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Cuando los equipos se hacen cargo de los escenarios políticos, los de arriba cuestionan


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La Eurocopa sirve para ver buen fútbol, pero también para visibilizar reclamos en contra de la discriminación. Sin embrago, los protagonistas a veces chocan con los frenos que ponen entidades como la UEFA.


Cada vez es más común encontrar en los campos de fútbol a equipos o jugadores que utilizan la popularidad de este deporte para manifestarse a través de expresiones políticas y tomar partido respecto de lo que sucede dentro y también fuera de las canchas. La Eurocopa 2021 es uno de los escenarios en los que esto quedó de manifiesto.

Ya en el comienzo de la cita de este año algunas selecciones optaron por arrodillarse en plena cancha en un gesto referido al movimiento Black Lives Matter, que protesta en contra del racismo. Las protagonistas en esta ocasión fueron Inglaterra, Bélgica, Suiza y Gales, además de cinco jugadores italianos. Y el gesto no fue bien recibido entre ciertos aficionados, algunas selecciones y, principalmente, los medios de comunicación que pusieron en duda la validez de este movimiento en el contexto europeo.

Pero no fue la única ocasión en la que esta copa de Europa se utilizó como escenario para visibilizar reclamos en contra de la discriminación. Luego de la primera semana de competencia, la UEFA anunció que había decidido abrir un expediente para analizar una posible sanción a la selección alemana por la utilización de un brazalete con la bandera del orgullo LGTBQ+ que exhibió el capitán Manuel Neuer durante los partidos contra Francia y Portugal.

El jefe de prensa del equipo afectado, Jens Grittner, argumentó que en el mes dedicado a la visibilización del colectivo LGTBQ+ la propuesta del brazalete intentó dejar de manifiesto el compromiso del equipo con la diversidad y la tolerancia y su oposición al odio y la exclusión. Las dudas respecto a la sanción por parte de la UEFA se dieron porque, en su reglamento, esta institución manifiesta que se debe usar el brazalete oficial, además de aclarar que “todo aquel que utilice eventos deportivos para realizar manifestaciones no deportivas infringe los principios generales de conducta”.

Frente al fuerte rechazo de la opinión pública por poner en duda el gesto en solidaridad con la comunidad LGTBQ+, la UEFA estableció que Alemania no sería sancionada por considerar que el brazalete fue evaluado como un símbolo en favor de la diversidad y leído como una buena causa. En tal caso, ¿quién podría decir que el homo odio es una manifestación no deportiva? ¿Las canchas del deporte más popular no están reflejando estas violencias hace años?

Luego de este debate, la selección alemana redobló la apuesta. El ayuntamiento de Munich, a través de su alcalde, Dieter Reiter, presentó un pedido ante la UEFA para alumbrar el mítico estadio de Allianz Arena con la bandera del arcoíris durante el partido Alemania-Hungría por la definición del Grupo F.

La intención era demostrar la oposición a la decisión del gobierno húngaro, encabezado por Viktor Orban, que promovió una normativa que prohíbe y criminaliza hablar de homosexualidad en edades escolares, tanto en espacios educativos como publicitarios. Finalmente, la UEFA rechazó el pedido por considerarse una organización política y religiosamente neutral.

Rápidamente, jugadores y aficionados se hicieron eco de la postura de la máxima entidad (ya que está apoyada por FIFA) y compartieron en sus redes imágenes del estadio con la bandera. Incluso muchos de los espectadores que participaron del partido se vistieron con los colores del orgullo, un activista ingresó al campo de juego durante el himno flameando la bandera y la federación alemana anunció su decisión de divulgar la bandera en sus estadios durante la Bundesliga también.

Es que en los tiempos que corren, en los que cada vez es más evidente que el fútbol y el deporte en general deben revisar sus prácticas que fomentan violencias, discriminaciones y exclusiones, es fundamental que las máximas autoridades tengan en claro de qué manera contribuir a eliminarlas o al menos no seguir fomentándolas poniendo en duda expresiones de apoyo. Quizás sea el momento de revisar los estatutos, dejar de poner el foco en las sanciones y sumarse de lleno para contribuir a fomentar un deporte más inclusivo y menos injusto.


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