogados y sociólogos que en su página decían que “querían devolverle a la sociedad lo que la universidad pública les había dado”.
Claudia me dijo de tomar un café, fui con tres compañeras más de la fila que estábamos en la búsqueda. Ella nos dijo que, lo que buscábamos, era una política pública. Durante dos años nos juntamos, pero en la fila había más personas. Entonces las aconsejamos y les decíamos vengan que una abogada te va a explicar, te puede orientar. Estaban tan perdidas como yo las demás, y la fila es un mundo donde todos descreen, hay mucha desconfianza.
Pero, como yo ya conocía a Alejo, les decía que iba a hablar con él. En el ámbito carcelario, los presos más grandes, los que llevan más tiempo, son más confiables. Entonces las de afuera les contaban a su familiar detenido: “Hay una señora que es la mujer de Alejo que nos puede ayudar…”. Y así empezó a venir cada vez más gente y se formó la asociación.
-¿Cómo describirías tu experiencia participando en el Subcomité de la ONU para la prevención de tortura?
-Eso me habilitó porque viajaba un montón, iba a visitar cárceles por todo el mundo. Tres veces al año iba a Ginebra y pasaba por la casa de una compañera en España que estaba armando una organización de presos de Cataluña. Y así se formó RIMUF (Red Internacional de Organizaciones de Familiares).
Cómo tenía la posibilidad de viajar me quedaba unos días más para hacer ese trabajo. Conocí muchas mujeres en la misma situación y lo que yo hacía era decirles que se tenían que organizar, así como habíamos hecho nosotras, que eso era posible.
-Mirando hacia atrás parece un montón, ¿no?
-Parece poco, pero es un montón. Lo más importante para mí era crear un espacio donde las mujeres no se sientan solas, pero además de eso no dejamos de exigirle al Estado que haga lo que tiene que hacer.
En la pandemia, cuando nadie podía salir de su casa, nos hicieron un permiso diciendo que éramos personal esencial para poder tomar el colectivo y llevar la comida a la cárcel porque si no los presos se morían de hambre.
-¿Cuál es para vos uno de los problemas del Sistema Penitenciario y cómo lo enfrentan?
-Uno de los problemas es la superpoblación, no es solamente que hay veinte personas en un lugar donde entran cuatro camas y duermen unos a la mañana y otra a la noche. No es solo eso. Cuando hablamos de cupo, estamos diciendo que tenés que pensar en la comida que no hay, en el colchón que tampoco.
También que deben tener acceso a la educación y no hay espacio para armar las aulas, no es que no hay docentes si no que, como hay tanta superpoblación, el aula se transformó en dormitorio. El lugar está construido para que vivan, por ejemplo, 100 personas y que tengan acceso al baño, pero si le metés 500 no hay manera de que funcione. Se colapsa de tal manera que los inodoros no dan abasto y duerman en la mierda porque se tapan, no aguantan nada.
Para que no vuele todo por el aire estamos ahí nosotras poniendo paños fríos, tratando de llevar la comida. Los defensores públicos como no hay teléfonos y las cárceles están alejadas no van, entonces somos nosotras las que tenemos que dejar de trabajar para ir al juzgado del defensor para que nos explique algo al respecto y llevar esa información a la cárcel. Cuando un preso está enfermo, nosotras nos encargamos; somos el nexo entre lo que se necesita adentro y nosotras que estamos afuera.
Y no solo eso, el problema después sigue porque cuando sale te lo largan así nomás y vos tenés que atenderlo, darle de comer y además enseñarles los hábitos laborales y a vivir de nuevo en la vereda. Y eso queda sobre nuestras espaldas.
Los que no tienen familia o si tienen se cansó por algún motivo, quedan boyando. Eso hace que tengas un 50% de reincidentes. Vuelven a la cárcel porque es el único lugar que los va a recibir. Cuando hablamos de inseguridad y pedimos seguridad tenemos que entender que el sistema fracasó.
-Es una ilusión a muy corto plazo. Se deben tener políticas de Estado y, como los gobiernos duran cuatro años, en cuatro años no vas a lograr cambiar todo esto. Arman jaulas, tiran a la gente ahí y le hacen creer a los demás que están más seguros. ¡Mentira! Porque después escuchás que siguen robando y sí, van a seguir robando porque para que eso cambie se necesitan de un montón de cosas. Tenés que tener planes para las adicciones, tenés que ver cómo acompañarlos. Cuanto más se corre el Estado, más problemas van a tener.
