Sionismo: el aliado primario de los neo antisemitas
El sionismo nació como una ideología nacionalista fundado por Theodor Herzl, en el siglo XIX,esta corriente tenía como intención ser el movimiento de liberación del pueblo judío por medio de la creación de un Estado étnico en Palestina. A mas de 70 años de haberse cumplido los sueños de Herzl, hoy el Estado de Israel y la dirigencia sionista son aliados estratégicos de la tradicional derecha antisemita.
El sionismo nació como una ideología nacionalista fundado por Theodor Herzl, en el siglo XIX,esta corriente tenía como intención ser el movimiento de liberación del pueblo judío por medio de la creación de un Estado étnico en Palestina. A mas de 70 años de haberse cumplido los sueños de Herzl, hoy el Estado de Israel y la dirigencia sionista son aliados estratégicos de la tradicional derecha antisemita.
El Estado de Israel se creó 40 años después del fallecimiento de Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista. Su legado está inspirado en el exterminio e invisibilización del pueblo palestino (que padece un régimen de apartheid) y en las alianzas de las corrientes israelíes más conservadoras con la derecha fascistizante – históricamente antisemita – en el marco internacional.
El sionismo ha evolucionado como un movimiento ajeno a los intereses del pueblo judío y como ocultador de la judeofobia de la derecha radicalizada.
Desde Donald Trump a Marine Le Pen, desde Santiago Abascal a Víktor Orban, de Jair Bolsonaro a Antonio Kast y Javier Milei, todos estos lideres de la extrema derecha, racista, nacionalista, xenófoba y antisemita son amigos del Estado de Israel, a tal punto que niegan que fuesen judeofobicos por su amistad y apoyo a dicho régimen de ocupación. Para la mentalidad de la derecha “antisistema”, ser judío es ser parte del Estado de Israel y apoyar todo lo que hace.
Antisemitas, pero que no se note
Trump es repudiado fuertemente por los sectores más progresistas, como demócratas de la comunidad judía norteamericana, porque bajo su gobierno alentó y fomento el movimiento racista y antjudío del nacionalismo blanco, incluso se negó a repudiar los atentados y ataques de los supremacistas anglosajones.
Cuando fueron las elecciones contra su rival Hillary Clinton, publicó un meme de ella, con una estrella de David y frases injuriosas. Trump se refirió a esos elementos como la estrella de sheriff.
Foto: lautaro brodsky 3
Cuándo fue la Toma del Capitolio, en donde marcharon hordas trumpistas contra la democracia magna, entre los asaltantes había banderas y símbolos nazis, fascistas, supremacistas, sionistas y libertarios. Este hecho mostró el marco ideológico totalitario de la reacción que tenía como objetivo acabar con el estado de derecho en Estados Unidos.
Pero Trump, como todos los líderes internacionales de la derecha ultra conservadora, tienen posiciones que ocultan su antijudaísmo. Cuando los Trump, Abascal u Orban atacan a George Soros (un sobreviviente de la Shoá) o a los Rothschild, no lo hacen porque sean parte del establishment, ya que ellos también lo son, sino que lo hacen porque atacan contra el judío.
La conspiranoia sobre Soros
Cuando acusan a George Soros de ser parte de un complot mundial para establecer el “nuevo orden mundial”, como a la vez le dan en su imaginativas locuras muchos más poderes de los que tiene o lo acusan de hacer ritos y experimentos,no es más que una réplica de los mitos antisemitas de que los judíos “quieren dominar el mundo” como el “complot judío mundial”, “libelo de sangre” o los “protocolos de los sabios de Sion”.
El mismo Orban fue acusado por la comunidad judía de su país por antisemitismo, pero eso no quitó que recibiera el apoyo del exprimer ministro de Israel Netanyahu, a lo cual según el The times for Israel, mencionó en declaraciones del rabino Zoltán Radnót, un dirigente de la comunidad israelita húngara, que dijo: “Para nosotros, los judíos de la Diáspora, especialmente en Europa el Estado de Israel es un símbolo (…) Defiende al pueblo judío entero, y el primer ministro es el más santo entre los santos. Pero, de repente vemos que este primer ministro, por razones políticas, nos estaba abandonando”.
