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Gustavo Garzón: “Creo que las vocaciones no se eligen, te toman”


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Entrevista con el actor, director y guionista argentino. Un recorrido por su faceta como escritor y documentalista. Su inspiración, ligada a su entorno familiar, y el reencuentro con la actuación. 

Por Catalina Goldszmidt y Pedro Ramírez Otero

Corre el año 2002. Son las tres de la mañana en el barrio porteño de Núñez. Los dedos flacos de Gustavo Garzón golpean el teclado de la computadora que tiene en su dormitorio. Está escribiendo hace horas. Días. A veces logra despertar a su mujer, Ruth, que solo concilia un sueño ligero. Cada tanto abre los ojos para confirmar que su pareja sigue ahí, despierto, con la cara iluminada por la pantalla. El guión que le quita el sueño a Gustavo es el que escribe sobre la relación con su hija Tamara. La película que, once años más tarde, llevará el nombre “Por un tiempo” y la protagonizarán Esteban Lamothe junto con Ana Katz. También, la que marcará un punto clave en su vocación de autor: escribir sobre la vida de sus hijos. 

Garzón es actor y director, trabaja hace más de 25 años en el rubro. También escribe. Pero no siempre lo hizo. “Un día empecé a escribir como una especie de vómito. Habrá sido a mis 35 años que arranqué y a los 40 explotó”, cuenta a Éter Digital. Este descubrimiento “desplazó” su vocación de actuar, dice, y dejó el rol de galán de telenovela con el que le habían abierto las puertas en la televisión. Al menos por un tiempo. 

—¿Qué te hizo empezar a escribir?

—Cuando era actor tenía muchos problemas con los guionistas. Porque cuando las cosas no me cerraban o no me gustaban, lo cuestionaba. Muchas veces contra mi conveniencia. Los autores no siempre lo toman a bien. Y en un momento me di cuenta de que ya era tan hinchapelotas que me tenía que poner a escribir yo. Ahí fue cuando empecé de una manera más profesional. Hasta ahí había escrito las adaptaciones para teatro y televisión de unos cuentos de Fontanarrosa. Había metido mano en la escritura, pero nunca tan definido. En el teatro me pasaba que lo que yo escribía causaba gracia y eso me gustaba mucho. Me gusta hacer reír y me daba cuenta de que tenía un don con el humor. Eso me acercó mucho a la escritura y a hacer lo de Fontanarrosa. 

—¿Cómo es hoy tu relación con la escritura? 

—Es algo muy increíble. Porque no sabía que tenía la capacidad de escribir, ni la voluntad, la decisión, nada. Escribí durante 20 años seguidos. Después paré tres años, y ahora estoy retomando desde otro lugar completamente diferente, a otro tipo de escritura. Lo que me gusta es tener una idea que me ilumine. Escribir, pasarlo a una pantalla, todo nace por una idea que a veces se me ilumina. Y después la sigo hasta el final. Soy muy tenaz. Ahora la escritura tiene que ver más con la descripción de la idea y luego busco gente que la escriba. 

Las ganas de documentar vidas reales le aparecieron con fuerza mientras filmaba la escena de una fiesta en el programa “Los Machos”, que protagonizaba junto a Rodolfo Ranni, Dario Grandinetti y Daniel Fanego. Él miraba a su alrededor, a los extras “con cara de nada”, y en su cabeza repetía “esto no es una fiesta”. Tres años más tarde, en el 97, armó un festejo de cumpleaños real e invitó a sus amigos y familiares: ese escenario fue el el primer capítulo de la telenovela “Señoras y Señores”. Su afán por el género documental sigue hasta el día de hoy. Casi siempre muy relacionado con su historia de vida. 

—¿Qué te gusta tanto de lo documental?

—Creo que es una especie de cajita china que cuando la empezás a abrir no sabés a dónde te va a llevar. Te llega la curiosidad. Es divertido, me resulta como un juego hacer un documental. Y jugar a hacer una película que en realidad no la escribís vos sino que la escriben los que son documentados. Es como poner el ojo en la cerradura y espiar una realidad para darle forma de película. El secreto es darle forma de película. No todas las realidades son dignas de ser documentadas. 

