La familia de Facundo Pereyra, el joven que murió en 2017 tras ser atropellado por Pablo Espíndola, denuncia irregularidades en el caso y reclama que el expolicía cumpla su condena en prisión.
Por Ezequiel Olasagasti
Los padres de Facundo nunca estuvieron de acuerdo con que su hijo tuviera una moto. Le decían que era muy peligroso, y siempre le imploraron que se cuide y use casco. Pero no importa cuántas precauciones pudo haber tomado Facundo Pereyra aquel 25 de julio de 2017. No pudo prever que la camioneta EcoSport manejada por el entonces oficial de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires Pablo Espíndola le quitaría la vida en un choque.
Espíndola era agente de la comisaría 35 de Núñez y entrenador de rugby del club Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó. En menos de un año, fue apartado de la fuerza y de la labor técnica de la institución luego de haber sido declarado culpable del homicidio culposo de Pereyra. El fallo judicial se firmó después de que la fiscalía y la defensa de Espíndola acordaran un juicio abreviado a cambio de una pena menor: fue sentenciado a tres años de prisión en suspenso, una resolución que hasta hoy lo mantiene fuera de la cárcel.
La familia de Facundo insiste que el acusado debe de estar preso y que la instancia de juicio abreviado sólo lo benefició. “El fiscal nunca nos dijo que iba a hacer un juicio abreviado. Nos enteramos tiempo después cuando nuestro abogado nos explicó un poco todo”, admite Sergio Pereyra, padre de Facundo y confiesa que ellos no sabían cómo manejarse en el caso.
Los abogados Gisela Rocio Castillo y Gabriel Ventrice explican que el juicio abreviado puede utilizarse en algunos casos considerados de poca complejidad como una forma de evitar el juicio oral y público. Se evita así un gasto innecesario de tiempo y recursos al Estado. Tal vez, para la fiscal que investigó el hecho, Gabriela Millán, la muerte de un chico por la conducción temeraria de un hombre no era algo para ser considerado como “un caso importante”.
Según sostiene Sergio Pereyra: “El asistente del fiscal (Juan Cruz Bamonte) fue el primero en llegar al lugar del choque y no quiso hacerle el test de alcoholemia (a Espíndola) en el momento porque no lo consideraba ebrio. Sin embargo, los testigos del hecho afirmaban que al tipo se lo veía borracho”. Castillo y Ventrice apuntan que el test de alcoholemia debe hacerse de inmediato y que este caso fue mal manejado por la fiscalía: “Este accionar, de hecho, podría ser utilizado en una (instancia de) apelación de la familia”.
El papá de Facundo también relata que Bamonte le dijo en la comisaría: “Esto fue un accidente, no se puede hacer nada”. Todo esto molestó a Sergio que cuestionó el accionar de la Justicia: “Los fiscales tenían ganas de cerrar todo rápido. Nunca nos explicaron ni consultaron lo del juicio abreviado. Todo se hizo entre ellos y el abogado de Espíndola”.
A partir de eso es donde empiezan a aparecer una serie de irregularidades en el caso. El hecho de que Espindola fuera policía despertó las sospechas de la familia y de los amigos de Facundo, quienes pensaron que el oficial podría ser cubierto por sus colegas.
“Espíndola nunca estuvo detenido, en la comisaría le daban de tomar jugo Baggio con la intención de limpiarlo”, acusa Sergio que asegura haberlo visto cuando estuvo en el lugar. La familia de Facundo reclama que intentaron “limpiarle” el alcohol en sangre aprovechando que el fiscal no le tomó la prueba de alcoholemia en el momento sino siete horas después con el tester electrónico del aliento, en lugar de realizarle una extracción de sangre.
En la causa, una de las personas que había estado con el acusado la noche anterior (la cual prefirió que no se revele su nombre por temor a Espíndola) asegura haber ido a casa del exoficial donde se hizo “fiesta” entre chicos del club de rugby, el hijo de Espíndola y algunas chicas amigas. Declaró haberlo visto tomando alcohol desde que llegó hasta las siete de la mañana, y que incluso en un momento de la noche, lo vio sacar una caja con marihuana.
“Cuando decidimos irnos él se ofreció a llevarnos con el auto. Yo no lo vi en condiciones de manejar”, le dijo a la justicia este testigo. Otros dos personas que estuvieron en esa reunión también fueron llamados a declarar. Sin embargo dieron dos versiones distintas. Declararon que Espindola no había tomado alcohol la noche anterior al choque.
“No sé porqué dijeron otra cosa, creo que lo hicieron por miedo, yo dije la verdad”, afirma este testigo que estuvo con Espíndola. El análisis de alcoholemia que le hicieron siete horas después dio negativo. Sergio asegura: “Si el test le hubiese dado positivo, hubiese sido un agravante que se le podía sumar a la sentencia y ahí sí podía terminar preso”.
Ahora bien, ¿cómo es que el resultado de una alcoholemia puede dar negativo cuando hay testigos que afirman haberlo visto tomar alcohol toda la noche? La bioquímica de la clínica DIM, Karina Alonso, y el especialista de la clínica Bazterrica, Fernando Arranz, explican que el alcohol en sangre lo elimina el metabolismo. “El agua no te limpia, solo el tiempo te puede limpiar. También depende mucho del peso y la altura de la persona”, apunta Arranz y agrega: “Si tomaste toda la noche necesitás mucho más que siete horas para que no queden rastros de alcohol en la sangre. Si tomaste muchas bebidas de graduación alta, como el whisky, es imposible que la prueba te de negativa”. Esto no quiere decir que el acusado no tomó, sino que tal vez su organismo pudo eliminar el alcohol en menos de siete horas.
