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“EL CLUB SIEMPRE FUE UN HOGAR PARA MUCHOS CHICOS, EN VEZ DE ESTAR EN SITUACIÓN DE CALLE”

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Alvear es un reflejo de la vida de un club de barrio: con complicaciones para seguir mes a mes, y con las ganas de los socios de que la institución no cierre; el club de Parque Avellaneda busca ser una “segunda casa” para los jóvenes que deseen implementarse “en una competencia sana”.

Por Matías Cusach, Javier Creado, Melina Ortíz Erbes y Karim Chelbi

El club nacido en Parque Avellaneda tomó su nombre debido al distrito que se encuentra justo frente al mismo: el barrio Alvear. Fundado el 19 de agosto de 1935, la institución vivió siempre en pleno crecimiento, hasta llegar a este presente donde es uno de los pocos clubes de barrio que tiene algunas de sus actividades privatizadas.

A fines del año pasado, el club se sostenía con ingresos que provenían del gobierno y algunos subsidios. En una conversación con el pre-tesorero del club, Lisandro Oliveli, ex jugador de la institución, comentó que Alvear tuvo que ingeniárselas para sobrevivir al tarifazo impuesto por el nuevo gobierno que había llevado a pagar boletas de luz que antes eran de $4.000 a $12.000. Para sobrevivir a semejante aumento, Oliveli contó que “el club tuvo que empezar a moverse más para conseguir socios y ver cómo podía recaudar plata sin aumentar la cuota de socio”. Luego, explicó: “Porque al fin y al cabo nosotros aumentamos la cuota ¿Y a ellos que le damos a cambio?”. El integrante de la Comisión Directiva continuó afirmando que“Gracias a dios, tenemos un club grande donde tenés recursos para rebuscarla: el salón de fiestas es un ingreso, las parrillas que se alquilan muchísimo los fines de semana, el quincho y después tenemos convenio con el buffet que también nos genera un ingreso”.

Con las cuentas un poco más derechas, y los números acomodados, el club pudo salir adelante. Durante la charla donde también se acercó Raúl Seguí, presidente de Alvear, quien contó sobre la privatización de algunos deportes en el club, en especial la práctica de fútbol en cancha de once, donde se resalta el mayor desarrollo del club. El presidente, que también forma parte de la Comisión del Club Ferro, aportó a la charla asegurando: “El club necesitaba un nuevo cambio, algo que lo distinga un poco más del resto, que ya, por ser enorme en estructura y cantidad de disciplinas que tiene, es. En diciembre del año pasado, nos llegó una oferta de una empresa que estaba interesada en el fútbol once del club. Se acercaron ofreciéndonos que por diez años ellos se ocupan del estado de la cancha y alrededores”.

Respecto a las decisiones que se toman entre los directivos, un club de barrio no es lo mismo que un club grande, según afirmó Seguí: “El voto mío vale como el de Lisandro, el de Guillermo Corvatta (Vicepresidente), Claudio Roig (tesorero) o cualquiera”. El mandatario, continuó la temática: “Esto no es un club como River, Boca o cualquiera reconocido. Nosotros nos sentamos y cada opinión vale. A veces invitamos a los socios a las reuniones de Comisión Directiva para que participen y nos cuenten qué ven ellos para ayudar al club. Con el tema de la privatización de la actividad tuvimos dos, tres semanas hablándolo y decidimos aceptarlo, pero bajo condiciones. El club tenía que seguir jugando bajo el mismo nombre de siempre, Alvear Club, la camiseta debía ser igual que siempre y se debía competir en las mismas ligas que se jugaron desde el comienzo. Aceptaron eso, y lo único que cambia ahora es que el socio que quiera jugar en esa disciplina tiene que abonar por mes $300 más a la cuota que son $100”.

No sólo la cancha de césped sintético para once jugadores está privatizada. Alvear también cuenta con el ingreso de tenis, el cual proporciona al club un plus por las tres canchas, y donde no hace falta ser socio para alquilar. Además del tenis, la institución cuenta con cochera propia que también genera un ingreso muy importante. Como contaba anteriormente Oliveli, el buffet también es un ingreso, ya que al club le entra dinero por ese alquiler.

