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CIENCIA QUE SORPRENDE EN LA FERIA DEL LIBRO


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Docentes del Instituto Balseiro enseñaron a construir aparatos sencillos y experimentaron con la luz, un radar, magnetos y mucho más.

Por Alejandra Koval

¿Se imaginan un radar construido con dos latas de duraznos que funciona a la perfección? ¿Qué es un espectroscopio? ¿Se puede fabricar en casa? Con experimentos y artefactos caseros, un grupo de docentes del Instituto Balseiro, de la ciudad de Bariloche, propusieron al público infantil, joven y adulto sorprenderse, divertirse y comprender algunos principios básicos de la ciencia durante la 43ª. Feria Internacional del Libro. Una visita al stand Zona Explora permitió apreciar por qué se acercan estos científicos a la exposición todos los años.
“El radar es como un murciélago–señaló el ingeniero Javier Areta al comenzar la presentación– porque puede detectar objetos en la oscuridad.” Un grupo de curiosos se amontonó frente a una computadora y vio cómo el insólito aparato había captado los movimientos de los niños que se habían ofrecido para el experimento. En una colorida representación digital, se observaba cuándo los cuerpos se alejaban o acercaban.

Frente a otra mesa, el ingeniero Julio Benítez asombró a los visitantes con haces de luz que se reflejaban y quebraban según el material usado como conductor y así ilustraba las leyes de reflexión y refracción. Con un láser y un poquito de humo de un sahumerio demostró que la ceniza flotante permite la transmisión de la luz. “Así explicamos los principios del sistema de comunicaciones ópticas gracias al cual tenemos Internet en casa.
–dijo el investigador–. Solo necesitamos un punterito láser que se compra en un supermercado chino y componentes que cuestan $2,50”.
Benítez, que enseña en la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones, y sus colegas mantienen un contacto fluido con docentes de nivel primario, secundario y terciario de la zona de Río Negro, Chubut y Neuquén y estudiantes de todo el país, ya que el Balseiro capacita a maestros y profesores y busca reclutar a postulantes para la carrera de investigador en esa institución. “Si alguien me hubiese mostrado esto, quizá habría tomado otro camino en mi vida”, cuenta que oyó decir más de una vez.

“Para las comunidades rurales cuya actividad tradicional es la cría de ovejas, ver un experimento con un láser o poder mirar las estrellas a través de un instrumento marca un antes y un después”, señala el estudioso. Por eso se siente satisfecho: “Me da la tranquilidad de haberles hecho conocer la posibilidad más allá de la decisión que tomen después. Ellos algún día dirán: ´Alguien me lo mostró una vez en la vida´”.
Como parte de esta política de extensión, implementada a través de la Sección de Divulgación de Ciencia y Tecnología (SeDiCyT) del Centro Atómico Bariloche, estos educadores además dictaron un taller teórico-práctico de dos días para maestros y profesores durante el 17º. Foro Internacional de Enseñanza de Ciencias y Tecnologías en el marco de la Feria del Libro, donde enseñaron a construir un espectroscopio, que es un instrumento para descomponer la luz en su espectro.
El experto piensa que más que sentir una falta de interés por el conocimiento científico, los jóvenes hoy no saben que existe el Balseiro. Hace unos veinte años, cuando desapareció la escuela técnica formal –que duraba seis años, era de doble turno, con una carga de 14 materias por año, y que implicaba un esfuerzo sobrehumano para el estudiante– se dejó de difundir la existencia del instituto. Además, el nivel académico de los estudiantes sufrió un deterioro, razón por la cual los que ingresan al Balseiro deben esforzarse mucho más para alcanzar el nivel que se les exige.
Si bien el número de jóvenes que optan por una carrera científica “dura” es reducido, se ha desmitificado la figura del que dedica su vida al estudio. La serie televisiva The Big Bang Theory aportó a ese cambio. “Es mucho más divertido hacer ciencia y cosas locas que estar confeccionando un balance financiero”, afirma Benítez.

El Instituto Balseiro, ubicado en el Centro Atómico Bariloche, fue creado por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) hace más de 60 años. Su objetivo es formar profesionales de la física, ingeniería nuclear, mecánica y en telecomunicaciones de alto nivel. Allí, los estudiantes trabajan codo a codo con investigadores y tecnólogos activos, en laboratorios e instalaciones de avanzada y tienen acceso a un instrumental único en Latinoamérica. A través de convenios con otras universidades nacionales y extranjeras, se producen los intercambios con líneas de trabajo en común, y algunos estudiantes acceden a posgrados en ellas.
Como dependen de la CNEA, la estabilidad laboral de los profesionales no es tan vulnerable como la de sus pares en el Conicet o Arsat, por ejemplo. Sin embargo, están sujetos a las decisiones en materia de políticas públicas que dependen de la gestión de turno. “Los avatares de la Argentina han sido muchos pero hemos sobrevivido a todos –se ufana Benítez– Somos creativos; la falta de recursos nos hace agudizar la imaginación y encontrarle la vuelta”.


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