SOCIEDAD
El maltrato y la desconexión total del Gobierno nacional con los jubilados
Una pareja de 70 años cuenta en primera persona cómo es la lucha diaria para resistir al olvido y descuido del Estado.

Cajas grandes, medianas, pequeñas. Cajas vacías y cajas con productos. Abiertas, cerradas, apiladas desde el suelo hasta el techo. Bolsas cerradas, bolsas abiertas. Bolsas vacías y bolsas llenas. En la cocina, comedor, pasillo. Papel film, tijeras, cutter.
–Esta ya es la tercera tanda que hacemos –dice Mirta mientras se sienta. Habla en plural porque la actividad la comparte con Héctor, su marido. Lo dice con una pequeña sonrisa en el rostro, ante el escenario caótico de esa casa de techos altos y ambientes varios y amplios, un hogar que sabe recibir seis hijos y ocho nietos. Un hogar en el cual las paredes blancas casi ni se pueden ver, porque desde hace unos meses se ha convertido en algo similar al depósito de una papelera.
Héctor y Mirta son jubilados. Tienen 70 años y hace 48 que están casados. Él es paciente oncológico, ella paciente cardíaca. Viven en la localidad de Ciudad Jardín Lomas del Palomar, partido de Tres de Febrero, en la zona oeste del conurbano bonaerense. Ella es jubilada con la mínima. Él es jubilado de EDENOR (Empresa Distribuidora y Comercializadora Norte Sociedad Anónima dedicada a la distribución y comercialización de energía eléctrica en la Ciudad de Buenos Aires y en los municipios del norte y noroeste del Área Metropolitana de Buenos Aires), en la que trabajó durante 35 años, y sus ingresos estaban bastante por encima de la media.
Pero, el cambio de Gobierno los desacomodó: hace unos meses debieron pedirle a uno de sus hijos que le consiguiera algún trabajito, “una changa”, porque por primera vez desde hacía años, por primera vez desde su etapa de jubilados, no llegaban a fin de mes. Hoy, su casa es un espacio de trabajo, tres ambientes de home office donde arman bolsas con productos de muestras gratis para eventos corporativos.
A Héctor le da vergüenza hablar. A Mirta, todo lo contrario:
-Mi vida laboral comienza a los 18. Entro al Banco Central como empleada administrativa y trabajé durante siete años. También estudiaba en la Facultad de Farmacia y Bioquímica. Lo conocí a mi marido en el 75, me casé en el 76 y empecé a tener hijos. Héctor trabajó en una tornería, vendió libros para el círculo de lectores, en una boletería en el ferrocarril. Ahí, el trabajo fuerte era el mío. Cuando nace mi tercer hijo, mi marido empieza a trabajar en lo que aquel entonces era SEGBA (actual EDENOR. “Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires” era una empresa pública nacional encargada de la generación, transmisión, distribución y comercialización de energía eléctrica para la entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires –actual CABA-, la Provincia de Buenos Aires y el Gran La Plata). Ya con 3 hijos no me queda otra que renunciar al trabajo y dejar la facultad.
Mirta no se queda quieta. Camina y camina por toda la cocina en torno al grabador. Pese a que no debería por las contraindicaciones respecto a su salud cardíaca, fuma un cigarrillo detrás de otro.
–Después pongo varios negocios. Yo trabajaba medio tiempo, cuando los chicos estaban en la escuela. En esos años nacen los mellizos y después una hija más. Nos agarra la hiperinflación de Raúl Alfonsín y tenemos que cerrar el negocio. Siempre algo para la casa aporté. Con un sueldo solo y seis hijos no se podía. Y siempre mis trabajos fueron casualidades. Yo no presenté un currículum en ningún lado, siempre empecé a trabajar de casualidad.
