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Nosotros también garchamos


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En un hogar de adultos mayores la sexualidad para una pareja de ancianos se convierte en el tema protagonista rompiendo  tabúes y prejuicios. Los residentes encuentran en el sexo una fuente de vitalidad y conexión humana.


Delia tiene 74 años y es Licenciada en enfermería, aunque ya no ejerce su profesión desde hace muchos años. Vive en un hogar de adultos mayores en el partido de Ituzaingó. Se pasa todas las tardes entre libros de medicina y una caja donde guarda cartas de amor y algunos recuerdos de su adolescencia. “El geriátrico ya no es un lugar donde espero la muerte”, reflexiona con seguridad, “Sino la puerta para vivir nuevas aventuras y sentir que estoy viva”. Desde hace cuatro años Delia visita el pabellón de los hombres para compartir su tiempo con Eduardo, su pareja actual. Juntos despiertan su pasión cada día y disfrutan plenamente de su sexualidad.

En un hogar de adultos mayores, la sexualidad es el eje central de una pareja de ancianos, desafiando los estigmas arraigados en la sociedad. Con una complicidad que ha perdurado a lo largo de los años, logran trascender las limitaciones impuestas por la norma patriarcal y el paso del tiempo. Para los residentes, esta manera de vivir y percibir la vejez les brinda una nueva perspectiva de su rutina, demostrando que el deseo y el placer no conocen fronteras temporales y que el sexo sigue siendo una parte esencial de la vida sin importar la edad.

La sexóloga Melanie Villordo menciona cómo los signos de envejecimiento, tales como las arrugas y la pérdida de agilidad, llevan a pensar erróneamente que un hombre o una mujer mayor son incapaces de seducir y ser deseados. “El sexo en muchas ocasiones se asocia a la juventud y a la belleza. Existe también la falsa creencia de que los ancianos sufren una pérdida de interés hacia la sexualidad”. En el mismo sentido  agrega: “Cada uno es capaz de experimentar el erotismo sin el prejuicio de una fecha de vencimiento. Los viejos también quieren gozar sin seguir el modelo machista y religioso que les intentan imponer”.

Delia y Eduardo comparten la misma pasión por la música y la danza. Se conocieron en un baile organizado por el hogar y fue allí donde sus miradas se confundieron para siempre. “Nunca pensé que volvería a enamorarme, pero aquí estoy, con un compañero que me busca, me toca y me desea”, dice mientras agarra las manos de Eduardo con ternura. “Nosotros también garchamos”, confiesa con una sonrisa pícara, mientras se sirve una taza de té de canela.

“Delia y yo nos hemos dado una segunda oportunidad para amarnos. Juntos descubrimos que el deseo no tiene fecha de vencimiento y que cada día es una aventura maravillosa”, afirma Eduardo que perdió a su esposa Estela Inés en el año 2020 en plena pandemia de Covid-19. “Mis recuerdos no se han desvanecido con los años, al contrario, han madurado en esta nueva oportunidad que me da la vida”, reflexiona sobre su actual pareja. Sus hijos, Marcelo de 40 años, Alejandra de 38 y Luis de 30 los visitan religiosamente todos los domingos y celebran esta historia de amor y pasión compartiendo una merienda, entre risas, abrazos y miradas cómplices.

Según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la sexualidad en la vejez engloba diversos aspectos, como el sexo, las identidades de género, los roles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer. “Es fundamental reconocer y valorar la intimidad en la ancianidad como un aspecto vital para el bienestar y la calidad de vida. Debemos fomentar un enfoque integral y sin prejuicios, brindando el apoyo necesario para que puedan disfrutar plenamente de su erotismo”, aporta Villordo.

En la residencia los ancianos están divididos por género en diferentes pabellones. La institución prohíbe los encuentros íntimos dentro de las habitaciones. No obstante se ha habilitado una cabaña en el predio, donde las parejas pueden tener mayor privacidad, como dormir juntos, pasar la noche o celebrar aniversarios, cumpleaños, etc. “Este espacio representa un avance significativo en la promoción de la intimidad y la sexualidad en la tercera edad. Reconociendo que el deseo y la necesidad de conexión emocional y física no desaparecen con el envejecimiento”, comenta la directora médica del hogar Carolina Tobarda.

