Una movida de ajedrez alternada con una trompada; surf en una playa de cemento; apnea voluntaria bajo el agua para pegarle a un tejo con un palo; jugar al Polo en un caballo metálico de dos ruedas; y dos cuerpos semidesnudos enfrentándose dentro del límite de un círculo son, hoy por hoy, los deportes porteños fuera de catálogo.
Por Emanuel Aguerre (@EmAguerre), Juan Corti(@cortijuan), Néstor Garrido (@nestorgarridook), Pedro Grancharoff (@pitergrancha), Graciela Mancuso (@notiperio) y Nicolás Segreto (@segreto10)
Deportes extraños, reglas extrañas
Los deportes raros crecen en las redes
Fuera de los deportes tradicionales, existen disciplinas que el grueso de la gente ni se imagina. Tienen poca difusión y el número de deportistas que los practican pertenece a un círculo íntimo, reducido, pero que cada vez gana más adeptos en la Ciudad de Buenos Aires. Ellos juegan al ajedrez y al box al mismo tiempo, hacen hockey pero bajo el agua, surfean en el asfalto, juegan al polo en bicicleta, o se convierten en luchadores de sumo latinos. Ellos juegan a otra cosa.
Ver a dos personas sentadas delante de un tablero de ajedrez con un reloj que distingue la jugada de uno y de otro no debería parecer extraño, aunque lo es cuando los rivales llevan puestos guantes de box. Están preparados para dejar de pensar y empezar a golpear. De eso se trata el chessboxing, o “ajedrez-boxeo”, un deporte que combina ambas disciplinas de la manera más llana y brutal: un round de ajedrez y otro de boxeo. Las piñas cansan a la mente o la mente salva al cuerpo.
Lucas Barrientos vive en Capital Federal y practica chessboxing. Es uno de los pioneros en la ciudad. Pasó parte de su infancia en Alemania, donde el deporte es furor. La clave del deporte, según Lucas, está en especializarse en una de las disciplinas y resistir en la otra: “Si sos bueno naturalmente en el ajedrez, tendrás que ir al gimnasio para bancar los golpes y atacar en los rounds de tablero; si sos un fortachón de poco seso, al revés, trabar el partido de ajedrez y después arremeter con los puños; y si tenés las dos cosas sos un gran jugador de chessboxing”. Lo asume y se ríe: “Tuve que empezar a levantar pesas porque no llegaba ni al tercer round”.
Fuera del ring y de los tableros, en el pavimento, con esencias robadas del mar, está el longboard, una extensión del surf con pinceladas de skate. Una tabla larga de cuatro ruedas y la destreza del equilibrio humano transforman al deporte extremo y marino en una alternativa de transporte urbano. Según Andrés Fiorilli, amante del longboard desde hace diez años, el deporte no se puede comparar: “Se parece al surf por sus movimientos y por el largo de la tabla. Aunque la gente nos confunda, nosotros no somos skaters, no hacemos piruetas, el longboard se trata de tomar velocidad y dejarse llevar. Tiene una esencia propia”. Andrés usa el longboard como medio de transporte diario y atestigua que le cambió la vida, que no tener que subirse a un colectivo repleto o un subte colapsado, y poder optar por el deporte que más le gusta es una pasión diaria que hace mejor su vida. “Agarro Avenida Directorio y no freno más, es un placer”, se regocija.
Otros deportes que descolocan son los que se dan bajo el agua. El único que se juega en Argentina es el hockey subacuático, que es una deformación del hockey tradicional. Un partido de hockey bajo el agua puede ser preocupante para los familiares de los deportistas. Los jugadores se sumergen y aguantan la respiración abajo del agua a más no poder. Utilizan la técnica de respiración apnea y resisten cerca de cuatro minutos sumergidos.
Mientras los deportes poco convencionales van cobrando una mayor popularidad, las redes sociales acompañan el crecimiento. Suman usuarios a las distintas páginas para difundir las curiosas disciplinas.
