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LOS LOCOS DE LOS BEBITOS


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En el año en que el aborto llegó al Congreso, las organizaciones católicas que se oponen a la legalización del aborto se organizan para influenciar tanto a la opinión pública como a los diputados y senadores.

Por Brenda Tugender

Buenos Aires, 10 de abril de 2017. En el Congreso comienzan las audiencias de comisión para debatir si la práctica del aborto debe ser legal, o debe continuar en la clandestinidad. Afuera hay dos concentraciones. Una, sobre la calle Rivadavia, está llena de chicas y algunos chicos, que llevan pañuelos verdes atados al cuello, a la cartera o a la muñeca. Son las organizaciones que apoyan el aborto legal, seguro y gratuito.
Justo a la vuelta de la esquina están ellos. Los de banderas rojas que cantan canciones guiadas por una mujer que grita por megáfono. Un distraído podría pensar que son los partidos de izquierda que están avanzando para unirse a las chicas de pañuelo verde. Todo lo contrario. Son los integrantes de Unidad Pro Vida, algo así como una multisectorial de organizaciones en contra del aborto. La novedad es que es este año se organizaron, y muy bien.
La unidad Pro Vida está compuesta por 128 organizaciones de la sociedad civil. En su mayoría son cristianas o evangélicas, “Hay de todo, es una convocatoria amplia y federal”, afirma Camila Duro de la ONG Frente Jóven. Hay De todo menos judíos, musulmanes, budistas o ateos. Las ONG integrantes de la Unidad pertenecen a la Iglesia católica, el Opus Dei o iglesias evangélicas, aunque muchas se escudan detrás de nombres laicos como “Centro de Investigaciones de ética social” o “Marcha por la Vida”.
Esta última es la encargada de organizar las movilizaciones de Unidad Pro Vida. La primera del año fue el 25 de marzo, con motivo del día del niño por nacer. “Se hizo esa fecha porque son justo nueve meses antes del nacimiento de Jesús”, explica el Pastor Alejandro Rodríguez de Jóvenes por una Misión. Esa tarde, la multitud que se congregó en las calles del barrio de Recoleta sorprendió a propios y ajenos. Diez mil personas se congregaron para entonar las consignas “Salvemos las dos vidas” y “Legal o ilegal el aborto mata igual”. La marcha alcanzó notoriedad en los medios de comunicación por una escultura de un bebé gigante que aportó la organización Elijamos la Vida, de la Plata. Se llama Alma y representa una beba de 12 semanas. Justo el fin del tercer trimestre, el tiempo límite propuesto por los autores del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo para que las muejres puedan abortar sin causa.
La segunda fue el banderazo de ese 10 de abril en la puerta del Congreso, primer día de debate en comisión del proyecto que propone legalizar el aborto. Encolumnados tras una bandera argentina sostenida por Mariana Rodríguez Varela alias “La loca del Bebito”, cientos de fieles cantan: “Si aprueban el aborto, que quilombo se va a armar”. Cristina Coda es un ama de casa que llegó de Parque Leloir para sumarse a la manifestación. “Me enteré de la marcha por el Facebook del colegio de mi nieto. Vengo porque no estoy de acuerdo con el aborto. Esto es la teoría del descarte. Nosotros somos un país católico y en esto hay que escuchar al Papa, aunque Francisco no me caiga tan simpático”.
La tercera está convocada para el 20 de mayo. Será en la Plaza de mayo, un domingo a la tarde. “Va a ser un día no laborable para que venga mucha gente, porque nosotros somos trabajadores y nadie nos trae en micros”, afirma Cristina.
Las concentraciones en el espacio público son, naturalmente, las más visibles. Sin embargo, el lobby pro vida lleva a cabo diversas acciones que no conoce el público en general. Una de ellas es el cabildeo, la práctica de intentar influir en los congresistas en los momentos previos a una votación. Especialistas de las organizaciones evalúan el perfil de cada diputado y designan una persona para que lleven a cabo una reunión privada. Si la personalidad es de una marcada tendencia cristiana, será un religioso quien haga la visita. “En cambio, si el diputado tiene inclinaciones sociales, se designará un representante de una de las organizaciones sociales que hacen trabajo de campo en los barrios del conurbano bonaerense”, explica Camila Duro.