Foto: Lautaro Brodsky 4
En Argentina Javier Milei, líder de la Libertad Avanza, saca su libelo antisemita y filo nazi cuando habla contra el “marxismo cultural”, justamente la “lucha contra el marxismo cultural”, proviene del nazismo alemán, los fascistas de Alemania decían que su país estaba infectado de “bolchevismo cultural”, que era “financiado por los judíos” y debía ser erradicado.
En el Instituto del Profesorado “Almirante Brown” de Santa Fe, el aire del auditorio estaba cargado de expectativa. Era una tarde apacible y la luz del sol, que se colaba por las ventanas abiertas, iluminaba las filas de estudiantes y profesores. No era el murmullo habitual de una clase o un examen, sino una energía vibrante, llena de curiosidad y la inconfundible sensación de que una conversación necesaria estaba a punto de comenzar. La sala, repleta de futuros docentes, se preparaba para ser el escenario de “Alojar diversidades corporales en la escuela hoy”, un conversatorio que prometía mucho más que una simple charla: era la invitación a desmantelar lo establecido.
Al frente, sentados a una mesa que los enfrentaba al público, se encontraban los cuatro protagonistas del evento. Una profesora del instituto, con voz serena, dio inicio a la jornada y presentó a: Gabriela Bruno, mujer con discapacidad, activista y asesora en discapacidad; a Leandro Wolkovicz, activista LGBT+; a Soledad Gelvez, militante feminista y por los derechos de las personas con discapacidad; y a Florencia Alegre, activista por los derechos de las personas gordas.
Tras la presentación, el silencio se hizo casi absoluto cuando la docente leyó un fragmento de “Un apartamento en Urano: Crónicas del cruce” de Paul B. Preciado. Las palabras del autor, que exploran la fluidez del cuerpo y la identidad, resonaron en la sala, invitó a una introspección colectiva y silenciosa. Solo después de la lectura, los disertantes abrieron el debate, inició un diálogo que no era una sucesión de monólogos, sino una conversación sutil entre sus voces, que parecían responderse y complementarse entre sí. La escuela, ese espacio que a diario ha sido rígido y excluyente, se sentía, por un momento, como un lugar de infinitas posibilidades.
El auditorio, impregnado por la lectura, mantuvo un silencio reflexivo. La noción del cruce y la fluidez identitaria se instaló de inmediato. El conversatorio, frente a futuros docentes, se transformó en un espacio vital de demanda y proyecto.
Gabriela Bruno marcó el ritmo al tomar el micrófono. Su voz fue clara al describir la dificultad de residir la diferencia. “Difícil habitar un cuerpo que no está dentro de los cánones hegemónicos y que exige un aprendizaje para aplicarlo con alegría y con disputa de sentido”, afirmó, y apeló a una anécdota sencilla: ¿A quién espera ver la sociedad? No a los cuerpos reales, sino a los de la publicidad. Tras contar su propio proceso de construcción, Bruno acotó: “Cada persona tiene los mismos derechos”.
La activista colocó la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad a la par de la Convención sobre los Derechos del Niño adolescente, remarcó su trascendencia. Subrayó que la incomodidad no es intrínseca al individuo: “El cuerpo no es el problema sino las barreras que la sociedad impone, esas son las que hay que derribar. Primero hay que reconocerlas, luego derribarlas”. Propuso a la audiencia a reconocer activamente a los estudiantes con características diversas, para garantizar que “puedan vivir todas las experiencias posibles”. La responsabilidad, dijo, es colectiva: “La vinculación es con una persona, no con un diagnóstico. La escuela, lugar por excelencia de ciudadanía, debe generar equidad, igualdad y participación”.