Delia y Eduardo se animan a esta nueva experiencia que los estimula a estar siempre cerca, a este despertar de la pasión. Se cuidan, se provocan, se cuentan sus historias y experiencias. Pero también descubren que el amor y la intimidad no es algo exclusivo de los jóvenes. Con el apoyo de los cuidadores y el personal de enfermería encuentran momentos íntimos en la cabaña y en los paseos por el jardín. Cenas románticas  y conversaciones tardías en la galería. Cada día descubren que la pasión se transfigura en sus cuerpos, cargados de libido y deseo.

Una tarde de terapia en el hogar

En el salón comunitario decorado con tonos cálidos y fotografías de tiempos pasados, un círculo de hombres y mujeres con arrugas y sonrisas radiantes se reúnen con anticipación. La terapeuta Alicia Miguez es una defensora apasionada de la sexualidad en los adultos mayores. Toma la palabra y les da la bienvenida a este espacio seguro donde pueden hablar libremente y dejar que sus emociones fluyan. Su voz tiene un don especial, los invita al universo de sus recuerdos, de sus fantasías y de aquellas imágenes guardadas en sus retinas.

“Una vida sexual activa no solo brinda gratificación y plenitud personal, sino que también ejerce una influencia poderosa en la salud y la calidad de vida. A través del respeto mutuo, la comunicación sincera y el entendimiento compasivo, los adultos mayores pueden cultivar conexiones íntimas profundamente significativas, promoviendo la sensación de pertenencia y fortaleciendo la salud emocional”, dice la doctora Alicia.

 “Es común que muchas mujeres crean equivocadamente que después de la finalización de su función reproductiva, también desaparece su función sexual. Sin embargo, la sexualidad continúa sin experimentar muchos cambios. A pesar de estas alteraciones hormonales que ocurren durante la etapa de la postmenopausia, la respuesta sexual física a la estimulación se mantiene. Gran parte de la responsabilidad de esta percepción errónea recae en ciertos hábitos culturales y sociales”, agrega Miguez.

Delia y Eduardo están sentados en la quinta fila, están tomados de las manos y escuchan atentamente las palabras de la doctora Alicia. “Con el paso de los años, el cuerpo se transforma y cambia. Arrugas, canas y achaques se convierten en compañeros de viaje. Estas transformaciones no significan el fin de la intimidad, sino más bien un renacer. Ustedes han descubierto que la sabiduría adquirida a lo largo de los años les permite disfrutar de una sexualidad plena y enriquecedora, libre de las inseguridades y limitaciones que una vez los atormentaron”, amplía la terapeuta Alicia.

A lo largo de la charla, los residentes compartieron sus historias de los primeros noviazgos y recordaron diferentes romances y aventuras amorosas. Pero no solo se trata de nostalgias. La conversación se adentra en el presente también, explorando los desafíos y cambios que el envejecimiento puede traer a la intimidad. La doctora Miguez, con su enfoque abierto y sensible, responde a preguntas y mitos con paciencia y conocimiento y afirma: “La capacidad de amar es importante, no hay que pensarla en segundo plano a ninguna edad”.

Antes de la sexualidad solo existía la culpa y la carne

En la charla también se suma el sociólogo e historiador Jorge Acosta y habla de cómo el envejecimiento ha ido cambiando según el paradigma del momento y se fusiona de acuerdo con las variables culturales, sociopolíticas, económicas, biológicas y psicológicas. “Envejecer no ha recibido la misma consideración a lo largo de nuestra historia. Cada época ha marcado un antes y un después en la forma de asumir el envejecimiento y la sexualidad”. Y agrega: “En nuestra sociedad occidental se han producido grandes transformaciones y la percepción sobre el envejecimiento ha variado según cada época. Durante siglos las enseñanzas religiosas han intervenido en la forma de vincularnos con los demás, convirtiendo a la sexualidad en un terreno pantanoso, donde la culpa y el pecado eran parte de una ideología que censuraba toda expresión de placer”. Delia anota cada frase del profesional en su agenda de cuerina roja, un regalo de Eduardo cuando cumplieron dos años de relación.