Mirta cuenta que en los años siguientes trabajó de secretaria para un contador y luego en la oficina de personal en el Hospital Privado Modelo de Florida. Estuvo allí siete años hasta que la echaron por una licencia médica tras una fractura de tobillo. Un día en ANSES, porque aún cobraba el seguro de desempleo del hospital, escuchó cómo una empleada le explicaba de mala manera a una abuela lo que era el “SICAM”:
-Me dio bronca porque la estaban tratando mal. Entonces voy y le digo: ´Disculpame, la señora no entiende y yo tampoco, ¿me podés explicar qué es el SICAM?´. Ahí me enteré que se trataba de un plan de pagos que tenías que hacer para poder jubilarte. Era justo en la época en que Cristina Fernández de Kirchner había sacado la mal llamada “jubilación para amas de casa”.
Como esas casualidades de las que habla Mirta, esa misma noche la llamó su cuñada abogada y le ofreció trabajar haciendo SICAM. Realizó un curso, se convirtió en gestora y se empezó a relacionar con los jubilados. Hizo montones de jubilaciones, alrededor de 400.
-Ahí veo el maltrato que había con los jubilados. Los hacían ir mil veces y se tiraban la pelota entre ANSES y AFIP.
Créditos: CNN en Español
El maltrato y desprecio hacia los jubilados y adultos mayores sigue siendo muy visible hoy en día. Y esto, no solo se limita al ámbito humano, sino también al económico. La decisión del Gobierno actual de recortar el subsidio a varios medicamentos es una forma de maltrato. Pacientes oncológicos en tratamiento como Héctor, cuya medicación alcanza valores descomunales, son prácticamente condenados a muerte de no tener una obra social que los respalde.
A esta situación hay que sumarle el aumento en las tarifas, algo que Hector y Mirta sufren enormemente mes a mes. Y, en este contexto de dificultades y necesidades visibles, declaraciones del Presidente como “la gente va a decidir de alguna manera para no morirse de hambre”, no hacen más que evidenciar la total falta de compromiso y desconexión con los sectores más vulnerables de la sociedad. Y también, es en este mismo contexto donde Mirta y Hector tuvieron que volver a trabajar. Pero, como resalta Mirta, uno puede volver a trabajar y solo “zafar”, porque ya no se tiene la capacidad física y mental como para poder tener un buen trabajo.
-En cada Gobierno que pasa la jubilación va perdiendo poder adquisitivo. Pero con Javier Milei nos fuimos al recontra carajo. Te achicás, recortás algunas cosas, después ya no podés más. Lo que más me duele es que antes les hacía regalos a todos mis nietos para el cumpleaños, para el Día del Niño. Ahora ya no regalo a nadie. Pienso en cortar el cable, vender el auto, pero a su vez pensás: “¿Es justo a esta altura del partido, cuando trabajaste toda la vida?”. Pero bueno… tirás para adelante, no te queda otra.
El grabador se apaga junto con el cigarrillo de Mirta, quien se va de la cocina al comedor y lo llama a Héctor: ya es hora de seguir armando bolsas. Los Héctor y Mirta se replican por todos lados. Cada vez hay más jubilados que deben seguir trabajando porque no llegan a fin de mes. La voz de estas personas se hizo resonar el último 11 de septiembre, donde miles se congregaron frente al Congreso argentino mientras se desarrollaba la sesión parlamentaria en la que se debatía el posible aumento a los jubilados, que finalmente se vetó. Diversos medios replicaron declaraciones como “no me acuerdo lo que es comer carne”, medicarse “cuando se puede”, o “como una vez al día”.
Argentina tiene una larga tradición de manifestaciones callejeras, y las personas de mayor edad no quedaron exceptuadas de tener que salir a la calle durante los 90, cuando sus pensiones se mantuvieron congeladas durante años. Una de las caras más conocidas de aquellas marchas, Norma Plá, aparece hoy homenajeada en pancartas en las que se exige una jubilación digna y se destaca la leyenda: “Todos somos jubilados, es una cuestión de tiempo”.
