El delantero portugués se lució ante España, uno de los grandes candidatos al título, y le permitió a Portugal rescatar un punto con un hat-trick deluxe: penal, zurdazo de afuera del área y tiro libre. Así, se transformó en el cuarto jugador en la historia en convertir al menos un gol en cuatro Mundiales.
Por Diego Jutinico
Portugal se enfrentaba a España en el que era, a priori y quizás también a posteriori, el mejor partido de la fase de grupos de Rusia 2018. Cristiano Ronaldo, cara a cara con sus compañeros de Real Madrid y clásicos rivales de Barcelona. El astro portugués no se guardó nada: a los tres minutos del primer tiempo, ingresó al área y fue derrumbado por Nacho, su compañero de club, que parece que no le ha tomado la mano aún después de tantas temporadas entrenando juntos. Cristiano es el encargado del penal y no falla. En el cuarto minuto, CR7 estaba celebrando, tocándose la barbilla, arrogante. Portugal ganaba gracias al gol del delantero al que le bastó un rato para igualar la marca de Pelé, marcar en cuatro ediciones de la Copa del Mundo (2006, 2010, 2014 y 2018), y todos los madridistas y el pueblo español sufrían con el crack que brilla en la liga de ese país.
El partido seguía con el marcador a favor de los lusos, pero España lo dominaba. El 7 de Portugal daba instrucciones a todos sus compañeros en cada pelota a la vez que miraba de reojo a Fernando Santos, su entrenador. Por el planteo del equipo portugués, sus años en la selección y su calidad de referente, Cristiano podía caminar la cancha y sólo explotar en las jugadas de contragolpe.
Al cuarto de hora, Cristiano era Portugal. Tacos, pases, asistencias. Todo salía de sus pies. Si no se coreaba ‘ole’ era porque enfrente estaba España, que lograría empatar antes de la media hora gracias a Diego Costa. CR7 miraba el tablero y se lamentaba. Tenía que volver a empezar. Empezó a recibir menos balones y a mirar más cómo los ibéricos la pasaban de lado a lado pacientemente. Hasta que en el minuto 44, recibió un balón cerca del área, la acomodó para su pierna izquierda y sacó un remate de mediana potencia. El arqueor De Gea apenas puso sus manos y se le metió el balón lentamente en la portería. Ronaldo 2, España 1. El portugués se empezaba a perfilar como la figura y a su vez sembraba dudas en una Roja que llegaba tocada por la destitución del (ex) entrenador Lopetegui.
Arrancó la segunda parte y se dibujaba una sonrisa en la cara de CR7. Saludaba a sus compañeros madridistas en el túnel y cruzaban algunas palabras. Todo iba tranquilo hasta que volvió a aparecer su némesis en el encuentro. Diego Costa anotó de nuevo, igualó el marcador y le robó el protagonismo. Como si fuera poco, Nacho se reivindicó del penal que le había cometido y convirtió un golazo de media distancia al ratito del empate. Cristiano sufría a su compañero de Real Madrid. El torero Ronaldo, que había vestido de rojo para la ocasión, estaba perdiendo la corrida. España se adueñó de la tenencia y de los tiempos, los lusos y su referente sólo hacían lo que podían cada vez que les prestaban la pelota.
Los rostros portugueses en la cancha y en las gradas reflejaban resignación. Todos menos uno, el de Cristiano Ronaldo. A dos minutos del final, el árbitro marcó tiro libre en el borde del área a favor de Portugal. El 7 la tomó, la acomodó y no le sacó la vista de encima. Se levantó la manga derecha de su pantalón para darle aire a su pierna, e inhaló tres veces para hacer lo propio con sus pulmones. No levantó la mirada hasta que necesitó hacerlo para mirar el ángulo al que apuntó. Sonó el silbato, tomó impulso, pateó. De Gea se limita a seguir el balón con la mirada. Gol. Golazo. La frutilla del postre de un partido de ensueño. Cristiano Ronaldo Dos Santos Aveiro nació exclusivamente para estos momentos decisivos. Sólo él pudo dominar a la ‘Furia Roja’. Como un gran torero, movió sus manos al viento y se impuso diciendo ‘ole’ en una plaza que se rindió ante su gran técnica y jerarquía.
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