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MI TRABAJO, MI TESORO


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Crónica de una mañana en la redacción del diario Tiempo Argentino.

Por Marcela Vazquez

Es una mañana fría en la Ciudad de Buenos Aires. La historia se centra hoy en México 437. Se trata de un día de trabajo en una redacción. Ayer, transcurría en Amenábar 23, bajo otras reglas. En esa ocasión, el abandono, la resistencia y la violencia dieron por terminada una etapa. Se iniciaba una transición. Los protagonistas: el mismo diario y casi la misma gente.

“El 4 de julio de 2016 Martínez Rojas lideró la patota que irrumpió por la fuerza en la redacción. Hoy están procesados por los delitos de “usurpación, daño, interrupción de la comunicación y robo”, reza la bajada de una nota de Tiempo Argentino en su versión digital del 3 de julio de este año. En el cuerpo de la nota: “Hace tres años, cuando la Cooperativa Por Más Tiempo transitaba apenas tres meses de autogestión tras el abandono y vaciamiento del Grupo 23 por parte de Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, el estafador y falso empresario Juan Mariano Martínez Rojas irrumpió junto a una patota en el edificio de Colegiales donde funcionaba la redacción y los estudios de Radio América para destruir las instalaciones bajo la complicidad policial”.

Esa es una parte de la historia, en un día lluvioso en el edificio de Amenábar. Hoy, es un día frío pero con sol. A la nueva sede del diario se ingresa por una puerta alta, de vidrio, de un inmueble antiguo color amarillo pastel. El logo “Tiempo Argentino. Dueños de nuestras palabras” en color azul sobre el vidrio, inaugura la entrada de trabajadores y de “la comunidad que lo banca”. 

Los escritorios son largos, dispuestos a lo ancho del salón. Sobre ellos descansan decenas de monitores negros de pantalla plana, herencia de la quiebra del diario junto a las sillas, las computadoras, un par de televisores y los aires acondicionados. Las paredes blancas tienen detalles azul Francia en sus columnas. Pendiendo de los tirantes blancos las luces iluminan las teclas de Gerardo que no paran, mientras escriben las notas de análisis que caracterizan al medio.  El bebedero, un perchero de pie y unas gavetas donde guardan los beneficios para los suscriptores se encuentran apostados a la entrada, sobre la izquierda. Al fondo, de un perchero de pared, cuelgan chalecos fluorescentes.

En los escritorios, termos, mates, paquetes de yerba, más termos y algunas fotos de Cristina Fernández, de Cristina y Alberto Fernández. Frases. Cada puesto tiene un teléfono, con un número de interno.

Es un viernes de noviembre a las 9 de la mañana, solo hay dos personas en sus computadoras entre la gran cantidad que hay en la redacción.  Gerardo Aranguren es uno de ellos. Es editor del turno mañana de la web.  Forma parte de Tiempo Argentino desde antes del cierre y participó activamente de la toma y la recuperación del diario. Es alto, delgado y tiene cabello castaño con rulos. Vive en Devoto.

La mayoría de los periodistas llegará entre las tres y las cuatro de la tarde para trabajar en el cierre del diario papel que sale solo los domingos. Entre el jueves y viernes se cierran las notas más “frías, que son las secciones que no dependen tanto de la actualidad, como las de espectáculos, cultura y deportes, que son más de fondo. Entre el viernes y el sábado se cierran las otras secciones, las “calientes”, política, economía, información general y del mundo. Salvo que surja una “bomba noticiosa” no se suele cambiar mucho el orden de las secciones. “Tal vez se achica una nota y se deja un espacio a otra”, manifiesta Gerardo, y agrega: “Como se trata de un diario más frío y de análisis se puede prever lo que se va a sacar”.  

El otro hombre es Walter, el encargado de sistemas. Es de tez morena, lleva barba candado y se encuentra sentado al lado de Gerardo. Está trabajando para mejorar el programa “para los usuarios” porque el que está vigente resulta obsoleto. Estudia la carrera de Sistemas en la universidad. Cuando no está estudiando, se encarga de trabajar como técnico en computadoras.  Toma mate con cremona. Gerardo mientras escribe sobre la liberación de Lula da Silva pellizca un pedazo cada tanto. También toma mate.

Sobre una de las paredes hay un cuadro en que Jesucristo en lugar de estar en la cruz  tiene sus manos clavadas en las alas de un avión. Las alas además sostienen dos misiles cada una. La figura es una nave en punta, como si cayera en picada. En la cola del avión y en una de sus alas dice “USA”. También hay un cuadro de Pugliese y otros abstractos dispuestos en el salón. Muchos de los cuadros, explica Gerardo, pertenecen a una muestra de León Ferrarique se hizo en Recoleta. El cuadro de Jesús, según refiere, representa la falta de crítica de la Iglesia. La obra generó entre la gente un conflicto muy fuerte. El día de la muestra un grupo de cristianos intentó llevárselo y romperlo.

Junto a Gerardo Aranguren

Diego Martínez, llegó hace un momento, es fotógrafo. Es alto y tiene cabello entrecano. Desde su computadora le dice a Gerardo: “me estoy por ir a la CGT”. En el sindicato lo están esperando a Alberto Fernández, el flamante presidente electo de la República Argentina.

Juliana Corbelli entra con su bicicleta silbando una canción. El televisor está pasando noticias de C5N. El zócalo en la pantalla dice: “Paro docente en todo el país”. Gerardo y Diego hablan sobre la represión docente en Chubut. También buscan fotos de Lula. Son dos de las noticias más importantes del día junto con el acto en la CGT.

En el diario se manejan con la agencia de noticias Télam y la francesa AFP para internacionales. Reciben cables permanentemente. También se escucha una radio. Todo el entorno es información y las charlas se tratan de cómo procesarla, cuál es la mirada. “No quiero contar el hecho de la liberación de Lula, está en todos lados. Quiero explicar cuáles pueden ser sus consecuencias”, alude Gerardo. 

Rompe el silencio la voz de Juliana: “Tenemos once inscriptos y falta una semana, y tenemos la venta del diario del domingo. Estoy chocha”. Y agrega: “Que linda la foto de Lula, creo que la voy a repetir en las historias”. Cuando habla de “inscripciones” se refiere a aquellas personas que se anotan para participar de los talleres que dicta el diario. Éstos surgieron luego del vaciamiento, como recurso de ingreso para los periodistas que eran docentes y necesitaban generar otras fuentes de trabajo. Al trasladarse la sede a México, Juliana, Licenciada en Letras, tomó la coordinación de los talleres, que se iniciaron como medio de subsistencia. Antiguamente hacía las correcciones en el diario y se quedaba hasta muy tarde realizando esa tarea. Actualmente se encarga de las redes y además de hacer la tarea de coordinación, dicta talleres de escritura creativa. Todos los cursos se realizan en el edificio de al lado, donde se hacen las reuniones de sumarios y las del Consejo Cooperativo. “Es hermoso lo que sucede”, dice con un brillo en los ojos. También se realizan cursos de fotografías de la mano de una fotoperiodista. “Los talleres tienen la edad de la cooperativa y son modelos del nuevo periodismo”. Hay medios como Mu, Anfibia y Futurock que también hacen talleres. Es algo de época, la idea de acercarse a la comunidad. Eso pasa también en las marchas y cuando arman los puestos. “Nos gusta encontrarnos con la gente y con quienes “nos bancan””.

Los periodistas de Tiempo son profesionales, apasionados y luchadores. Supieron defender su fuente de trabajo y son el ejemplo a seguir para muchos medios recuperados y autogestivos.

Su trabajo es su tesoro.         


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