Créditos: Infobae
“Estoy re podrido de laburar, pero no tengo alternativa”, dice Víctor Amarilla en medio de la multitud durante la marcha del 11 de septiembre, a un corresponsal del Dario El País de España. Porque si, esta congregación de uno de los sectores más vulnerables de la sociedad trasciende fronteras. Jubilado como conductor de trenes a sus 72 años se ve en la necesidad de trabajar medio día como portero de un edificio.
“A nosotros nos sacan cada vez más plata en vez de sacársela a los que más tienen. A los ricos les perdonan impuestos y a los evasores les llaman héroes”, critica Victor sobre el blanqueo de capitales aprobado por el Congreso. Agrega que si bien los $18.000 extra que contemplaba la ley vetada por Milei no solucionaba la mala situación económica de muchos jubilados argentinos, suponía un alivio para los más vulnerables.
“He dejado de comprar uno de los medicamentos que tomaba porque su precio se multiplicó por cinco en sólo un año. Milei se llena la boca con la palabra libertad y lo que quiere es un país libre de viejos”, dice Teresa Olmos de 84 años manteniendo distancia del cordón policial por miedo a que los antidisturbios comiencen a reprimir, como en las manifestaciones pasadas.
Una vez más, los jubilados debieron salir a la calle a pedir por sus derechos. Repasando la historia, ¿con quienes ganaron y con quiénes perdieron los jubilados? Gracias a la ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social) es posible conocer cuánto es la jubilación mínima. También se dispone del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos), quien mensualmente publica y actualiza las estadísticas sociales, poblacionales y económicas en su página oficial. A partir de esos datos, y teniendo en cuenta el precio de los bienes y servicios se pueden hacer las comparaciones adecuadas para saber si el valor de la jubilación aumenta o disminuye.
Las jubilaciones en Argentina en números
Durante la convertibilidad, las jubilaciones estuvieron congeladas. La inflación que trajo la caída del 1 a 1 y su devaluación hizo que perdieran un 20% de su poder adquisitivo en el primer semestre de 2002.
Desde 2002 hasta 2009 hubo 14 aumentos por decreto de las jubilaciones, en conjunto con la apertura de una masiva moratoria en 2004 para incorporar a aquellos que no tenían todos los aportes hechos. El resultado: la jubilación mínima tuvo un incremento del 69% respecto al que tenía durante la convertibilidad, y casi tres millones de adultos mayores, en su enorme mayoría mujeres, fueron incorporados al sistema.
Durante el Gobierno de Cristina Kirchner, la jubilación mínima aumentó un 31,4% su poder adquisitivo entre 2009 y 2015. La fórmula aplicada en 2009 era una ecuación que contemplaba la variación de los recursos del sistema previsional y la evolución de los salarios. Se trataba de una fórmula muy dependiente de que la economía estuviese en un ciclo de crecimiento y expansión del trabajo registrado y de su remuneración.
Durante la gestión de Mauricio Macri, la jubilación mínima nunca ganó poder adquisitivo, sino que sufrió una pérdida próxima al 25% respecto del inicio del mandato. A fines de 2017, el macrismo modificó la movilidad jubilatoria. La nueva fórmula preveía actualizaciones trimestrales, no semestrales, producto de una ecuación que combinaba el IPC y la evolución salarial. En un contexto de plancha de salarios y aumento de inflación, esto no sirvió.
La gestión de Alberto Fernández se caracterizó por los espasmódicos saltos del poder adquisitivo de la jubilación mínima gracias a la aplicación de bonos, que se pagaron 24 veces. Eso equivale a la mitad de los meses de un Gobierno. Fernández también cambió la fórmula jubilatoria y volvió a la ecuación utilizada durante el ciclo de Cristina, pero esta vez con actualizaciones trimestrales en lugar de semestrales. La diferencia con el ciclo anterior fue la disparada de la inflación. Fernández terminó su ciclo con una caída de 6,6% en el poder adquisitivo en noviembre de 2023, en comparación con noviembre de 2019.