“Hoy en día somos conscientes que la situación del país no es fácil, pero tratamos de hacer todo más accesible. Si bien, sacando lo de cancha de once que hay que pagar un plus, se decidió que para las demás disciplinas también se abone un pequeño extra de 400 pesos cada seis meses para poder ayudar a mejorar las instalaciones”, se sinceró Seguí; quien volvió al club tras comandar en el 2002, después de la crisis nacional en el año previo, y tiene experiencia en cómo tratar situaciones adversas financieras. El pago de la cuota no es algo menor, y el club está empezando a implementar el débito automático. “De 800 socios solo 65 lo pagan con ese medio, pero esta semana empezamos a tratar de comunicarlo poniendo carteles, mostrando una promoción de pago con ese medio se les hace un 10% de descuento”. Siguiendo con el tema, el pre-tesorero de Alvear continuó: “Esto es todo a pulmón, para conseguir los carteles del débito automático tuve que pedirle a un compañero en el banco donde yo trabajo, que es diseñador, que me den una mano, que era para el club y pude conseguir la ayuda necesaria, si no era una hoja blanca escrita con lapicera y así por lo menos es más visible. Pero así como me ayudaron con esto un montón de gente consigue ayuda para el club. Las paredes que están pintadas en la entrada las consiguió un padre de uno de los chicos que trabaja en una pinturería y hablando obtuvo que nos donen 20 litros de pintura. La protección en las paredes y los bancos de la cancha de babi fútbol, aunque no sean de lo mejor, las compraron los padres, pusieron plata de su bolsillo. Y así se va formando todo, pero lo del débito es algo que se pensó mucho y se tardó en implementar hasta que se dio, fue algo para tratar de ayudar un poco al socio”.

Además, Alvear tienen pensado un pequeño proyecto: intentará, para el día del niño, organizar una pequeña tarde de juegos interactivos para los chicos y algunos invitados. Aunque la idea todavía no es concreta ya que hay que ultimar detalles y conseguir gente que quiera cooperar, los fondos recaudados de las entradas serían destinados a pintar la cancha techada de babi y ponerle el nombre de José Francese, quien fue un técnico muy querido en el club, y que desgraciadamente falleció en noviembre del año pasado.

Hoy en día, tanto un exjugador del club como padres de chicos que van a Alvear a hacer actividades, son parte de la Comisión Directiva. Y eso está perfectamente abalado. El club cuenta con un estatuto que pone algunas condiciones y características para ser parte de la misma: tener cinco años de antigüedad como socio y diez para ser presidente (y, claramente, ser mayor de edad). Además, el estatuto exige que cada tres años se llame a elecciones, aunque hace mucho tiempo que la institución no tiene una lista que se oponga. Ante la formación de una nueva lista, los integrantes tienen la obligación de avisar mediante carta y dar a conocer sus nombres y proyectos. Antiguamente, el estatuto establecía que para ser parte de la Comisión había que vivir en un radio de dos cuadras del club, de no ser así no podía ser aceptado. Hace ya diez años que eso cambió, y ahora no hace falta vivir en las inmediaciones para formar parte de la dirigencia.

Una cuestión que se intenta que no pase desapercibida es que los socios vitalicios tengan un reconocimiento cada fin de año, donde se organiza una fiesta de entrega de trofeos. A ellos se les da una placa como una forma de demostrar que siempre están presentes para el club, también cuentan con un pequeño salón donde suelen juntarse muchos a jugar a las cartas o a los dados y se les da un pequeño beneficio de descuento en el buffet por si quieren consumir algo.

Desde sus comienzos, el club cuenta con la disciplina que, hasta el día de hoy, es la más redituable para el club: el fútsal. Con una cancha que fue techada con tinglado después de que una fuerte tormenta se llevó el techo inicial y de muy bajo presupuesto, Alvear fue desarrollando el deporte con el fin social de incluir a chicos de la calle, y llevarlos a practicar una actividad.

En la actualidad, bajo la dirigencia de Seguí, se dan muchas variedad en actividades para jóvenes, aparte del fútbol donde se encuentran en la ligas de Federación Amistad de Fútbol Infantil (F.A.F.I) , Cancha de once en una Liga paralela de AFA y el fuerte del club que es el Futsal. También se puede practicar deportes como: Ping-Pong, Patín Artístico, Tenis y tiene la nueva implementación de Zumba y Danza para atraer al público femenino.

