El presidente de Venezuela Nicolás Maduro declaró emergencia económica el pasado 31 de mayo y empezó a gobernar desde ese día a un país lleno de crisis. El cual se anunció por 90 días y con una posible expansión hasta el año 2017. Hace cinco días se llenaron las calles de la capital venezolana que se denominó “La toma de Caracas”, en protesta contra el gobierno actual, donde la oposición quiere dar el golpe de Estado. Una nueva marcha se dará mañana, la “Toma de Venezuela” tiene pensado llegar a todos los rincones del país para pedir libertad y recuperar una democracia que, según los opositores, se perdió desde la gobernación de Hugo Chávez.
Si bien el actual presidente planea frenar la marcha que se quiere llevar a cabo mañana, quiere envestir no solo a la multitud que tiene en contra sino también a los medios de comunicación, quienes operan en contra de la democracia. Para ello no solo convocan a una marcha, sino también tratan de juntar la mayor cantidad posibles de firmas para revocar al actual presidente, quien fue elegido por elecciones en 2013, tras la muerte de Hugo Chávez.
Las marchas en contra de Maduro generaron un conflicto no solo nacional sino que también traspasó las fronteras. Aerolíneas Argentinas, por ejemplo, canceló vuelos programados a Caracas por cuestiones de seguridad. La empresa aérea anunció que no habrá partidas hacia la capital venezolana para el sábado 10 y lunes 12 de septiembre. La idea es evitar posibles protestas que se pueden generar.
EL IMPERIALISMO NO SABE DE ÉTICA
Si bien los sectores opositores a Nicolás Maduro tuvieron un triunfo electoral el 6 de diciembre pasado en las parlamentarias, no han podido convertir esa victoria en una “de calle”. Su gente, ante la promesa de la destitución del actual mandatario bolivariano tomó las calles de Caracas en busca de la celebración del referéndum revocatorio. Pero lo que desconocen es que por razones legales la situación no lo permite, ya que debían haber comenzado con el papeleo en enero y no en abril, como sucedió.
Por Emiliano Zontella
Es cierto que el desabastecimiento en las principales ciudades del país es contundente. De hecho, el seleccionado argentino viajó con sus propias provisiones a la capital de Mérida. Allí se hospeda desde el pasado viernes con alimentos, papel higiénico y medicamentos propios, y sin ir más lejos, Aerolíneas Argentinas canceló los vuelos a Venezuela de los próximos 10 y 12 de abril de razones de seguridad. “A raíz de los anuncios de nuevas manifestaciones y marchas en Venezuela decidimos cancelar dos vuelos”, manifestó Felicitas Castrillón, gerenta de Relaciones Institucionales de la empresa de bandera.
Es clave entender que desde sus orígenes el proceso bolivariano fue identificado por los máximos titulares de Washington como una caries que debía ser removida del hemisferio con urgencia. Pero ni el golpe de estado, ni el paro petrolero, ni el acoso político y mediático dieron sus frutos. Con ayuda de lo que Hugo Chávez llamaba “La Patria Grande de América Latina” resistió de pie, y sin lugar a dudas, su pueblo lo seguía con entusiasmo.
Braulio Jatar, periodista chileno opositor a Maduro, se encuentra encarcelado por avalar los hechos delictivos que el imperialismo estadounidense fomenta todos los días. Barricadas callejeras con centenares de muertos, destrucción de vehículos, destrozos de instalaciones gubernamentales, escuelas, universidades y hospitales valuados en millones de dólares dejan sin respaldo al pueblo. Los responsables se quejan de que son presos políticos cuando sus actos delictivos los llevarían a la cárcel de por vida o pena de muerte en sus países. Sin embargo, en la “dictadura bolivariana”, las condenas no superan los trece años.
La “grieta”, palabra de moda en Argentina, está al rojo vivo en el país venezolano, con una segunda marcha en menos de diez días que se llamará “Toma de Venezuela” y buscará unir a todos los opositores del país el próximo 10 de septiembre. El fútbol, por su lado, y nuestra Selección, llegan a un país donde ni la zurda de Leo Messi puede con esta derecha que jamás creyó en las reglas del juego democrático. Que cuando las acepta es por conveniencia, y no por convicción.
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