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PARTIÓ TEMPRANO, PERO DEJÓ UNA HUELLA ETERNA


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Dan recorría el país para ayudar a chicos pobres. Murió de cáncer a los 22 años y para honrarlo sus padres crearon una ONG solidaria con su nombre.

Por Uriel Birnbaum (@urielbir)

Dan Gromadzyn tenía 22 años y estudiaba para Analista de Sistemas en el terciario del instituto ORT. Además, tenía novia y muchos amigos. Pero la vocación principal que lo destacaba era ayudar a chicos carenciados desde el proyecto solidario llamado “Shoresh”. Viajaba por todo el país para sacarles una sonrisa a chicos que la pasaban muy mal. Recorrió Entre Ríos, Córdoba y la Provincia de Buenos Aires desplegando su solidaridad. Interpretaba obras y hacía de payaso, siempre con un leoncito rojo y blanco en el dedo, identificado con Estudiantes de La plata. En julio de 2009 un cáncer de colon paró su buena obra y partió de este mundo muy prematuramente. Sin embargo, sus padres, tras sufrir semejante pérdida sin sentido y quedar perplejos ante la vida, decidieron honrar a su hijo en vida y ellos mismos crear El Leoncito Dan, una asociación que ayuda a chicos vulnerables y en la pobreza.
Unos días después de la muerte de “El flaco de Estudiantes”, así apodado por los chicos necesitados que él asistía, sus padres con sueldos atrasados que cobraron de la empresa en la que trabajaba, aparte del seguro de vida por su partida, decidieron replicar su obra y llevarlo a Claypole, lugar donde Dan ayudaba. “Nos pidieron si además de plata podíamos hacer algo más”, recuerda. En diciembre de 2009 inauguraron el “Centro Cultural Leoncito Dan”, en esa localidad. Esta apertura se logró con la ayuda del grupo “Shoresh”, amigos de la familia y vecinos que se unieron a la causa. En total, fueron 300 personas, muchas de ellas conmovidas. “Ahí nos dimos cuenta que no llorábamos más a Dan desde el cementerio, sino que su memoria trascendía y su obra tenía un significado”, cuenta el historiador y agente de turismo Gromadzyn.

El Leoncito Dan, con sede central en el barrio de Villa Crespo, fue creciendo y empezó a abarcar voluntarios y viajes solidarios a distintos puntos del país. Construyeron plazas, bibliotecas y merenderos. Además, en la actualidad visitan la villa Fraga, del barrio porteño de Chacarita, una vez al mes para festejar los cumpleaños a los niños con torta y regalos, entre otros proyectos.
Pablo Kallman, uno de los leoncitos, apodo de los voluntarios, cuenta su experiencia: “Siento que puedo sacarle una sonrisa a los chicos y replicar un poco lo que hacía Dan. Llegue en 2015 y hemos crecido mucho. Soy ayudante en la parte administrativa, encargado de inventario, hago el vínculo con las escuelas y armo la logística de los cumpleaños. Entre nuestras tareas más importantes están los cumpleaños; la construcción de la ‘plaza Leoncito Dan’ en Rosario Del Tala, Entre Ríos; ayuda en un comedor de San Miguel; construcción de un techo en la Provincia de Santiago del Estero a unos chicos que cuando llovía no podían comer porque se quedaban a cielo abierto”.
Gromadzyn, padre de Dan, no oculta su dolor: “Diez siglos de español no han podido definir a la persona que pierde al hijo. No somos viudos, no somos huérfanos, somos faltantes de hijos. No tenemos nombre. Si no se lo pudo poner en palabras cómo hacer para seguir adelante”. Además entendió tras unos meses de su partida que era importante seguir, trascender la memoria de su hijo a pesar del dolor gigante que sacudió a él junto a su esposa Paula y su hija Iara.
Luisa Beatriz Salomón era directora de la escuela 57 del radio periférico de Rosario del Tala, Entre Ríos, lugar en que Dan se brindaba: “Él era protagonista dinámico, generador de empatía relacional y de fácil llegada. Inspirador de confianza mutua lo que lo definía como conquistador de la atención infantil. Se destacaba por sus dones pacíficos y motivadores. Si quisiéramos ‘medir’ cuánto lo querían, sé que mucho, precisamente por ser generador de relaciones humanas basadas en el afecto y el reconocimiento de cada niño. Seguramente perdura ese registro en la memoria de ellos como en mi”.
Para Salomón era un muchacho perseverante con convicciones solidarias que consideraba que la vida armónica en sociedad era posible.


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