Estamos en el CeNARD. El sol se luce como nunca y el cielo se expande aún más. Hay canchas de todos los deportes, y múltiples deportistas. El espíritu de garra, de entrenamiento y dedicación se siente, hasta con el olfato. Las plantas y las flores, le dan un plus al parque inmenso. Y también a los atletas. Da ganas de quedarse hipnotizado viendo cómo practica cada uno. Seguimos por un pasillo y aparece el estadio, al aire libre: parece que hay aves pero no; son Los Murciélagos. De fondo, el Estadio Monumental completa la imagen. Los rayos de luz enfocan a un personaje. En un rincón, casi como escondido, aparece el capitán: apoyado en una baranda y estirando las piernas; luego hace lo mismo con sus brazos.
Me acerco y le hablo:
-Buenos días, soy Matías.
-¿Cómo estás, Mati? Soy Silvio, gracias por venir.
Se arrima cariñosamente, deja lo que está haciendo y me toca, para reconocerme. -¿Cómo hiciste para escribir el libro?, -¿Cómo lo voy a escribir yo, boludo? Lo dejé en manos de escritores –bromea Silvio mientras estalla en risa–.
Entre una frase y otra, Martín Demonte -entrenador del equipo- se para en el centro del campo y llama a todos para entrenar. Velo oye y accede. Minutos después entra en acción: gambetea, tira caños y hasta define con potencia. La lleva haciendo un pie a pie constante. La camiseta le queda pintada. Más que un murciélago parece un halcón. Baila con el balón. Es un distinto. Cada dos jugadas clava un golazo al ángulo con sangre fría. Se ríe con sus compañeros y lo disfruta como la primera vez. En la cancha se libra de la oscuridad.
La acarició en los potreros; la dominó del todo en un instituto para ciegos. Él nació con el don del fútbol. De origen humilde, siempre se las rebuscó. Vivía en un rancho de barro pero no le importó. Lloraba hambre, lloraba dinero, pero nunca lloró fútbol. Andaba solo en bicicleta y hasta jugaba a las escondidas, aunque nunca encontró a nadie. Donde sea y cuando sea, siempre está con su amada: la pelota. Su figura se luce pegadita a ella, como si fuese parte de su cuerpo.
Considerado el número uno a nivel mundial, pasó de ser el Maradona del fútbol para ciegos -en la década del 90-, al Messi del fútbol no vidente en los últimos años. Desde el año 91 es el capitán de la Selección Argentina de fútbol para ciegos. Ganó dos Mundiales con la celeste y blanca (2002 – 2006), lo mismo que Copas Américas (1999 – 2005), siendo figura siempre. También logró la Copa Preolímpica en 2003 y la Copa IBSA en 2012. Fue abanderado en los Juegos Paralimpicos años 2004 y 2008. Este año presentó su primer libro: “Cuando hay voluntad, hay mil maneras”.
El próximo desafío para el futbolista de 45 años, con pasado en River y presente en Boca, son los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro. “Ya gané plata y bronce. Lo único que me falta es el oro”, dice Velo, redoblando la apuesta.
“Hacer deporte es una elección de vida. Se puede retirar el jugador de fútbol, pero el deportista se retira cuando se muere”
Finaliza el entrenamiento y vamos a la confitería. Allí rompo el hielo:
-¿Cómo empezaste a jugar?
-Soy ciego de nacimiento y ya de muy chico tengo la pasión del fútbol. Desde que tenía uso de razón ya jugaba. Soy de San Pedro, Provincia de Bs As. Arranqué jugando en los potreros, como mis hermanos y mis amigos, con una pelota sin sonido, distinta de la que uso ahora. Pero claro, como no veía la pelota muchas veces no la agarraba en cinco minutos, pero la escuchaba picar cerca mío. Sin embargo, tenía tantas ganas que pude jugar en el potrero como no muchas personas ciegas. Y hasta llegué a jugar sobre el techo de la capilla del barrio. Cuando la canchita la usaban los más grandes nosotros subíamos, no nos importaba nada.
