Diecinueve años antes de convertir dos goles en la victoria de Bélgica 3-0 contra Panamá en el Mundial de Rusia, Romelu Lukaku supo que sería futbolista: fue durante un almuerzo, cuando tenía tan solo seis años.
Por Alan Correa
Romelu Lukaku lo supo por necesidad y por deseo. En ese mediodía de 1999, cuando regresó del colegio, vio a su madre preparando la misma comida de siempre. Simple, barata, pero que nunca escaseaba. Día tras día se almorzaba pan con leche. Esa vez, sin embargo, Adolphine, mamá de Romelu y Jordan (actual jugador de Lazio de Italia), estaba batiendo la caja de leche. Algo no era igual que siempre. Lo único que se mantenía era la sonrisa resplandeciente que sus dientes súperblancos dibujaban en su rostro moreno para esconder la tristeza cotidiana. Cuando Romelu probó, la leche estaba mezclada con agua. No había dinero, los pedidos fiados a la panadería del pueblo ya eran muchos. Y por eso, la leche tenía que durar toda la semana.
La situación económica desfavorable se sumaba al bullying y racismo que Romelu sufría en Wistam, un pueblo pequeño de Bélgica en el que desarrolló su infancia. Su origen congoleño, su piel oscura y la gran diferencia física con respecto a los otros niños de su edad lo convertían en el principal objeto de burlas. Pero a pesar de no tener televisión por cable para ver fútbol y de que muchas veces el mejor entretenimiento era mirar a las ratas corretear por la ventana, Lukaku se propuso ser jugador del Anderlecht. Y no solo eso: también el mejor jugador de la historia de Bélgica. Ya es el más caro, luego de que el Manchester United pagara 85 millones de euros por su ficha, y hoy dio un gran paso para convertirse en el más grande de su país: luego de un golazo de Mertens que abrió el camino, marcó de cabeza el segundo tanto frente a Panamá -tras una habilitación exquisita de Kevin De Bruyne con el borde externo del pie-, y también selló la goleada con una definición sutil ante la salida del arquero Jaime Penedo, que se había mostrado invensible durante toda la primera mitad.
Sumó, así, su tercer gol en copas del mundo: en octavos de final de Brasil 2014, había marcado el 2-1 definitivo con el que su equipo eliminó a Estados Unidos del Mundial en tiempo suplementario, a seis minutos de una posible tanda de penales. En ese torneo, los Diablos Rojos cayeron ante Argentina por 2-1 en semifinales, y tanto Lukaku como la joven Bélgica quedaron solo como una buena sorpresa. Hoy, el exjugador de Everton se perfila como la referencia ofensiva más importante en un equipo como el belga que promete mucho, plagado de figuras de jerarquía internacional, pero que no termina de mostrar su mejor versión en los partidos importantes. Y esto es criticado por el periodismo y los hinchas del país al que representan. “Es el jugador más caro de la historia del fútbol belga. A pesar de esta cantidad de dinero, no todo el mundo en Bélgica está convencido de que vale la pena. Todavía hay algunas preguntas sobre sus habilidades técnicas”, contó a Mundo Deportivo, sobre Lukaku, Ludo Vandewalle, periodista belga de Nieuws Blad.
Hoy, en el primer partido de la fase de grupos, Bélgica dio los primeros indicios de su nivel, y Romelu Lukaku, a pesar de las críticas, también: potencia y entrega física, técnica en la definición y solidaridad al servicio del equipo. Y mucha hambre, porque está viviendo ese sueño que supo desde que era un niño. Y porque ese sueño es lo único para lo que vive.
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