El combate medieval llegó al país hace cinco años. Andy Di Francesco, luchadora argentina, consiguió que las mujeres se inserten en este deporte a nivel mundial. En mayo se disputará el mundial en Italia y Escocia.
Por Carolina Palonsky
Andy Di Francesco es madre, diseñadora gráfica y luchadora medieval. “El combate para mí es un estilo de vida, me dedico completamente a eso, más ahora que con mi nene chiquito no estoy trabajando y tengo tiempo para ocuparme de temas de la comisión directiva del club”. Es la capitana de la selección argentina y juega en CECM HMB & Bohurt Club, más conocido como “Las Águilas”.
El combate medieval cumple con todas las características que exige la definición de la Real Academia Española para ser un deporte: “Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas”. A partir del 2014, la lucha está reglamentada y cuenta con dos organizaciones a nivel internacional: la Batalla de las Naciones (HMB) y la Federación Internacional de Combate Medieval.
En el 2013, Di Francesco, fue la primera representante femenina en una reunión de capitanes a nivel mundial. Por ese entonces, vivía en Estados Unidos, y con la excusa de estar “más cerca” de París, convenció a su jefe para viajar, y al comité mundial de participar. “Cuando llegué fue raro. Era la única mujer entre muchos hombres y nadie entendía bien qué pasaba. Después, logré meterme y conseguí cosas impensadas”.
La lucha tiene una gran exigencia física en la que sus competidores se enfrentan vistiendo armaduras de acero y armas de diferentes tipos. Pero la destreza corporal no es lo único que importa: hay un comité que se encarga de evaluar la historicidad de las armas, armaduras y vestimenta utilizada. “No es un deporte en el que nos pegamos nada más, sino que tiene un componente cultural muy alto”, señala Di Francesco. Con todo lo que llevan puesto tienen 20 kilos de más y con este peso extra y el casco que utilizan, se les dificulta respirar. “Es una gran lucha con uno mismo, con tu cabeza. Tenés que aguantar y seguir”.
Di Francesco no sólo logró la revolución feminista a nivel local, sino que traspasó todas las fronteras. Gracias a su participación en las reuniones, con la excusa de ser la representante de los luchadores argentinos no perdió la oportunidad e intentó convencer a los delegados mundiales de la importancia de incluir a las mujeres a la práctica del deporte. Un año más tarde, en el 2014, lo consiguió y ya tienen su propio mundial.
En el país poco se conoce sobre este entrenamiento. “Creo que es porque acá no se vivió la época medieval. En los países de Europa del este, que es su propia historia, lo viven de otra forma. Hay muchos que piensan que jugamos a esto porque tenemos siempre la vista puesta en el primer mundo. Pero yo no estoy de acuerdo”, comenta Andy, y agrega: “Hoy por suerte, gracias a la serie ‘Juego de Tronos’ y los videojuegos que hay, muchos chicos se están acercando al club queriendo unirse”.
Mientras que el imaginario colectivo supone a la mujer del pasado medieval ocupándose de las tareas del hogar, Andy asegura que ellas también salían a pelear. “Todavía existe una gran discusión en el tema. Por eso, el rol femenino no está totalmente aceptado por todos”. Sin embargo, pelean igual que los hombres, tienen las mismas competencias y la misma metodología de juego.
Desde que es adolecente, Di Francesco lee sobre historia antigua. “Todo empezó como una fantasía”, recuerda. Su primer acercamiento a ese mundo fue en el arte de la recreación histórica, haciendo muestras y exposiciones. Pero todo eso duró hasta que conoció su verdadera pasión. Una noche, al salir de la facultad, fue a tomar unas cervezas con amigos y ahí su cabeza dio un vuelco. Se encontró con dos vikingos, espadas, vestimenta medieval, peleando enfrente de todos. Andy tardó menos de cinco días en encontrar el club más cercano de su casa.
La selección argentina fue la primera de América Latina y se la conoce como “Los Cóndores”. En el país hay quince clubes oficiales en los que se puede practicar y entrenar este deporte de full contact. Entre los más consolidados se encuentran el Centro de Entrenamiento de Combate Medieval (CECM), de Capital Federal; la Compañía del Lobo Negro, de zona oeste del Gran Buenos Aires; Valherjes, de la zona sur del Gran Buenos Aires; y “Acero y Sangre”, de Córdoba. Actualmente, hay alrededor de 200 guerreros con armadura completa, 180 hombres y 30 mujeres.
Hay dos modalidades de lucha: melé y duelo. En la primera la lucha es en equipo (las mujeres 3 versus 3 y los hombres 5 vs 5), y gana el que tiene más compañeros en pie al terminar el tiempo. El duelo es uno contra uno, de forma individual. La lucha se desarrolla durante tres asaltos de un minuto cada uno y triunfa quien obtuvo más puntaje otorgado por un grupo de árbitros.
Durante los días de competencia, Di Francesco deja de ser la misma de todos los días. Se sumerge en el personaje y se remonta a la edad media: las trenzas, las túnicas y pieles, los velos y los largos vestidos. El escudo, la espada y el casco son sus únicos aliados. Ya no hay vuelta atrás, en esos días luchar y ganar es lo único que importa.
Irónicamente, en sus primeros años, Di Francesco viajó como capitana del equipo nacional masculino. “Esas son las cosas que teníamos que hacer para que yo viaje. No había otra forma. No podía luchar pero les comía la cabeza a los dirigentes internacionales explicándoles de la necesaria e urgente incursión de las mujeres en el deporte”.
Este año, en mayo, se disputará el mundial en Italia y Escocia, y ni Andy Di Francesco, ni ninguna luchadora, van a necesitar del aval del comité internacional masculino para poder representar a su país.
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