Francisco “Paco” Olveira es cura, pero no lo aparenta. Alejado de la imagen estereotipada que construyeron los representantes más conservadores de la Iglesia católica, viste jeans, remera de algodón y zapatillas. Se expresa políticamente sin ambigüedades: marcha todos los miércoles con los jubilados, cuestiona el celibato, apoya el matrimonio igualitario y la legalización del aborto.
Aunque su acento no delata su origen, Paco nació en Málaga, España. Vivió allí hasta los 23 años, cuando emprendió su viaje por Latinoamérica. Llegó a la Argentina en 1987 para concluir su formación como sacerdote y se integró al grupo de Curas de la Opción por los Pobres, línea sucesora del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo cuyo principal referente fue el padre Carlos Mugica. “Desde el primer momento tuve claro que no sólo quería trabajar, sino que quería convivir con los más pobres”, recuerda. Hoy, fiel a esa convicción, batalla cotidianamente contra las consecuencias del neoliberalismo en los sectores más vulnerables de la sociedad, armado de escucha, acompañamiento y compromiso territorial para contribuir a la construcción del bien común.
– ¿Cómo decidiste embarcarte en la formación como sacerdote?
– Suelo decir que hubo tres cosas. La primera, la educación que recibí con mi familia. Mis padres, además de ser católicos practicantes, fueron siempre personas muy comprometidas y con las puertas abiertas al prójimo y nos educaron muy sencillamente. Éramos seis hermanos, mi padre era el único que trabajaba, nunca tuvimos una mala posición económica, pero podríamos haber estado mejor. La segunda, a muchos les resulta gracioso, pero en mi adolescencia estuve en los Scouts, donde tuve un dirigente que nos abrió mucho la cabeza, nos ayudó a ser críticos con la sociedad. Y la tercera, un cura del colegio a donde iba en España que nos llevó a los barrios de chabolas, lo que acá conocemos como villas miseria. Y eso me ayudó a decidir entrar al seminario.
– ¿Cómo creés que fue esa renuncia a la comodidad de un chico de clase media y dedicar tu vida al servicio de los pobres?
– Nunca lo sentí como una renuncia, sino como una opción de vida que me hace feliz. Desde el primer momento tuve claro que no solo quería trabajar, sino que quería convivir con los más pobres más allá de que implique determinadas cosas, como no ver el mar. Soy de tierra del mar. Parece una pavada, pero a mí me hace bien ver el mar. Y no lo veo.
– ¿Te permitís espacios de placer?
– Sí, si surge ir a comer un asado con los amigos, voy. De vez en cuando visito a mi familia en España y no me siento culpable, o culpabilizado. Si estuviera todos los días de joda, bueno… eso ya es otro tema. Creo que en la vida hay que ser no sólo honrado, sino que tenés que ser coherente. Si decís que querés compartir la vida con los pobres, por lo menos tener una vida sencilla.
– Este año tuviste gran presencia en los medios por acompañar las marchas de los jubilados y haber sido agredido por la policía enviada a reprimir la manifestación ¿Cómo percibís ese reconocimiento por parte de los medios como portavoz de este sector?
– La verdad es que nunca imaginé que se difundiera tanto. No es que me guste, me cuesta, pero sí hay que asumirlo. A donde voy me dicen: “Usted es el cura al que le pegan con los jubilados”. La gente le da trascendencia. Para mí es algo normal, hay que poner el cuerpo y estar al lado de ellos, como al lado de otras luchas.
– Algunos sectores de la Iglesia y de la sociedad cuestionan que los sacerdotes participen activamente en política. ¿Qué les responderías?
– Al que dice ”este cura se mete mucho en política” le diría que el otro también lo hace si no dice nada. Porque todo es política en el sentido de la construcción, o no construcción, del bien común. Entonces, es una falacia. Siempre digo que el día que vea un alma caminando me preocuparé de las almas, mientras no las vea me tengo que ocupar de la gente de carne y hueso, y eso es política.