Siguiendo en la sintonía de las nuevas actividades a la cual Alvear quiere apuntar, Guillermo Corvatta, vicepresidente, cuentó que quieren “apuntar más a lo social y ganar de nuevo lo que el club siempre tuvo, que fue el clima familiar, que no sea solo que los padres llegan dejan al hijo o a la hija y después los vienen a buscar”.Corvatta continuó: “El club siempre fue de los socios, pero se perdió lo que alguna vez tuvo, ese clima de segundo hogar para muchos. Anteriormente, hace bastantes años, se juntaban las familias a comer asado, o los días de la semana veías más gente sentada en el buffet tomándose un café, compartiendo momentos. Hoy, por ahí, como la mujer está a la altura del hombre, trabaja mucho más. Se entiende que son tiempos distintos, por eso queremos que la gente se quede en el club y el tema de la Danza y Zumba nos pareció una forma de empezar a acercarnos”.

La institución cuenta en una de sus entradas con un espacio para que alumnos que adeuden materias o tengan problemas con las mismas puedan asistir a clases particulares. Si bien éste pertenece al gobierno, el club prestó sus instalaciones para que se puedan dictar las clases, mostrando así, su compromiso social.

“El club siempre fue un hogar para muchos chicos, en vez de estar en la calle en cualquiera. Hoy ya hasta un pibe de 10 años está en una esquina drogándose o tomando alcohol. Yo, que pase toda mi vida acá adentro, soy un agradecido al club por haberme sacado de esa situación. Así como yo, hay muchísimos pibes que hoy vienen para distraerse, disfrutar y sin darse cuenta, implementarse en una competencia sana”, cerró Lisandro Oliveli, quien desde los siete años asiste siempre al club, en aquella época como jugador, hoy para alentar a su hermano que juega en la primera división de futsal y también como parte de la Comisión Directiva.

El futsal quiere recuperar la localía

El sueño del microestadio

El Club tiene un gran desafío para este año: terminar el microestadio para el Futsal. Ya como se había mencionado últimamente, este deporte es el fuerte de Alvear y el que más personas atrae a la institución. Con la disciplina creciendo día a día, el club apostó fuerte hace ya más de nueve años cuando comenzó a disputar el ascenso en sus primeros años de vida. Hace cinco años que inició el emprendimiento de tener su propio hogar ya que, por un tema de medidas de cancha, deben hacer de local en otros estadios. 

En el 2012 con algunas colaboraciones, donaciones y un poco con la ayuda que le da el gobierno mes a mes a los clubes de barrio, sobre la salida que da a la Av. Directorio, el club comenzó con una obra gigante y monstruosa para ser una institución barrial. El Microestadio, hoy en día, solo le falta lo fundamental: el piso. “Se está haciendo muy de apoco y la obra no avanza como nos gustaría, pero es algo que se tiene que hacer con tiempo, está bien que ya van cinco años, pero cada vez falta menos”, argumentó Claudio Roig, el tesorero del club.

Aunque para terminar la obra solo falte el lugar donde rueda la pelota y parte de la iluminación, no es algo tan sencillo. El costo de todo eso es de un millón de pesos, cifra que para un club de barrio es sumamente imposible de conseguir de un día para el otro.

A modo de contexto, parte de la Comisión Directiva contó cómo fue avanzando el proyecto. Desde el 2012 hasta el 2015 se logró levantar el techo, lo cual fue prioridad y además un alivio ya que fue donado. También se armó la estructura de las tribunas, que están preparadas para 8 mil personas sentadas. Desde ese año en adelante, el proyecto fue tomando forma sumando cinco vestuarios, un buffet y una sala de prensa. A fines del 2016 se comenzó con la tarea luminaria de la cancha.

Al proyecto le falta poco y mucho a la vez. La plata siempre es un obstáculo que a los clubes chicos les toca. Pero aún así, el proyecto sigue vigente y cada vez falta menos para finalizarlo. Para cuando llegue ese momento, los dirigentes tienen pensado algo más que el fútbol y es aprovechar el gimnasio para sumar algunas actividades. Seguí hizo referencia al tema: “El club ya cuenta con una buena cantidad de actividades, pero no queremos detenernos ahí, la idea siempre es seguir creciendo y conocer más gente. Hoy tenemos pensado sumar Vóley y Handball, si bien son deportes que fueron creciendo en importancia en los últimos años queremos aprovechar ese despegue y atraer más chicos para crecer en sociedad”.