Según explica el sociólogo Acosta, en aquel entonces, la sociedad se regía por una moral restrictiva que limitaba la forma en que las personas podían vivir su sexualidad plenamente, fomentando así una cultura del silencio en torno al tema y alimentando una mentalidad que rechazaba cualquier manifestación de la sexualidad humana que no se ajustara a los cánones impuestos por la tradición.

“En aquel contexto, las palabras “placer” y “coger” eran consideradas tabú y estaban completamente prohibidas para los ancianos y ancianas. Esta censura lingüística ejemplificaba la rigidez moral impuesta por la época, lo cual generaba un ambiente de represión y repudio hacia la libertad de expresión y el disfrute de la sexualidad”, aporta Acosta.

La sala estalla en risas cuando Delia, emocionada por las palabras del sociólogo, exclama en voz alta: “¡Entonces ahora vamos a poder coger sin culpa!”. La gente se divierte con su espontaneidad, y el propio Jorge, contagiado por la alegría del momento se ríe junto con ellos.

-¡Por fortuna sí!, dice Jorge.

El amor en tiempos del PAMI

La tarde se viste de un frío gris oscuro que tiñe el cielo. Apenas un rayo de sol se posa fugazmente sobre su cabello blanco. Delia camina por el jardín del hogar y lleva consigo el equipo de mate preparado, unas masitas secas y el libro “El amor en tiempos del PAMI” que está a punto de terminar. Hace un mes, Delia descubrió a Rosa Rodríguez Cantero, una poeta contemporánea que ha escrito cuatro libros: “Pólvora en chimangos”, “El amor en tiempos del PAMI”, “Rosa en verde” y “Lo senil no quita lo caliente”. En su perfil de Instagram, Rosa se autodenomina como una payadora sexual, escritora y vieja verde. A los 60 años comenzó a participar en talleres de poesía y decidió hacer realidad su sueño de convertirse en poetisa.

Rosa Rodríguez Cantero es integrante de Poetas por el Derecho al Aborto Legal y el Colectivo de Poetas por la Memoria, Verdad y Justicia. “Los viejos no cogen, los viejos no pueden, eso ya fue. Esta es una sociedad llena de prejuicios. Lo que tenemos que hacer es romper con esos prejuicios. Creo que todo eso trato de hacerlo en mis textos y en mis poemas”. Explica la escritora y siguiendo con la misma línea agrega: ” Las personas de mi generación rechazan la sexualidad y sienten que ya han cumplido con lo que debían o simplemente asocian el erotismo únicamente con aspectos fálicos y el vigor de la juventud. Como si nosotros, las personas mayores, no tuviéramos deseos y anhelos como todos los demás”.

“Me topé con la poesía de Rosa casi por casualidad. Hace un mes mi hija Verónica me regaló sus libros, y desde entonces me he convertido en su fan número uno”, comenta Delia mientras sus ojos recorren las páginas del libro. “Sus poemas tienen esa maravillosa combinación entre lo erótico y el humor de la vejez. Ha sido un descubrimiento inesperado que ha abierto mi mente y sembró en mí una nueva forma de ver la vida y mis relaciones”, comenta Delia.

-Es cierto que con los años, las cosas se hacen más lentas, pero si alguien me calienta al Kamasutra recurro y entre besos y susurros la libido se fermenta, recita Delia, fragmento del libro “El amor en tiempos del Pami”.

Hasta el último de sus recuerdos    

Delia siempre fue una mujer amable y entregada al servicio. Dedicó gran parte de su vida a cuidar a los demás como enfermera en el Hospital Posadas. Desde joven siempre supo que su vocación estaba en el cuidado y el bienestar de las demás personas. A los 17 años conoció a Samuel su único novio y el hombre con quien había perdido la virginidad. A los 18 años  Samuel pidió la mano de Delia a sus padres, como era la costumbre en aquellos días. Se casaron en la Basílica de Luján, y según pregona el derecho canónico, se juraron amor hasta que la muerte los separe. Su matrimonio fue sólido, sin embargo a medida que pasaron los años Samuel comenzó a mostrar signos de olvido y confusión. Tras varios exámenes médicos llegó el diagnóstico.

