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El costo de mirar para otro lado


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¿Cuál es el precio de la moral? ¿Cuál es el precio de los derechos humanos? ¿Cuál es el precio de la sexualidad? Según el diario británico “The Times”, el número es 880 millones de dólares.


En 2019, The Times publicó una investigación en la que afirmaba que Qatar habría pagado U$S 880 millones a la FIFA para ser elegida como sede del Mundial 2022. Es sabido que muchos países de oriente tienen una cultura y visión cultural muy diferente a la del resto del mundo, sobre todo muy marcada respecto de la sexualidad, el matrimonio y los derechos de cualquier persona cuya orientación sexual o género no sea la de un hombre heterosexual.

El pasado 6 de junio, el comité organizador emitió un comunicado oficial en el que afirma que habrá duras condenas para aquellos que tengan sexo extramatrimonial, anuncio que se suma a los emitidos en diciembre 2021 oponiéndose a las manifestaciones homosexuales y a la ingesta de alcohol y drogas. “Qatar es un país conservador y las muestras públicas de afecto están mal vistas independientemente de la orientación sexual”, declaró el director del comité, Nasser Al-Khater, en el medio Daily Star. Incluso estando a menos de un mes para el inicio del evento, la organización Human Rights Watch ha denunciado numerosas detenciones arbitrarias y abusos policiales contra la comunidad LGBTIQ+ en Qatar.

Pese a esto, una vez más, la FIFA que hace unos meses publicó en su sitio oficial una nota celebrando el mes del orgullo, que en su página web hace referencia explícita a los derechos humanos, la igualdad de género, la libertad de cualquier credo y elección sexual, decide hacer oídos sordos a las críticas y apela una vez más, como sucedió en 1978 con la dictadura militar Argentina o 1934 con la Italia Fascista de Mussolini, a la “neutralidad” y tirar por la borda una de las oportunidades más importantes que presenta hoy en día la globalización para enviar un mensaje de paz, inclusión, tolerancia y respeto por el otrx.

Pero, ¿es solo la FIFA responsable de esto? Sería muy fácil simplemente decir que el ente que rige el deporte es el único culpable de esta situación: está claro que es quien impone las reglas y reparte los beneficios, pero qué responsabilidad le cabe al resto de los participantes del negocio, directa o indirectamente. ¿No es de alguna manera cómplice de esta situación cada integrante de una selección que se presta a participar? ¿Alcanza con el pinkwashing (táctica de ventas que no solo les permite a las empresas aumentar ganancias sino también lavarse la cara con la lucha de mujeres y LGBTIQ+) de lanzar una camiseta violeta? ¿No son cómplices los medios audiovisuales que llenan páginas y minutos de aire con información del Mundial? ¿No son partícipes necesarios aquellos hinchas que gastarán miles de dólares en Qatar y se adecuarán a las reglas impuestas pese a no estar de acuerdo y sin prestar atención a aquellos que las sufren día a día?

María Victoria Gómez Hernández es licenciada en Ciencias Políticas con orientación en Administración y Planificación Pública, y especializada en temas relacionados a los estudios urbanos desde una perspectiva de género e interseccional con interés específico en temas de cuidados en sectores populares, organización territorial, políticas sociales y gestión feminista del hábitat. Además, es militante feminista y activista gráfica. En referencia a la responsabilidad del público mundialista, señala: “No puedo culpar al que le gusta el fútbol o va al Mundial porque sería injusto, no es el centro del problema. Sí creo que algunas instituciones y medios de comunicación deberían ser más responsables a la hora de comunicar y construir los relatos de los eventos que promueve”. Al hacer un análisis más profundo sobre la nueva camiseta violeta de la Selección Argentina, afirma: “Lo de la camiseta violeta es una boludés, pero agarrémonos de eso y potenciémoslo. Debemos capturar esos discursos que se cuelan en las instituciones para poder transformar algo más. Hay cosas que pueden parecer hipócritas, pero yo las veo como pequeños triunfos. Seguramente dentro de esos lugares hay personas que están librando disputas para que eso mejore, pero hay intereses mercantiles muy fuertes que difícilmente pongan en jaque esto. Celebro que en esos lugares todavía haya gente intentando cambiar algo incluso con las contradicciones que esto genera”. Y agrega: “Las contradicciones son cotidianas, no hay que cerrar un estadio o clausurar una tribuna, hay que tratar de que la cancha sea un lugar menos homofóbico, menos machista, que esa persona pueda llevar a su hija sin que sea un lugar peligroso, es allí donde hay q poner la energía, la cancelación solo genera odio.”

Sobre la FIFA y su postura, Gómez Hernández mencionó: “Pensar que la FIFA debería ser nuestro aliado en esta lucha es una utopía. Claro que es una oportunidad enorme para contagiar otros relatos y generar otros sentidos. Estamos más cerca de hacer pequeños cambios desde abajo para que en un proceso más lejano se llegue a algo así. Primero cambia la sociedad y luego el mercado se apropia de eso para hacer dinero. La FIFA va a cambiar cuando pueda hacer dinero con las mujeres jugando al fútbol y los gays en la cancha. El objetivo de la FIFA no es hacer una sociedad más justa”.

La militante manifestó su preocupación respecto de la idea de que el machismo se concentra en los países de oriente y el riesgo que esto implica a la hora de alimentar discursos racistas: “Es como decir ‘occidente es lo bueno y oriente lo malo’. Hay que tener cuidado con esa polarización. El cambio es por otro lado, no por la sede. Tienen que cambiar cosas mucho más profundas en la FIFA que la territorialidad”. Haciendo un paralelismo con nuestro país, comentó: “Que vaya un homosexual a meterse en una tribuna. Acá las canciones son todas homofóbicas. Si uno hace una lectura del fútbol desde el potrero hasta la FIFA no me parece una locura, de hecho me parece hasta coherente que se elija un lugar como Qatar.”