Raúl Seguí siente que a veces “uno tiene que tomar riesgos para crecer” y por eso elige jugarse con el microestadio y con la inclusión de nuevos  deportes. “El saber que empezamos jugando en el ascenso de AFA te da una iniciativa de que el deporte puede crecer, ya pasó en clubes grandes como River, Boca, San Lorenzo, ¿Por qué no apostar, no?  Además, el club creció: se ascendió a la A, tuvimos el privilegio de tener técnicos de trayectoria en el deporte como Guillermo Campos y jugadores de Selección como Mauro Taffarel, Diego Di Maio quien tuvo una carrera extensa en Italia. A nosotros nos ilusiona, nos emociona ver a la gente como sigue al plantel a todos lados cada fin de semana y creemos que el microestadio es un mimo para todos y un salto enorme de la calidad para el club, de  eso que no haya ninguna duda”, cerró de manera contundentemente.

  Más allá de las intenciones de crecimiento, no quieren sacar nunca la vista de lo social. Aunque saben que esto le da un toque profesional al club, la parte humana de los chicos, padres y socios es lo que más le importa a la institución.  La Comisión Directiva tiene presente que sumar deportes es algo positivo y puede seguir atrayendo a los chicos, tanto de Parque Avellaneda como de otros barrios. “Acá hay chicos de Lugano, Flores y Floresta que se fueron acercando durante el último tiempo, por lo general son amigos de amigos de chicos que ya juegan acá y se fueron enterando. Es un boca a boca, vienen a ver y si les gustó el club, se van sumando. Es una cadena y a nosotros nos pone muy felices que nos elijan como una opción para distraerse”, contó Oliveli en coincidencia con lo que había comentado el Presidente del club. Todos buscan dar el mismo mensaje.

El club de Parque Avellaneda crece día a día. Y aunque haya veces que surgen palos en la rueda o el dinero no alcanza, el grupo humano que lo lleva adelante tiene la prioridad de apoyar al socio y mantener la institución. Hoy, con mucho esfuerzo, pueden llevar adelante uno de sus sueños: el microestadio. Hace varios años, Alvear jugaba de local en su cancha y dentro de poco, eso se podrá  recuperar. Con la instalación terminada, el hincha podrá seguir a su equipo sin necesidad de moverse y el jugador volverá a sentirse en casa.

Experiencia rosarina

Tras la consagración en 2014 en  la Copa Argentina, Alvear fue invitado a jugar el Torneo Nacional de Clubes 2015 que se disputó en Rosario y cuya sede fue el Estadio Marcelo Bielsa, de Newell´s Old Boys. Para ese entonces, el club contó con varios matices: un plantel prácticamente nuevo por la incorporación de jugadores y más gastos que solventar. La Asociación de Fútbol Argentino (AFA) se hizo cargo de la estadía y la alimentación, pero no del viático ni de la indumentaria. “Armé un Excel con el nombre de los chicos, la ropa de invierno y los talles que necesitaba cada uno para ver cómo podíamos conseguirlo. Les pedimos prestado a chicos de la tercera, a los de la Liga de Flores y hasta algunos padres que tenían de años anteriores. Queríamos que todo el plantel tenga algo del club aunque cuando volvimos tuvieron que devolverla”, contó Lisandro Oliveli.

Pese al detalle de la ropa, los integrantes de la Comisión Directiva dieron más detalles de lo que para ellos significó un viaje soñado: “La experiencia de llegar, que te reciban en el hotel, ver a los chicos levantarse e irse a dormir temprano, tenían comida especial y que cumplir horarios. Esas cosas los hizo sentir muy profesional. La gente del club se portó de diez con nosotros, fueron súper atentos. No quedó nada para reprochar”.

