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PAULA ARRAIGADA: “ME GUSTARÍA SER LA PRIMERA DIPUTADA TRANS PERO NO LA ÚLTIMA”


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En pleno Parque Chacabuco, un Centro Cultural asoma entre las casas y la tranquilidad del barrio. Por adentro, parece un living antiguo, con decoraciones florales y de cerámica, una mesa ratona y luces tenues. Entre el mobiliario, destaca una pared colmada de cuadros de actrices reconocidas de los años 40: Fanny Navarro, Sabina Olmos, Laura Hidalgo, Zully Moreno, entre otras. Muchas de ellas, fueron perseguidas por ser peronistas. El local le pertenece a la agrupación La Nelly Omar –que evoca a la cantante proscripta 17 años por cantar “La Descamisada”-. “Queríamos crear poder popular”, menciona su fundadora, Paula Arraigada, militante trans y candidata a diputada nacional por el Frente de Todos.

Por Belén Rossi

Es sábado por la tarde en La Nelly Omar y Paula Arraigada está reunida con compañeras del movimiento trans Nadia Echazú. Los mates pasan en ronda, de mano en mano, mientras hablan sobre teatro. “Fue mi primer amor”, menciona Arraigada con brillo en los ojos y la complicidad de sus colegas. Los cuadros con marco dorado de actrices que rodean a Paula tienen su razón de ser: cada una marcó una gran influencia en su vida. Antes de avocarse a la política, estudiaba en el conservatorio y soñaba con actuar en el Teatro San Martín. Sin embargo, con el tiempo sus anhelos comenzaron a dar un giro rotundo. Del escenario, comenzó a soñar en la calle, junto a diversos movimientos populares, para generar un país mejor. Su sueño hoy es colectivo.

Era 2009 cuando Paula escribió un texto en su facebook titulado “El nacimiento de Venús” –que hacía alusión al cuadro de Sandro Botticelli-. Ahí comenzó a cuestionarse cuál era su lugar en el mundo.

-¿Ahí comenzó tu trayectoria política como activista?

-Mi interés político comenzó antes. Cuando mi abuela murió, en el año ‘69. En su velorio, hicieron mención a una mujer que cuando había fallecido, los obreros tiraban del carro que llevaba su féretro. Años más tarde, descubrí que esa mujer era Eva Perón. Si bien en mi casa se hablaba de Perón y de Evita, en ese momento ese no había hecho la relación de que esa mujer era Evita. Creo que su causa tuvo que ver con el pueblo y con la historia de mi mamá, delegada centrista y parte del aparato peronista de la rama femenina, y de mi abuela, que hablaba de las necesidades que tenía hasta que Perón llegó. Eso te va acercando de otro lugar de la política.

-¿Y con el kirchnerismo?

-Hubo una reaparición de las masas en las calles y donde nosotras, como colectivo travesti/trans, nos apropiamos de esas luchas y salimos. Con muchas compañeras empezamos a militar en 2008, antes de la Ley de Identidad de Género. Íbamos metidas en las luchas de todos y todas, en las causas populares. Estábamos ahí dentro del aparato partidario. No orgánicamente, pero estábamos en el espacio. Eso modifica la vida de cualquiera.

Por su activismo barrial en La Nelly Omar fue que desde el Frente de Todos la llamaron para formar parte de la lista de Diputados Nacionales. La agrupación se erigió con ella en solitario, hace ocho años. En ese entonces, ella militaba en un espacio no partidario, pero que hacía trabajo territorial. “Estábamos a 10 cuadras de la villa 1-11-14 y creía que era un lugar dónde debíamos estar y no estábamos aprovechando ese contacto con la gente que sí estaba pasando por un momento difícil. Como había falta de acompañamiento, no quise quedarme con las ganas”, menciona.

-¿Y qué recuerdos tenes de los primeros días? ¿Cómo fue el recibimiento de los vecinos?

-Tenía muchos prejuicios, pero también certezas. Solo tenía un afiche y un banquito de plástico. Fue increíble. La gente es menos prejuiciosa de lo que una piensa y mucho más contenedora que la gente de clase media. A la media hora ya tenía gente qué me preguntaba qué hacía ahí. No de un modo vigilante, sino para qué. Encontré un espacio que me abrió la cabeza a otro mundo: un mundo más bondadoso y sororo. Había días en que venían las señoras con un cafecito caliente. Los pibes que iban y venían del colegio, cada tanto se acercaban y me regalaban un chocolatito. Jamás pasó nadie que me dijera nada malo, tampoco hubo insultos. Yo esperaba eso, porque estaba sola y vulnerada en una esquina.

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En sus redes sociales, Paula se muestra en su foto de perfil junto a Alberto Fernández –candidato a presidente por el Frente de Todos- sosteniendo un pañuelo que pide por el cupo laboral trans. “Su compromiso es total, por algo se habla del ministerio de la igualdad. Creo que muchas de nosotras tenemos esperanza de que se resuelva lo antes posible. Hace tiempo que esperamos que haya una solución para esto que no puede esperar; estamos hablando de vida. Cada día que pasa es una compañera que no puede comer, no tiene vivienda digna o estudiar. Es parte del proyecto generar equidad”, dice.

