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LA PENSIÓN DE RACING, UNA VERDADERA “ACADEMIA”


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En Casa Tita convergen el sueño y la realidad. El día a día de una pensión donde chicos provenientes de todo el país buscan la gloria, jugar en primera, pero son pocos quienes lo logran. Racing forma futbolistas y una alternativa para los desafortunados: El estudio.  

Por Miguel Posilovic

El hall une. Historias, problemas, risas, llantos. El combo explosivo titubea entre cebadas de mates, esa costumbre que une al de Chubut con el riojano mediante una bombilla. El mate sirve como medio de integración. En la ronda no se discrimina. Cuando se ceba, se rellena. Revive a la yerba y con esta, un nuevo momento. Chicos de 15 hablan del partido que ganaron y alguno se queja de que le pusieron mucha azúcar al suyo. Lo tildan de amargo; Es un chiste interno para referirse al rival de Racing, Independiente. En la mesa de al lado se estudia. Dos pibes miran un mismo libro y se preguntan qué tomará el profesor. Son más grandes que el resto. Con sus buzos de Racing y un nuevo termo sobre la mesa, se refugian en los bizcochitos de grasa. Rinden libre las materias que les quedan. Porque tengan que estudiar no van a dejar de soñar con jugar en primera.

En Casa Tita, los chicos cuentan con todas las facilidades. Cuatro teles, dos plays, incontables computadoras y wifi, prioridad en la era digital. Sin embargo, todavía queda lugar para el “face to face” en la sala, con mesa de ping pong y una de pool en la que se juntan telarañas. La pensión puede albergar hasta 72 personas, pero en este momento hay 56, más un par de chicos que están a prueba. Su rendimiento en la cancha es el pase a un lugar fijo y a la vez inestable. Es sabido que la regularidad en el fútbol es complicada, requiere de una constancia sin precedentes para niños de tan solo 12 o 13 años. La fábrica de hacer jugadores en la que se han convertido los clubes exige el doble y la lucha por un lugar entre los 11 es cada día más épica. En el medio hay intereses económicos y disputas por descubrir diamantes en bruto, pero sobre todo en el medio quedan los chicos. Según datos de las autoridades de Racing, un promedio del 7 % de los que viven en La Casa tiene chance de llegar a Primera. Los desafortunados, mayoría como en casi todas las sociedades, se aferran a la ilusión que les provee la misma institución: “Bienvenidos a Casa Tita, donde duermen los sueños del fútbol”, dice un cartel en la entrada de la pensión.

No llama la atención entonces que la educación sea central. La sala de estudios, inaugurada en septiembre de 2004 al igual que el resto de Casa Tita, consta de una biblioteca desordenada, en la que se amontonan textos y novelas que varían en tamaño. Las mesas redondas, celestes y blancas como la mayoría de las cosas, facilitan la interacción entre los chicos y los profesores del apoyo escolar. “Los chicos suelen tener apoyo todos los días, los guían con sus tareas del colegio; es una ayuda para su formación académica y social”, afirma Cecilia Contarino, encargada de la pensión desde hace 7 años. El hecho de que la encargada sea mujer está vinculado con la historia grande del club.

Maria Elena Mattiussi, símbolo de Racing, fue la cabeza de la pensión por muchos años. Hija de un canchero y lavandera de “La Academia”, siguió los pasos de su madre y vivió la época dorada: el tricampeonato, la Copa Libertadores del 67 y el gol del “Chango”, entre otras alegrías y tristezas, como el descenso en 1983. Su relación materna con los jugadores tanto de Primera como inferiores era el de una mamá sustituta. “Los hijos y hermanos que nunca tuve”, dijo en alguna ocasión Tita haciendo referencia a sus queridos jugadores y chicos de la pensión. Tita Matiussi falleció en agosto de 1999, pero su legado se reconoce. En 2004, se inauguró oficialmente el hogar que lleva su nombre. Un notable gesto del club para una mujer que nació y murió alrededor de la cancha.

Hoy en día, la Casa ha evolucionado en aspectos como la nutrición y la psicología. En el primer punto, una simple ojeada al almuerzo es suficiente. Platos sustanciosos en bandejas son transportados por el comedor con una dinámica digna de la Formula 1. El deportista y el buen comer van de la mano. En línea con la demanda del mundo actual, una nutricionista se encarga del menú. Uno de los chicos juega a ser crítico gastronómico: “Siempre fue rica, pero ahora es mucho mejor”. El departamento Psicológico era precedido en un principio por Cecilia, la encargada de la pensión. La importancia que sugiere la contención a los pibes en su llegada, y sobre todo cuando atraviesan la adolescencia, ha dado lugar a una irremediable expansión del departamento. Ya son cuatro los psicólogos. “Los chicos nos piden ayuda o nos cuentan sus inquietudes constantemente. En el proceso, se trata de integrar a los padres”, agrega Cecilia. Si bien los padres sufren el destierro de sus hijos, saben que, en la mayoría de los casos, vivirán mejor. Las condiciones de muchos hogares, sobre todo del interior más profundo, son de clases bajas. Casa Tita les significa un salto de calidad. Una puerta para no caer en adicciones.

El pibe que deja el club, no necesariamente deja los estudios. Su pasión mayor, jugar a la pelota, buscará nuevas aventuras y colores, se probara en algún otro lugar; pero lo factible, la cruda realidad del jugador frustrado, golpea en la cara como un pelotazo en pleno invierno. Por eso, en Racing tienen ventaja los que buscan un futuro; pueden seguir en la pensión: “Como se prioriza el estudio, se espera a que terminen las clases para darlos libres de Casa Tita. Esto evita que los chicos se angustien y dejen el colegio en el último tramo”, dice Alicia, la encargada de la pensión.

La Casa por momentos se confunde con El Cilindro. Un templo dentro de otro. El celeste y blanco tiñe cada rincón: paredes, muebles, tazas y hasta el acolchado de las cuchetas tienen el manto de La Academia; aquellas donde duermen “los sueños del fútbol” y hasta una posible realidad universitaria.


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