La neuropsicóloga Teresa Torralva, directora del Departamento de Neuropsicología del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) y autora del libro “Cerebro Adolescente”, dialogó con ETERdigital sobre el desarrollo del cerebro adolescente, el impacto del aislamiento social obligatorio y el sistema educativo actual.
Por Justina Zicarelli
¿Cuándo empieza y termina la adolescencia? La Dra. Torralva afirmó que esta etapa comienza alrededor de los diez/doce años y culmina aproximadamente entre los veintidós y los veinticinco años. Actualmente, las niñas y niños ingresan cada vez más temprano a la pubertad, que en el caso de las mujeres comienza con la menarca (primera menstruación) y en el de los varones, con un cambio físico. Las transformaciones, no sólo físicas sino también sociales, tienen lugar hasta el fin de la adolescencia, momento en el que los jóvenes están preparados para vivir de forma independiente, mantenerse y formar una familia, si así lo desean.
Como bien detalla la neuropsicóloga en su libro “Cerebro Adolescente”, el órgano principal del sistema nervioso central se desarrolla lentamente desde las áreas posteriores hacia las más anteriores, terminando el proceso, recién a los veinticinco años de edad, con la maduración de los lóbulos frontales. Si bien son progresivos y pausados, estos cambios provocan que las funciones vinculadas a los lóbulos frontales, principalmente la organización, la planificación, la toma de decisiones y la cognición social, comiencen a desarrollarse.
Consultada acerca del enigma que rodea al cerebro adolescente, la doctora subrayó que “se dice que es un misterio el cerebro adolescente porque recién con el advenimiento de las nuevas técnicas de neuroimágenes, como la tomografía y la resonancia magnética funcional o estructural, es que pudimos entender con mayor precisión qué es lo que sucede en los adolescentes”. La especialista precisó que, hoy por hoy, se sabe que gran parte de las conductas y emociones que se viven durante la adolescencia se relacionan justamente con la maduración de nuestro cerebro. “Cada vez tenemos mayor información acerca del porqué de las dificultades en el control de los impulsos, las conductas de riesgo, la gran emocionalidad o la efervescencia emocional que viven los adolescentes”, agregó.
“Los cambios cerebrales durante la adolescencia se relacionan directamente con la emocionalidad de los adolescentes. Se sabe que las áreas vinculadas con el sistema límbico, el núcleo accumbens y la amígdala cerebral están híper funcionando desde la niñez hacia la juventud y que los lóbulos frontales están más inmaduros. Entonces, se cree que este desbalance entre áreas emocionales híper desarrolladas y un lóbulo frontal aun madurando explica esta toma de riesgo o tipos de conductas en la adolescencia”, expuso la Presidente de la Fundación INECO.
Seguramente todos alguna vez escuchamos que el alcohol es nocivo para los adolescentes durante su crecimiento, pero ¿cuáles son sus efectos en el cerebro de los jóvenes? La Dra. Torralva explicó que tanto el alcohol como otras drogas, como puede ser la marihuana, afectan directamente al núcleo accumbens, área relacionada con el sistema de recompensa, liberando un mayor nivel del neurotransmisor dopamina del que es recomendable. Cuando el cerebro interpreta que hay un mayor nivel de dopamina, genera un mecanismo por el cual se libera menor cantidad de ésta porque necesita regularla, lo que impacta en las funciones cognitivas de los adolescentes. De esta forma, el consumo de drogas altera las funciones ejecutivas (tales como la organización y la planificación) y afecta negativamente a la motivación, generando en muchos jóvenes un síndrome amotivacional que provoca la necesidad de ingerir mayor cantidad de determinadas sustancias para lograr sentirse motivados, y poder llevar a cabo cualquier actividad. “Es importante que haya un conocimiento más exhaustivo de los efectos que tienen tanto el alcohol como la marihuana u otras drogas sobre el cerebro y que esto tiene un impacto directo sobre la conducta de los adolescentes”, advirtió la neuropsicóloga.
No menos importante resulta el sueño en el desarrollo adolescente, el cual tiene un efecto reparador sobre el organismo, tanto física como psicológica y cognitivamente. Los adolescentes tienen cambiado el ciclo sueño-vigilia y, en general, tienden a acostarse y a levantarse en horarios más tardíos con respecto a los adultos por una cuestión hormonal. “La privación de sueño impacta notablemente sobre el funcionamiento cognitivo, la atención, la capacidad de organizar y planificar y también afecta la motivación y la planificación de nuevos objetivos para la vida de los adolescentes. Se recomienda que, por lo menos, [los jóvenes] puedan dormir entre seis y ocho horas diarias por la función que tiene el sueño”, señaló la entrevistada.