Soledad Gelvez, continuó el debate y se centró en la condición de alojamiento en la escuela: “¿Con qué nos encontramos las personas con discapacidad?”, se preguntó y respondió: “Con la sorpresa de que su presencia no era esperada, con la ausencia de deseo de un otro de que estén ahí”. Describió la mirada social, esa que “es más probable que se nos mire con pena, o que se nos mire y se evite el reflejo de ‘yo no quisiera ser como vos’”. Un juicio de valor y una distancia que, para ella, la escuela debe romper, convirtiéndose en una “posibilidad amorosa para todos”. En su crítica, Gelvez apuntó: “La discapacidad casi nunca está pensada dentro de la diversidad, se la toma desde un lugar de disvalor”.
Leandro Wolkovicz, centró su intervención en el rol de la institución. Retomó la idea de Bruno, destacó que la escuela es el primer lugar donde se encuentra la discriminación y violencia, pero también donde puede expresarse la identidad. “Pienso en personas trans, si en sus casas no son aceptadas, el rato que están en la escuela es el único lugar donde pueden expresar su identidad”, ejemplificó.
El activista LGBT propuso ir más allá de los actos aislados de rechazo para hablar de “discriminación estructurada”, generada por la institución misma. Señaló: “Un espacio que habita la discriminación es la clase de Educación Física”. Por otra parte, añadió: “A pesar de los avances, el único espacio monogenérico que resiste es el de la Educación Física y el deporte, que sigue siendo tajante en sus divisiones de grupos”. Su mensaje a los futuros docentes fue claro: “No alcanza con decir ‘yo no discrimino’. Ya no es suficiente. Hay que trabajar activamente dentro y fuera del aula liderando desde el ejemplo”.
Florencia Alegre cerró el primer tramo con una reflexión íntima. Contó que, alrededor de los cinco años, sintió que su cuerpo estaba mal en la escuela por ser gorda. Pero el problema, explicó, no es lo físico… “Sentirse gorda no es una corporalidad, es: ‘Me siento dejada, no querida, responsable, fea’”, expresó. Para ella, el cuerpo es “una corporalidad y ya”, sin connotación positiva o negativa.
Alegre insistió en que es importante hablar de qué nos pasa con los cuerpos, ya que la sociedad no valora igual un físico hegemónico; y añadió: “El acceso al trabajo para personas gordas es mucho menor porque no tienen ‘buena presencia’, lo cual es definido por un mercado”.
Tras la primera ronda de exposiciones, la audiencia tomó la palabra con dos preguntas clave. La primera abordó la inclusión: “¿Cómo o qué hacer con un niño con discapacidad para que se sienta alojado en la escuela?”.
Soledad Gelvez indicó que se debe ir más allá de la accesibilidad física y “exigir al Estado que les brinde las herramientas que corresponde” para generar contenidos accesibles. Gabriela Bruno lo simplificó: “Se debe tratar de no poner prácticas excluyentes”.
El segundo interrogante fue sobre la Educación Sexual Integral (ESI): “¿En qué momento es recomendable comenzar a dictar ESI en la escuela y cuál es su importancia?”.
Leandro Wolkovicz respondió: “Hay que hablar de ESI desde el nivel inicial hasta el nivel superior. Según la ley, la ley lo establece así”. Destacó la importancia de la ESI como herramienta de protección, incluso con los más pequeños. Asimismo, agregó: “En el nivel inicial hay que incorporarlo, con la forma que sea, con la estrategia que sea, sirve para prevenir y sancionar abusos contra menores. Además, la ESI enseña el límite corporal, se le debe enseñar a niños, niñas y niñes el ‘no’, el margen respecto de su cuerpo”. El activista LGBT instó a romper el tabú: “Cuando hay menores de edad involucrados es necesario terminar con ese cerco de ‘eso no se habla’. Hay que exigir políticas de Estado”.