Por ejemplo, la diputada Mirta Tundis -confesa seguidora de la Madre Teresa de Calcuta- fue visitada por el pastor Alejandro Rodríguez. En ese encuentro íntimo, el sacerdote explicó que el aborto es una cuestión implantada por el Diablo, y que la aprobación del proyecto de ley significaría la destrucción moral de la Nación. “Eso sucedió en los países nórdicos donde el aborto es legal, y como consecuencia, la tasa de suicidios subió exponencialmente”, dijo antes de terminar el encuentro orando de la mano de la congresista.
Las marchas, el bebé gigante y el cabildeo no son gratis. Como toda acción política, el lobby prohibicionista precisa fondos para financiar sus actividades. “A través de la página web de Unidad Pro Vida, la gente puede aportar desde $150 a $500 pesos. El trámite se hace por MercadoPago. Nos llegan donaciones de todo el país. Por ahora llevamos cuatrocientos mil pesos recaudados”, comenta Camila Duro, mientras espera que comiencen las exposiciones del martes 24 de abril en el anexo del Congreso. A su lado está Martina, que tiene veinte años y vino con sus amigos de la Parroquia San José de San Isidro. “Yo vengo a apoyar a los que defienden la vida. En el Colegio nos mandaron una nota con la información para donar. Casi todos los papás de mis amigas pusieron plata por la página”, comenta la adolescente de 16 años.
Los miembros de Unidad Pro Vida se niegan a llamar campaña a sus actividades. Alejandro Astrisky es periodista, y actualmente es el secretario administrativo de Jóvenes por una Misión. Es quien se ocupa de seleccionar las personas que dan sus testimonios en contra del aborto en el debate en comisión. Sin embargo, niega que su trabajo sea parte de una campaña: “No me parece que podemos hablar de campañas, creo que caminamos hacia la formación de un movimiento. Un movimiento que se expresa en diferentes formas, que responde a diferentes referentes. Hacemos acciones individuales, grupales e institucionales para contar la verdad. Porque estamos en la era de la desinformación, donde cada cual puede decir lo que le parece en la forma que le perece. Esta nueva forma de ver la realidad y cimentar nuestras leyes acorde a lo que algunos piensen y crean no es nueva. Ya pasó en diferentes momentos de la historia. Tenemos modas aun cuando carecen de coherencia. Hoy el aborto está de moda y es una forma básica de malinformar”.
En Unidad Pro Vida hay distintas visiones sobre cómo encarar la militancia. El Frente Jóven tiene un perfil más conciliador. “Nosotros no andamos gritándole asesino en la cara a nadie. Así no llegás a nadie”, dice Camila Duro en referencia a figuras mediáticas como Mariana Rodriguez Varela, la hija del abogado de Videla que reparte bebitos de porcelana en las marchas. “Creo que a ella la hicieron bajar la intensidad, pero igual es complicada. Del otro lado también tenés gente como Malena Pichot o Victoria Donda. Piantavotos hay en todos lados”.
Esos que “bajaron” a Rodríguez Varela, son los responsables del lobby en contra del aborto. A mitad de 2018, los 257 diputados que integran la cámara baja se reunirán en el recinto para votar si reconocen el derecho de las mujeres a decidir sobre la interrupción del su embarazo. A cada diputado lo habrá visitado un representante de la Unidad Pro Vida en una audiencia perfectamente planificada. Durante el día de la votación habrá dos marchas, una de ellas perfectamente planificada. Es que los interesados por evitar la legalización del aborto hacen todo lo posible por parecer espontáneos. Pero cada acción, cada palabra y cada reunión están milimétricamente planificados.


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