Existe, siguiendo con la línea de los deportes “mixados”, una cruza cultural y asfáltica entre Adolfito Cambiasso y Tony Howks: el bici-polo. Anualmente se realiza un torneo en Buenos Aires. La concurrencia es un éxito: se anotan más de diez equipos. Entre jugadores y espectadores llegan a ser 200 personas. De todas partes de Latinoamérica llegan a jugar y a competir en esta nueva mutación de los deportes citadinos. Para que marche todo sobre ruedas y quede bien claro hay que decir que el bici-polo, como lo llaman los fundamentalistas de su origen neoyorquino, tiene reglas sencillas. El resto es dinámica, vértigo y muchos cuádriceps.
Josefina Lemis es colombiana, pero vive en Argentina desde que es joven. Tiene 40 años y su físico está impecable. “Me cuido con la actividad física y el deporte que más me gusta: el bici-polo.” El deporte, si bien es de origen yankee, hizo furor en las ciudades colombianas. “Nosotros en Colombia siempre miramos mucho a Estados Unidos. Esa actitud como país nos llevó a muchos errores. Pero, el bici-polo es el deporte más lindo y apasionante, debe ser lo mejor que aprendimos de los gringos”, cuenta entre risas. Josefina se junta en la Plaza Costa Rica de Palermo con muchos compatriotas y otros tantos porteños, también chilenos, a andar en bici y jugar al polo, al mismo tiempo. “La gente nos mira raro, pero qué importa si es lo que nos apasiona”, dice.
El fenómeno del bici-polo no es el único de carácter espontáneo, autoconvocado. También el chessboxing se practica de esta manera en la Ciudad. En cambio, el Hockey Subacuático se organiza a través de los 200 miembros del Asociación de Hockey Subacuático Argentino (AHSA). Al igual que el sumo, que está bajo el ala de la Asociación de Sumo Argentina (SAS), inscripta en la Federación Internacional de Sumo (ISF). Estas experiencias contrastan con la del Longboard, un deporte individual que no tiene ningún tipo de entidad que los agrupe. Todos son deportes de carácter amateur, donde no existe el fin de lucro. Sin embargo, muchos de ellos tienen el sueño de profesionalizar su actividad: “Poder vivir del deporte que uno ama sería hermoso”, dice Federico Matti, integrante de la selección argentina de hockey subacuático.
Para el final, un deporte que aplasta: el sumo. Aunque su origen es japonés, como todo se globaliza, terminó por desembarcar en una pasión que se vive en Buenos Aires. Se organizan de dos a tres competencias cada año en el Jardín Japonés – dónde si no -. Más de 15 competidores miden sus fuerzas, y son cientos los espectadores que acuden a ver un espectáculo poco común en la Ciudad. Y lejos de cualquier preconcepto, donde el sumo se reduce a un combate de gordos contra gordos, los participantes son de distintos pesajes: más panzones, más flacuchos, pero todos juegan al sumo.
“No es poca cosa poder superar los prejuicios de los demás”, comenta Juan Pardo, luchador amateur de sumo. Juan dice que sus amigos lo burlaron mucho tiempo. Fue muy difícil que su entorno “tomen en serio” lo que él hace. Pero, “con esfuerzo, dedicación y, sobre todo, la pasión que uno siente por este deporte, la gente que te quiere lo respeta” ¿Y lo que digan los demás? “No importa nada, problema de los demás”, sentencia Juan.
Gritar un jaque mate y que te maten de un trompazo; cambiar la suavidad de las olas de mar por el duro cemento de la ciudad; no respirar hasta lograr el gol más buscado; tratar de domar una bicicleta mientras intentás jugar al polo; calzarte un calzón diminuto para poder competir y dominar al contrincante. Audaces, excéntricos, sólo para pocos, los deportes extraños llegaron para quedarse.
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En Hungría casi 50 jugadores amateurs de hockey subacuático (selecciones femenina y masculina) representaron a Argentina en el 18° Underwater Hockey que se disputó en agosto y donde participaron 16 países de todo el mundo. Según Federico Matti, miembro del seleccionado de hockey subacuático masculino, en Argentina este deporte “arrancó alrededor de los noventa, hace más de 20 años”.
Existe una única asociación que nuclea a todos los equipos a nivel nacional y es el Asociación de Hockey Subacuático Argentino (AHSA). Hoy, las provincias que poseen equipos son Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe, San Luis y Córdoba, donde quieren fundar una escuela. El 60 por ciento del total de equipos son de agrupaciones pertenecientes a Buenos Aires y las categorías son Master (mayores de 35 años) y Elite (categoría abierta).
