En un ataque de nervios, Lautaro empieza a rasguñarse fuerte los brazos y las piernas. Mira con odio su reflejo en el espejo de la habitación. Odia ser gay, negro y afeminado. Odia todo de él. Lo que le dicen sus compañeros en la escuela empieza a repetirse, una y otra vez, en su cabeza de tan sólo nueve años.
Por Camila Smith
Él siempre buscó la amistad en sus compañeros, pero sólo recibió constantes rechazos por su sexualidad. Lo dejaban de lado y le decían que nadie lo quería, ni lo iba a querer. Lo cargaban por tener voz muy aguda y cantar en el coro. Recuerda cuando invitó al amigo a dormir a su casa, que se había olvidado su cepillo de dientes y se lo llevó a la escuela. Un grupo de chicos los vio mientras se lo daba y los empezó a tratar de homosexuales por haberse juntado. Desde ese día su amigo empezó a ignorarlo. Insistió hasta el cansancio con su amistad porque realmente lo quería, pero nunca más le volvió a hablar.
Las autolesiones en el cuerpo cada vez eran más frecuentes. Cuando sus papás le vieron las marcas, en los brazos y piernas, tuvieron una charla con él en la que pudo contarles todo lo que le estaba pasando. Ellos supieron decirle las palabras justas para que el dolor que tenía Lautaro en ese momento empezara a aliviarse. De a poco, las opiniones de los chicos del colegio pasaron a segundo plano y le daba importancia sólo a lo que le decía su familia. Pero las cargadas no frenaron, y continuaron hasta sus 12 años.
En la secundaria, cuando ya no lo sufría, Lautaro armó una campaña “anti-bullying” para contar su experiencia y concientizar. No quería que nadie pasara por lo mismo que él.
-Quiero que eviten el hecho de mirarse al espejo, odiarse y creerse lo que dicen los demás. Porque es lo peor que puede haber y es difícil revertir eso.
Esta campaña consistía en charlas que se daban en distintos cursos. “Muchos chicos me dijeron que los ayudó mucho y eso me impulsó a seguir haciéndolo. Me gusta ayudar a los demás para que no pasen por las cosas que pasé yo. Si puedo ayudarlos lo voy a hacer”, cuenta.
Bullying es el acoso escolar físico o psicológico que sufren niños, niñas o adolescentes de todo el mundo. El Organismo Provincial de la Niñez y Adolescencia lo define como “una forma de maltrato intencionado y perjudicial de un estudiante hacia otro compañero. Es el hostigamiento y la violencia sostenida en el tiempo entre un chico que no puede controlar sus niveles de agresividad ni percibir al otro como sujeto de derecho y una víctima con cierto grado de vulnerabilidad”.
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Abril tiene 11 años y siente miedo. Miedo a que le hagan burla de nuevo, miedo a tener que enfrentarse con sus compañeros todos los días, miedo a no ser aceptada.
Los nervios de pisar el aula hacen que su remera bordó del uniforme termine aún más manchada con gotitas de transpiración. Le está pasando seguido y con ninguno de los tres desodorantes en crema que probó puede tapar lo natural. Es que su cuerpo, pre adolescente, está cambiando y desarrollándose.
El último mes, Abril discutió hasta el cansancio con su mamá porque quería depilarse los pelitos del brazo. Incluso le propuso teñirlos, de rubios, para que no se vieran. La madre lo tomó como un disparate, es una nena y tener pelos es lo más común. Lo que no sabía es que en su escuela le dicen “peluda”. Por eso Abril también está atenta a no tener bigotes, y como no tiene otra forma de sacárselos, le roba a escondidas la maquinita de afeitar a su papá. Lo que quiere es evitar que le vuelvan a decir que parece un nene.
Cuando llega a su casa, Abril respira. Nadie en las cuatro paredes de su habitación puede molestarla. Hasta que decide abrir el MSN y hablarle a una de las compañeras que tanto la molestan. Le ruega amistad, y le pide perdón. Aunque no sabe por qué, sólo quiere pertenecer a su grupo y tener amigas. La respuesta del otro lado es aún peor: “Sos insoportable y nadie te quiere”.