“Esto de no ver no fue una limitación en mi infancia. Mis padres nunca me sobreprotegieron y eso fue muy importante para mí”
-Te las ingeniabas…
-Sí, claro. Me costaba pero me importaba jugar, quería sentir eso. El fútbol es un sentimiento, te mueve la pasión. Yo desde muy chico soñaba con jugar, ya quería ponerme la camiseta de Boca, de la selección y eso estaba muy lejos… Lo descubrí porque en San Pedro no había escuelas para personas con discapacidad visual. Recién cuando mis padres me trajeron a un instituto para ciegos en San Isidro, aprendí el sistema braille e hice la primaria. Ahí descubrí que los ciegos juegan al fútbol con pelota con sonido y cuando escuché la pelota por primera vez dije: “¡Esto es lo mío!”. Ahí se me presentó la oportunidad, me abracé a ella con uñas y dientes. Ahora le estás haciendo una entrevista a un jugador de fútbol.
Silvio ríe y contagia.
-¿Dónde arrancaste jugando?
Empecé con los chicos en el Instituto Román Rosell, donde en realidad se jugaba de forma recreativa. Cuando escuché la pelota era Maradona y Messi juntos, imaginate. Hasta que en el año 1991 un profesor armó el seleccionado de futsal para ciegos y me convocó. A partir de ese año, soy el capitán del equipo.
-¿Cómo te manejás dentro de la cancha?
-Por el oído: la orientación espacial, la ubicación. Es imprescindible, necesitás eso para moverte a nivel individual. A nivel equipo, es pura información y pura comunicación, nos hablamos todo el tiempo, por ejemplo: para ir a buscar una pelota, decimos “voy”. Si no lo decís es falta en perjuicio de tu equipo. Si vas a buscar una pelota en silencio el árbitro cobra falta.
-¿Recibiste el apoyo de tu familia?
-Sí, ellos me trajeron al instituto donde descubrí esto. El hecho de no sobreprotegerme, apoyarme, dejarme crecer, dejarme golpear, dejarme ser. Yo era muy inquieto de chico, me iba en bici a diez cuadras de mi casa, no tenía limitaciones, y eso se lo debo a ellos. Me criaron como a mis otros hermanos -tengo trece-, no me tenían en una cajita de cristal, eso a mí me hizo crecer en libertad, con mucha orientación que me sirvió de grande. A lo largo de mi vida pude conocer a mi esposa, tengo cinco hijos -y dos en camino-, ¡un familión! Eso no deja de ser un logro, me siento muy orgulloso de mi familia.
-¿Definirías a tu limitación como un reto o un obstáculo?
-Me gusta tener obstáculos porque me da regocijo superarlos. Yo entreno con un objetivo: salir campeón. Yo no miro los obstáculos: miro el objetivo. Yo quiero salir campeón y miro el momento en donde me están dando la medalla, así el camino es mucho más fácil. Siempre hay que buscarle la vuelta a esas limitaciones para tratar de superar los problemas. Lo que no tenemos que hacer es focalizarnos en el problema, sino en la solución. Yo pienso de esta manera y sé que de esta manera voy a lograr todo lo que me propongo.
-¿De dónde sacaste esa fuerza y ese coraje?
-Tiene que ver con la personalidad de cada uno, no soy alguien a quien le guste quedarse con que no se puede. No sé la definición exacta pero soy una persona muy optimista, soy un superador de obstáculos. Me gustan los desafíos porque sé que voy a poner todo de mí. Creo que el mensaje que da uno es que no hay imposibles, que todo aquel que tiene un sueño tiene que trabajar para lograrlo.
-¿Cómo llevaste tu independencia?
-Siempre traté de ser lo más independiente posible, yo creo que todos tenemos limitaciones, a mí me toca no ver, a vos te toca lo que te toca. De repente en nosotros se ve, otros las tienen bien escondidas, pero tienen limitaciones. Lo que a mí me dio la independencia fue el bastón blanco. Con él pude salir a la calle, pude viajar y pude ir a encontrarme con un amigo, con una chica, o sólo, eso a mí me dio independencia, me puso la autoestima por arriba, es algo fantástico.
“No somos todos realmente independientes del todo, todos dependemos de alguien o de algo”
-¿Alguna vez fuiste discriminado?