“Pero no todo es lindo.  Nos tocó jugar la semifinal ante Newell´s. Cuando llegamos a la cancha y entramos al vestuario había 200 personas silbándonos a modo folclórico. Salimos al campo y ya había cinco mil  y además estaba la barrabrava. El partido se jugó lo más bien, perdimos y listo. Pero cuando salimos nos estaban esperando un par de monos gigantes afuera, nos pidieron ropa y que si no les dábamos algo no salía ninguno. Saqué rápido las llaves de la camioneta y le dije a uno de mis hijos que se llevara a todas las mujeres ahí dentro. Le pedí a alguien que me dé un par de las camisetas de entrenamiento para zafar la situación. Les di eso y salimos corriendo sin mirar atrás. Creo que entendieron que éramos un club chico de barrio. Esa noche terminamos comiendo en un restaurant cualquiera porque esos pibes paraban en el mismo hotel que nosotros”, reveló Raúl Seguí.

Parte de la ropa que tanto les costó conseguir la perdieron en pocos segundos culpa de lo que, lamentablemente, también forma parte del fútbol.

El club de barrio que jugó en la Primera C, ganó una Copa Argentina y hasta recibió “un apriete” continúa sumando experiencias y se siente cada vez más profesional.

 

 

La copa se lleva en la piel

 

La Copa Argentina de Futsal comenzó en 2014 y este año pondrá en juego su tercera edición. Las llaves son de eliminación directa a único partido en cancha neutral. Participan 64 equipos y el primero en coronarse campeón fue sorpresivamente el Club Alvear.

La consagración marcó la historia del Club y la de sus jugadores. Tal es así que Adrián Mouras, el ala derecho del equipo, decidió que el recuerdo no solo quede en su mente, sino también en su piel. “Es algo que jamás me voy a olvidar, Alvear es mi casa, soy hincha y prometí que si ganábamos esa final, yo me tatuaba la copa, y así fue”, expresó.

Fue una guerra del profesionalismo ante el amateurismo. Hay clubes en los cuales los jugadores viven del deporte y otros que no, que somos los que laburamos de otra cosa a la mañana y venimos a matarnos sin que nos paguen un mango”, recordó Mouras, el “Chicho”, como lo llaman sus compañeros.

La final se jugó ante Boca en cancha de Racing. Alvear ganó 4 a 3 un encuentro que estuvo cargado de intensidad y de emociones. Arrancaron adelante los de la Rivera 2-0 hasta que los de Parque Avellaneda consiguen el empate. Los “Xeneises” volvieron a ponerse en ventaja y a falta de dos minutos el club que limita en el ascenso lo dio vuelta. “Lo vivimos como si fuera un cuento, donde el bueno le gana al mal. Todo nos costó el triple, pero gracias a Dios se nos dio”, aportó el capitán.

Así fue como Alvear se consagró campeón y como Adrián Mouras tuvo que cumplir la promesa que le hizo a su hermana cuando equipo avanzó a cuartos de final y teñir sobre su piel la Copa. “No lo dudé cuando me lo propuso, pero me costó tener tanta fe, ella fue más positiva que yo, sinceramente no pensé que íbamos a llegar tan lejos, je”, se chicaneó. Es que ese año el club venía de atravesar golpes duros, tras descender dos veces de manera consecutiva y pasar de la Primera a la Primera C.

“Habíamos tocado fondo y sabíamos que si no nos poníamos fuertes mentalmente no íbamos a salir a flote. Nos juntamos todos, “Chicho” como capitán tomo el timón y nos dio una charla. Entendimos que más debajo de donde estábamos no íbamos a estar y que había que tomar impulso. Lo entendió todo el equipo y se dieron las cosas”, confesó  Mauro Dubini, compañero de Mouras. La charla en el vestuario había sido clave.

Adrián Mouras pudo, junto al resto del equipo, volver a darle vida a Alvear, desde el amateurismo vencer al profesionalismo en una final memorable y dar la vuelta con la camiseta de sus amores. Todo quedará guardado en la historia del club, en su corazón y en su piel.

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Mauricio Romero: “Siempre me comprometí al máximo con los clubes, mis compañeros y en cada entrenamiento”

Mano a mano con el pampeano que se convirtió en referente del fútbol mexicano por vestir las camisetas de Puebla, Monarcas y Atlante. En la actualidad trabaja en un equipo de su ciudad natal en La Pampa. 

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Mano a mano con el pampeano que se convirtió en referente del fútbol mexicano por vestir las camisetas de Puebla, Monarcas y Atlante. En la actualidad trabaja en un equipo de su ciudad natal en La Pampa. 