La carrera del actor, director y guionista está marcada por su familia, siempre presente en sus proyectos. Tiene cuatro hijos. Tamara y los mellizos Juan y Mariano, de su matrimonio con la actriz Alicia Zanca, quien falleció en 2012; y Joaquín, de su expareja Ruth Alfie. Las películas que hizo Garzón, dice, están muy ligadas a su paternidad. “Escribí un guión durante diez años. Cuando empecé a embalarme con la escritura, mi mujer de ese momento dormía y yo escribía ahí como un enfermo a las tres de la mañana. Me había agarrado como una fiebre de escribir. Ella la debe haber padecido”, cuenta. Después de ese guión, escribió y realizó el documental “Down para arriba” sobre los mellizos, que tienen Síndrome de Down. “Por eso digo que las cosas más pretenciosas que hice están ligadas a la paternidad. Me falta la película de Joaquin. Ahora voy a hacer una película sobre él. Pura música. Muy psicodélica”, bromea.  

La actuación, un oficio latente

—En tus inicios en la actuación, ¿habías pensado en otro trabajo? 

—Actuar no lo elegí. Creo que las vocaciones no se eligen, te toman. Me sentí llevado hacia algo. Como sin posibilidad de negarme. Era más fuerte que yo, me llevaba de las narices la actuación. Entre mis 20 y 40, cuando empecé con la escritura, seguí actuando pero ya no le daba tanta importancia. La actuación me resultaba un oficio casi menor, lo tenía bastante despreciado. Ahora me reencontré con el actor. 

Algo que Garzón nunca dejó de hacer es enseñar. Un día, hace 25 años, una amiga le preguntó si quería dar clases en su escuela. El actor dudó y su colega logró convencerlo. Hoy da clases desde su casa vía Zoom en la escuela de teatro que comparte con la actriz Virginia Lombardo. La enseñanza lo mantuvo ocupado en época de cuarentena estricta por la pandemia de Covid-19. Pero cuando la industria cultural tuvo que frenar de golpe y los teatros y rodajes dejaron de existir por un tiempo, el apuro por sumar ingresos económicos lo llevó a asomar la cabeza en un rubro nuevo. ‘‘Lo primero que hice fue ponerme a vender vinos, después aprendí a hacer canjes por Instagram, porque había empezado a subir los seguidores y lo tomé como una posibilidad de ingreso económico”, recuerda, y agrega que la virtualidad le permitió continuar con los proyectos y las clases en la escuela:. “Es una herramienta que vino para sumar y te permite cosas que la presencialidad, no”. 

Entre las inquietudes que lo movilizan, la problemática del financiamiento a las producciones nacionales es una de las principales. Él, por ejemplo, tiene proyectos que le gustaría poder desarrollar. “Me puse a estudiar una obra, desde el primer día de la cuarentena, un monólogo, y es el que voy a hacer ahora cuando termine la pandemia”, cuenta. Se refiere a una obra del dramaturgo ruso Antón Chéjov. En cuanto al cine y la televisión, cuestiona lo que sucede en la actualidad, donde —asegura— la industria nacional está siendo relegada.  

—En la televisión argentina escasea lo nacional y cada vez hay más novelas extranjeras en los horarios centrales, ¿cómo ves esto? 

—La televisión es un negocio, no es otra cosa que eso. Lo manejan empresarios que necesitan ganar dinero. Y una telenovela árabe hoy es mucho más barata. La ficción argentina es cara y los ingresos de la televisión bajaron mucho porque las series les están rompiendo el culo. Entonces recaudan menos, tienen menos anunciantes, menos sponsors. Y la ficción nacional implica mucho trabajo y mucha gente. Si el Estado no interviene la telenovela argentina está llamada a desaparecer. Hace 15 años que no para de caer. Si alguien no hace algo en cuanto a la participación del actor, vamos a decir: “¿te acordás cuando había un actor argentino en la televisión?”.


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