“Aquella tarde me duché y me cambié de ropa. Estaba muy nerviosa porque nos esperaba el médico para darnos el resultado de los estudios de Samuel. Prepare el bolso con mis papeles, tres atados de cigarrillos, unas pastillas de menta, un encendedor de azul marino, una libreta con los números telefónicos de mis hijos, un lápiz negro, una estampita de Santa Rita, un frasco de perfume de lavanda, un jabón de avena y los documentos que siempre llevo conmigo”, recuerda Delia.

-Señora,  su marido padece una enfermedad que se denomina Alzheimer. Es progresiva y los síntomas empeoran gradualmente con el paso de los años. Es posible que empiece a olvidar las cosas muy pronto, dice Jorge Mandarano, médico de la Clínica Modelo de Morón.

-Sí doctor, entiendo que nos queda poco tiempo para estar juntos y amarnos hasta que Samuel pierda el último de sus recuerdos, le contestó Delia.

La vida de Delia cambió radicalmente a medida que se convirtió en la principal cuidadora de su marido. La enfermedad de su esposo fue progresando lentamente tal cual lo explicó el doctor, llevándose los recuerdos compartidos y dejando a Delia con la tarea de enfrentar una situación totalmente desconocida para ella. La carga emocional y física de cuidar a Samuel hizo que se olvidara de sí misma, postergando sus propias necesidades y deseos. Jamás podría olvidar las palabras del cura “hasta que la muerte los separe”.

A los 60 años, Delia quedó viuda tras el fallecimiento de Samuel. Si bien el dolor del duelo fue abrumador, también sintió cierto alivio al saber que su esposo ya no sufría. Sin embargo, se sentía sola y perdida. “Decidí tomarme un tiempo para mí misma, me dediqué a reflexionar sobre mis propios sueños postergados. Antes de casarme yo era una joven un poco idealista, con mucha curiosidad por la vida, por la aventura, pero mi educación católica y conservadora me había limitado en muchos aspectos, incluyendo la exploración de mi propia sexualidad. Abracé mi libertad  y decidí explorar la vida con una mentalidad más abierta y despojada de prejuicios. Acepté que mi propia sexualidad también merecía ser comprendida y vivida sin temores ni limitaciones impuestas”, dice Delia mientras sacude el mate.

A través de sus lecturas, Delia descubrió una nueva perspectiva sobre la sexualidad en etapas avanzadas de la vida, rompiendo con los estigmas de su pasado. En los seminarios, encontró un espacio seguro y acogedor para compartir sus experiencias y dudas, así como para recibir el apoyo y la comprensión de quienes también anhelaban una vida sexual satisfactoria en la madurez. A medida que se adentraba en ese territorio, comprendió que aún podía experimentar el amor y la intimidad en formas diferentes a las que había conocido con Samuel. Se permitió disfrutar del sexo de manera auténtica y encontró una renovada sensación de empoderamiento y plenitud al permitirse un despertar de su pasión.

Pablo Melicchio es psicólogo recibido en la Universidad de Buenos Aires. Dicta seminarios sobre la sexualidad del adulto mayor. Mitos, prejuicios y realidades. El mismo tiene por finalidad examinar que la sexualidad es y ha sido una de las áreas del comportamiento humano más desconocidas y en la que aún prima muchas veces la anécdota y el mito. “Los modelos hegemónicos de cuerpos son todos blancos, delgados y jóvenes. La sexualidad está ligada a esos cuerpos. Creo que hay un punto central en la idea que se tiene sobre la ancianidad. La vejez está asociada al “no deseo” y está signada por la renuncia total del sexo. Es fundamental tener en cuenta estos aspectos en todas las etapas de la vida, desechando estereotipos y permitiéndonos disfrutar de la sexualidad de manera libre, respetuosa y placentera. Cada individuo tiene su propio ritmo y forma de experimentar el placer y la conexión íntima y ​​es esencial respetar y valorar esa diversidad”, explica Melicchio.

