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ACADEMIA DE PROFESIÓN


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El advenir de la (semi) profesionalización del fútbol femenino trajo, en parte, la tan ansiada igualdad por la que luchan las mujeres. Sin embargo, aún quedan muchos aspectos por mejorar.

Por Jorge Baldino

Es sábado 28 de septiembre. El predio Tita Matiussi desborda de gente. Más de 500 personas aguardan el comienzo del partido que jugarán Racing y Excursionistas, por la segunda fecha del campeonato de fútbol femenino. No es un día más: es la primera vez que la Academia jugará como local en este primer torneo profesional. Solo falta que el partido comience, pero el inicio se demora. Van pasando los minutos y nadie sabe por qué la pelota no empieza a rodar. La confusión se empieza a notar en los rostros de las jugadoras, hinchas y allegados. Las muecas de fastidio también. Van más de treinta minutos de atraso y aun no se sabe cuál es el motivo. Hasta que a la jueza Roberta Echeverría le dan luz verde, suena su silbato y el partido arranca.

Luego del vibrante 3 a 3 que protagonizaron las chicas de Racing y Excursionistas se supo el por qué del retraso: el visitante no tenía médico. Una de las cosas que cambiaron luego de la profesionalización es que cada equipo debe llevar a un especialista en su delegación. No tenerlo implica la pérdida de puntos. Por ende, Excursionistas sabía que estaba en falta. Finalmente, el partido se jugó por la buena predisposición de Racing y la intervención de su presidente, Víctor Blanco, quien actuó de mediador y brindó las garantías necesarias.

Más allá de este tipo de situaciones, el fútbol femenino sigue en franco crecimiento en el país. En gran parte, ayudado por el florecimiento de un colectivo femenino en la Argentina que lucha contra la desigualdad, la violencia de género, los femicidios y la legalización del aborto seguro y gratuito. En cuanto a lo estrictamente futbolístico, Macarena Sánchez fue la cara visible de esa lucha: cuando la UAI decidió rescindir su contrato en forma unilateral, llevó su reclamo a la Justicia para que se reconozca su vínculo laboral. A partir de esa lucha, esa búsqueda, nada fue igual. Como consecuencia, en marzo de este año, la Asociación del Fútbol Argentino, en conjunto con Futbolistas Argentinos Agremiados, firmaron un acuerdo para profesionalizar el fútbol femenino en el país, cristalizada a partir de agosto de 2019 (cuando empezaron a regir los contratos de las jugadoras). La primera fecha del torneo transcurrió durante el último fin de semana de septiembre.

“En realidad, el torneo es semi profesional por ahora. No todas las jugadoras tenemos contrato. Y las que sí lo tienen, no pueden vivir solo de eso”, explica Mariana Laviña, defensora de Racing. “Obviamente, la semi profesionalización hizo que el club tenga más interés en nuestra disciplina. Tenemos nuestra cancha con luz en el predio, un micro adecuado para viajar cuando jugamos de visitante, ropa de entrenamiento, el almuerzo antes de los partidos”, enumera. La mendocina (nació en San Rafael, hace 30 años) está desde el primer día. Cuando se enteró de que habían comenzado las pruebas, todavía estaba jugando en Huracán. En ningún momento dudó. Ni las dos horas y media de viaje que tendría que recorrer todos los días entre el predio Tita (en Sarandí) y Tigre, donde vivía. Ya sabía lo que tenía que hacer. El sueño de vestir la camiseta de Racing, club del que es hincha desde chica, valía la pena cualquier sacrificio: “Soy muy feliz de poder representar al club que amo y ser parte de su historia”. Mariana fue una de las jugadoras del plantel que ascendió a Primera División en la última temporada y participó del clásico (con victoria 2 a 1 para Racing en el minuto 90) contra Independiente, que se jugó en el Cilindro en noviembre del 2017, como antesala del que jugaron los equipos masculinos.  

