Franz Beckenbauer fue campeón del mundo con Alemania como jugador en 1974 y en su rol de entrenador en Italia 1990. Señalado como el mejor defensor de la historia del fútbol, el Kaiser fue un futbolista de excepción, que no tuvo la repercusión merecida.
“Antes de su época, ya era el mejor. En su época, fue el mejor. Y después de él tampoco ha habido nadie mejor”, explicó Guenter Netzer, jugador histórico de la selección alemana para la revista Sportbuzzer.
Si se habla del mejor jugador de la historia de Alemania probablemente se piense en un delantero o un mediocampista ofensivo. Gerd Müller quizá, Miroslav Klose o incluso Lothar Matthäus. Sin embargo, nada está más lejos de la verdad. El dichoso se destacaba como líbero y es, seguramente, el defensor más grande de todos los tiempos.
Kaiser, del latín “Kaisar” (Caesar), significa emperador en alemán. Éste es el apodo por el cual se conoce a Franz Beckenbauer. Pero, ¿por qué “El Emperador”?
Si bien, en su primer club, Bayern de Múnich, logró convertirse en una leyenda, al hacerse de ocho títulos locales, conquistar tres Champions League seguidas y una Intercontinental, fue en su selección donde más impacto causó.
Para explicar la importancia del Kaiser es fundamental tener en cuenta varias cosas. Fue un fuera de serie. En él se observaba la frase “salir jugando” plasmada en su juego.
Sumamente inteligente y muy hábil, hacía funcionar al equipo en ataque, muchas veces incluso llegaba al área a definir, y neutralizaba al rival en defensa. Elegante como pocos, disponía de una pegada muy característica de él, raramente vista en aquel tiempo, de hecho, en su debut mundialista en 1966 anotó cinco goles en el certamen y se llevó el título de “Mejor jugador joven”.
“Creo que Beckenbauer estaba a la altura de Pelé, Maradona, Ronaldo y los jugadores top”, destacó Berti Vogts, quien fuera compañero del Kaiser, en el documental Becoming Champions.
Se podría analizar un doble mérito debido a que logró destacar y convertirse en uno de los mejores de la historia a la par de Pelé, Maradona y Messi, pero lo hizo desde una colocación sumamente menospreciada como es la del defensor, donde no se suele remarcar su gran tarea e importancia hacia el equipo, quizá por la falta de goles. Tal era su lucidez a la hora de jugar que se volvió el primer líbero en conquistar dos veces el Balón de Oro y volverse un exponente de la posición.
Su entendimiento del juego y liderazgo como jugador, capitán y como seleccionador lo ayudó a llevar a su país a lo más alto en dos ocasiones, al ganar la Copa del Mundo en Alemania 1974 dentro de la cancha y en Italia 1990 fuera de ella, convirtiéndose en el segundo en lograr esta hazaña, luego del brasileño Mario Zagallo y más tarde por el francés Didier Deschamps. “Incluso si hablamos de Cristiano Ronaldo, Messi, Maradona y Cruyff, creo que por personalidad, como embajadores, como líderes del juego y la influencia que tuvieron en él, Beckenbauer y Pelé comparten este lugar tan especial en nuestro mundo futbolístico” expresaba Jürgen Klinsmann para Goal.
El Kaiser campeón del mundo como director técnico de Alemania en 1990.
En un momento donde el país germano estaba atravesado por una cicatriz trazada por todo el territorio como lo fue el muro de Berlín, el Kaiser tallaba su nombre y filosofía con el paso del tiempo. Filosofía que se mantendría en el deporte alemán: “Lo importante no es el futbolista, sino el fútbol colectivo”. Como aclaraba Berti Vogts en Becoming Champios: “Los alemanes no queremos un jugador impresionante, queremos que el equipo funcione. ¿Qué lográs con solo uno o dos jugadores buenos?, ¿Qué logra el egoísmo?”
El Emperador fue el líder que necesitó Alemania, un país espiritualmente dañado, quien, con sus conquistas, puso en lo más alto tanto al fútbol local, de la mano del Bayern, como al internacional, con su país al dejarlo grabado como un gigante del deporte. Acompañó al pueblo alemán hasta sanar aquella cicatriz, cuando pasado un año de la caída del muro, finalmente el país entero y libre se unió al grito del campeón.
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