Con Martín Palermo y Juan Román Riquelme como figuras, el equipo de Carlos Bianchi venció 2 a 1 al poderoso Real Madrid en el Estadio Nacional de Tokio, en Japón, el 28 de noviembre del 2000. Inolvidable.
Por Alejandro Dubini
“Muchachos la fiesta es de ellos y somos invitados. Está en nosotros llevarnos la copa. Les digo que va a pasar… nos van a ir a buscar y le vamos hacer el primero, van a querer empatar y les vamos hacer el segundo”. Estas fueron las palabras de un visionario, de un técnico al cual no le temblaba el pulso en ese momento y se convirtió en el entrenador más ganador de la historia de Boca. Era la voz de Carlos Bianchi en el vestuario frente a sus jugadores, a punto de entrar al campo de juego para enfrentar a Real Madrid en Japón.
Ese gran Boca se había clasificado a la Copa Intercontinental gracias a haberse consagrado campeón de la Libertadores unos meses antes. Tras una remontada histórica frente a River y una dura final contra Palmeiras, ese equipo debió subir el escalón final para quedar por siempre en la historia del fútbol, contra el temible Real Madrid. La “Casa Blanca” había fichado a Luis Figo, que en ese entonces era la gran estrella mundial, y contaba además con Roberto Carlos, Raúl e Iker Casillas, entre otros. “Bianchi los volvió locos a Traverso y Matellan”, rememoró Juan Román Riquelme con respecto a la dura marca que le aplicaron el central y el lateral izquierdo a Figo.
La previa no era muy favorable para el equipo argentino por la dificultad que presentaba su adversario. “Nosotros veníamos en buen nivel. El equipo venía bien afianzado, con grandes jugadores en un nivel extraordinario, como el caso de Martín y Román. Obviamente al jugar contra un Real Madrid lleno de figuras, muchos estaban pensando a ver cuántos nos metían. Pero bueno, nosotros estábamos convencidos por el gran plantel que teníamos”, recuerda Aníbal Matellan, quien jugó dicha final por la ausencia de Rodolfo Arruabarrena.
Un lateral para Real Madrid es recibido por Mauricio Serna y termina en las piernas de Matellán. El defensor da un pase por la izquierda para Marcelo Delgado, el Chelo encara hasta el fondo y tira el centro al medio del área. Martín Palermo intercepta el balón y convierte el primero a los 3 minutos de comenzado el encuentro… Ahora el reloj marca 6 minutos, el “Xeneize” recupera unos metros antes de mitad de cancha y agarra la pelota Riquelme. Lanza un pase de 40 metros, que cae detrás de las espaldas de los centrales del Madrid, Hierro y Jeremy. Palermo llega con lo justo y mete un zurdazo cruzado que toma a Casillas a contrapierna. Se infla la red de la valla del arquero español. Estalla el banco de suplentes, también Carlos Bianchi y la fenomenal hinchada de Boca. Primero: “¡Goool…!”. Después: “Paleeermo…/ Paleeermo…”. La historia parece mágica…
Un día antes al partido, una periodista le había preguntado a Román qué jugada suya quería mostrar ante el público japonés, y el “Torero” respondió: “No sé lo que hago bien o hago mal, buscaremos hacer un buen partido con todo el equipo, poder ganar y que a la gente le guste como juega Boca”. Cambios de frente, pisadas, pases de izquierda, amagues, buscar faltas y aguantar con el cuerpo la pelota. Riquelme dejó con las ganas de sentir el cuero de la pelota a Jeremy y Makelele. Los volvió locos, no se la podían sacar. Puso el partido en un congelador, dejó que pasaran los minutos y Boca se acercara más a su objetivo.
El Madrid descontó, pero luego chocó contra un equipo de hombres. Casillas embolsó la última pelota de la noche. El juez dijo “basta” y Boca se consagró campeón del mundo por segunda vez en su historia. Un periodista se acercó al “10” y le preguntó: “Román, acabas de ganar la Intercontinental al Real Madrid. ¿Es el mejor día de tu vida?”. “No, el mejor día de mi vida fue cuando nació mi hija”, sentenció el enganche de Boca. Su trabajo ya estaba hecho…
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