La madre de Abril tampoco sabe que los días de su hija en sexto grado fueron una pesadilla. Las ganas de terminar el año escolar y egresar de primaria fueron cada vez mayores. Un día, en Educación Física jugando al delegado, Abril pisó mal y se torció el pie. Más tarde, por la hinchazón, un médico la atendió en el colegio y le diagnosticó esguince. Al volver al aula con un hielo, escuchó fuerte la voz de una de sus compañeras: “Qué raro ésta, siempre exagerando todo. No le creo nada”. Acompañada por risas de fondo, decidió girar la cabeza para otro lado, intentando hacerse invisible.
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La provincia de Buenos Aires cuenta con la Ley N° 14.750 contra el acoso escolar y el hostigamiento que establece que en todas las escuelas de la provincia (públicas y privadas) deben tener “acuerdos de convivencia” para combatir el bullying, la discriminación y la violencia. Además, tienen que proveer la capacitación de los docentes para que sepan cómo reaccionar ante estas situaciones entre sus alumnos y alumnas.
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Brian tenía sobrepeso cuando iba al secundario y para los compañeros era un motivo para burlarse de él. “Una vez los pibes, incluidos mis amigos, se estaban mirando los músculos de los brazos. Yo no quería participar pero me insistieron tanto que accedí. En vez del bicep agarraron la parte de abajo del brazo. Como tenía más grasa que músculo se empezaron a reír. Me sigo acordando porque fue un momento horrible”, recuerda.
En la clase de gimnasia le costaba rendir el examen de resistencia y los chicos no paraban de cargarlo. La hora y media de contra turno se volvía una pesadilla para Brian. Se sentía débil porque no sabía cómo reaccionar y por dentro se angustiaba mucho. Sólo quería que dejaran de molestarlo. Un día se cansó y le pegó una trompada a uno. No le gustaba, ni le gusta, la violencia física pero se sintió liberado. Tuvo que llegar a eso para que, de a poco, lo dejaran en paz.
Todo esto repercutió en su autoestima y en cómo se ve frente a los demás. Ahora va a la universidad donde ya no hay más bullying, pero en su cabeza hay cosas que todavía lo acomplejan.
-Adelgacé como 30 kilos porque no me quería ver más así y también por un tema de salud. Pero todavía me sigue acomplejando mi cuerpo, el miedo al rechazo es muy grande. No me siento suficiente para las chicas y es un bajón.
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El Organismo Provincial de la Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires ofrece dos guías para los docentes en las que explican cómo deberían actuar en casos de bullying. Lo principal es que no minimicen los pedidos de ayuda de los alumnos y alumnas. Es necesario que cualquier persona adulta de la escuela intervenga en una situación de acoso. Frente a una agresión física tendrán que calmarlos y separarlos para después conversar con ellos. Como último paso, mencionan que tendrán que involucrar al grupo, convocar a las familias y proponer espacios de diálogos. Siempre tiene que estar por escrito un registro de los hechos ocurridos y comunicar las sanciones.
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Todo parecía ir bien en el segundo año de secundaria de Candelaria. A pesar de ser nueva en el curso, se juntaba con un grupo de chicas con las que se llevaba muy bien. Cuando fue pasando el tiempo notó que en realidad no eran tan simpáticas como aparentaban y que solían molestar a sus compañeras. Ella no fue la excepción. Inventaron que había estado hablando mal de una de las tenía el peor carácter. En vez de preguntarle si esto era verdad, se reunió con otros cuatro compañeros de la clase y la esperaron a la salida. Le escupieron el pelo y la siguieron hasta su casa. Ese mismo día la madre llamó a los padres para intentar resolverlo, pero no sirvió. La mañana siguiente todo empeoró: uno de los chicos se le acercó en el recreo y le gritó de forma violenta e intimidadora.
La directora del colegio al enterarse de lo que estaba pasando dijo que eran “cosas de chicos” y no se hizo cargo en buscar una solución. Después de este hecho continuaron las burlas a Candelaria. Ella recuerda que los comentarios que le hacían eran machistas y misóginos, y que la volvieron cada vez más insegura. “Terminé la secundaria y nunca más los volví a ver. Dentro de todo pude salir a flote, pero hubo otros chicos que el bullying que le hicieron fue terrible. Los directivos no sabían cómo reaccionar con eso. Esto forjó mi personalidad de hoy”, cuenta.
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Según la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) Argentina lidera los rakings de acoso escolar en la región. 4 de cada 10 estudiantes de nivel secundario dice haber pasado por situaciones de bullying. Al mismo tiempo, 1 de cada 5 recibe burlas de forma habitual.
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