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Los campeones sin recompensa


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Hungría cayó derrotada en la final del Mundial de Suiza 1954 frente a Alemania Federal.

Los denominaron como el “Equipo de Oro”. Un seleccionado que, junto a Italia, tenía el récord de más partidos invictos (32) entre todas las competencias hasta ese momento. Con un poderío altamente bueno en ataque, debido a las goleadas en los partidos anteriores, y una estrategia que, a lo largo de los años perduraría, Hungría era el máximo candidato a quedarse con el Mundial de Suiza 1954.

Con un formato de 16 países divididos en 4 zonas de 4 equipos cada uno. Hungría formó parte del grupo B junto a Corea del Sur, Alemania Federal y Turquía. En la primera fecha golearon a los coreanos por 9 a 0 y en la segunda volvieron a golear por 8 a 3, pero en esta oportunidad a los alemanes. Debido a que ya había conseguido dos victorias, no necesito disputar el tercero con Turquía porque ya estaban clasificados a la siguiente fase con un total de 4 puntos. También consiguió 17 goles a favor.

Cabezazo de Puskás, ante la mirada de los alemanes

Ya en cuartos de final, los húngaros se enfrentaron a Brasil, que cuatro años antes fueron subcampeones del mundo. Puskás no jugó ese partido debido a una lesión que sufrió frente a Alemania Federal días antes. Sándor Koscis hizo olvidar su inasistencia y se despachó con un doblete y Hungría ganó 4 a 2. Lo que tuvo que quedarse en la historia como un partidazo, quedó opacado por lo fuerte y duro que se disputó en encuentro. Al principio eran agarrones, pero después, tras un penal sancionado a favor de los europeos, Brandaozinho golpeo a Nándor Hidegkuti y se produjo el primer tumulto. Luego, Humberto Tozzi también agrede a Hidegkuti, y fue expulsado por el árbitro, a pesar de que este se arrodillará y pidiera perdón.

Nilton Santos y Jószcef Bozkic boxearon en la cancha y ambos también conocieron la tarjeta roja.

Ya finalizado el juego, en los pasillos hacia el vestuario, Maurinho golpeó de puño cerrado a uno de los rivales. A su vez, Zezé Moreira el entrenador de la “verdeamarela” tiró un zapato y le abrió el pómulo a Gustav Sebes, viceministro de Deportes y responsable de la selección húngara y desató un caos, mejor conocido como la “Batalla de Berna”.

Aunque el hecho fue penoso, la FIFA decidió no sancionar a ninguna de las dos selecciones.

Tras su pase a semifinales, les tocó otro seleccionado sudamericano y el último campeón mundial hasta ese entonces, Uruguay.

Fue un encuentro donde se enfrentó el fútbol total contra el fútbol de garra y corazón. Los húngaros se pusieron al frente 2 a 0, pero los uruguayos no se rindieron. En el segundo tiempo lo empataron de manera agónica con un doblete de Juan Hohberg, que, luego del segundo gol, se desvaneció en la cancha durante el festejo. Se produjo un silencio atroz en el estadio. El argentino nacionalizado charrúa estuvo muerto durante 15¨, aunque al rato se levantó y siguió jugando.

Aunque el partido fue al alargue, los europeos resistieron más en cuanto a condiciones físicas y con dos goles de Koscis se impusieron por 4 a 2

Ya en la final se reencontraron a un viejo conocido, Alemania Federal, que derrotó a Yugoslavia en cuartos y a Austria en semis.

El estadio donde se llevó a cabo el evento fue en Wankdorfstadion, con capacidad para 60.000 personas.

Puskás volvió a ser titular luego de su lesión y nada más al empezar, con tan solo 6´, marcó el primer tanto. No pasó mucho del primero, que a los 8´ llegó el segundo. Todo parecía encaminarse para alzar el trofeo.

A tan solo 20´ de comenzar el partido, los alemanes lograron empatar el partido 2 a 2. Fue inesperado para la gran mayoría de los espectadores presentes.

Hungría intentó de cualquier manera, pero Toni Turek evitó todo tipo de posibilidad gol.

A los 84´ del segundo tiempo, Helmut Rahn marcó el tercero para los alemanes y produjo el desconcierto de todos. El resultado no se movió más y fue 3 a 2 a favor de los teutones, que se consagraron campeones del mundo por primera vez en su historia en lo que fue “El Milagro de Berna”.  

Mientras que algunos utileros, ayudantes y otros jugadores culparon a los alemanes de doparse con pervitinas y metanfetaminas para poder rendir mejor en el campo de juego, Puskás declaró que fueron los campeones morales de dicho torneo y marcó ser un referente dentro y fuera de la cancha.


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