Mauricio Romero es un ex futbolista argentino nacido en General Pico, La Pampa, el 13 de enero de 1983. Inició su camino en el fútbol en Pico Football, club de su ciudad natal, para luego irse a las inferiores de Lanús. Tras un largo camino en las divisiones formativas del club granate, logró debutar en primera división y empezar a escribir su historia en el fútbol. 

Después tuvo un paso por el fútbol mexicano, donde se convirtió en referente del Club Morelia. Luego de retirarse se puso el buzo de ayudante de campo para dirigir a Ferro de General Pico en el Federal A.

–¿Fue difícil la decisión de dejar el fútbol?

–No fue difícil. Era algo que lo venía pensando desde hace algunos meses porque tenía algunas molestias en la pierna, producto de una lesión que sufrí en Morelia y empecé a tener osteocondritis. 

Estuve jugando algunos años con muchas infiltraciones de ácido hialurónico; hasta me he tomado queterol, que se utiliza para el dolor de muelas. Esta situación no me gustaba porque cada vez entrenaba con menos frecuencia y ya no aguantaba la carga física de las pretemporadas, entonces tomé la decisión de dejar el fútbol.

–Una vez retirado te uniste al cuerpo técnico de Mauricio Giganti, ¿esto fue planeado?

–La verdad que no. Un día me reúno con Mauricio con el motivo de tomar un café y hablar de fútbol. Yo creí que se trataba solamente de eso, pero me di cuenta que él me estaba analizando y después de la conversación me comentó que estaba buscando un ayudante de campo. Obviamente me tomé algunos días para pensarlo porque era para dirigir el Federal A. La tercera categoría del fútbol argentino no es cualquier cosa.

–Llega un momento en el que Giganti deja y tomás las riendas de Ferro de Pico, ¿qué experiencia te queda cómo técnico en el Federal A?

–Yo quedé como interino para que el club tenga más tiempo de entrevistar a otros entrenadores y para mí fue una experiencia única y con mucha más responsabilidad que cuando era ayudante de campo.

–En medio de este interinato ocurre la terrible situación vivida en Mendoza con los disparos, ¿cómo fueron los momentos previos? 

–La verdad fue muy desagradable, porque nadie se espera ir a un estadio de fútbol y que haya una disputa entre hinchadas que termina en disparos. Fue un momento terrible porque previo a que me golpeara el proyectil ya habían pasado dos o tres balas. Escuchaba el silbido. Pero, más allá de eso, me indigna lo que sucedió después: la policía haciendo un informe lamentable. Lo mismo la terna arbitral, todos cubrían a los violentos.

–¿Cómo fue tu proceso para llegar a las inferiores de Lanús?

–Vinieron dos captadores de Lanús a la cancha de Pico Football para hacer una prueba de fútbol y nos hicieron jugar dos partidos entre todos los chicos que se habían presentado. En el primer partido jugué de mediocampista, mi posición habitual. Pero, en el segundo juego me pusieron de marcador central y jugué mejor que en el primero. 

Cuando terminó la prueba, me llamaron y me dijeron que había quedado seleccionado para ir a conocer las instalaciones del club y realizar un encuentro con los jugadores y ahí ver si me fichaban o no.

–¿Recordás el primer llamado a primera división?

–En el 2007 me llama Héctor “Bambino” Beira, quien era el entrenador del momento, para hacer algunos entrenamientos como sparring. El primer día me retó tres veces porque tenía una manera brusca de ir a marcar, es que para mí ese entrenamiento era una oportunidad de oro. 

Al final de la práctica pensé que me iba a llamar la atención otra vez, pero se acercó y me dijo que a partir de ese día comenzaba a entrenar con el plantel de primera.

–¿Cómo fue el día de tu debut?

Fue un día tranquilo, me tocó debutar frente a Argentinos Juniors en un partido que había sido postergado. Fue el debut soñado, en ese partido marqué mi primer gol y ganamos uno a cero, la verdad que fue uno de los días más recordados de mi carrera.

–¿Fue difícil tomar la decisión de dejar Lanús para jugar en Morelia de México?