El conversatorio concluyó con un mensaje cargado de emotividad de Florencia Alegre. “Merecen ser escuchados, merecen ser felices, tienen derecho a ser felices”, declaró. De esta manera, les recordó a los presentes su valor: “Tienen derecho a habitar el cuerpo. El mundo es bello”. Su cierre fue un reconocimiento a la militancia y a la resistencia: “Gracias por sostener, gracias por estar, gracias por existir”.
Tras las palabras finales, se abrió un espacio para que los asistentes, en su mayoría futuros docentes, pudieran compartir sus propias experiencias. Relatos de vivencias personales y familiares. Se demostró que el encuentro no era solo una charla, sino un espejo donde la realidad de muchos se reflejaba; reafirmó la urgencia y necesidad de esta conversación, para que todos los cuerpos puedan, por fin, verse en él.
La salud mental tiene que ver con ese estado de bienestar emocional, psíquico y social, que les permite a las personas poder hacer frente a los desafíos de la vida cotidiana con las herramientas y recursos adecuados de manera asertiva y efectiva, cuidando sus propios deseos y también el del otro. “Es algo dinámico, cambia a lo largo de todo el ciclo vital, con desafíos y herramientas distintas según el contexto socioeconómico y cultural”, cuenta Agustina Olivera, licenciada en Psicología.
Para la especialista en Neurodesarrollo y Discapacidad, resulta importante poner especial foco en el contexto ya que cree que estamos ante un paradigma diferente acerca de la persona, a cómo hoy vemos la sociedad y cómo vemos diferentes constructos.
Olivera amplía: “Antes no se hablaba de salud mental por siempre asociarlo, de manera negativa, a los trastornos mentales o por el concepto que se tenía de las personas con trastornos mentales”. Es decir, va más allá. Es de todos y es imprescindible no juzgar cualquier sea el ámbito y en cualquier momento ya que la salud mental es “algo de todos los días y no solamente de aquellas que tienen un padecimiento diagnosticado”.
En esta entrevista la psicóloga desanda algunas construcciones e invita a pensar que en tiempos de crisis, nadie se salva solo.
-Decís “nadie se salva solo” porque, ¿vamos en dirección contraria? ¿Creés que prima el discurso del “sálvese quien pueda”?
-Hay una parte de eso, del individualismo, que tiene que ver con una mirada más capitalista y trae estas miradas o paradigmas de la productividad. Todo eso trae sobrecarga que no podemos sostener si solo nos quedamos en lo individual y no se ve lo social.
Llega un punto que no se puede sostener porque es mirar la situación desde un solo ángulo. Nadie se va a poder salvar solo porque no lo estamos, porque biológicamente y naturalmente somos seres sociales. Por lo tanto, eso no llega a sostenerse por mucho tiempo.
–¿Tiene responsabilidad el Estado en transmitir esta idea?
-La responsabilidad del Estado es replantear qué pasa al ponerla en práctica y estar ahí codo a codo, con las realidades. Tiene que ver con este cambio de paradigma, esta nueva forma de pensar al hombre, su salud en general y cómo eso impacta en su desarrollo y acciones.
Lo cierto es que la salud mental es algo dinámico, que cambia según necesidades o contexto socioeconómico. Cada Gobierno por ahí tiene sus prioridades y sus formas, hay muchas cosas de trasfondo que dejan a la salud mental en otro lugar.
-¿Qué observás sobre el contexto socioeconómico actual?
-Desde mi mirada y mi trabajo con las infancias, el acompañamiento de las familias, las mapaternidades, la discapacidad y el niño o joven con discapacidad dentro del contexto social, es ahí donde aparecen muchas más problemáticas que están influyendo mucho en la crianza.
Veo que la necesidad de trabajar más para poder sostener determinado nivel de vida influye directamente en los tiempos, en la calidad de la crianza, en el vínculo, el estar con
las infancias, el estrés; y también pienso en la relación con el trabajo cuando es con otros porque se recibe toda la carga de lo que el otro vive.
Por eso también me atrevo a decir que hay tanto burnout en los profesionales de la salud o de la educación porque no sólo realizan la tarea para la que estudiaron y se formaron, sino también tienen que acompañar, abrazar y sostener.
