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LA DECISIÓN MÁS DIFÍCIL


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El pasado 20 de septiembre se cumplieron nueve años de la muerte de Simon Wiesenthal, el mayor “cazador de nazis” de la historia que investigó a 6.000 criminales alemanes y llevó a la justicia a 1.000. Pero hubo un solo nazi al que decidió por voluntad propia dejar en libertad, a pesar de tener pruebas suficientes para denunciarlo. Wiesenthal volcó esta conmovedora historia en la novela El Holocausto y una historia de amor.

Por Yael Candel

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Existen cientos de relatos sobre la Segunda Guerra Mundial en los que los sobrevivientes cuentan con gran dolor las atrocidades que tuvieron que atravesar y la marca imborrable que queda siempre dentro de ellos. Pero la historia que se cuenta en El Holocausto y una historia de amor no es una anécdota más, como tantas otras. Basada en hechos reales, la novela muestra, en un clima de logrado suspenso creado por el autor, el horror provocado por los alemanes hacia los judíos y, al mismo tiempo y paradójicamente, la fortaleza del amor y lo que una persona es capaz de hacer para cuidar a otra. Puede parecer una frase hecha, pero sin lugar a dudas, esta novela intenta reflejar que el amor es más fuerte que el odio; que el amor de Helen, sobreviviente de la guerra, hacia su hijo es mucho más fuerte que el odio que pueda sentir por cualquier asesino nazi.
Max y Helen, dos judíos alemanes enamorados uno del otro, son separados durante la guerra y se vuelven a encontrar 20 años después, pero en circunstancias muy distintas: Helen le presenta a su hijo, Marek, que nació tras haber sido abusada sexualmente por el jefe del campamento de trabajo donde pasó la guerra. Dicho jefe alemán, quien es sabido por ambos trabaja en una fábrica como cualquier ciudadano común, torturó tanto a Helen y Max como a todos los judíos de aquel campamento; pero, aún así y a pesar de la cantidad de pruebas que tiene en su contra, la muchacha se niega a denunciarlo por miedo a que salga a la luz que él es el verdadero padre de su hijo (Marek cree que su padre era judío y murió en la guerra, luchando contra los nazis). También teme que el alemán, llamado Schulze, pida la tenencia del joven como venganza, y es por eso que el miedo que siente la madre ante la posibilidad de perderlo, el inmenso amor hacia él y su preocupación por cuidarlo es lo que hace que ella no esté dispuesta a hacerle pagar a Schulze por todos los crímenes que cometió.
“―Helen, ahora solo depende de ti que Schulze continúe en libertad ―insistí yo―. Depende de ti que siga disfrutando de una existencia basada en mentiras. Yo lo puedo dejar en descubierto, puedo demostrar cuáles fueron esas hazañas bélicas de las que tanto le gusta hablar. ¿Quieres que se salve o prefieres que lo denuncie? La sola acusación significaría su ruina social”.
“―No puedo declarar contra Schulze, Simón. ¿Quién saldría ganando? ¿La justicia? ¿Se puede llamar justicia a eso que destruiría la vida de Marek? ¿Podrías hacer semejante cosa con la conciencia tranquila?”
Y Max, por su parte, siente un amor tan profundo hacia Helen que también decide guardar silencio para protegerla.
La historia está narrada por el mismísimo autor y uno de los personajes del libro. El hecho de que sea el propio autor uno de los protagonistas de este suceso verídico y que utilice su nombre real le otorga mayor credibilidad y logra que el lector se involucre más con el texto. Por otro lado, Wiesenthal optó por cambiar los nombres verdaderos de los otros personajes para preservar su identidad, dado que el tema es delicado, y usó seudónimos.
El autor tomó el desafió de volcar en el papel una de las experiencias más extrañas y difíciles que vivió: su encuentro con Max y, luego, con Helen, como también la decisión que se vio obligado a tomar: ¿Denunciaba a Schulze o no? Si lo hacía, el alemán claramente terminaría siendo condenado y Wiesenthal estaría satisfecho de haber cumplido con su objetivo. Sin embargo, esto no sucede ya que prefiere resignar su tarea y el odio y la bronca que siente hacia el asesino nazi por el cariño que sentía por Helen:
“Comprendí que Helen y Max tenían razón. ¿Quién era yo para arruinar la vida de aquel magnífico muchacho (Marek)? No podía aducir nada tan valioso como la vida de aquel joven. No me quedaba más remedio que enfrentar la realidad (…). Ese Schulze tendría la inmerecida suerte de ser el único criminal a quien yo dejaría voluntariamente en libertad. Le prometí a Helen no presentar la acusación y, acto seguido, extraje de mi portafolio todos los antecedentes de Schulze y los rompí en pedazos, junto con las fotos”.
Por otro lado, el suspenso y la emoción llenan cada una de las páginas. En un formato de novela que presenta flashbacks cuando Max, 20 años después, recuerda lo ocurrido en el campamento de trabajo donde él estuvo, el escritor juega con el suspenso de mostrarle al lector que el protagonista guarda un secreto muy difícil de sobrellevar, pero no lo da a conocer:
“Por determinadas razones personales, Max no podía declarar contra Schulze. Tendría que conocer toda la historia para comprenderlo”.
“―Mi enfermedad no es física, Simón ―reconoció Max―. Pero interiormente, estoy acabado, seco, muerto. ¡No puedo, no debo remover el pasado!”
“―Ahora que estamos frente a frente, Simón, tengo conciencia del peso que voy a descargar sobre sus hombros. Siento mucho tener que colocarlo en una situación tan difícil”.
Sucede en un momento determinado, en la mitad del libro: el lector se entera de lo que atormenta hasta en los sueños a Max, y es ahí cuando se genera un clima de tensión e impotencia en el público, pero también de emoción y compasión.
De esta manera, se puede decir que la novela es una síntesis de los sentimientos encontrados que la Segunda Guerra Mundial llegó a generar en los sobrevivientes. El escritor y a la vez personaje del libro describe la situación comprometedora de tener a un criminal ante sus narices sin poder denunciarlo y muestra cómo ese odio que también Max siente es abatido por el sentimiento más puro y sano de todos: el amor.


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