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La Ley Brisa: una reparación que corre peligro

La ayuda a hijos e hijas de madres víctimas de femicidio es segmentada. Los mecanismos que ponen en marcha la ley funcionan a medias. El Gobierno niega las políticas de género y “desmotiva” las denuncias. 

Mientras el gobierno de Javier Milei evalúa eliminar la figura de femicidio del Código Penal y con ello la Ley Brisa, los datos siguen siendo alarmantes: solo en enero de este año se registraron 27 femicidios en todo el país, el 49 por ciento de los hijos que quedaron huérfanos son menores de edad y en el 60 de los casos el asesino era la pareja o ex pareja de la víctima.

La Ley Brisa fue creada para dar una respuesta a esas situaciones. Se sancionó en 2018 con el número 27.452 y reconoce el derecho a una reparación económica mensual a niñas, niños y adolescentes que hayan perdido a su madre por femicidio cometido por su padre. El beneficio es retroactivo al momento del crimen y se extiende hasta los 21 años o de manera vitalicia si hay discapacidad. También contempla acceso a salud mental, asistencia legal y acompañamiento integral. Sin embargo, en la práctica, no funciona como se espera.  

Con 41 años, Pamela Lodola es una abogada que trabaja desde hace diez años en la Oficina de Asesoramiento y Acceso a la Justicia de la Villa 1-11-14 de Capital Federal. Según ella, “en el último tiempo las denuncias de abuso sexual aumentaron, no porque ahora haya más abusos sino porque nos animamos a denunciar”. Pero no obstante advierte sobre una consecuencia de la violencia y los niveles de odio de estos tiempos: “El temor más grande es que estos discursos de odio se repliquen en las mujeres”, contó a ETER Digital.

LOS OBSTÁCULOS DE LA LEY

Uno de los principales obstáculos que presenta la ley es su alcance limitado: en su versión original, el beneficio estaba destinado únicamente a hijas e hijos biológicos del autor del femicidio. Esta condición excluía automáticamente a niñas y niños cuya madre fuera asesinada por un padrastro, una pareja conviviente o en casos en los que el agresor se suicidaba luego del crimen. Si bien la interpretación de este punto se fue flexibilizando, la falta de información, los requisitos judiciales y los contextos de vulnerabilidad económica profundizan la desigualdad en la aplicación de la norma.

Después de su sanción, la ley comenzó un proceso lento de implementación que derivó en la Comisión Permanente de Seguimiento (CoPeSe). Integrada por equipos técnicos de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), y la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), tiene la tarea de coordinar todo lo relacionado con el Régimen de Reparación Económica para Niñas, Niños y Adolescentes (RENNyA).

LOS INTENTOS DE ELIMINAR EL “FEMICIDIO”

El Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano”, de La Casa del Encuentro, contabilizó que hasta enero de 2025 hubo 1 femicidio cada 26 horas. En varios de ellos, la Ley Brisa hubiera sido aplicable.

Frente a este panorama, organizaciones que trabajan en la temática expresaron su repudio hacia los funcionarios que minimizan la violencia de género. “Con la autoridad que nos otorga el camino recorrido, repudiamos enérgicamente los conceptos vertidos tanto por el Presidente de la Nación (Javier Milei) como por el Ministro de Justicia (Mariano Cúneo Libarona), para quienes el género es una ´joda que se usó como negocio y arma extorsiva´, y por lo tanto planean, entre otras cosas, eliminar la figura de femicidio -homicidio en contexto de violencia de género- del Código Penal”, advirtió La Casa del Encuentro.

Pamela Lodola combina su profesión con su militancia como abogada voluntaria de esa organización. Según ella, el intento por parte del Poder Ejecutivo de eliminar la figura del femicidio produce un efecto negativo en las mujeres. “Hay todo un discurso de deslegitimación porque según el Presidente no existen las violencias y los femicidios se redujeron,  por lo que ya no es una política pública necesaria. Eso desmotiva a las mujeres”, comentó.

LA RESPUESTA DE ALGUNOS SECTORES DE LA SOCIEDAD

Daiana de los Ángeles Barrionuevo tenía 24 años cuando desapareció el 20 de diciembre de 2014. Su cuerpo fue encontrado tres semanas después envuelto en una frazada de sus hijos dentro de una bolsa de consorcio, flotando en un arroyo de Moreno. La había asesinado Iván Rodríguez, su pareja, de quien ella quería separarse.

Tenía tres hijos: gemelos de 7 años y una nena de 2, Brisa. Después del crimen, los chicos fueron a parar a la casa del abuelo, Osvaldo, pero tiempo más tarde, Cintia, hermana de Daiana, los recibió en la suya. En un contexto marcado por la desinformación y la falta de recursos, la familia tuvo que organizarse como pudo.

Maximiliano Montenegro, periodista de Diario Popular e integrante de la Red de Periodistas con Perspectiva de Género, fue uno de los primeros en mostrar la relevancia del caso. “Empezamos a visibilizar esta situación periodísticamente desde lo individual en el Diario Popular, y desde lo colectivo con la red y con un montón de gente que se fue sumando”, explicó. Con un seguimiento periodístico, la figura del abuelo Osvaldo empezó a tener relevancia por su esfuerzo en el mantenimiento de los niños. “Era un hombre de 70 años con las necesidades básicas insatisfechas. Me acuerdo de una charla en la que me dijo: `Tengo que elegir entre el ibuprofeno o la comida de los nenes’”.

El interés y preocupación de Montenegro generó que organizaciones sociales defensoras de los derechos de las mujeres empiecen a involucrarse. La Casa del Encuentro, asociación civil que lucha contra toda forma de violencia hacia las mujeres, niñas y niños, se encargó de proponer el proyecto de la Ley Brisa ante el Senado. Luego de que durante dos años el proyecto de ley durmiera en el Congreso, fue aprobado gracias a la militancia en las calles y la intervención periodística.

“EL ESTADO NOS TIENE QUE AVALAR”

Pamela Lodola tuvo la posibilidad de observar la realidad en los barrios, al enfrentarse a mujeres que están atravesando situaciones de violencia: “Ahí empecé a escuchar que esto es sistemático. Todos los casos son más o menos cortados por la misma tijera y los varones violentos tienen las mismas frases y formas”.

“Me parece que lo que tenemos que plantear es que no tenemos que tener miedo y que tenemos que salir a denunciar. El Estado nos tiene que avalar y debe reconocer nuestros derechos como mujeres”, exigió no sin reconocer una de las raíces del problema: “Los obstáculos siempre son burocráticos y la Justicia suele ser un organismo expulsivo para la sociedad”, concluyó.

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