En opinión de Gómez Hernández, que el evento se realice en ese país habla justamente de esa desigualdad, pero puede ser una oportunidad para mostrar un modelo de tutela masculina en un mundo que aún prohíbe la homosexualidad o mostrar el cuerpo a las mujeres. Pese a esto reafirma que ponernos como sociedad en ese lugar no puede ser cancelatorio y más indignante que las que se producen en nuestro país: “Si bien allá son más comunes, regularizadas y están atadas a prácticas religiosas, acá también suceden. Debemos verlo como posibilidades para visibilizar y hacernos preguntas”.

La licenciada manifiesta que es una cultura androcéntrica, centrada en el hombre y pensada en relación al hombre modelo, blanco, heterosexual, clase media, CIS y trabajador que ha moldeado el modelo en el cual vivimos y el fútbol es la práctica que concentra por demás esto: “El mundo del fútbol es machista y el hombre siempre fue el protagonista. Está pensado, definido y jugado por varones”.

“En el último tiempo las mujeres visibilizamos que hay algunas de nosotras que están dispuestas a disputar un lugar, con protagonismo, dando discusiones en lugares de poder. Hay una línea que va de abajo hacia arriba, creo que las transformaciones se dan así. La organización y la militancia es un gran motor para transformar estas cuestiones”, asegura Gómez Hernández.

En cuanto a la necesidad de los movimientos para que traccionen los cambios a nivel global, la especialista en estudios urbanos destacó la importancia del Estado y el objetivo común de las sociedades de incidir en políticas públicas: “Que la FIFA incluya en su discurso prácticas de buenas conductas o Derechos Humanos habla de que están mirando esto. Su objetivo mercantil no cambia, pero nos deja un buen sabor que absorban estos relatos que venimos gritando hace años”.

A los ojos del mundo occidental, pareciera que se está muy lejos de esas políticas y prácticas discriminatorias que se ven del otro lado del océano, hay regocijo y cierta tranquilidad porque lo malo está allá y acá no se está tan mal, ¿pero es realmente así?

Para Victoria es claro: en culturas más conservadoras los cambios llevan más tiempo y tiene que ver con un arraigo muy fuerte a la religión, en esos lugares es mucho más difícil cambiarlo porque se cae todo, se caen las creencias. Y va un poco más allá en cuánto a qué tan lejana es esa realidad a la occidental: “Nuestros castigos no son latigazos o tal vez no sabemos, en las cárceles hay latigazos, hay muertos que no vemos, viven entre cucarachas. ¿Entonces? No estamos muy distantes de los castigos de oriente, ellos lo tienen blanqueado y nosotros, tal vez, más oculto”.

Sobre si países como Qatar o Irán tomarán nota de estos temas, hay una visión optimista de Gómez Hernández: “Ojalá que suceda, la globalización ha hecho algunas transformaciones en esos lugares. Tal vez llegaremos de otras formas, otras formas de vestirse, de pensar el mundo, al estar legitimadas algunas prácticas represivas por parte de los hombres o el estado, eso infunde miedo y hace que los procesos sean más lentos”.

El próximo Mundial de fútbol será en Estados Unidos, Canadá y México, países occidentales, y más cercanos a la Argentina en distancia e ideología, pero ¿qué tan distintos son?

“Norteamérica puede ser más inteligente en su relato y nosotros sentirnos más familiarizados con esto porque saben cómo vendernos, cómo nos tienen que hablar y también saben cómo ocultar lo que pasa por atrás de lo que nos dicen. Es un relato blanco y tal vez nos sienta mejor. El sueño americano está super colado en nuestra cultura y es aspiracional. Pero son justamente estos los lugares que alimentan a instituciones como la FIFA”, remarcó en cuanto a la falsa seguridad que dan algunos países de occidente.

¿Entonces qué opciones tenemos? ¿Qué medidas se pueden tomar para cambiar esto? Según Gómez Hernández diseñar medidas difícilmente haga que esta realidad se modifique. “La historia de la humanidad es la historia del patriarcado. Desarmar toda una historia de androcentrismo lleva mucho tiempo, no es una cuestión solo de decisiones, normativas y reglas. Hay que cambiar la cultura, las normas, los lugares de poder y las prácticas cotidianas. Debe ser paulatino”.

El fútbol podrá ser una práctica hermosa, que nos conmueve, pero todo lo que está construido alrededor, todo lo que hicimos del fútbol cuando lo institucionalizamos es lo que está mal. ¿Qué debemos hacer? “El fútbol es una construcción social. No es solo el mercado, no es solo la plata. Son las prácticas machistas, el racismo, la interseccionalidad y la desigualdad económica lo que hace que esas cuestiones que podrían ser hermosas se hayan convertido en algo que podemos transformar. Que tenemos la responsabilidad de transformar. Es muy importante y necesario que las masculinidades se animen a hablar de estas cosas. Es una responsabilidad social de todes”, reflexionó Victoria.

Sin embargo y pese a todo, durante treinta días nada importará, del 20 de noviembre al 18 de diciembre de 2022 todos miraremos para otro lado, nos alejaremos lo más posible cultural e ideológicamente, diciendo que está mal lo que pasa en Qatar. Diremos que la FIFA es corrupta, olvidaremos cuál es nuestra responsabilidad en el juego y, como si nada hubiera pasado, nos llenaremos la garganta de gol cada vez que la pelota cruce la línea de cal que se encuentra bajo los tres palos.  Como dice Gómez Hernández, es importante, es imperioso y es necesario que las masculinidades nos involucremos; solo así, generando debates, interpelándonos y siendo por sobre todo empáticos con los demás, podremos generar un cambio.


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