GÉNEROS
Juez, pido doble cambio: la violencia en el vóley femenino
En el vóley, hay una jugada estratégica que consiste en cambiar a dos de los jugadores más importantes de la cancha; la armadora y la opuesta. De esta manera, el equipo se asegura un frente fuerte en la delantera y, además, un buen saque de partida. Por fuera de la cancha, es necesario que suceda algo parecido.

En el 2020 nació el Colectivo Doble Cambio, integrado por jugadoras, entrenadoras y mujeres miembros de distintos clubes, quienes reclamaban por la profesionalización del vóley femenino. Esto incluía cobertura médica para los equipos, mejoría de salarios, incremento de la difusión del deporte en los medios de comunicación, y generar un ambiente deportivo más igualitario e inclusivo.
Un cambio de ambas partes. Los casos de violencia, acoso y abuso sexual en este deporte crecen día a día con unas cifras imponentes: de 21 jugadoras de vóley encuestadas, 19 sufrieron violencia física, verbal y psicológica por parte de sus entrenadores. Al momento del hecho, 11 de ellas eran menores de edad. Ya es tiempo, y es urgente.
Durante los últimos años salieron a la luz casos como el de Martín Castro, ex DT de Vélez Sarsfield y River Plate. De este último fue desplazado de su cargo una vez se conocieron las denuncias de dos víctimas, quienes tenían 16 y 18 años en el momento de la agresión, mientras jugaban en el club de Liniers con Castro a la cabeza del equipo. A fines del 2024, casi 10 años después del delito y 4 años luego de la denuncia penal, fue condenado a 12 años de prisión por abuso sexual agravado.
En 2023, en el club Villa Elvira ubicado en el municipio de La Plata, denunciaron por violencia a otro entrenador cuyo nombre todavía se desconoce. El DT fue acusado por violencia, amenazas y humillaciones a sus jugadoras, además de tener chats insultando a las mismas, y hasta llegó a la violencia física. Nunca fue imputado y sigue trabajando en el ámbito del deporte, a pesar de haber sido expulsado de tres clubes posteriormente al hecho.
Otro caso que movió las gradas: también en 2023, durante un torneo de vóley en Villa Gesell organizado por el propio municipio, donde participaron categorías menores. Jorge Guardamagna, de 66 años, filmó a una nena de 10 años en el baño de un restaurante donde cenaba con su equipo después de jugar un partido. El acusado había sido organizador de estos eventos recreativos por más de 12 años. Fue imputado por producción y tenencia de contenido de explotación sexual infantil, encontrado en el momento de revisarle el celular.
Estos son sólo algunos ejemplos de casos que, se podría decir, tuvieron la suerte de haber sido elegidos por medios locales para difundirse, o de que alguna de las partes tuviera la posibilidad de expulsar la denuncia en las redes sociales. Frente al caso de Guardamagna en Villa Gesell, la Federación Metropolitana de Vóley (FMV, o “la Metro”) llevó a cabo un comunicado de repudio, que sirvió como medio para que el mundo que recorre este deporte se enterara de lo que había pasado: “Las pruebas son contundentes y las acciones realizadas prima facie por el principal organizador del torneo son totalmente inaceptables. Nuestra más profunda solidaridad con la menor que resultase víctima y su familia, y nos ponemos a su entera disposición, tanto con ellas como con el club afectado”.
La dificultad de contarlo
“Nuestra posición como institución es siempre defender a la víctima, pero al mismo tiempo no podemos avasallar los derechos de los trabajadores. Si hay denuncia penal, es indiscutido. Ahora, cuando las denuncias son mediáticas, por redes sociales o internas en los clubes, es muy difícil prolongar por mucho tiempo la suspensión provisoria”, explica Román López, presidente de la FMV desde 2022. Esto destila una problemática a modo de cadena: la Federación puede actuar más firmemente siempre y cuando haya una denuncia en la Justicia, eso está claro. Pero el 90% de las jugadoras que violentadas dentro de sus clubes son menores de edad, entonces la denuncia está a cargo de las familias, quienes en su mayoría nunca llegan a enterarse de lo que pasó, o ellos mismos deciden no llegar a una instancia condenatoria por la revictimización que supone, la exposición, y el miedo a que no trascienda. Entonces, la mayoría de los casos suele quedar en la autodeterminación de las instituciones deportivas con respecto a qué medidas tomar, como el desvinculamiento, que es la solución más frecuente al problema.
Una encuesta realizada por este medio a 21 jugadoras de vóley federadas, de entre 15 y 48 años en Buenos Aires, reveló que el 71% sufrió violencia verbal (comentarios sexuales o sobre su cuerpo), el 52% recibió violencia psicológica (insultos y amenazas), y el 42% fueron acosadas mediante redes sociales, fotos y mensajes. El 8% sufrió abuso sexual. Cabe aclarar, que algunas jugadoras han padecido más de un tipo de violencia, por lo que las categorías no serían mutuamente excluyentes. De la totalidad de estos casos, 11 de las jugadoras eran menores de edad, entre 12 y 17 años,y sólo 3 lo denunciaron en la Justicia. Ninguna de ellas tuvo algún avance en la causa.