La verdad es que con Lanús hemos tenido alguna disputa porque había tenido algunas posibilidades de salir antes, pero la última palabra siempre la tiene el club. Yo tenía 24 años y ya quería cumplir el sueño de jugar en el exterior, en ese entonces el fútbol mexicano estaba bien visto porque jugaban la Copa Libertadores. Llegué al Morelia en una situación no muy agradable para el club, estaba peleando el descenso, pero a partir de ahí empezaron a mejorar las cosas y logramos clasificar a play-offs.

–¿Qué creés que te llevó a convertirte en capitán y referente de Morelia?

Yo creo que el tiempo. Tomás Boy, el entrenador de ese momento, decide darme la cinta de capitán después de un año en el club. Creo que él vio mi forma de ser en el club, siempre me comprometía al máximo en todo sentido, las ganas de querer estar, de ayudar a mis compañeros y el compromiso con cada entrenamiento. Yo lo tomé con mucha responsabilidad, para nada sentí una presión por tener la cinta.

–¿Cómo calificarías tu paso por el fútbol mexicano?

Lo calificaría como positivo, simplemente eso, no quiero darle un calificativo más alto. Fue positivo principalmente en Morelia, porque estuve casi seis años en el club y en lo deportivo estuvimos siempre en lo más alto peleando por conseguir algún título. 

Luego tuve un paso por otras instituciones como Puebla, Atlante y Dorados de Culiacán, donde también se hizo un gran trabajo pero no se dieron los resultados.

–En 2016 volvés al fútbol argentino, ¿qué te llevó a tomar la decisión de jugar en Gimnasia?

–Gimnasia fue una experiencia muy linda donde creo que hice un trabajo aceptable y terminé bien la adaptación al fútbol argentino, porque cuando venís de otro país después de tanto tiempo no es fácil. A mi me llamó Pedro Troglio, quien dirigía en ese momento, y desde el primer día pude adaptarme rápidamente a la velocidad y la fricción de nuestro fútbol. 

La verdad que disfruté mucho en el club, sobre todo por el cariño de la gente. Gimnasia es una institución muy pasional y me sorprendió que no tuvieran títulos.

–También tuviste un paso por el Nacional B, ¿qué diferencia notás entre la primera y la segunda división?

–El Nacional también fue una experiencia muy linda, es una categoría muy competitiva. La mayor diferencia que noté fue la velocidad en la toma de decisiones, quizás la inteligencia del jugador de primera división es superior en ese sentido. En cuanto a lo físico, en la segunda división hay mucha más fricción, es mucho más brusco. En aquel momento, al ser una categoría inferior eran mucho más permisivos los árbitros.

–Fuera del fútbol, ¿tenés algún hobby?

–En mis tiempos libres me gusta mucho convivir con mi familia, acompañar a mis hijos en sus actividades. Pero mi hobby principal es la pesca, cuando tengo la oportunidad voy a pescar con mis hijos o con mi hermano y mi papá, quién me transmitió la pasión.


*Estudiante de la carrera de Periodismo Deportivo a distancia.

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Javier Schaab: “Quiero llevar Punta Alta a lo más alto en el mundo del ciclismo”

A sus 45 años continúa representando a la Argentina en diferentes competencias como fue el Mundial de Ciclismo en Pista 2024 de los Juegos Olímpicos.

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A sus 45 años continúa representando a la Argentina en diferentes competencias como fue el Mundial de Ciclismo en Pista 2024 de los Juegos Olímpicos.


Con una trayectoria marcada por logros y desafíos, ha representado a la Argentina en diversas competiciones internacionales. En los Juegos Panamericanos, su desempeño ha sido excepcional: en 2016 en Guadalajara, México, ganó tres medallas de oro, tres de plata y una de bronce; en 2017 en San Juan, Argentina, conquistó tres oros y dos platas; y en 2018 en el Distrito Federal, México, logró nueve oros. 

Javier Schaab, nacido en 1979 en Punta Alta, es un destacado ciclista argentino y nos invita a conocer su experiencia en el deporte, su conexión emocional con su ciudad de origen y sus ambiciones. 

-¿Qué esperabas para el Mundial de Pista en Francia 2024?  

-Yo soñaba con volver a representar a mi país, poder llevar a Punta Alta a lo más alto.

-¿Cuál fue tu enfoque actual en el entrenamiento?

-Fui elevando las exigencias. También hicimos gimnasio junto a mi profesor, Gabriel García. La preparación es clave para alcanzar mis metas.