Milei hizo su propia reforma de la movilidad jubilatoria, pero por decreto. Desde julio, las jubilaciones se actualizan todos los meses de acuerdo con el IPC que elabora el INDEC. Es decir que se ajustan por inflación. Este índice se publica 15 días después del mes analizado, por lo que la inflación de julio, por ejemplo, se conoce a mediados de agosto. De esta forma, el porcentaje de incremento en las prestaciones impacta en la liquidación de haberes del mes siguiente. Por lo tanto, hay un rezago entre la fecha de cobro y el porcentaje de referencia del Indec.
En octubre de 2024, los jubilados y pensionados en Argentina recibieron un incremento del 4,17% en sus ingresos en concordancia con el aumento de precios registrado en agosto, que fue del 4,2%. Con este ajuste, la jubilación mínima fue de $244.390,92 en octubre, y en caso de otorgarse el bono podían percibir un total de $314.390,92.
Según el INDEC, la medición de la pobreza con el método de Línea de Pobreza (LP) consiste en establecer, a partir de los ingresos de los hogares, si éstos tienen capacidad de satisfacer por medio de la compra de bienes y servicios un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales.
El procedimiento parte de utilizar una Canasta Básica de Alimentos (CBA) y ampliarla con la inclusión de bienes y servicios no alimentarios (vestimenta, transporte, educación, salud, etcétera) con el fin de obtener la Canasta Básica Total (CBT).
Para determinar la incidencia de la pobreza, se analiza la proporción de hogares cuyo ingreso no supera el valor de la CBT; para la indigencia, se calcula la proporción de los que no superan la CBA. En septiembre de 2024, los valores de la CBA y de la CBT para un adulto equivalente fueron de $138.744,31 y $312.174,7 respectivamente. En septiembre de 2024, la CBA tuvo una variación mensual de 1,7% y la CBT de 2,6%. En el año, la CBA y la CBT acumularon incrementos del 78,1% y 94,6%, respectivamente
De este modo, teniendo en cuenta las proyecciones de inflación publicadas por el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) que elabora el Banco Central, el poder adquisitivo de una jubilación mínima cayó en septiembre un 5,8% real con relación a diciembre de 2023.
La ley vetada establecía una mejora en los haberes jubilatorios con la recomposición del 8,1% por la inflación de enero que no fue reconocida por el Gobierno. Asimismo, ratificaba la fórmula de movilidad que impuso el Gobierno por decreto, por la cual se actualizan los ingresos de los jubilados por inflación.
Además, proponía un aumento anual adicional en marzo según la diferencia entre el índice RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables) y el IPC. No importa la cuenta que se saque. Los jubilados pierden.
Volver a trabajar para subsistir: la realidad de los jubilados en Argentina
Es sábado por la mañana. El flete arranca y se va, cargado con las 2.000 bolsas con muestras gratis que se repartirán entre los asistentes al evento empresarial. Mirta cierra la puerta de la casa mientras Héctor termina de recoger del piso las pocas cajas vacías que quedaron diseminadas por la cocina y el comedor. Los ambientes vuelven a respirar. Entra luz y se pueden ver las paredes blancas pero solo por unas horas: el lunes volverá a llegar un nuevo flete con cajas y cajas de muestras gratis, cajas y cajas de bolsas vacías para ser llenadas. Y el trabajo se reiniciará nuevamente.
Mirta extrae de la heladera un tupper con comida que sobró de la cena la noche anterior, y la pone a calentar en el microondas. Héctor le dice que no tiene hambre, y se va a dormir la siesta. Cuando el microondas hace sonar un pitido anunciando que el tiempo ha finalizado, Mirta saca el plato y se sienta a comer.
Mirta, jubilada de la mínima, paciente cardiaca, comerá durante los siguientes 30 minutos la comida recalentada de la noche anterior mientras observa su cocina y comedor y piensa de qué manera acomodará esta vez las decenas de cajas que le llegarán el lunes. Mientras tanto, en Olivos, el Presidente Millei festejaba con un asado junto a los “héroes” que vetaron el aumento de $18.000 a los jubilados.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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