El 80% de las personas que están presas tienen problemas de consumo y nosotras recibimos madres que nos dicen: “Menos mal que está preso porque si no estaría muerto” o “Las veces que estuve buscando algún lugar para tratar a mis hijos de las adicciones desde que empezó de chiquito y no hay”. Si no hay nada afuera, lo que hacés es habilitar a que vaya más gente presa. Estás haciendo el caldo gordo para que eso ocurra.
Vos no podés pensar en una solución sin entender el problema y para entenderlo hay que mirarlo desde muchos lugares y no pasa eso, no hay políticas públicas que entiendan el problema en su integralidad.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
“Tengo muy presente el momento en el que decidí dedicarme a la actuación”, cuenta luego de haber estudiado teatro por más de 13 años y comparte: “Fue aquel día que acompañé a mi papá al teatro. Lo veía en las patas del escenario tan radiante. Disfrutaba de actuar, aunque era una obra bastante intensa y turbia. La obra era ‘Un tranvía llamado deseo’”.
Hoy, con 23 años, Mora Peretti afirma que, gracias a ver a su papá siendo feliz en el escenario, la actuación es “divertirse haciendo cosas que no harías nunca” y “es sacarte las ganas de hacerlas”. Ya participó en producciones como la película “Mamá se fue de viaje”; “Buenos chicos” serie de Polka, y en “Medusa” que está pronto a estrenarse en Paramount+, y en teatro estuvo tres años haciendo la obra de terror llamada “El Juego de Inicios”.
Ella comenzó a estudiar teatro en varias instituciones por recomendación de la psicóloga cuando iba a la escuela primaria -ya que sufría de bullying- y pero, a pesar de esto, pudo cultivar un amor por el entrenamiento actoral, como una necesidad para su día a día. Sin embargo, ahora prefiere dedicarse a estudiar cine ya que transita una etapa de búsqueda personal y artística.
-¿Qué es lo que te motiva de este cambio?
-Porque quiero contar, encontrar mi propia voz, mi propia mirada y poder expresarla. El año pasado dirigí mi primer cortometraje y lo llevé a niveles enfermizos. También estoy trabajando en la conformación de una productora emergente tipo WIF (Women in Film). Somos un grupo de pibas que queremos hacer cine, hacernos un lugar y alzar la voz.
-¿Te has sentido incómoda actuando?
-Yo no me considero una persona del todo segura, en general. La escena no te va a salir rápidamente. Creo que, si bien me afectó mucho en la confianza el bullying que viví, hoy estoy intentando escuchar a la gente que me rodea. El prisma que se usa con lo que es objetivo.
Antes grababa algo y no me podía ver, lloraba, hasta que empecé a tener una mirada más constructiva. Estoy intentando hacer ese ejercicio mental. Ver mis cosas con un poco más de amor.
-¿Tu padre te ha ayudado en tu carrera en este sentido?
-Y sí, yo no puedo ver la actuación sin ver a mi papá, en el plano inconsciente; y también en el plano visual, es decir, en la calle ves sus carteles. Entonces es muy difícil no ver esta profesión sin tenerlo al lado y sin un poco, a veces, sentirme la sombra.
Por más que me esfuerce, en un momento me di cuenta que tengo que dejar de luchar contra eso y amigarme. Intentar pensarlo de otra manera, que no me enoje cuando me digan “tu papá es un capo” e intentar aprovecharlo.
-¿Qué hizo que arrancaras a estudiar teatro?
-Yo empecé teatro porque me hacían bullying en la escuela. Era una chica muy tímida, una chica que iba muy para adentro, que no podía hablar. En la única burbuja social que yo conocía, la pasaba mal; y a esa edad vos pensás que, tu escuela, esa burbuja, son la única realidad que existe.
Mi psicóloga les recomendó a mis viejos que yo haga un ejercicio, que es el ejercicio teatral, de salir para afuera, conocer nuevas personas, un ejercicio tan colectivo, porque el teatro es una actividad colectiva, es una actividad que se hace con el otro. Y empecé…
Al principio fue una necesidad más social de conocer nuevos grupos, conocer nuevas personas, entender que el hecho de que yo la pase mal en un lugar no tenía que ver conmigo, sino que no encajaba en ese lugar y sí encajaba en otros lugares. Entonces eso también te ayuda mucho a comprender que el problema no sos vos.
-¿Tu papá colaboró a que siguieras en este camino?
-Mi papá ahora está un poco más amigado con la idea de la actuación, no quería que yo fuera actriz. Por experiencia, por lo que él vivió. Porque él conoce el camino y es difícil.
Hubo muchas charlas con él acerca de la frustración. Hablo con él mucho de eso, porque soy joven, cabeza de termo, voy con todo, me ilusiono y me desilusiono. Hay que tener cuidado con eso en nuestra profesión porque si te ilusionaste mucho con un casting y no quedás, no podés vivir en depresión, hay que saber medirlo. En eso mi padre ayuda mucho.