Créditos: Ivanko Brnjakovic / Getty Images
-El trabajo en la vida de una persona, ¿puede influir en la salud mental?
-El trabajo aporta a la persona en relación a su subjetividad, al significado que le da a su trabajo, a la importancia que tenga en su vida y sus objetivos. El trabajo en sí no le da a la persona, es la persona la que le da al trabajo. La persona es quien da ese poder o esa significación a algo que es un hacer. Esto siempre está acompañado de la subjetividad, la experiencia, el deseo, el interés y sus frustraciones.
Por otro lado, lo social y el contexto socioeconómico es lo que hacen que el trabajo le dé a la persona. En un contexto con exigencias y demandas altas se genera una demanda que es difícil de afrontar y que va llevando a los cambios en la rutina, el descanso y el tiempo libre donde se debe entender la importancia del dormir también para la salud mental.
La idea de estar sentado tomando un mate o jugando con mi hijo es “no estar haciendo nada” genera muchísima ansiedad, no sólo en uno sino también en ese otro que está en construcción. El estar quieto, enfocado en mí, empieza un mundo distinto. Parar me conecta con lo que bloqueaba con tanta actividad.
-La salud mental, entonces, no solo involucra a la psicología sino también a otros actores sociales.
-Si. Como tiene que ver con la salud emocional, psicológica y social, involucra siempre a otros porque somos seres sociales por naturaleza. Desde que nacemos necesitamos de ese otro y a partir del vínculo con ese otro vamos construyendo toda nuestra psiquis. Toda nuestra vida vamos a necesitar de otro. Por ende, la salud mental no es sólo individual ni solo de la psicología.
También tiene que ver con otros actores porque, como individuos, nos atraviesa lo social, lo económico, lo cultural. Necesitamos de ese trabajo común, incluida la salud mental, en todas las áreas de trabajo social.
-¿Qué aspectos de la salud mental en las mapaternidades con las que trabajás sobresalen?
-En el ámbito de la discapacidad, cualquier mamá o papá está expuesto a la lucha por la inclusión y bienestar de su hijo; por hacer valer sus derechos. Ahí hay mucha ausencia también de la implementación de las leyes del Estado.
Sea mamá o papá acompañando discapacidad o no, la sobrecarga que enfrentan es la exigencia laboral y económica de generar continuamente lo que lleva a la dificultad de estar o conectar. Y, más allá de eso, es la realidad que vive cada familia, pero también lo macro y lo social es donde hay que generar cambios.
Créditos: peopleimages.com
-¿Crees que tienen un rol importante la tecnología en provocar la exigencia de generar continuamente?
-Se influye desde lo económico, el tiempo, la calidad y en el desarrollo de los chicos porque en esa falta de tiempo, en ese estrés, en esa sobrecarga, los papás terminamos mucho acudiendo a las pantallas.
En el cuidado de mi salud mental necesito “un tiempo para hacer esto”; y en eso los chicos terminan con un uso y consumo problemático de las pantallas desde muy pequeños y esto puede afectar en tolerar la frustración, conectarse con el mundo, regular sus emociones. Entonces, ese trabajo de volver a conectar significa una carga más para los papás.
Asimismo, somos bombardeados con tanta información de parte de los medios que genera un peso en un cerebro que ya está sobrecargado y estresado. Es importante la mirada profesional y pedir ayuda a quien realmente me la puede dar. Y ahí viene el acompañamiento de las adolescencias en lo que “no puede”. Hay que trabajar en la infancia para construir en la adolescencia las bases del autocuidado. El lado positivo es poder hablar de la salud mental, abrir este camino para hablar lo que nos pasa,sin tabúes y sin ser juzgados.
-¿Podemos pensar en la salud mental en relación al medio ambiente o espacios verdes?