Que venga alguien y me diga si alguna vez no se sintió discriminado. A mi capaz que por no ver, pero todos de alguna manera somos discriminados, yo por ejemplo discrimino quienes quiero que sean mis amigos, mis allegados… Pero al margen de esto, muchas veces no es que te discriminen, sino que no saben cómo acercarse. Piensan que les va a costar relacionarse, pero también uno tiene que poner el 50% de la relación para acercarse, para romper el hielo. En la calle por ejemplo estas esperando en la esquina a que alguien te ayude a cruzar, y de repente no se te acercan porque no saben cómo agarrarte o cómo ayudar. No hay mucha educación, por ejemplo en televisión no hay un programa que te enseñe cómo cruzar una persona ciega. Yo soy una persona que rompe el hielo rápido, apenas te conozco te tiro un chiste de ciegos y ya está, nos ponemos de igual a igual.
-¿Cuán limitante es tu condición con las mujeres?
Se rasca la nariz, mostrándose nervioso y responde:
-Uh, con las mujeres… ¿Esto lo vas a sacar en algún lado? -vacila-. Nunca tuve problemas para relacionarme con mujeres ni con nadie, ni para tener amigos, ni para ponerme de novio. Hoy por hoy, tengo a mi señora, hace veinte años que estoy con ella. Creo que es una cuestión del ser humano, algunos más, otros más tímidos, pero creo que a la larga se da el tema de la relación.
-¿Cómo te manejás con la crianza de tus hijos?
-Mi hija más grande tiene 21 años, yo hace 25 años que estoy acá. Por lo tanto, mi esposa siempre se hizo cargo de eso. Soy un deportista de toda la vida. No estoy en casa, no estoy en los cumpleaños de ninguno de mis hijos ni en ningún evento importante de mi familia, soy un ejemplo de vida –ironiza-. Como padre soy un divino.
Velo ríe, y después se pone serio.
-Igual hagas lo que hagas el rol de padre lo tenés que cumplir.
-Yendo más a lo deportivo. ¿Cuál fue tu mayor alegría como profesional?
-Tuve muchas –suelta una carcajada-. Quizás la que mas recuerde, por lo que significó, es la del Mundial de Buenos Aires 2006, con toda la familia y los amigos. Le ganamos a Brasil 1 a 0 con gol mío faltando muy poco para que termine. Fue muy emotivo. Festejar con la familia en mi Buenos Aires querido es algo increíble, quizás rescate esa de tantas… Aparte ganarle a Brasil, que es el clásico mundial, fue un condimento aparte.
-¿Hay pica?
-Rivalidad, que no es lo mismo. Si te chocan nadie se queja, te levantas y seguís, hay mucho respeto pero no pica ni mala leche como se dice en el fútbol. Así que salen partidos memorables.
“En la cancha se juega con los dientes apretados”
-¿No hay fútbol sucio?
-Eso va en la persona, osea, sí, claro. Esto no deja de ser fútbol, aunque la pelota tenga sonido. El fútbol es tan generoso que lo podemos jugar todos. El mismo sentimiento que tiene Messi al jugar lo tengo yo. Por eso yo me siento a hablar con Lionel y hablamos el mismo idioma. Lo mismo con el Diego, porque va a sentir lo mismo que siente uno, es tan grande, tan hermoso el lenguaje del fútbol.
-¿Los conocés a ellos?
-Sí, tengo la suerte de poder conocer tanto como a Diego, a Lionel y a Don Alfredo Di Stefano, quien para Europa fue el mejor jugador de todos los tiempos. Aunque nosotros no lo reconozcamos, también es nuestro y también fue el mejor del mundo. El fútbol me ha regalado estas cosas.
-¿Alguna vez pensaste en tirar la toalla?
-¡¿Tirar la toalla?! ¡No! –ríe–.Obviamente en la vida no son todos caminos lindos, pero uno tiene que superarse. Siempre me manejé así, no pienso tirar la toalla. La dejo en el rincón, como un buen boxeador.
-¿Qué hacés en tus tiempos libres?
-Juego a la pelota -risas-. En realidad paso la mayor parte de mi tiempo entrenando, entonces en los tiempos libres vamos con la familia a una plaza, un parque. Me gusta mucho el aire libre, tomar mates, disfrutar de la vida, la familia y las cosas lindas.