“La Liga es más competitiva, visiblemente mejor. Todos los clubes tienen en sus planteles jugadoras importantes. Es todo mucho más parejo”, comenta Antonio Spinelli, técnico del plantel. El “Tano”, como todas lo conocen, no solo es entrenador del plantel profesional, sino que también es coordinador del fútbol femenino en el club. “Ahora se nos exige más a los entrenadores, a los preparadores físicos. Las jugadoras también tienen que estar a la altura. Deben cuidarse y ser profesionales en todo sentido: con la alimentación, con lo que suben a las redes sociales, por ejemplo. Deben viajar con la ropa oficial que el club les brinda. Está todo reglamentado: cada jugadora firmó en su contrato este tipo de cláusulas”. En cuanto a la estructura del club, manifiesta que no cambió demasiado. Cree que Racing tiene un predio de vanguardia y que siempre le brindó las herramientas necesarias para realizar su trabajo de la mejor manera posible. Lo que sí modificó fue el armado de su cuerpo técnico. Ahora cuenta con un video analista, una jefa de médicos, un kinesiólogo, y un especialista en neurociencia. Antes de este torneo, solo estaba acompañado de su preparador físico.

“Estoy viviendo esta nueva etapa con mucha alegría. Cualquier jugadora sueña con hacer lo que le gusta y obtener un sustento económico. El fútbol es el deporte que amo, es mi pasión. Pero no me olvido de todas las cosas que faltan y siempre hay que seguir intentando y luchando para poder conseguirlo”, afirma Luciana Bacci. La rosarina, de 24 años, viene de una familia futbolera: su padre, Fernando, fue jugador y también jefe de médicos de Newell’s Old Boys; su madre siempre la incentivó y fue muy importante en su desarrollo como futbolista. “No me imaginaba que íbamos a tener tanta repercusión. Ahora nos piden una foto, un autógrafo y, la verdad, siento que es una batalla ganada. Que las pibas tengan referentes y que sepan que poniendo esfuerzo y dedicación algún día van a ser jugadoras profesionales, o podrán jugar en un club grande o la selección, es lo más importante para nosotras. No somos más invisibles”

Racing cuenta con 28 jugadoras en el plantel. 14 firmaron contrato profesional y las restantes solo cobran viáticos. También hay premios por partidos ganados y puntos conseguidos. El único club que posee todo el plantel contratado de forma profesional es Boca Juniors, el equipo más ganador en la historia, con 24 títulos oficiales, pero que no sale campeón desde el torneo inicial 2013. Lo sigue River con 11 conquistas. En el último tiempo, UAI Urquiza se convirtió en otro de los poderosos de la categoría, debido al apoyo económico que le brindó su fusión con la Universidad Abierta Interamericana. Actualmente es el bicampeón del futbol argentino y está disputando la Copa Libertadores femenina en Ecuador, donde ya se encuentra en los cuartos de final.

“Para acercarnos al fútbol de elite aun nos falta mucho tiempo y trabajo. Con el correr del tiempo creo va a pasar. Tal vez ese proceso lleve 5 a 10 años, pero en ese lapso se va a crear una estructura importante. Si queremos copiar cosas del fútbol masculino, debemos tomar las cosas buenas, no las malas. Esto va a ser una constante prueba y error”, explica Spinelli. “Deberían cambiar muchas cosas en cuanto a la estructura –dice Laviña-. Para que algo crezca hay que invertir. Ojalá que tanto la AFA como los clubes lo hagan. Si se da de esa manera, creo que en unos años deberíamos ser una potencia en el fútbol femenino para poder competir con Europa. Tienen que confiar y esperar a que el proyecto de sus frutos”. Bacci, por su parte, afirma que, en principio, habría que equipararse con el fútbol masculino de nuestro país. “Esto es un negocio y estamos condicionados por las inversiones que puedan llegar. Lo principal sería igualarnos con el masculino, en base a lo que se invierte y se gana. Luego si, obviamente, mirar hacia el exterior y copiar lo bueno que se hace allá, tanto en el fútbol femenino como en el masculino”.

El tiempo dirá cual es el destino para el fútbol femenino argentino. Si realmente en algún momento se llegará a la tan ansiada profesionalización de forma completa o se quedará en el intento. Mientras, habrá que seguir transitando el camino, paso a paso, con la convicción de lo conseguido y con el objetivo de lo que falta, porque la única lucha que se pierde es la que se abandona.


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