-Tiene que ver con un cambio de pensamiento y posicionamiento que permite entender la importancia de la conexión con uno mismo, con el afuera, con lo natural y qué tiempo le dedico a ese bienestar. Pero se dificulta si estamos inmersos en un día a día que nos sobrepasa, que nos estresa y que dedicamos a la productividad. Hoy, a través de las redes, se entiende que es necesario para el bienestar pero debemos incorporarlo socialmente como comunidad.
-¿Qué papel deberían jugar las redes comunitarias en la ayuda del bienestar mental de las personas?
-Hay un primer, segundo y tercer nivel de intervención que forman parte de la Ley de Salud Mental que está bien pensada, planeada y fundamentada pero falla en la implementación. Ahí es donde hacemos agua, donde el Estado no llega por falta de recursos y los centros de salud, tampoco.
El recurso humano es fundamental pero está mal pago y quemado porque no da abasto. Los sistemas no funcionan jerárquicamente como deberían, entonces el primer nivel está devastado, recibiendo todo y al llegar al segundo nivel, la situación ya está detonada. La vulnerabilidad y la precarización del trabajo dificultan la implementación y ahí fallan las redes y el Estado.
Créditos: Tiempo Argentino
-Independientemente de la situación estructural precarizada del país, ¿considerás que la salud mental es accesible, más allá de lo económico?
-Sí, es más accesible que antes. Cuando me recibí era un recurso de pocos y ni siquiera las obras sociales incluían profesionales en los padrones, muy pocas hacían convenios o pagaban y se abrió bastante cuando surge la carrera en Santa Fe.
Hoy, al conocerse más la necesidad y hablar del tema se comenzó a estudiar más y ahí se volvió más accesible, sin pensar solamente en lo económico. Así, se empezó a pensar en salud mental y en leyes sobre discapacidad que no estaban en agenda nacional.
Sin embargo, desde las políticas públicas aún nos falta. Pero es un proceso que va a llevar mucho tiempo y con cada cambio de Gobierno o pensamiento avanzamos o retrocedemos.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
“El sistema previsional argentino necesita una reforma integral que priorice el bienestar de las personas”. La periodista Clara Salguero, reconocida por su extensa trayectoria en temas de seguridad social, analiza las consecuencias del fin de la última moratoria previsional.
La moratoria previsional que permitía jubilarse sin los 30 años de aportes llegó a su fin en marzo de este año. A través de esta moratoria, en sus dos años de vigencia, accedieron alrededor de 700 mil personas, lo que representa un 77% del total de altas jubilatorias en ese período, de acuerdo con datos de Chequeado elaborados en base a la información publicada en el Boletín Estadístico de la Seguridad Social. Con el fin de este sistema solo podrán jubilarse aquellos que cumplan con los años de aportes exigidos, lo que reducirá significativamente la cantidad de personas en condiciones de acceder a este beneficio. La medida del Gobierno nacional afectará especialmente a las mujeres, ya que solo una de cada 10 podrá jubilarse sin la moratoria, mientras que en el caso de los hombres es tres de cada 10.
-¿Qué implica concretamente el fin de la última moratoria previsional?
-Terminó la posibilidad de comprar a través del descuento en cuotas de la futura jubilación los años con aportes faltantes que en la actualidad la Ley previsional nacional requiere que sean 30 años con edades mínimas de 60 años las mujeres y de 65 los hombres. No podían ingresar todas las personas aunque cumplieran el requisito de edad sino solo las que hasta el 23 de marzo pasado estuvieran en vulnerabilidad económica. Actualmente, sin esta moratoria no podrían acceder aproximadamente 243.000 personas.
-¿Entonces ya no hay ninguna herramienta para que las personas sin aportes puedan jubilarse?
-Al finalizar la moratoria quedan dos alternativas. Una es adherir al plan de cancelación de aportes previsionales, que es la compra de aportes anticipados cuando la persona sabe que al llegar la edad jubilatoria no va a reunir 30 años con aportes. Se paga la cantidad de unidades, cada una igual a un mes de aportes, y deben estar canceladas al momento de solicitar la jubilación. Pueden acceder mujeres entre 50 y 59 años y hombres de 55 a 64 años.