– Apoyaste la legalización del aborto, el matrimonio igualitario,cuestionaste el celibato sacerdotal y le pediste al Papa Francisco que permita el sacerdocio para las mujeres, ¿alguna vez tuviste una “reprimenda” desde altas esferas de la Iglesia por tus posturas políticas?
– Hay absoluta libertad de conciencia y de pensamiento dentro de la Iglesia, menos en el tema de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Ahí tiene una posición tomada, lo que no significa que quienes profesan la fe opinen lo mismo. La Iglesia no es una secta, se puede pensar distinto. Sin embargo, el obispo de Isla Maciel, donde estuve trabajando 13 años, me pidió que volviera a mi diócesis de origen, que es la de Merlo/ Moreno. Me prohibió celebrar misa públicamente en la diócesis de Avellaneda/Lanús, pero después vino el siguiente obispo y lo primero que hizo fue levantar esa prohibición.
– Javier Milei ganó las elecciones presidenciales con el 56% de los votos, entre ellos muchos provienen de sectores vulnerables de la sociedad que hoy sufren sus políticas de ajuste, ¿cómo crees que logró convencerlos?
– El voto es siempre muy complejo, pero una cuestión fundamental fue que llevábamos 8 años de pérdidas de derechos, que empezó con la presidencia de Mauricio Macri y continuó con menor intensidad durante el gobierno de Alberto Fernández. Hubo gente que creyó que Milei podía ser una esperanza. Para mí es inconcebible. No sólo por el descalabro económico y sus consecuencias, sino además por sus formas. De repente todos somos “zurdos de mierda” que tenemos que correr porque no pensamos como él, eso es fascismo.
– ¿Cómo haces para mantener viva la fe de los más pobres cuando el panorama a su alrededor es desalentador?
– Ahí me enseñan ellos, porque siempre te terminan diciendo “que Dios te bendiga” y pienso, “si yo viviera la mitad de lo que viven ellos, mandaría a Dios bien lejos”. Por lo general, los sectores populares no separan la fe de la vida, ni la fe de la lucha, eso es algo de la clase media o la clase alta ilustrada.
– En una nota mencionaste que el peronismo siempre te había entusiasmado porque lo veías relacionado a la Doctrina Social de la Iglesia, ¿lo seguís viendo así?
– Sí, en sus valores. Después, en su concreción, es como la Iglesia Católica, tiene una ancha avenida. Victoria Villarruel (la vicepresidenta) dice ser católica, apostólica y romana y con ella no me tomo ni un mate. Daniel Scioli (secretario de Turismo) dice que es peronista y para mí es un traidor porque lo votamos para que encabezara un proyecto de Justicia social, fue vicepresidente de Néstor Kirchner y hoy está en La Libertad Avanza, diciendo que Milei va a ser el premio Nobel de Economía.
– Hace poco saliste en una entrevista con una remera de Argentina Humana, espacio político que encabeza Juan Grabois, ¿con qué ideas de esta corriente coincidís?
– Tengo muchas remeras que me regalan, lo que no significa que forme parte. Pero ideológicamente estoy más cerca de Argentina Humana con Juan Grabois y de Derecho al Futuro con Axel Kicillof u otros espacios kirchneristas, que del espacio de (Sergio) Massa. Me gusta esa remera porque creo en Jesucristo y hay un dicho que afirma: “De tan humano es divino, de tan divino es humano”. El humanismo es fundamental para mí, es el centro del cristianismo.
– ¿Qué expresiones de la sociedad actual te generan esperanza?
– Los jubilados y las jubiladas todos los miércoles, los colectivos de las personas con discapacidad. Me generan mucha esperanza las mujeres que le siguen poniendo el hombro en cada comedor, muchas organizaciones sociales, el resultado de las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Realmente estamos viviendo un momento complicado, pero siempre hay signos de esperanza.