Evo Morales pasó de escuchar los partidos por radio a presenciar tres inauguraciones mundialistas. Con fama de buen jugador y también reconocido por su fanatismo por el fútbol, el líder boliviano convive entre dos mundos: el poder y la pasión.
Por Gustavo Ferreyra
La devoción que tienen los creyentes por la religión se asemeja a la que tiene el futbolero por el fútbol. El deporte más popular del mundo,dejó de ser como dijo Jorge Valdano, “lo más importante de lo menos importante”. Esa frase parece ingenua, porque cada día queda más en claro que el fútbol es cualquier cosaa menos un simple juego. El fervor que genera el fútbol no entiende de edades ni de clases sociales. De un extremo a otro, varía desde un chico que los sábados juega para su club de barrio, hasta lo que siente el presidente de un país. Evo Morales, el mandatario de Bolivia, admitió en varias ocasiones que le hubiera gustado dedicarse al fútbol.
El presidente de 59 años todavía suele destacarse al jugar con el equipo presidencial en encuentros contra diplomáticos de otros países, organizaciones internacionales y sociales. Evo Morales aprovecha las oportunidades para jugar en cualquier parte del país e incluso en canchas pequeñas, con la cinta de capitán y la camiseta 10 de su equipo, que integran varios exjugadores del seleccionado nacional. En 2007 jugó un partido a 6.000 metros sobre el nivel del mar para protestar contra las iniciativas de Joseph Blatter, expresidente de la FIFA, que proponía prohibirle a Bolivia disputar encuentros internacionales en alturas superiores a 2.500 metros. La Paz, se sabe, se encuentra a 3600 metros.
El deporte más popular del mundo fue el trampolín de su carrera política: se inició como secretario de Deportes en un sindicato. De chico creció escuchando partidos de fútbol por radio y al alcanzar la presidencia, en 2006, logró hacer realidad algunos de sus sueños: jugó con Diego Armando Maradona y el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, mandó a construir canchas desde Riberelta a Tarija, y de Cochimba a Copacabana. Evo propulsó la medida para que el canal estatal transmitiera sus partidos, construyó un museo en el que exhibe las camisetas de fútbol que le regalaron, viajó a la inauguración de tres mundiales (Sudáfrica 2010, Brasil 2014, Rusia 2018) y estuvo cerca de debutar en Primera con 54 años en el club boliviano Sport Boys Warnes.
Sus declaraciones suelen ocasionar grandes impactos. Como la vez que expresó que no le gusta leer, o que fue feliz por no haber ido a la Universidad. También utiliza analogías con léxico futbolero. Por ejemplo, ante el rechazo de la oposición a su candidatura a la reelección, respondió que no concurrir a las próximas elecciones en su país sería como si Lionel Messi y Cristiano Ronaldo no pudieran jugar en sus selecciones nacionales.
En los últimos tiempos, el anhelo de conseguir que sus países sean sede de un mundial obsesiona a los políticos. Donald Trump manifestó que tomaría nota de las federaciones que no lo apoyaran en su sueño de realizar el campeonato del 2026 junto con México y Canadá. Otro que añora con ser sede mundialista es el líder chino, Xi Jinping, quien está invirtiendo en el desarrollo del fútbol en su país. El mandatario boliviano también expresó sus ganas de unirse a Argentina, Paraguay y Uruguay para organizar el Mundial de fútbol de 2030.
En la actualidad la cultura del fútbol se ha convertido en un significante de la identidad de los pueblos: el mundo reconoce a Argentina por Maradona y Messi, a Brasil por Pelé y Neymar, y Evo Morales hace lo suyo: de alguna manera quiere que se asocie a Bolivia con su nombre, el de alguien que expresa continuamente su amor por el fútbol.
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