La otra alternativa es la PUAM (Pensión Universal para el Adulto Mayor) teniendo en cuenta que es para personas que no reúnen 30 años de aportes y se encuentren en vulnerabilidad socioeconómica. La edad es de 65 años para ambos sexos. Lo que significa que el hombre puede acceder a un beneficio previsional terminada la moratoria, a diferencia de las mujeres que tienen que esperar por un lapso de cinco años.
-¿Cómo impacta esta decisión en las mujeres teniendo en cuenta que suelen tener trayectorias laborales más irregulares?
-El impacto en las mujeres es considerablemente mayor. Son quienes más padecen la informalidad laboral, los períodos sin aportes y la interrupción de sus carreras por tareas de cuidado no remuneradas.
La imposibilidad de acceder a una jubilación a los 60 años las expone a un período de cinco años sin ingresos previsionales propios, lo que profundiza su situación de vulnerabilidad económica y social.
-¿Qué papel está jugando la PUAM en este nuevo escenario?
-Cumple un rol central como prestación asistencial ante la falta de cobertura previsional contributiva. Funciona de manera similar a la Asignación Universal por Hijo en el caso de los niños. Es una herramienta necesaria para garantizar un ingreso básico en la vejez frente a diversas situaciones de vulnerabilidad. Sin embargo, no reemplaza el acceso a una jubilación plena y genera una brecha de ingresos respecto a quienes sí pudieron jubilarse bajo el régimen general.
-¿Creés que esta decisión es parte de un proceso hacia una reforma más profunda del sistema previsional? ¿Qué señales está dando el Gobierno en relación a una posible reforma jubilatoria?
-Las distintas moratorias se extendieron en Argentina durante los últimos 20 años. Poco le han aportado a la gente si pensamos que el monto de la prestación resultaba del haber mínimo, menos la cuota de moratoria descontada por años. Las moratorias en sus distintas etapas significaron más personas, millones, con haberes mínimos; lejos eso de lograr cubrir las necesidades básicas.
El sistema necesita una reforma integral donde se estudie, analice, evalúe dónde están los puntos que requieren cambios en pos del bienestar de las personas. Esto es primordial: ver dónde está la necesidad de los cambios.
El sistema así no es sustentable: se necesita más acceso al mercado laboral para que más trabajadores puedan aportar y terminar con tanto trabajo informal y poder cobrar con más financiación para pagar jubilaciones y pensiones.
-¿Existe en la agenda oficial alguna propuesta concreta sobre subir la edad jubilatoria?
-La expectativa de vida va en aumento no solo en Argentina, es un fenómeno mundial que requiere analizar las edades jubilatorias de acceso. De todos modos, no creo que sea el tema principal a modificar sino ver cómo el ingreso salarial de los trabajadores en su paso a la jubilación guarda relación económica y permite darle respuesta a los gastos necesarios en esta etapa de la vida.
-¿Creés que el actual modelo de seguridad social en Argentina está en crisis?
-Está claramente en crisis. La proliferación de moratorias no ha resuelto el problema de fondo: el elevado nivel de trabajo informal y la insuficiencia de aportes genuinos. El sistema, tal como está, no es sustentable. Se necesita mejorar la inclusión laboral, aumentar la cantidad de trabajadores formales y garantizar un sistema de financiamiento sólido para el pago de jubilaciones y pensiones.
-¿Cuál debería ser el rol del Estado frente al envejecimiento poblacional y el aumento de la informalidad laboral?
-El Estado debe asumir un rol activo en la planificación y ejecución de políticas públicas que promuevan la formalización del empleo, amplíen la cobertura previsional y aseguren prestaciones adecuadas para las personas mayores. Es imprescindible que la seguridad social responda a las nuevas realidades demográficas y laborales garantizando que ningún ciudadano quede excluido de un ingreso digno en su vejez.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.