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EL MITO REAL DE UN JUGADOR DE ENSUEÑO


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Pocos lo vieron jugar, pero muchos creen saber cómo lo hacía. Aquellos privilegiados que lo disfrutaron dicen que desplegó su magnífico talento para el fútbol en cada una de las canchas que pisó. Otros, aún dudan de que la existencia de su habilidad sea algo tan simple como una invención popular. Es que del mito viviente que es Tomás Felipe ‘el Trinche’ Carlovich casi que no hay registro fílmico ni fotográfico.

Por Araceli Sued (@suedaraceli)

Es domingo 23 de abril de 2017 y Carlovich vuelve de la cancha. Entra a su casa y deja las llaves sobre la larga mesa de madera. Un mantel blanco apenas tapa su superficie. Hay un cartel escrito a mano: ‘Feliz cumpleaños, Trinche. Tus vecinos’. Está firmado por dos nombres y lleva la dirección de una de las casas de la cuadra. Además, hay una pequeña bolsa de madera, una camiseta de Colón y dos fotos. Los clavos puestos en las paredes ya no sostienen recuerdos. Algún periodista pidió las imágenes que ocupaban un lugar en ese salón con la excusa de fotocopiarlas. Nunca las regresó.

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En 1974, Argentina se preparaba para el Mundial de Alemania, para lo cual necesitaba realizar partidos amistosos. Fue entonces que un equipo de jugadores rosarinos recibió al seleccionado nacional y Carlovich tomó carácter público. El 17 de abril, el futbolista que militaba en Central Córdoba fue el único citado de un club del ascenso, con el agregado de que ingresó como titular. El resto del conjunto local lo conformaron jugadores de Newell’s y Rosario Central.
El arquero de aquella Selección, Miguel Ángel Santoro, le explicó a ETER digital que si bien desconocían a ese muchacho, entendieron que algo raro había. “Te tenés que destacar mucho para que, siendo un jugador de una división menor, te llamen y encima seas parte del once inicial. Pero enseguida nos dimos cuenta de las condiciones y las cualidades que tenía”.
Todo lo que hizo el ‘Trinche’, cada una de sus mañas, las aprendió de pequeño haciendo rodar una pelota de trapo en los potreros o en las calles de tierra de Rosario. Allí entendió cómo cabecear, poner la mano o el codo. Se enfrentó a gente más grande y generalmente terminaba discutiendo con alguno o peleando con su hermano. Lo entendió como un juego. Se divirtió haciendo las cosas que quiso, pero siempre pensó en ganar. Patear y que la pelota pase a un metro del arco significaba una vergüenza.
Vivió – y vive – el fútbol con un amor terrible. Entendió que la pelota hay que tratarla de ‘vos’, no de ‘usted’: “Así te hacés más amigo. Tenés que ser suave, cariñoso”, le dice a este medio.
El día del encuentro frente a Argentina, Carlovich hizo lo más lindo que le salió. No solo se dio a conocer sino que, a partir de allí, comenzaron a llamarlo ‘el inventor del doble caño’, un apodo que hasta hoy cree no merecer. “Se empezó a contar esa historia. Le tiré uno al defensor. Esperé que venga y lo hice de nuevo. Lo habré hecho en algún partido más, pero no creo que sea para tanto. Son cosas que salen o se presta el momento. La gente paga por ver un espectáculo y si además de jugar bien lo podés hacer lindo, mejor. Nunca lo hice por sobrar al contrario”, dijo el propio jugador.

Su leyenda se forjó a base de grandes jugadas y exquisitos pases. Varias de las personas que lo vieron jugar lo denominaron como un verdadero crack. Uno de ellos fue Carlos Aimar, quien lo definió como ‘habilidoso, de buen físico, zurdo, bien típico de enganche, con unas condiciones enormes’. Sergio Calvo, utilero de hace más de 30 años del club Central Córdoba, dijo que “tenía una gambeta que era muy difícil de adivinar y entendía el juego de otra manera”. Ambos coinciden en que reaccionaba siempre en fracciones de segundos antes que los demás y que era una de esas personas que están ‘tocadas por la varita’. Hasta hay quienes afirman que el nivel de Carlovich fue comparable con el de Maradona.
En Rosario cuentan que cuando Diego llegó a Newell’s, un periodista le comentó que allí estaban orgullosos de recibir al mejor del mundo. El Diez respondió: “Ya lo tuvieron y es el Trinche”.
Como toda historia, fruto de diferentes narradores de mayor o menor afinidad con el protagonista, también se mencionan muchas cosas que el Trinche negó y continúa negando. Se habló de que faltaba a los entrenamientos para ir a pescar. Carlovich garantiza que aprendió a hacerlo hace algunos años. “He ido con mi yerno, pero nunca aprendí del todo. Yo solo me sentaba con la caña a esperar. El pescado lo sacaba él”, dijo y aclaró: “Tuve técnicos que me sacaban del entrenamiento porque me decían que los que saben no tienen que correr”.
Siempre debió explicar por qué no llegó a trascender, pero si de algo está seguro el Trinche es que no cambiaría nada de lo que hizo. En su opinión le fue bien durante su trayectoria, aunque admite que a lo mejor fue “un poco rebelde”. Se hacía notar cuando las cosas no le gustaban. Por ejemplo, cuando en Rosario Central no cumplieron con una promesa decidió dejar el club.
El hecho de que Carlovich no haya sido figura importante de los hoy denominados “clubes grandes” alimenta, para aquellos que solo lo conocen por el boca a boca, el pensamiento de que su fútbol es solo la existencia de una ilusión de una especie rara.


EL ÍCONO DE CENTRAL CÓRDOBA
Como un payaso que divierte a la gente en un circo, la cancha era el lugar preferido para que Tomás Carlovich pudiera desplegar su talento y su magia. No tenía discos para revolear por el aire, sino una simple pelota. Con eso se entretenía y también lo hacían los que lo miraban, partido tras partido. Su perfil deportivo era sencillo: un pelo largo, típico en la década del ´70, y una barba habitual en su rostro. Dejó su huella marcada en Central Córdoba de Rosario, donde a lo largo de 236 encuentros dejó mucha tinta para escribir. En casi 21000 minutos jugados, marcó 27 goles con la camiseta del Charrúa, donde consiguió dos ascensos en cuatro ciclos distintos: 1972-74, 1978, 1980-83 y 1986. Además, su zurda también fue parte del espectáculo en Rosario Central, en un solo partido, Flandria, Independiente Rivadavia de Mendoza, Colón de Santa Fe y Deportivo Maipú.
El 8 de diciembre del ´73, logró el primer campeonato con el equipo rosarino, bajo la conducción técnica de César Castagno, tras ganarle 2-1 a Argentino de Quilmes. Después, en el ´82, obtuvo el segundo título con un 3-2 frente a Almagro, en la final del torneo octogonal.


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