La dirigente de las prostitutas habló de su militancia feminista, de su elección de vida como trabajadora sexual y polemizó con el abolicionismo.
Por Malena Gauna
Después de asistir a la marcha que se llevó a cabo en el Obelisco un día antes al paro nacional del 25 de septiembre, Georgina Orellano, secretaría general de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina en acción por Nuestros Derechos) llegó junto con sus compañeras a la sede central de la CTA. Saludó a su hijo que la esperaba con un fuerte abrazo, se acomodó y ante la primera pregunta comenzó a hablar con fervor.
-¿Por qué se vincula la trata de personas con el trabajo sexual?
En los organismos estatales donde luchan contra la trata de personas tienen una doble intencionalidad porque poseen una perspectiva respecto al trabajo sexual cercana al abolicionismo. Anteponen sus ideologías y aspectos personales y desconocen que hay un colectivo de trabajadoras sexuales que decidimos de forma voluntaria y con consentimiento.
-¿Qué genera esta comparación?
Esto a nivel social genera mayor estigma, a nivel estatal mayor clandestinidad y mayor persecución policial.
-¿Cuál es el modelo que AMMAR quiere sobre trabajo sexual?
AMMAR busca que se despenalice el trabajo sexual, hoy por hoy no es ilegal, pero si todos los lugares donde lo podemos desarrollar están criminalizados. No podemos pedir que se regule asignando solo una zona geográfica, porque dejamos afuera a compañeras que lo llevan a cabo por redes sociales, bares o por teléfono.
-¿Qué derechos reclaman como trabajadoras?
Cada persona que decida ejercer el trabajo sexual, siempre y cuando sea mayor de edad y lo haga de forma voluntaria, queremos que el lugar esté en condiciones laborales, que tenga obra social y jubilación.
-¿Cómo funcionaría la despenalización del trabajo sexual?
Quedarían sin efectos las políticas represivas y derogados los códigos contravencionales. Abriría una posibilidad de que muchas trabajadoras no dependan de un tercero, fomentando el cooperativismo y la autonomía.
-El modelo implementado en Uruguay de registrarse como trabajadoras sexuales, ¿les interesa?
Nos falta más apertura para que una compañera no sea castigada ni por la familia ni por la sociedad, por lo tanto, no queremos que haya un registro. De ser así, algunas se registrarían y otras seguirían trabajando en clandestinidad.
¿Cómo convivís con el feminismo abolicionista?
Uno de los mayores avances que tuvimos fue la aceptación dentro de los espacios feministas, que no fue fácil. Todos los discursos en los espacios feministas eran victimizantes siempre generando un estigma de la trabajadora sexual como la pobre y sumisa.
En una nota dijiste: “Siempre dicen que no elegimos y en muchos casos puede ser verdad. No romantizamos la prostitución porque no romantizamos ningún trabajo”. ¿Queres decir que el trabajo no es elegido?
Es cierto, no se elige ser puta. Son las condiciones las que te llevan de distintas formas. A veces tenemos pocas opciones: entre niñera, empleada doméstica o puta y esa es la mejor opción. El albañil no elige libremente ser albañil y va contento todo el día al trabajo, siente orgullo en tal caso por pertenecer a una clase trabajadora. El único sujeto que genera lastima es la puta, hay una cuestión moral de fondo.
El empoderamiento después de la vergüenza
Desde los 19 años la chica de Presidente Derqui ejerce la prostitución. Georgina comenzó cuando fue niñera, a partir de una oferta de la madre del niño que cuidaba. En un principio se avergonzaba y luego asumió que es el trabajo del que vive.
Hoy en día, Georgina es una militante reconocida en la lucha feminista. Da charlas informativas que dicta sobre trabajo sexual en escuelas y centros culturales. Además, es madre de Santino, de 12 años, a quien cría sola, mientras continúa trabajando “en la esquina y con clientes fijos”.
El dia a dia de una trabajadora sexual
Georgina Orellano actualmente ejerce la prostitución en la calle y con clientes fijos. Además, desde la militancia y por la lucha de los derechos de las trabajadoras sexuales, de manera diaria realiza talleres, clases públicas y charlas en escuelas y centros culturales con el objetivo de sensibilizar a la sociedad y que se escuche su historia de vida y la de sus compañeras.
Tiene un hijo de 12 años llamado Santino que acompaña a su madre en la lucha y que, la mayoría del tiempo, se encuentra junto con ella en la sede de la CTA.
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