En Argentina, los estudios sobre la situación de la población travesti/trans brilla por su ausencia. En 2016, el Programa de Género y Diversidad Sexual y un equipo de estudiantes del Bachillerato Popular Trans Mocha Celis realizaron un censo con 169 travestis y mujeres trans y 33 hombres trans, residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El informe, titulado “La Revolución de las Mariposas”, indicó que el 83,8% de las mujeres trans y travestis sufrió detenciones ilegales, el 74,6% dijo haber sufrido algún tipo de violencia y el 3,6% de las encuestadas dijo estar en “situación de calle”.

A través de este informe también se señaló que, a pesar de la ley de Identidad de Género –sancionada en 2012-  la expectativa de vida promedio de la comunidad travesti-trans ronda los 35 años, la misma que la de las personas cis en la Edad Media.

-En base a esta situación, ¿cuáles son las deudas del Estado con el colectivo?

– Hay muchas más deudas que resoluciones. Somos agradecidas por la ley de identidad de género, mismo, somos parte del aparato partidario que sancionó la ley. Estamos orgullosas, pero también hay cuestiones vitales que no se han concretado: trabajo regular, que las compañeras tengan una existencia en paz y que esa sea prolongada. Eso se refleja en un sistema más amigable, una sociedad más comprensible y un Estado responsable. Es cierto que la sociedad es cómplice al ver que esto sucede en la población y no hace nada; sobre todo, cuando nos referimos a una sociedad feminista. Es imposible creer que en una sociedad libre y justa si hay un núcleo de personas que se mueren a los 35 años.

-¿Y qué medidas debería tomar el Estado?

-Primero, debe reconocer el genocidio travesti/trans y repararlo. La forma son leyes: ley de cupo y ley de reparación histórica. Esta última para mayores de 45, porque para personas cis puede parecer una edad muy joven, pero para las trans es más complejo: hay consumos problemáticos de por medio, silicona, drama habitacional, falta de acceso a la educación (muchas no terminaron ni la escuela primaria). El día que el Estado reconozca nuestro contexto, vamos a estar un poco más contentas.

-En la provincia de Buenos Aires se aprobó la ley de cupo laboral trans en 2015, ¿por qué no se cumple?

-Primero porque no está reglamentada. Luego, porque no hay voluntad política. De todos modos, más allá de la ley de cupo debe haber un marco de contención para esa población que ha sido vulnerada y que no es responsabilidad  de la población, sino del Estado. Hay compañeras que, por ejemplo, no pudieron terminar la secundaria; otras la primaria. Además, con el nivel de violencia que viven al salir de la calle, ¿cómo van a ir a una entrevista laboral?

Entre los mates que van y vienen, la conversación continúa entre las militantes de la agrupación Nadia Echazú. Martina Ansardi, expone que para ella una de las muestras de que el Estado no tiene voluntad es la falta de presupuesto para la Educación Sexual Integral. “Si bien la ley de Identidad de Género nos dio un montón de posibilidades cívicas, pero para realizar un cambio profundo en el paradigma cultural contra la heteronorma es la ESI”, alega.

-¿En qué puede ayudar esta visibilidad, tanto desde lo que la ESI puede enseñarle a los chicos, como también desde los medios de comunicación?

-Para que existan leyes y que luego no sean combatidas por la sociedad, se necesita visibilidad. Me parece que eso también tiene que ver con lo que deberíamos hacer en la próxima gestión: mostrar por qué estamos pidiendo una reparación histórica y por qué pedimos un trabajo registrado. La mayoría supone que nosotras somos felices y tenemos un empleo en blanco. El imaginario supone que somos chicas sonrientes, felices, jóvenes y bellas que se llevan el mundo por delante. En ese sentido, el feminismo ha sido un gran aliado.

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Siete años después de la sanción de la Ley de Identidad de Género, Paula Arraigada, que acompañó al proyecto y celebró que se haya promulgado, es candidata a Diputada Nacional por CABA. En la lista, ocupa el puesto número 10, que no le facilitaría el acceso a la cámara (con los resultados de las PASO, quedaría afuera de la banca). “No me parece mal el lugar, creo que es un buen puntapié”, manifiesta.

-¿Qué importancia tiene para vos esta candidatura?

-Mucha. Siento que desde la ley de Identidad que se comenzaron a abrir más espacios para nosotras. Sin embargo, nosotras lo que buscamos es que yo sea la primera diputada trans, pero no la última. La idea es generar contexto para que las próximas elecciones haya más disputando espacios territoriales. Y que no solo haya diputadas nacionales, sino también que haya provinciales, concejalas, intendentas… Es la única forma de no solo visibilizar nuestras identidades, sino también nuestras necesidades. Eso es lo que nos lleva a estar presente en esos espacios –a veces hostiles- pero en el que se generan consensos. Estamos en ese rumbo.


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