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ATLÉTICO NACIONAL CAMPEÓN DE AMÉRICA


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René Higuita se lució en la tanda de penales, el Verde venció a Olimpia y por primera vez la Copa Libertadores se quedó para el fútbol colombiano, que venía de tres finales perdidas por América de Cali.

Por Lorenzo Molfetta Rapassi

Caía el muro de Berlín, y volvía a juntar el este y oeste de Alemania. Mientras, en Argentina iniciaba la era de Carlos Menem como mandatario. En el norte del continente, George Bush asumía la presidencia de Estados Unidos. En ese año, 1989, muchos bailaban al ritmo de Madonna; otros preferían a Queen o Guns N’ Roses. En la televisión estadounidense debutaban Los Simpsons, mientras que en la pantalla grande Volver al Futuro y Los Cazafantasmas eran furor y estrenaban sus segundas partes. En el fútbol, el Milan de Arrigo Sacchi y sus figuras holandesas deslumbraba a Europa y ganaba la Copa de Campeones (hoy, la Champions). Pero en América quien acaparó todas las luces fue el Atlético Nacional de Medellín, primer campeón colombiano de la historia de la Copa Libertadores.

En la década del 80 los carteles colombianos tenían la necesidad de blanquear enormes sumas de dinero y encontraron el camino en el fútbol, pasando su batalla comercial a las canchas. Luego de que América de Cali, de los hermanos Rodríguez Orejuela, hubiese ganado 5 Ligas y llegado a 3 finales de Libertadores (todas derrotas ante Argentinos, River y Peñarol); y que Millonarios, controlado por El Mexicano, hubiese ganado la Liga y Copa Colombiana en 1988; en 1989 llegó el turno de Atlético Nacional, financiado por Pablo Escobar.

El club de Medellín, dirigido por Francisco Maturana, hizo historia con un equipo que solo contaba con jugadores cafeteros, conocidos como “Los puros criollos”. Buscaban representar a todo un país, que nunca había logrado la gloria internacional. “Nacional no era un equipo de Medellín”, dijo Alexis García, capitán de ese plantel. “Era un equipo que representaba a Colombia y jugaba con el corazón. Fue la época de los magnicidios, de las bombas, de los problemas sociales; entonces la gente se escudaba o se animaba cuando nosotros ganábamos. Éramos un paliativo para la sociedad”.

Ese 31 de mayo El Campín de Bogotá estaba abarrotado de hinchas verdolagas: 50 mil personas concurrieron para alentar a que su equipo revirtiera el marcador negativo del partido de ida, cuando había perdido 2-0 con Olimpia en el Defensores del Chaco de Asunción. El equipo local salió a la cancha con un esquema muy ofensivo, que contaba con cuatro delanteros. Desde el inicio intentó jugar en el terreno rival con el dominio de la pelota y presión alta e intensa cuando la perdían, de forma agresiva, con hambre de ganar. Así, los colombianos dispararon insistentemente al arco rival, pero no le causaron mayores sustos mayores al arquero guaraní en esos primeros minutos. El conjunto paraguayo no terminó de sentirse incómodo durante el primer tiempo, ya que el marcador cerrado lo favorecía.

Pero, apenas iniciada la segunda mitad, todo cambiaría: a los 46’, el pícaro Palomo Usuriaga recibió por la derecha, eludió a dos defensores y envió un fuerte buscapié que terminó chocando con las desafortunadas piernas de Fidel Miño, quien la empujó a su propio arco, lo que llevó al delirio a todo el estadio verde, que renovaba sus esperanzas. 

Sin embargo, El Palomo no estaba satisfecho. A los 65’ Alexis García sacó un centro al área que fue rechazado a medias por Miño. La pelota quedó en el aire y Almeida, quien venía haciendo un muy buen trabajo, salió a buscarla, pero no contaba con la rapidez de Usuriaga, quien lo anticipó y de cabeza sentenció a los paraguayos a sacar del medio nuevamente. 

El Campín se desmoronaba, nadie podía controlar sus emociones. Nadie, excepto Higuita, que en medio de contraataques guaraníes casi llevó al infarto a sus propios cuando, con la pelota en los pies, enfiló rivales hasta pasar la mitad de cancha

Para suerte de los colombianos, su arquero mantuvo siempre esa confianza, aun cuando llegó la tanda de penales. En una interminable definición de 18 tiros, La Rana René convirtió el suyo y tapó otros cuatro. Varias veces le dejó el título servido en bandeja a sus compañeros. En el noveno, Leonel Álvarez, mediocampista de gran partido que no solía ser ejecutante, con la punta de su botín derecho marcó para siempre el nombre de Colombia y Atlético Nacional en la Copa Libertadores de América.


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