La mayor cantidad de casos fue de entrenadores ejerciendo comentarios subidos de tono, ya sea sexuales o sobre el físico de las jugadoras.
“Nos enteramos que a varias compañeras les mandaba mensajes para juntarse después de entrenar, todo esto con las más chicas. Una vez se enteraron los familiares, se supone que se hizo una denuncia y se definió que no podía trabajar en polideportivos del municipio, pero sigue trabajando igual en otros clubes de la zona”, cuenta una jugadora de 17 años. Otras suman: “Me sacó la autoestima y la poca confianza que tenía en mí misma” y “le pidió a una nena del club que se haga pis en la bombacha. Eso a él le gustaba, según sus dichos”.
Actualmente hay un espacio de la FMV destinado a tratar estas cuestiones de violencia de género. “Es muy difícil exigir algo formal cuando hay una víctima, hay que tener mucho tacto con la situación. Creo que ahí el mejor avance de la Metro fue la Secretaría de Géneros para tratarlo. Al principio, los casos eran muchos. Últimamente ya no tanto”, cuenta el presidente López y señala además que “es difícil hacer un balance del por qué” y que “puede ser porque los entrenadores se cuidan más en los malos tratos”, motivo de la mayoría de la denuncias.
“El primer paso a dar por la nueva Secretaría de Género será la confección de un protocolo de acción y prevención para situaciones de discriminación y/o violencia por motivo de género, que buscará visibilizar, prevenir y erradicar todo tipo de conducta relacionada. En segundo orden, se implementarán capacitaciones para empleados/as y dirigentes/as de la FMV, que luego serán extendidas a entrenadores/as, jugadores/as, árbitros/as y demás actores/actrices de nuestro deporte”, detalla el Boletín Oficial de la Metro al momento de fundarse el espacio. Con objetivos muy claros, y un equipo conformado únicamente por mujeres que viven todos los días este deporte en distintas instituciones: “Está conformada por 2 representantes para las jugadoras, 2 para las entrenadoras, 2 para las árbitras y 1 para las referentas, todas ellas bajo la supervisión de una coordinadora general”, describe nuevamente el dirigente.
Laura Finelli, supervisora de esta secretaría, cuenta que los cursos de capacitación dentro de la Federación los lleva adelante Andrea Lescano, madre de Micaela García, víctima de femicidio en 2016 y por quien hoy tenemos una ley con su nombre. “Nosotras lo que hacemos es coordinar esos encuentros y después recibir mediante nuestro mail interno y privado las denuncias, dudas o necesidades con respecto al tema. Creo que son una buena instancia de reflexión, no solo de llevar conceptos, sino discusiones que no se plantean en otros ámbitos”, expone Finelli.
Además, a partir de la conformación del equipo, fue fundamental empezar por un protocolo de acción frente a los casos más vulnerables: “Lo ideal es siempre tener un cara a cara con la persona que denuncia y de esa manera concluir cómo accionamos de acuerdo al tipo de denuncia. Por eso no está tan detallado el protocolo en sí, porque sabemos que cada caso es distinto y afecta de diferentes formas a las víctimas”, concluye.
Por qué las mujeres no denuncian
El mayor dilema que se enfrenta en el movimiento feminista es pensar los motivos por los cuales las mujeres no se animan, no pueden o no quieren denunciar las violencias que sufren. La respuesta parece sencilla. En Argentina, sólo el 15,5% de las denuncias llega a sentencias condenatorias, según Amnistía Internacional. Y esto se ve reflejado en las respuestas de las mujeres: “No lo conté porque era otra época y no me iban a escuchar”, manifiesta una jugadora de 38 años. Otra suma: “No comenté nada, yo era ‘la nueva´, casi nunca iba a entrenar, solo a jugar partidos porque ese era el acuerdo”, y también, “sólo se lo dije a una amiga 10 años después”.
Marina Guibaudo es ex jugadora federada de vóley y trabaja en Deportes de la Municipalidad de Avellaneda hace 30 años, actualmente coordina MUNAV, uno de los clubes que afrontó una de estas situaciones con un exentrenador de categorías inferiores. En diálogo con Eter Digital, habla sobre cómo es contener a las jugadoras en ese momento: “Hoy desde mi rol estoy siempre pendiente de cómo se dirigen los entrenadores a las jugadoras. Tengo charlas con ellos, en principio cuando se los contrata, les advierto sobre no tener contacto fuera de lo que es el ámbito deportivo con ellas, por una cuestión de seguridad”.
Y amplía: “Los adultos podemos estar atentos a lo que les pasa a las chicas, pero eso no significa atravesar la distancia entre el entrenador y la jugadora”.
Finalmente, se refirió a uno de los casos que trascendió en el club y que figuró dentro de la encuesta de este medio: “Obviamente se le hizo la denuncia correspondiente con la mamá de las alumnas a la Comisaría de la Mujer. Se habló con la familia, se habló con todas las chicas para que estuvieran al tanto y para que se acercaran a nosotros si lo necesitaban. La violencia psicológica es la que más cuesta darse cuenta, pero mi prioridad es siempre escuchar y creerles a ellas”.