Ambos especialistas afirman lo mismo que los abogados, que esas pruebas deben tomarse en el momento e incluso dos veces en el día. “Nunca nos dieron una explicación de porqué se hizo la prueba siete horas después”, se lamentó la mamá de Facundo.
El choque ocurrió en la calle Pringles, entre Bagnat y Fuctuoso Rivera, un domingo de invierno a las 7 de la mañana. Por eso, fue difícil encontrar testigos oculares en el lugar. Sin embargo, cuatro personas fueron llamadas a declarar. Una pareja que tiene un puesto de diarios en la esquina donde ocurrió todo relató: “Yo vi a la camioneta que pasó muy rápido e inmediatamente escuché como una explosión que fue el choque”. Esto es muy importante ya que no se había podido captar con las cámaras de seguridad del municipio a Espíndola manejando de manera temeraria. Sin embargo, Sergio Pereyra aclara: “Todos saben dónde están puestas las cámaras y en esa zona nadie acelera”. Los testigos del puesto de diario declararon que no salieron a ver el choque por temor ya que es una zona con muchos casos de inseguridad y más en la oscura soledad que brindan las mañanas dominicales de invierno.
Otros de los testigos más importantes del caso son los dueños de la casa donde ocurrió el accidente. Al impactar con la moto de Facundo, la camioneta de Espíndola quedó arriba de la vereda de esta casa. La pareja que vive ahí salió a ver qué pasaba porque los ruidos los despertaron. “Cuando salgo veo a un chico tirado justo en la subida de autos y vemos que hay una camioneta Ecosport sobre la vereda nuestra haciendo marcha atrás. Después la terminó acomodando en la vereda de enfrente. Para mí, si no salíamos se iba”, declaró el testigo ante la justicia.
Sergio se quejó de que Espíndola no debería haber movido el auto, ya que dejarlo en frente daba la impresión de que venía por el carril correcto. Facundo viajaba con un amigo con el que había estado la noche anterior llamado Emanuel, quien resultó herido de gravedad en el choque. “Al chico que se movía (Emanuel) en la entrada le pedí que no se mueva y le digo que todo iba a estar bien. Me preguntaba por su compañero, el que venía con él (Facundo). Tenía un montón de escombros de una construcción y Facundo estaba tirado ahí. No lo había visto. Cuando me acerco me doy cuenta que seguro ya estaba muerto”, afirma el testigo.
La gente que se acercó al lugar se encargó de llamar a la ambulancia, ya que afirman que Espíndola no hacía nada. “Parecía en shock, pero para mí estaba medio borracho o drogado, no sé. Estaba en remerita y bermuda”, afirma el testigo dueño de la casa donde fue el choque.
Según el servicio meteorológico, ese domingo invernal hizo una temperatura de menos de 11 grados. “Cuando le dije que llame a alguien me dijo que no tenía batería, pero después lo vi hablando por teléfono cuando llegó la policía. No sé si pidió uno o le volvió la batería mágicamente”, relata el testigo y cuenta: “Todo tardó mucho en venir, también la ambulancia porque los policías decían que los chicos eran motochorros”.
Esto es algo que molestó a la familia de Facundo: “A Emanuel lo llevaron al hospital con custodia como si fuese un criminal y después quisieron plantar un arma”. Esto es algo que también relata el testigo: “En un momento un policía me llama diciéndome que encontró un arma. Estaba paradita sobre los escombros a la vista de todos, pero yo pasé por ahí muchas veces cuando veía a Facundo y no había visto nada”. El tema del arma ni siquiera aparece en la causa, así como apareció desapareció, lo que despierta suspicacias respecto del accionar de la policía.
“Toda la comisaría cuarta es cómplice de Espíndola. Tuvieron un trato distinto con él”, afirma Sergio y cabe destacar que tres oficiales fueron trasladados de la comisaría 4 de Ituzaingó luego de este hecho. “Pudimos lograr que el comisario ya no estén más, también el principal y uno de los oficiales que se encargó de cuidar el lugar del choque. No los echaron, solo los trasladaron a otro lado a trabajar, porque acá metimos mucha presión con las marchas. Los policías se cuidan entre sí”, relata Sergio. El traslado fue solo un cambio de jurisdicción.
La causa ya tiene una sentencia firme gracias al juicio abreviado. Algo que no se consultó con la familia de la víctima y que los padres de Facundo siguen considerando “una injusticia”. Es una forma completamente legal, pero lo legal no siempre significa justo.
A la familia Pereyra no le queda otro consuelo que asegurarse de que Espíndola no pueda tener una vida normal. “No se merece tener una vida normal, ni trabajar, ni dar clases, nada”, suelta la mamá de Facundo. Son muchos los casos similares a los de Facundo que quedan con un sabor a impunidad. Por ejemplo, pocos meses después de este hecho, Ana Dieta de Herrero, del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 9 de Capital Federal, condenó a tres años de prisión, pero en suspenso, y a 10 años de inhabilitación para conducir a Juan Manuel Sánchez Villar (34) por el homicidio culposo agravado de Nicolás Bautista Jara de solo 3 años. Pero el caso de Facundo lo envuelve ese halo de incertidumbre a partir del accionar sospechoso de las fuerzas de seguridad. Sergio Levin, referente por la seguridad vial, cuyo su hijo murió en la tragedia del colegio Ecos en 2006, dice: “En este país nadie va preso por matar a una persona con su auto”. La familia de Facundo debe pensar con tristeza que esta afirmación es verdad.
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