Diego siempre alentó a la Selección y a los deportistas que representaron a Argentina. Tras su muerte en 2020, en Qatar se ausentará físicamente el fanático principal de la Albiceleste, aunque estará en cada rincón, en el corazón y en la memoria de todos.
52 metros le bastaron a Diego Maradona para convertir el mejor gol de la historia de los mundiales. 44 pasos, 12 toques con la zurda y seis ingleses tirados por el suelo en 10,6 segundos fueron suficientes para que el pibe que jugaba entre el polvo y el barro en Villa Fiorito, talle su nombre en los libros que construyen las crónicas de nuestro fútbol.
“Soy un tipo normal que, por hacerle un golazo a los ingleses, hoy todo el mundo me reconoce”, respondió el Diez en “Líbero VS”, sección del programa Planeta Gol de TyC Sports.
En aquella época, predominaba en Diego el uso del short por encima del ombligo, las medias a tono, los botines negros. El peinado voluptuoso con rulos estaba en su época de apogeo y el país en democracia, de fiesta al ritmo de “México 86, México 86, donde se vive la emoción”, de Juan Carlos Abara sonando en las radios locales. Mientras tanto, Carlos Salvador Bilardo, en todo su esplendor, forjaba junto a su Selección, una cuadrilla de mitos muy influyentes para las próximas camadas de astros del deporte de nuestro país.
“Realmente Diego es parte nuestra”, declaró Emanuel Ginóbili en una entrevista para el programa “Nuestra Tarde”, de TN. “Tengo una deuda de gratitud con él”, confesó Manu, el mejor deportista argentino, según la calificación de Maradona. El autor de La Mano de Dios, se desempeñaba como futbolista, pero además era un gran fanático de los deportes y de las historias de resiliencia y superación que acompañan a dichas disciplinas. Es que Diego apreciaba a todo aquel que haya honrado la camiseta celeste y blanca. Y aquel sentimiento de fanatismo no caducó aunque haya pasado el tiempo y él ya no esté físicamente entre nosotros.
El vínculo que logró conformar con el pueblo argentino está intacto y repleto de presencia maradoniana. El tiempo cuida a quienes formaron parte de una historia que es contada de generación en generación, casi como una leyenda de la mitología. “Porque el abuelo se lo contó al padre, y el padre se lo contó al hijo”, aseguró Pelusa para TyC meses antes de fallecer el 25 de noviembre de 2020, en plena pandemia del Covid-19.
DIEGO, EL HINCHA N° 1.
“Mi deporte no es popular como lo es el fútbol, y que él se haya fijado en mí fue lo máximo”, narró Aylén Romachuk, campeona de taekwondo, en el programa Relatoras Argentinas de la Televisión Pública. La joven de la localidad de Longchamps expuso su historia y describió lo que significó que Maradona la haya ayudado a pagar su viaje para el Mundial de Taekwondo en Hungría. “Ese reconocimiento me lo cuelgo como ser campeona del mundo”, relató con lágrimas en los ojos. La deportista sacó a relucir un costado de Diego que retrata su humildad y presencia fuera de la cancha, que no todos llegaron a conocer. Es que él era así, un día iba a un evento y sorprendía a los deportistas que admiraba, los trataba como propios colegas, les brindaba apoyo y les transmitía su orgullo.
“Yo pensaba… no creo que venga a ver hockey”, exteriorizó la ex-Leona ‘Magui’ Aicega, para A24.com. Sin embargo él estuvo ahí, se apareció en el vestuario, dio una charla alentadora, saludó jugadora por jugadora y les brindó su apoyo para su próximo desafío: la medalla de bronce. Tan solo horas después consiguieron el tercer puesto en esos Juegos Olímpicos Beijing 2008. Así era Diego, se colgaba las preseas como propias y celebraba los triunfos como un seguidor más, incluso manifestó ante el Comité Olímpico Argentino que “había que apoyarlos a todos”.
EL PRIMER MUNDIAL SIN ÉL
A 36 años de la última conquista mundialista Argentina, el país entero aguarda expectante a la primera edición de este, sin Diego físicamente. El fútbol en sí no es más que un deporte, no es nada filosófico. Pero lo que significa Maradona excede a las matemáticas, aún a la magia. No discrimina de fronteras, o idiomas, incluso de culturas, y sobrepasa los niveles de comunicación.
Por ese motivo es tan valioso recordar al Diego fanático y las historias que salieron a flote por su autenticidad con las personas y su admiración por los talentos. Gente con sus mismos sueños de cuando era ese pibito nacido en Lanús, criado en Fiorito, que le decían Pelusa y llegó a ser D10s.
Por él, por las próximas camadas de futbolistas y por los futuros astros argentinos, la magia está intacta. A causa de que Argentina es cuna de deportistas que tienen ese encanto y ese atractivo que mueve fronteras hacia lugares inimaginables. Porque a donde se dirija el deporte, nuestro país cuenta con abanderados que dejan la celeste y blanca en lo más alto.
Si la espera hacia la cita mundialista se hace muy larga, siempre se puede recordar ese carácter motivador y fanático que tenía. Afrontar este Mundial de fútbol sin él será difícil, pero sin dudas que su magia acompañará a cada uno de los convocados argentinos que sepan honrar la albiceleste.
Mientras tanto, él seguirá dejando señales. En cada silueta, cada vez que miremos al cielo, al apreciar un mural en su honor o cuando esté por ahí, escondido entre la gente en un partido de fútbol.
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