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El artista vitiviníloca que llega a la mesa de los sanjuaninos


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El enólogo Manuel Ruiz nos cuenta cómo hace de su vino un estilo de vida y una verdadera obra de arte.


Manuel arranca la semana con muchas pilas. Un café con tostadas de pan casero de campo es el puntapié inicial de su día de trabajo. Su pasión es el vino, y no es casualidad que el perro de la finca se llame “Syrah”.  Un largo callejón de tierra nos dirige hacia la bodega. El camino se hace largo porque es imposible no detenerse a percibir los olores que nos regalan los viñedos del costado de la calle. De esos viñedos salen dos tipos de vino, uno económico en damajuana y uno nuevo de alta gama que hace poco lo comercializan. Malbéc de guarda, Ancellotta y Syrah joven, son los varietales que llegan todos los días al paladar de los sanjuaninos.

El caballito de batalla es el “Barbecho”. Un vino tinto en damajuana que se caracteriza por su excelente relación en precio y calidad. Actualmente la bodega fracciona 1.000 litros semanales, que se reparten en diferentes distribuidoras de la provincia de San Juan. “Nuestro objetivo es hacerle llegar al cliente un vino de calidad para el día a día”, cuenta el bodeguero que, a su vez, destaca como muy reconfortantes las gratas devoluciones que recibe de la gente.

“A mediados de abril terminamos la vendimia y nos enfocamos de lleno en un producto nuevo”,  nos cuenta, Manuel, mientras gira la copa para desprender los aromas. “Este es un vino de barrica y crianza en madera. Un laburo de meses en el que fuimos seleccionando pequeñas partidas de uvas del  valle de Pedernal y de Zonda”, aclara. Camina hacia un mueble antiguo que luce el salón central de la bodega y trae la etiqueta que dentro de poco va a lucir la botella. “La gráfica representa todo lo que vivimos día a día en el médano. Las montañas, las viñas y el aroma son parte de nuestra rutina y queríamos que estuviesen en este rectángulo de papel”, cuenta orgulloso el bodeguero.

Enzo Espejo es el encargado de la bodega. Es la hora del almuerzo pero pareciera que su día recién comienza. Se encarga de que todo esté siempre en óptimas condiciones de limpieza, y de guiar al personal de trabajo en las distintas tareas diarias. “Es muy lindo trabajar acá. A Manuel le gusta mucho trasmitir sus conocimientos y nos capacita constantemente”, destaca orgulloso mientras escurre sus manos en una prensa antigua de 90 años para extraer más líquido. Todo funciona a la perfección, cada integrante del equipo conoce muy bien lo que tiene que hacer para lograr un producto único.

EL almuerzo es sagrado en la bodega. Manuel siempre encuentra un momento para compartir con el personal y pasar un buen rato. Un rico olor a empanadas sale de un horno de barro. Rodolfo Ruiz, padre de Manuel, es el encargado de la comida. El “rata” como lo apodan en la bodega, dejó todo en manos de su hijo y se dedica a disfrutar de la finca. Está en todos los detalles y cada tanto se acerca a dar una mano en lo que haga falta. Los trabajadores lo respetan mucho y siempre se acercan en busca de un buen consejo.

Los meses de vendimia son los que más trabajo requieren. Por eso al finalizar la cosecha, la familia y el personal lo festejan como corresponde junto a familiares y amigos y comparten un lindo día de campo. Diferentes folcloristas animan la tarde mientras la gente disfruta de una charla o de una partida de truco. Nunca faltan las carnes a la llama, las comidas al disco, las empanadas, los pastelitos y mucho menos, el buen vino.


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