Campaña Día del Padre de Parfumerie, 2025.
-¿En algún momento pensaste en dejar todo por la presión o por las críticas?
-Sí, me presiono mucho la verdad. Hace poco tuve un brote y pensé en dejar todo. 2024 fue un año muy difícil a nivel laboral: castings que hacía, castings que no quedaba. En ese momento me frustré. Estaba enojada, me levantaba y lloraba. Fue en ese entonces que empecé a estudiar cine.
-¿Y qué te hizo seguir adelante?
-Soy yo misma la que me impulso a seguir adelante. Hice un callback y no me llamaron más, me frustré y pensé: “No soy buena, no sirvo para esto”. Luego, lloré un poco, me comí un helado y volví al ruedo.
-¿Entonces es porque te gusta lo que hacés o te sentís presionada?
-Es porque el deseo es muy grande. Lo tengo muy adentro de la raíz, muy impregnado. Yo necesito actuar. El año pasado que no hice clases de teatro porque estaba con la obra, extrañaba. Necesitaba ir a una clase, lo sentía en el cuerpo.
-¿Qué fue lo que más disfrutaste de este proceso hasta ahora?
-Lo que más disfruté hacer fue “Medusa”. Creo que es de las cosas más lindas que atravesé hasta ahora y fue la primera vez que me tocó un papel tan profundo e intenso como interpretar a “Aldana”. Además, fueron muchos desafíos en ese rodaje y tuve que hacer escenas muy fuertes.
Lo considero mi primer trabajo importante y me sentía completamente indefensa, pero disfrutaba mucho poder escuchar de mis compañeros más experimentados como Soledad Villamil, Martín Slipak, Cande Vetrano, Gastón Dalmau, Violeta Urtizberea. Ellos me ayudaron en el proceso.
-¿Qué le dirías a la niña que fuiste al empezar teatro?
-Dejá de tomarte todo tan en serio y jugá. Pasalo un poco bien. Yo cuando era chica era muy focalizada. Este consejo va hasta mi yo de hace dos, tres años.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
Yamila Cafrune habla y las erres se marcan y demoran en sus palabras. Nació en la ciudad de Buenos Aires hace 59 años, pero creció federal. Un poco de esa vida se lo debe a Los Cardales, campo de su primera infancia. Otro tanto a Salta, sinónimo de música y casa de abuelos. A Santa Fe, donde a los 12 años fue estrujada por la muerte de su padre, el cantor de folclore Jorge Cafrune, conoció la fortaleza de su madre y el Liceo Municipal de Música le dio sus primeras herramientas. También a Córdoba que la tituló abogada casi al mismo tiempo que la descubrió cantora. Con todo ese país adentro, hace 27 años eligió a la localidad de Cañuelas en la provincia de Buenos Aires como hogar y posta desde la que lleva y trae su canto. “Es el lugar en el que más tiempo he vivido en mi vida”, aclara. Recíprocamente, su pueblo, como le llama ella, la atestigua artista, madre, abogada y docente. La conoce y reconoce propia.
–La Yamila adolescente, ¿soñaba con ser música?
-No. Incluso, cuando nos mudamos a Córdoba, ya estaba en los primeros años de la carrera de Derecho y lo que quería en ese momento era recibirme, tener un bufete, hijos.
-¿Y cuándo apareció el canto como camino profesional?
–Fue casual porque me recibí en diciembre del 91 y en enero del 92 escuché que se iba a hacer un homenaje callejero al papi en Cosquín y dije: “Quiero estar ahí”. Fui y canté la zamba Que seas vos. Entre la gente estaba don Julio Marbiz (histórico presentador del Festival de Folclore de esa ciudad)y después de escucharme, se acercó y me dijo: “Quiero que estés mañana en el escenario”. Y así fue. Desde ese momento no me bajé de los escenarios.
-Con más de 33 años de carrera en escenarios de Argentina y el mundo, compartiendo discos con artistas como Horacio Guarany, Argentino Luna o Soledad Pastorutti, ¿en qué momento sentiste que comenzabas a ser cantora popular?
-Nunca le pregunté a la gente, no lo sé. Yo me autopercibo popular porque sé que he cantado cosas que representan a una parte de la sociedad en un determinado momento histórico, político y social. Cuando estamos más o menos bien, le cantamos al paisaje, al amor, a cosas bonitas. En otros momentos, hay que ser más contestataria y decir en el escenario lo que le está pasando al pueblo.
-¿Estamos en uno de esos momentos?
