El mes pasado, el gobierno de la Ciudad presentó un nuevo menú escolar. Aseguran que mejorará la calidad alimentaria y la salud de los chicos. Pero docentes y padres denuncian que se trata de un ajuste encubierto: los alumnos ya no reciben pan para acompañar las comidas, las porciones son más chicas y los alimentos que iban a incorporarse nunca llegaron.
Por Jazmín Gallardo (@mjazmingallardo)
En base a la ley 3704 de la ciudad, el gobierno porteño presentó en abril, el nuevo plan alimentario escolar “Chau paneras” en el marco del programa Mi Escuela Saludable. Las principales medidas son quitar el pan blanco, los alfajores y las pastas, e incorporar nuevos cereales, verduras y frutas. La norma sancionada en 2010 pretende promocionar una alimentación saludable, variada y segura de los niños, niñas y adolescentes en edad escolar guiándose por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El gobierno se compromete a que las empresas tercerizadas que prestan el servicio se adapten a los nuevos requisitos.
En el presupuesto porteño se destinaron para este año $ 40 millones a la educación pública, de los cuales $ 2,6 millones fueron dirigidos al programa de “Asistencia Alimentaria y Acción Comunitaria”: 19,2% más que en 2017, cuando la inflación fue del 26,1%. Actualmente, en las escuelas públicas se brindan 200 mil desayunos diarios y 120 mil raciones de comida en el almuerzo. Pero para acceder a un plato en el comedor sin pagar $ 70 diarios, los padres deben pedir (desde el 2001, Ley Nº 547) una beca de carácter anual a la Comisión de Becas, mediante la página web del gobierno. Deberán presentar los recibos de sueldo de toda la familia y de esa forma se analizará “caso por caso”.
Docentes y padres presentaron denuncias en la Asesoría Tutelar del Poder Judicial de la ciudad y en la Legislatura asegurando que bajo el lema de “comida saludable” se oculta un recorte en los platos de los chicos. Maximiliano Grande es docente de la escuela N° 13 “Francisca Jacques”, en el Bajo Flores, en la cual el 90% de chicos que asisten viven en la villa 1-11-14. “La escuela es un reflejo de la casa de los pibes. Si un día hay asistencia perfecta no entran, están hacinados”, elige contar Grande, antes de explicar lo que implicó la llegada de esta nueva medida: “Se recortaron 30 kilos de pollo reemplazado supuestamente por verdura o fruta. La gente de la cocina tiene que estirar las raciones porque no alcanza”. Y eso significa “más confusión para los chicos porque en vez de risotto creen que están comiendo sopa de arroz, y los postrecitos de chocolate parecen agua porque no tienen la leche en polvo suficiente”.
El director general de servicios a escuelas, Gonzalo Lazzarín Lima, se encarga de implementar el Programa de Alimentación Escolar en las escuelas públicas, y asegura que ellos no recibieron ninguna denuncia de que los chicos se queden con hambre: “De hecho las cocineras manifiestan una mejoría porque los chicos ya no comen pan y se terminan el plato”. Además, considera que los reclamos realizados son porque los alumnos “están acostumbrados a comer hidratos de carbonos que no es lo recomendable” y en sus platos no hay variedad de verduras y frutas.
Parte de la comunidad educativa de la comuna 15 presentó el 24 de abril en la Asesoría Tutelar de Cámara N°1 de la ciudad, a cargo de Gustavo Daniel Moreno, una denuncia cuestionando los alimentos brindados a los establecimientos educativos respecto al nuevo plan. “´Chau paneras’ no tiene la información suficiente y es por eso que hicimos un pedido de información en un plazo de quince días. Creemos que debe haber una evaluación del programa anterior para justificar que haya uno nuevo y analizar si esto no tendrá impacto sobre la cultura alimentaria”, explica Moreno y enfatiza un punto de la denuncia, en la cual los chicos “evidentemente están comiendo menos”.
Otro reclamo que se presentó a raíz de este nuevo plan es un petitorio de la Comuna 5, en el cual le exigen a la ministra de educación porteña, María Soledad Acuña, los fundamentos que utilizó para prorrogar la adjudicación de la licitación pública de las empresas alimentarias hasta junio, que está vigente hace cinco años y venció en 2017. Además solicitan dos datos: identidad de las concesionarias, ya que muchas escuelas desconocen quién les otorga la comida a diario; y la lógica para elegir los gramajes (medida en gramos) en los ingredientes de los platos. Grande agrega a este reclamo: “No pueden dar la misma porción para chicos de primer grado que para los de séptimo, está mal calculado el gramaje. Los más grandes terminan el plato y siguen con hambre”.
“Nosotros publicamos todo en la página del gobierno de la ciudad. Lo que puede haber pasado es que ahora se bajó la licitación anterior y se está subiendo toda la nueva, que se realizó en marzo. Son muchos anexos y gran parte ya está cargado”, responde Lazzarín ante el petitorio de los padres sobre la información de las licitaciones. Sin embargo, en la página del gobierno no hay ningún dato de resoluciones o adjudicaciones. Con respecto al gramaje, argumenta que hay un grupo técnico de nutricionistas que están haciendo “controles periódicos en las escuelas para pesar los platos y controlar la calidad de los productos”.
Andrea Graciano, docente de la Licenciatura en nutrición de la Universidad de Buenos Aires, explica que una manera sencilla de comprender qué alimentos deberíamos consumir y cuáles no, es guiarse por el Sistema de Clasificación NOVA (recomendado por la OMS). Los alimentos se clasifican en cuatro grupos: naturales, procesados, ultraprocesados e ingredientes culinarios procesados. “Evitar los ultraprocesados, moderar los procesados y elegir los naturales”, aconseja Graciano. También sostiene que el nuevo menú escolar tiene cambios positivos y otros contradictorios: mantienen alimentos de la tercera categoría (ultraprocesados) como medallones de pescado y milanesas de carne con rebozado industrial, pero quitan el pan y las pastas que son procesados.
En la presentación del nuevo menú, la ministra de Educación porteña afirmó: “Cuatro de cada diez chicos son obesos. Tenemos que enseñarles a comer mejor y ayudar a las familias a incorporar otros alimentos en sus dietas habituales”. Angélica Gómez es parte de la Cooperadora de la escuela N°13, es cartonera y asegura que el único espacio donde su hija podía comer bien era en la escuela, porque para llevar la comida a la mesa, muchas veces tiene que pedir “fruta y verdura picada” y “garrones y carcazas” en los negocios del barrio: “Mi hija va ocho horas a la primaria, le bajaron las raciones de comida y ya no le dan más pan. Llega a casa y dice que tiene hambre”.
El diseño del plan, en base a la información oficial, estuvo a cargo de un equipo de nutricionistas, bromatólogas y un chef que diseñó y repensó cada uno de los platos. Además, durante el proceso se realizó una mesa de consulta con la presencia de nutricionistas del Ministerio de Salud, del Programa Nutricional y de Desarrollo Saludable. Las medidas acordadas fueron retirar los medallones de pollo, las salchichas y el pan en la mesa. Agregar verduras, frutas, y galletas de avena en reemplazo. “El nuevo menú desde el punto de vista nutricional es un avance pero no tendrá éxito en la medida en que no se involucre a la comunidad educativa, como viene sucediendo. ‘Chau Paneras’ se implementó sin previo aviso”, argumenta Graciano.
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