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“NOS FAVORECIÓ MUCHO TENER A TODOS LOS URUGUAYOS EN CONTRA”


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Juan Carlos Cárdenas es el nombre completo de un hombre que trascendió con su apodo y una imagen: el Chango es el gol de Racing más famoso del mundo. En una entrevista con Eter Digital cuenta con detalles la serie final, más allá de la leyenda.

Por Matías Fernández Burzaco (@MatiFBurzaco)

No tiene los huesos flacos, la piel no le cuelga. Hay varios diarios de su época en Racing, casi marrones. No parece tener algún problema de memoria ni –menos, mucho menos– estar pasado de Rivotril. No hace que sus palabras pierdan peso como si hablara, simplemente, por hablar: se cruza de brazos, escucha con la calma de santiagueño. Después ríe, y responde. Es así: en cada respuesta la clava en un ángulo. No tiene la voz descascarada, ninguna tos se cuela por ahí. Demuestra que, como en la cancha, es un hombre de palabra: eso que lo llevó a ganarse el honor. El Chango no envejece: detrás de la cara de dormido, de las lagañas, hay alguien que tiene algo para decir. Después de 50 años de haber conquistado el mundo, son las cuatro de la tarde y Cárdenas –claro– está vivo. Su gol, su flechazo a la gloria, aún más.

–Cuando nació el Equipo de José, vos ya estabas. ¿Cómo fue tu participación?

–Pizzuti me conocía. Hizo un equipo con más protagonismo, audaz, con muchos jovencitos; eso le dio fuerza al equipo. Era un plantel de casi ¡40! jugadores. Había que decidir y Pizzuti tuvo la audacia de decir “estos son los jugadores que quiero y se quedan”. Y dentro de los que tienen experiencia se quedaron Cejas, Perfumo, Basile, el Panadero Díaz, yo… que éramos los más jovencitos. A mí, curiosamente, me dijo: “Vos vas a jugar adelante”. Lo puso a Martinoli, a mí, al Yaya Rodríguez. Y me aclaró: “Mirá, no quiero que juegues más de 9 de punta: quiero que seas un 9 de todo el frente de ataque”. Entonces yo ya jugaba por izquierda, por derecha, por el medio, bajaba… sin embargo, fue el año en que menos goles hice: el 66. ¡Yo venía haciendo muchos goles! Antes de esto, me acuerdo que Longardo, el DT anterior, me dijo que yo iba a ser 9 de Racing. Y nunca supe por qué me lo dijo, ¿será para darme ánimo? Me puso en la reserva contra la primera: nos hicieron como seis goles, pero yo hice dos. Entonces termina el entrenamiento, y me dice que hay un partido en Mar del Plata y que me va a llevar. Cuando llegamos, concentramos, jugamos un domingo contra la selección de allá, nos llevaron a un lugar previo al partido que se jugó de noche. Y empezaron a dar el equipo, yo pensé que iba de suplente: Anido, Mesías, Federico Sacchi, Pizzuti, Sosa, Peano, Mansilla, Belén, Corbatta… Cárdenas. Y yo cuando dijo Cárdenas dije “¡éste se equivocó!”. Porque había otros y me puso de entrada. La cuestión es que ganamos 3 a 1 y metí dos goles.

Desde entonces, el Chango nunca salió de ese lugar: no paró de meter goles.

–Ustedes antes de llegar a Escocia habían perdido tres partidos en el campeonato local.

–Sí, porque estábamos muy metidos. No llegábamos a jugar todos los titulares, se formaba algún equipo alternativo… Nosotros estábamos en la final. Aparte teníamos un técnico que nos metía más en la final: nos cuidaba, prevenía lesiones. Entonces jugábamos con muchachos que eran suplentes, que también eran jugadores de gran nivel. Íbamos a lo de la famosa Tita, la madre del grupo.

–¿Quién era Tita para vos? Hay una foto de la revista El Gráfico en la que te abrazás con ella.

–Era una señora que vivía ahí en la cancha. Tenía un departamento y nosotros previo al entrenamiento íbamos a desayunar con ella ahí. Hacía todo, facturas, galletitas… Nosotros llegábamos y nos esperaba con el té con leche, con lo que queríamos todos. Me decía: “Chango, yo ya sé: vos querés el té con leche”. Yo tomaba eso siempre. Y bueno, esas son las historias lindas… Fue como una madre para mí. Yo también empecé solo hasta que vinieron mis padres. Y ella me atendía con mucho cariño. Era una mujer muy atenta. Una mujer que vivía para Racing. Deben haber pasado tantos jugadores por ahí. En esos tiempos, a veces estábamos perdidos, no sabíamos en dónde estábamos. En el fútbol se gana y se pierde. Pero Tita era Tita.