“El deporte en Argentina es amateur. Viajamos sin apoyo económico. El gasto fue solventado por los jugadores y algunos sponsor. Pero la experiencia fue positiva, porque hubo un roce internacional que nos enseñó en cuanto al juego y que nos hará crecer en el deporte a nivel nacional”, aseguró Matti. “Además tenemos una expectativa alta de instalar a nivel nacional el juego. Estamos difundiendo el deporte e intentando preparar a profesores de educación física en la materia. Queremos que la gente que hace deporte sepa de qué se trata y, así, sumar más jugadores”, concluyó.
Matti sostuvo que “para comenzar a practicar hockey subacuático lo ideal es que la persona haya practicado natación, o asistido a un curso de buceo, o que tenga una relación fluida con el agua”. Y agregó: “Con eso es suficiente para empezar a entrenar”.
Si bien algunos deportes requieren de una abundante inversión inicial, según Matti, no es el caso del hockey subacuático: “Lo más caro a nivel adquisitivo son las aletas porque son importadas y difíciles de conseguir, cuestan alrededor de 390 pesos. Una máscara sale 200 pesos. Los palos y los guantes son de fabricación casera. Ahí, ya completás el equipo básico. De todos modos, en la escuela están todos los materiales a disposición del que quiera”.
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Deportes extraños, reglas extrañas
En el chessboxing son doce rounds en total: seis rondas de ajedrez de cuatro minutos y seis de boxeo de dos. Existe un minuto para que los participantes se pongan y saquen los guantes. Gana el primero que vence a su contrincante ya sea por K.O o por los puntos del boxeo.
En el sumo las reglas son cuatro y muy sencillas. Primero: el primer luchador en tocar el suelo queda eliminado. Segundo: el primero en tocar la línea divisoria queda eliminado. Tercero: si alguno de los luchadores tira un golpe o una estrangulación queda eliminado. Y por último, si algún participante pierde su vestuario (Mawashi) queda eliminado.
En el hockey subacuático no hay arqueros. Por eso, los goles se realizan ingresando un tejo (de un kilo y medio) dentro de una canaleta que esta en cada extremo de la pileta. No se utiliza oxigeno. El mecanismo de supervivencia es la apnea (tomar aire en la superficie y aguantar bajo el agua). Todo equipo tiene seis jugadores en el agua y cuatro suplentes. Se practica a dos o tres metros de profundidad y tiene dos árbitros, uno dentro del agua y otro afuera.
El longboard es una tabla que tiene un metro y medio de largo y 35 centímetros de ancho. Entre sus trucks (estructura metálica que sostiene las ruedas) debe haber 50 centímetros como mínimo para mantener el equilibrio. Para practicar este deporte se exige la protección mínima: codera, rodillera, casco.
El bici-polo se juega en una cancha de 40 x 20 metros, con dos equipos de 3 integrantes cada uno. Los jugadores montan cualquier tipo de bicicletas y portan una maza o taco con el cual golpean una pelota. El objetivo del juego es pasar la pelota por el arco del rival, de alrededor de 1,80 metros de largo y 0,90 de alto. La única regla restrictiva es la de no poder tocar el piso con los pies. El bici-polo premia la habilidad y agilidad en velocidad. Los goles solo se pueden con la punta del taco. Luego se puede llevar la bocha con cualquier parte del palo.
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Los deportes raros crecen en las redes
Mientras los deportes poco convencionales van cobrando una mayor popularidad, las rede sociales acompañan este crecimiento sumando usuarios a las distintas páginas que difunden las curiosas disciplinas. Un caso testigo es el del sumo. El sitio web www.sumoamateur.blogspot.com.ar se actualiza permanentemente con información, como ocurrió en el último mundial disputado en Hong Kong el año pasado, donde participaba el argentino Sebastián Videla. Con otra intensidad se difunden las noticias del longboard, una disciplina que en las redes cuenta con la página oficial www.argentinalongboard.com. Tienen cerca de dos mil seguidores en su página de Facebook.
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