-Ganaron la medalla de plata en 2004, luego la de bronce en 2008. ¿Pensás que pueden alcanzar el oro en Río?
-Claro, sí. Tanto yo como el equipo tenemos esa idea de volver con el oro, es un anhelo personal y grupal. El día que me retire me gustaría hacerlo con la de oro. Es el sueño a cumplir. Todavía tenemos un mes, vamos por el oro porque sabemos que podemos, nuestra mentalidad es esa. Sería un retiro soñado.
-Mantenés un gran nivel a pesar de tu edad. ¿Cuánto tiempo pensás seguir jugando?
-Gracias por el elogio –ríe-. No sé, la verdad que hoy por hoy me siento bien, estoy motivado, así que por ahora voy a seguir jugando. No creo que falte mucho, pero bueno, quizás un par de años más o quizás cuando vengan los juegos… uno nunca sabe. Estoy muy contento de poder seguir dando lo mejor de mí para el equipo, la selección y el país.
-¿Te gustaría ser técnico en un futuro?
Creo que lo voy a hacer en un futuro no tan lejano, ya sea como DT, o como dirigente. Pero obviamente el día que me retire voy a seguir ligado al deporte y también seguramente voy a agarrar un segundo deporte.
“Hacer deporte es una elección de vida. Se puede retirar el jugador de fútbol, pero el deportista se retira cuando se muere”
-La pisás; gambeteás rápido; llevás la pelota muy pegada al pie y además definís con potencia. ¿Cómo desarrollaste esa técnica tan particular del manejo del balón?
-Ufff la verdad que ya me olvidé, tanto tiempo… -más risas-. No es algo que me haya enseñado alguien, es natural. Sé que si la pelota la tengo más cerca, mejor y si la tengo yo abajo de la suela no la tiene nadie más, sé que si la pelota está en mi poder está en poder del equipo y eso es fundamental. No es que yo lo haya pensado ni mucho menos, esa técnica me la dio el potrero, me la dio el Rosell hace mucho tiempo cuando jugaba con mis amigos y me la dio el talento que uno traía. Obviamente al talento hay que ayudarlo con entrenamiento, con otras cosas y por suerte tengo un remate potente que me ayuda a definir cualquier jugada… Hay chicos que tienen muy buen dominio de pelota, muy buena llegada, pero a la hora de definir les cuesta, yo quizás en ese sentido sea un poco más completo.
-¿Cuál es el rival más complicado?
Brasil es el rival a vencer. A nivel individual es mejor, a nivel equipo somos mejores nosotros. Argentina para mí es el mejor equipo del mundo, la forma que cada uno tiene de jugar, como nos brindamos a los compañeros, la garra. Lo que tiene Brasil son individualidades: de repente agarran la pelota y te definen un partido. Sabemos que es así y lo principal: ellos también saben cómo jugamos, pero saben que Argentina es potencia y nos tienen respeto.
-¿De dónde surge el nombre de Los Murciélagos?
-Yo puse el nombre en Río en el año 2002. Fue en una charla de vestuario, cuando estaba de moda el ‘zoológico deportivo’ de Argentina (Las Leonas, Los Pumas, Las Panteras). ¿Por qué no vamos a estar nosotros? Algunos propusieron “Los Topos”,Los Linces”. Justo ese día me hacen una nota de un diario importante de Buenos Aires preguntándonos como nos estaba yendo en ese mundial, le respondí: “Acá Los Murciélagos casi estamos para semis”. Desde allí quedó instalado para siempre.
-¿Todo esto que conseguiste te curó gran parte de tus heridas?
Mi discapacidad no la veo como una herida. Soy un tipo feliz, optimista y exitoso en lo que emprendí, mi familia, quise jugar al futbol y lo logré, quise ser el mejor del mundo y lo conseguí; quise salir campeón con mi equipo y hemos salido un montón de veces campeones. Sin pecar de soberbio ni mucho menos, estoy hablando desde la realidad. Uno tiene que aprender a vivir con lo que le toca, y darles la vuelta a las cosas.
Se cierra la sala, apagan las luces y se van todos, cómo cuando Silvio termina de hacer sus shows en la cancha.
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