–Incluso se creyó, luego de ir y perder el primer partido contra el Celtic, que El Equipo de José ya no podía volver: no les salieron a jugar mano a mano.

–La prensa nos criticó mucho. Sí: nos pudieron haber metido más goles… El 3 de ellos era uno de los goleadores. Entonces los delanteros teníamos que seguirlo, y yo, que no estaba acostumbrado a marcar, tuve que terminar en la zona de ellos. Pero el Celtic era un equipo muy poderoso, había eliminado al Inter de Italia, que en ese momento era el boom de Europa. Aparte, el Celtic fue el primer campeón de Europa de la zona británica.

–¿Qué sabían del Celtic antes del partido?

–Nosotros teníamos información porque en ese tiempo habían jugadores en Europa que eran amigos de Pizzuti, como Sívori, Di Stéfano, entre otros. Ellos le escribían y le comentaban cómo era que jugaba el equipo, por eso teníamos información. Y Pizzuti viajó antes a ver un partido de ellos, allá. Cuando volvió viajamos y más o menos teníamos una idea.

–¿Y cómo era viajar al otro mundo?

–En ese tiempo nosotros viajábamos a Rio, de Rio a Inglaterra, y de ahí a Escocia. Nos fuimos tres días antes, nos hospedamos, trabajamos el partido y lo más lindo fue que en el vuelo de Inglaterra a Escocia viajamos con ¡Sean Connery! El de 007. Era futbolero, le gustaba. Iba a ver el partido. Ahí lo conocimos, charló conmigo. Y de eso nos acordamos todos los muchachos porque no es fácil encontrarse con un tipo súper famoso. Llegamos allá hasta el día del partido, que fue muy duro, durísimo.

–¿Cuántas personas fueron realmente al Cilindro en el segundo partido?

–De Racing, como 80 mil personas. De mi familia, todos. Ese día me sorprendió porque antes se hacía el servicio militar. Cuando vos ibas vestido de soldado a la cancha, te dejaban entrar gratis. Y había tanta gente que no sabían en dónde meterla. Ardía. Mirá vos cómo era de sano el fútbol que a los soldaditos los pusieron adentro de la cancha sentaditos a un costadito. ¡Cuando hago el gol, había uno que tiró la gorra! ¿Y esos quiénes son?, me pregunté. Eran los soldaditos. Increíble. Pero me fui a festejarlo con Tita. Para mí, fue el gol más importante de todos: forzó la Batalla.

–¿Cómo fue la Batalla?

–Mirá, se hizo un sorteo: o se jugaba en Chile o en Montevideo. Ellos no quisieron ir, querían ir directamente a Montevideo porque sabían que todos los uruguayos iban a estar en contra nuestra. La pensaron re bien ––bromea––. Se eligió ahí y viajamos dos días antes, con mucha más confianza. Aunque ese equipo ya tenía mucha mística, ya superaba las cosas difíciles. Íbamos seguros, sabíamos que un gol siempre hacíamos. Cuando llegamos al estadio, la sorpresa fue que entramos a la cancha y nos chiflaron todos. Nos favoreció mucho tener a todos los uruguayos en contra, porque sabíamos que teníamos que jugar tranquilos y ellos como que tenían la obligación al tener tanta gente a favor. El partido fue durísimo, muy friccionado. Había un detalle: el referí tenía muchos problemas porque en ese tiempo no existían las tarjetas. Te amonestaban de boca. Las puteadas… imaginate. El árbitro se daba vuelta y no sabía quién era. No solo el árbitro sabe que te amonestó, sino que lo sabe toda la cancha. Pero Racing jugó mucho mejor. Después se pusieron nerviosos y ahí empezaron a dar patadas: en vez de jugar, se equivocaron. Salieron a querer ganar de prepo… y nosotros, imaginate: estábamos con toda la confianza. Después de mi gol.

El Chango se deja sacar fotos, mira todos los cuadros que hay en su oficina: todos limpios, casi recién pintados. Posa con una réplica de la pelota dorada. Es un tipo que está sobre la tierra. Sabe que después del fútbol están las personas, el respeto. Le da mucho valor a la palabra: cumple las promesas. Ahora hace silencio: aquella noche después de la victoria, frente a la parrilla de su casa, también disfrutaba de los silencios. De quedarse tildado pensando, riendo para adentro.

–Te va a quedar para siempre.

–Sí… En el corazón. Siempre. Ya está en el corazón.


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