-¿Cómo has manejado la pandemia y su impacto en tu preparación? 

-En la pandemia no hubo competencias, así que estuvimos haciendo trabajos en casa. Esto trajo muchas complicaciones, pero supimos estar tranquilos sabiendo que los objetivos grandes estaban parados. Aproveché para hacer una pretemporada y recuperar algunas lesiones que tenía en aquel entonces. Además, pude pasar más tiempo con la familia. 

-¿Fue diferente a cómo te preparaste en Estados Unidos en 2017 antes de las competencias? 

-En Estados Unidos me cambiaba y me iba en bicicleta desde el hotel, tenía que llegar temprano a la pista. El taxi era caro. Tenía un rodillo en el hotel y otro en la pista para entrar en calor. Con una bici de pista andaba por las autopistas, no me quedaba otra.

-¿Cómo viviste esa experiencia en la que lograste la Medalla de Plata?

-No me doy cuenta en el momento de lo que he logrado. En la competencia venía tercero y, al final, luché codo a codo con otros competidores. Cuando cruzamos la línea, fue un momento de bronca y alegría. Cuando levanté la vista, vi a la Selección y a mi familia gritando. Esa medalla fue muy significativa. Fue la única medalla de la Selección.

-¿Qué significa para ti la camiseta de la Selección Argentina?

-Cuando te ponés la celeste y blanca es algo muy fuerte, por todo lo que te ayuda la gente y sobre todo la familia. Nadie llega solo. 

-¿Cómo comenzaste en el ciclismo? ¿Qué recuerdas de tu primera carrera?

-Arranqué a los 7 años. Para una fiesta me regalaron una bicicleta de carrera chiquita y el que me embaló fue mi tío Roberto. Mi primera carrera fue en el Albatros XX. Me largué con un pantalón de pijama, una remera y me pusieron un casco.

-¿Cómo te sentiste en tu primera competencia nacional?

-Me sentí increíblemente emocionado. Fue en Jáuregui, un recuerdo imborrable para mí. Era solo un chico, y a pesar de los nervios, todo salió bien. Recuerdo la adrenalina antes de la carrera, el ambiente lleno de energía y la alegría de cruzar la meta. Esa experiencia me motivó a seguir compitiendo y me dejó una lección importante sobre la perseverancia y el trabajo duro. ¡Fue un momento que jamás olvidaré! 

-¿Qué significa para ti representar a Punta Alta? ¿Cómo ha sido tu relación con los torneos de Bahía Blanca?

-Para mí representar a Punta Alta es lo más lindo. Para mí es todo, porque es la gente que siempre me apoyó y me bancó en todas. No me pondría una camiseta que diga Bahía Blanca jamás. Siempre me hicieron la contra por pelear y ganarles los torneos a ellos.

-¿Qué sacrificio has hecho por tu carrera?

-Para ir a México en 2018 vendí el auto, ¡una locura!

Javier Schaab compitiendo en el Campeonato Panamericano Master de Pista y Ruta, celebrado en la Ciudad de México en 2018. 

-A tus 45 años, ¿cómo te sientes respecto a las posibilidades de seguir compitiendo? ¿Cómo manejas la presión y las expectativas de volver a la competencia internacional?

-Soy consciente de mi edad y mis posibilidades, pero la ilusión de seguir compitiendo nunca se pierde. Creo en mis condiciones, me conozco arriba de la bicicleta y estoy dispuesto a dar el máximo para volver a lograr un podio.

-¿Cuál es tu gran objetivo en el ciclismo?

-Busco ser campeón del mundo. Me preparo para eso.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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La Rodríguez olímpica

El #6 de La Rodríguez es un compilado de las mejores notas que las y los estudiantes produjeron durante este 2024 sobre los Juegos Olímpicos de París: análisis de diferentes disciplinas deportivas, historias rescatadas del olvido, debates y opiniones, informes especiales, perfiles de los protagonistas y entrevistas exclusivas.
Agradecemos profundamente a nuestras/os estudiantes y a sus docentes. Por su compromiso y por la responsabilidad histórica que el oficio les demanda. El mismo periodismo que por tantos años nos enseñaron Marcelo y Ernesto.

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Hacé clic en la imagen para leer la sexta edición de «La Rodríguez»

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