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EL RENACER DE FERRO, EL GIGANTE OCHENTOSO


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Desde 2002, estuvo bajo el control de un órgano fiduciario impuesto por la Justicia. Atrás quedaban los años de gloria como institución modelo y los títulos de la década del´80. Hoy, el club de Caballito volvió a manos de sus socios. ¿Podrá volver a ser lo que fue?

Por Pablo Martínez | @_MartinezPablo

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El 30 de mayo de 1984 se podía escuchar por la radio como el equipo de Carlos Griguol  se coronaba nuevamente campeón, como en 1982. Enfrente estaba el River de Luis Cubilla. En la cancha de Ferro había 40 mil personas. En el club, otras 10 mil. El encuentro fue suspendido a los 70 minutos y la gente explota en un solo grito: “Dale campeón”. “Como hace dos años, otra vez campeones. Un equipo imborrable, un club modelo, un ejemplo a seguir…”, la voz del relator retumbaba al salir de aquellas viejas radios. Y en las calles de Caballito había fiesta. Ferro volvía a hacer historia de la grande en el fútbol argentino.  “El lema siempre era mejorar lo anterior”, era la máxima del viejo Timoteo. 

El 23 de diciembre de 2002, Ferro entró en quiebra. En las calles de Caballito, la fiesta de 18 años atrás mutó en dolor y llanto. El club modelo se derrumbaba, ya no deportivamente –había descendido en 2000 a la B Nacional–, sino que el espacio social quedaba adentro en un pozo.

Todo empeoró de manera impactante en la vida social de la institución. La degradación de un club que llegó a tener 48.000 asociados en la década del ’80, que fue distinguido por la Unesco como modelo de integración social, comenzó a mostrar grietas y “el mejorar lo anterior” ya era nostálgico.

Aquella rica historia deportiva había sido construida por una generación de dirigentes que encabezaron Santiago Leyden y Ricardo Etcheverry, que gobernó la institución durante 30 años, acompañado de la mano de entrenadores y docentes como Griguol y León Najnudel (en el básquet). Ellos fueron los principales estandartes, que pulían el brillo del club. “Griguol, además de entrenador era un formador, un gran formador de personas. Aprendí mucho de él, sin dudas te enseñaba cosas que implementabas en tu vida”, le contó a Eter digital Alberto Márcico, campeón con la camiseta verde en 1984.

Gentileza Club Atlético Ferrocarril Oeste
Gentileza Club Atlético Ferrocarril Oeste

“En la década de los 80 se hicieron bien las cosas, había resultados. Era la época de oro, no solo en fútbol logramos éxito deportivo, fuimos números uno en básquet, handball, vóley”, evocó Alberto De Aloysio, socio y ex integrante de la Subcomisión de deportes.

Con Najnudel como símbolo del básquet (fue tricampeón sudamericano y ganó tres de las primeras cinco ediciones de la Liga Nacional), más Julio Velasco a cargo del voley (seis veces campeón entre 1977 y 1985), la vida social de Ferro crecía llevada por la deportiva.

Esa formación de docentes, acompañada de logros deportivos entró en una crisis -aún irresoluta- en los ‘90. “No se armó una estructura que acompañara esos años gloriosos, no se invirtió en eso. Ya no era el mismo, se perdió todo”, se lamentó De Aloysio.

Los ’90 estuvieron signados por palabras desagradables: quiebra, descensos, gerenciamiento y más de una década de lucha en búsqueda de identidad. Las disciplinas que un día brillaron, ya no contaban con el sustento económico deseado. Las calles seguían envueltas en tristeza, la vida social estaba vacía. Sólo quedaba el recuerdo de la época dorada.

El 20 de octubre de 2014, casi doce años después de la quiebra, a Caballito regresó la alegría. Esta vez, el club no salió campeón, incluso, lejos está de ascender a Primera. Pero este logro valió más que un campeonato. Ferro volvió a ser de los socios. “Se llegó a un acuerdo con la jueza Margarita Braga y se depositaron los fondos necesarios para levantar la quiebra. Ferro es de los socios”, informó la cuenta oficial de Twitter de la entidad de Caballito.

“Se trabajó mucho tiempo, esto es esfuerzo de todos los socios y vecinos que aman a Ferro. Estamos renaciendo, tenemos la oportunidad de hacer las cosas bien. No sé si volveremos a ser lo que fuimos, apostamos a llegar a los 2.000 socios y  a levantar el club”, expresó Marcelo Tortorelli, uno de los principales aportantes de dinero para levantar la quiebra.

Aquel club modelo que tenía todo para crecer, hoy intenta volver a ser. Los 8.000 socios que registra, tienen la oportunidad, el 30 de noviembre, de elegir presidente. Ferro intenta recuperar la gloria perdida, volver a enamorar a ese barrio que se vestía de fiesta y que se pintaba de verde alegría. Ferro quiere volver a ser el gigante ochentoso, en 2014.


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