Si bien el descanso es fundamental para mantener un cerebro sano, se ha observado que el cambio en las rutinas durante el período actual de cuarentena provocó en gran parte de la población alteraciones en el sueño, tales como insomnio, pesadillas y cansancio durante el día. En los últimos meses, la vida en nuestro país cambió de forma radical y son los jóvenes quienes más vieron cómo sus hábitos, su día a día, dieron un giro inesperado y repentino.
Según Torralva, “se sabe que los adolescentes han sido quizás el grupo etario más negligido durante esta etapa. Mucho se ha hablado de los adultos mayores y el impedimento de salir porque son un grupo que está en riesgo, así como también últimamente se mencionó bastante acerca de los niños y las salidas recreativas, por lo menos en Capital Federal. Sin embargo, los adolescentes, quienes desde el punto de vista de la salud integral no están en riesgo, son un grupo que más que nunca en la vida necesita de sus vínculos sociales y esto se ha visto restringido durante la cuarentena. Son el grupo que más sufre la falta de sus relaciones interpersonales o sociales extendidas más allá de la familia; son un grupo que, justamente por la edad que tienen, necesita diferenciarse de sus padres y de sus familiares directos y requiere fuertemente de sus vínculos sociales”.
Dirigiéndose a los jóvenes, la especialista sostuvo que “las recomendaciones particulares para con los adolescentes durante la cuarentena siempre fueron el tratar de hablar sobre lo que sienten: que está bien no sentirse bien, que es normal tener sentimientos de angustia, ansiedad, depresión, soledad, incertidumbre. Por otro lado, es importante que mantengan sus vínculos sociales, ya sea a través de sus redes sociales o del teléfono, como ellos lo encuentren factible, más allá de que no sea en forma presencial”.
Corriendo el foco a los padres, la Dra. Torralva expresó que cree necesario que los adultos conversen con sus hijos adolescentes y que demuestren que a ellos les sucede lo mismo y que entienden la gran necesidad de estar con sus pares. “Es importante de alguna manera trabajar sobre la responsabilidad que tenemos como sociedad y cada uno en forma individual para conformar una responsabilidad comunitaria. Ponernos [como padres] en el lugar de ellos [los hijos], entender que ya hay un agotamiento emocional marcado, pero que necesitamos más que nunca fortalecer la toma de decisiones para poder sobrellevar este momento en particular”. Además, remarcó la importancia de “hablar de que esto va a tener un fin, que no sabemos cuándo es pero que lo va a tener”.
Durante el período de aislamiento social y obligatorio, los jóvenes se vieron forzados a adaptarse rápidamente a un nuevo estilo de vida para el que no todos estaban preparados. Según la Presidente de la Fundación INECO, “aquellos adolescentes que tienen ciertas vulnerabilidades en cuanto a su estado anímico pueden presentar mayores problemas post cuarentena. También entendemos que (…) hay un grupo de adolescentes que, más allá de que ahora se sienten muy afectados desde el punto de vista anímico, en cuanto se normalice la situación vinculada con sus estudios, hobbies, deportes y trabajos probablemente recuperen su salud emocional”.
En respuesta al repentino cambio en la vida de los adolescentes, actualmente la mayoría de las escuelas y universidades se proponen como principales objetivos la pedagogía de la cercanía y la continuidad pedagógica. Si bien es notorio el esfuerzo, tanto de alumnos como de profesores y directivos, para sobrellevar la situación de la mejor manera posible, gran parte de los jóvenes continúa exigiendo cambios en la educación actual. Tal como afirmó la neuropsicóloga, “lo que hoy sabemos es que el sistema educativo necesita adaptarse a las nuevas necesidades de los adolescentes del siglo veintiuno. Los adolescentes están pidiendo, según las encuestas que se han realizado en diferentes países, especialmente lideradas por la UNESCO y la OMS, una educación con sentido”. ¿Qué se entiende por “educación con sentido”? Se requiere una enseñanza que no incluya únicamente los aprendizajes de conocimientos específicos, sino también habilidades más blandas y el aprendizaje acerca de idiomas, ecología y globalidad.
Llegando al fin de la entrevista, la Dra. Torralva concluyó que “es importante que hoy en día, más allá de las habilidades académicas y la incorporación de conocimiento, también en los colegios se aprendan temas vinculados con lo social y con la importancia de las relaciones interpersonales para triunfar en cualquier actividad; habilidades más blandas como la empatía, el ponerse en el lugar del otro, la teoría de la mente, el cambio de perspectivas; entre otros. Por lo cual, las escuelas del siglo veintiuno deberían hoy incorporar, además de las habilidades académicas, habilidades blandas o cognitivas vinculadas especialmente con el trabajo en red, en equipo y las relaciones interpersonales y además temáticas que hoy están en boca de todos y son de gran interés para los adolescentes”.
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