-Estamos en un momento en el que les quitan y les pegan a los jubilados, a los maestros y a los médicos y le sacan pensiones a las personas con discapacidad. Solo es cuestión de ver de qué lado te vas a poner, aunque no todos van a hacer eso, porque no todas y ni todos lo hicieron en otra época tampoco.
-En el álbum Con guitarras se incluyen versiones de tangos como Mano Blanca y Caminito Soleado, ¿cómo convive el folclore con otros géneros?
– Mercedes Sosa al final de su carrera dijo: “Va a llegar el momento en que no existan géneros musicales, sino simplemente cantores y cantoras”. En ese momento yo me enojé, no la supe entender. Ahora pienso lo mismo que ella. Hace años que hacemos un espectáculo con la Tango Jazz Quartet, que me encanta porque me abre un mundo diferente. Podés hacer folclore y tango con arreglos de jazz. Es hermoso.
-¿Escuchás a artistas de las nuevas generaciones?
-Sí y hay jóvenes talentosísimos que están aportando mucho a nuestra música y eso es fantástico. En su momento, La Sole (Pastorutti) trajo un aire nuevo que hoy lo podemos ver en artistas como Maggie Cullen o como Milo J. que, viniendo de otro palo, está dando un empuje bárbaro.
–¿Qué otras aperturas musicales te gustarían desarrollar?
-Me encantaría cantar con el Indio Solari, por ejemplo.
-¿Qué temas estás viendo que le preocupan a los jóvenes músicos hoy?
– Hay dos temas que veo recurrentes, la cuestión de género en sus diferentes aspectos y una preocupación por poner un freno a la violencia en general.
-En el Festival de Folclore de Cosquín de este año compartiste escenario con la cantante trans no binaria La Ferni y generó revuelo, ¿qué análisis hacés sobre las repercusiones?
– La noche que presenté a la Ferni, coincidía con el aniversario de cuando el papi presentó a Mercedes Sosa en el mismo escenario 60 años atrás, con la diferencia que a mí, la Comisión del festival me apoyó. Pensé que la reacción del público iba a ser una explosión a favor y no fue así, muchos se quedaron de brazos cruzados. Me fui muy triste. Pero en una revolución hay gente que acompaña y gente que se queda en la casa para guarecerse. Pasado el tiempo, estoy cada vez más convencida de lo que hice. Pienso que tenemos la obligación de subir al escenario a un nuevo o nueva intérprete siempre que podamos. No debemos ser como el pino que debajo de él no crece nada por lo ácida que deja la tierra.
-¿Recordás algún momento de inflexión en tu carrera?
-Muchos, ahora se me vienen dos que fueron importantes porque generaron un cambio en mí. Cuando gracias a mi profesor Oscar del Río pude volver a disfrutar de cantar porque llegó un punto en que lo veía como un trabajo, me cansaba, se había apagado algo. Otro, en Godoy Cruz, Mendoza, donde fui a cantar y después, los músicos cantaron para mí. Lo sentí como una entrega de profunda generosidad. O en Corrientes, con vergüenza pedí permiso para cantar un chamamé de Mario Bofill y en la mitad empezaron los sapucais sin pedirlo, porque el sapucai no lo tenés que pedir. A medida que va pasando la vida, una se va emocionando por diferentes cosas. A mí me emociona el acompañamiento de la gente.
-Se nota en tus proyectos, como el programa que hacías en radio Nacional Folclórica Contame una Historia o el espectáculo La patria no se hizo sola con Mariano Sarabia, un gran interés por la palabra y las historias. ¿Escribís?
-Escribo, pero no canciones por ahora. Historias reales, mínimas. Donde yo trabajo hay gran afluencia de personas de todo el pueblo, de todos los estratos sociales. Y por ahí escribo en el mismo momento. Se llaman Escritos Fugaces y van a estar saliendo en mis redes. Me gusta mucho leer historia, me encantan las novelas históricas. Por eso me encanta el espectáctulo La patria no se hizo sola, porque Mariano Sarabia (periodista y narrador oral) te actualiza la historia argentina.
-El espectáculo Cafruneando fue pensado para homenajear a tu padre por los 80 años que hubiera cumplido en 2017 y, pese a discontinuarlo, se sigue reponiendo, ¿qué tiene de especial?
-La gente lo pide, no lo puedo dejar de hacer. Sobre todo, porque hay fotos del papi que nunca se vieron, entonces mientras se muestran en la pantalla, canto o les cuento algunas historias. Hay otras tantas historias y fotos inéditas del papi que están reunidas en un libro que escribimos hace años con el periodista y escritor Pedro Solans. Un libro todavía inédito, algún día lo vamos a publicar, habrá que soltar.