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EL PASADO OSCURO DE LA PERLA AFRICANA

DURBAN, SOUTH AFRICA - FEBRUARY 06: Victor Moses of Nigeria kicks the ball during the 2013 African Cup of Nations Semi-Final match between Mali and Nigeria at Moses Mahbida Stadium on February 06, 2013 in Durban, South Africa. (Photo by Steve Haag/Getty Images)

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Detrás de una gambeta indescifrable, Víctor Moses, figura del seleccionado nigeriano, esconde una historia cruenta que lo dejó huérfano a los once años. Se exilió, reinventó su vida y hoy es una de las figuras del Chelsea.

Por Federico Marín y Emiliano Viera

La pelota dejó de rodar en Kudana, Nigeria. Un disparo salió eyectado con tal potencia que ni tres arqueros podrían haberlo atajado. Descalzo, en un terreno que jamás vio crecer pasto, Víctor, de once años, jugaba al fútbol. Hasta que un factor desconocido para cualquier niño de su edad cambió su destino para siempre: la política. En 2002, con la aprobación del gobierno nigeriano, se sancionó la Ley Islámica. El país entró en un conflicto político-religioso y sus padres, Josephine Moses y Austín Moses, de religión cristiana, fueron víctimas de un grupo extremista musulmán que ingresó a su casa y los mató a quemarropa, sin piedad.
Su tío, alertado de la situación que conmovió a la familia, se acercó a donde Víctor daba sus primeros pasos con la pelota y se lo llevó. Nunca más regresó. No hubo despedida. Se dedicó sólo a refugiarse y no padecer el mismo destino que sus padres.
Cambio de continente. Cambio de vida. Víctor Moses arribó a Inglaterra como un pre-adolescente y con un futuro incierto. Se hospedó con una familia de South-Croydon, a veinte kilómetros de Londres, donde hoy, en un escenario social y deportivamente distinto, triunfa. Chelsea, equipo de la capital inglesa, es su club actual.
Antes de llegar a la Premier League, Moses tuvo un sendero largo de adaptación. A los catorce años, en Croydon, comenzó a jugar en la Tandridge Youth League Football, en un equipo llamado Cosmos 90. Después de pasar un año en la liga amateur, su nivel pedía un futuro más esperanzador. Crystal Palace le abrió las puertas y le otorgó, además, el ingreso a un colegio privado, Whitgift, en el que continuó su carrera académica.
Seis años después de ser un desconocido en suelo inglés, Moses delineó su camino. Crystal Palace, que en 2008, cuando llegó el africano, estaba en la segunda división inglesa, enderezó su rumbo. La carta de bienvenida fue el rigor profesional: estuvo en el banco de suplentes varios partidos y debió realizar un reacondicionamiento físico para soportar el nivel de la competencia.


En 2002, mientras Nigeria vivía una situación desesperante, el fútbol, como pasión de multitudes, redujo la hostilidad en territorio africano. La selección local participó del Mundial en Corea-Japón. Augustine “Jay-Jay” Okocha y Nwankwo Kanú, las principales figuras, integraron al equipo que no pasó la primera ronda. Fueron parte del Grupo F, considerado el “de la muerte”, con Inglaterra, Suecia y Argentina, rival con el que se enfrentará nuevamente en fase de grupos en Rusia 2018. El empate ante el equipo inglés le dio el único punto que consiguió antes de despedirse de la competencia en territorio asiático.


Un puñado de goles y la gambeta, su sello distintivo, despertó el interés de otros equipos. En 2010, pasó al Wigan, en el que se desempeñó lo suficientemente bien como para dar el salto a la élite: Chelsea. Moses, que juega para el club del magnate Abramovich desde 2012, llegará a Rusia como la figura rutilante de Nigeria, selección que finalizó invicta la eliminatoria africana (siete victorias y tres empates) y que, otra vez, compartirá grupo con Argentina.


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