Delia y Eduardo preparan la merienda con dedicación. La tarde se tiñe de calidez mientras los aromas de las masitas y el té de canela llenan el aire. Las manos de ambos se entrelazan con naturalidad, mostrando la complicidad y conexión que han desarrollado desde aquel inolvidable baile en el hogar. El sol se filtra suavemente por las ventanas de la sala comunitaria, creando un ambiente íntimo y reconfortante. Delia y Eduardo sonrientes, se sientan frente a frente, mirándose a los ojos con deseo. En silencio, disfrutan de la compañía del otro y el placer de compartir ese momento tan especial.

En un gesto cariñoso, Eduardo toma una masita y la acerca a los labios de Delia. Ella acepta gustosa y con un mimo, roba un pequeño beso antes de saborear la masita.  Juntos disfrutan de estos pequeños momentos, dejándose llevar por la intensidad de sus deseos y fortaleciendo su vínculo cada día. “Nuestra relación es un cálido refugio donde ambos encontramos compañía y felicidad y donde el tiempo parece nunca detenerse mientras estamos juntos”, dice Eduardo.

Según un informe publicado en 2022 por el New England Journal of Medicine (NEJOM) reveló que el 73% de los adultos (de 53 a 75 años) habían tenido una sexualidad activa en el último año, bajando a un 26% en aquellos de 75 a 85 años. Quienes gozaban de un buen estado de salud tenían casi el doble de probabilidades de mantener su actividad sexual.

El amor no dura lo que dura dura

Eduardo tenía 52 años cuando su urólogo le prescribió viagra. Él relata: “Mi problema era psicológico y clínico. El recuerdo de mi esposa fallecida y mi propia inseguridad sobre mi cuerpo, me impedía tener relaciones sexuales con Delia y desde entonces estaba más preocupado por mi respuesta que por relajarme y disfrutar. Los comprimidos azules me brindaron confianza y se han convertido en mis aliados inseparables”. Por otro lado, Eduardo, sufre de diabetes tipo 1, lo que dificulta mantener relaciones con su pareja Delia. “El Viagra me ayudó, y ahora solo lo consumo ocasionalmente y con controles médicos. En cuanto a la diabetes al principio fue un problema, pero lo charlamos con Delia y encontramos nuevas formas para tener relacione. Ahora ya sabemos que el amor no dura lo que dura dura”, relata Eduardo.

En este sentido el psicólogo y sexólogo Adrián Rosa destaca que la mayoría de los hombres (1 de cada 7) reportaron el uso de citrato de sildenafil o viagra. Mientras que un 43% de mujeres refirió tener disminución del deseo sexual y un 39% sequedad vaginal. “Con el tiempo los pacientes necesitan menos dosis ya que estos fármacos permiten una mejor oxigenación de los vasos cavernosos. Lo que a la larga es incluso beneficioso. Es verdad que la ciencia benefició más a los varones. Dan cuenta de esto el citrato de sildenafil y sus derivados para los problemas en la erección y desde hace  unos años la dapoxetina para la eyaculación precoz. La ciencia avanza para lograr una molécula que ayude a las mujeres, como la droga ospemifeno que fue aprobada en 2013 en Estados Unidos y ayuda a regenerar las células y restaurar de forma natural la humedad de la vagina”.

Delia saca de su bolsa algo que ha estado anotando en estos días. Se coloca sus lentes de lectura y comienza a leer en voz alta: “Para nosotros, aquellos que hemos alcanzado la vejez, para quienes hemos conocido el amor y la vida y preferimos la palabra “viejo” o “vieja” en lugar de “adultos mayores” o “personas de la tercera edad’. Deseamos disfrutar lo que nos quede de vida, dar y recibir amor. Queremos coger hasta las últimas consecuencias”.


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