Al filo de los 40 años, el ala pivote hace historia, una vez más, en el Mundial de China. ¿Por qué todavía es tan determinante? Una historia de respeto.
Por Lautaro Polimeni
Era el más joven del equipo. Al lado tenía a Manu Ginobili, Fabricio Oberto y Andrés Nocioni. En 2002, con un estadio casi vacío, la Argentina daba un golpe histórico ante los Estados Unidos y de local en un Mundial. Diecisiete años después, sólo uno quedó de ellos: cambió el pelo largo por el corto, ya con canas. Son los partidos finales de Luis Scola en el Mundial de China 2019, el último protagonista activo de la gran hazaña del básquetbol argentino.
Indianápolis era la sede del Mundial de Básquet 2002, en Estados Unidos. Argentina jugaba ante el local y favorito, que contaba con algunos de los mejores jugadores de la NBA, como Reggie Miller y Paul Pierce. En frente estaban los históricos de la selección Argentina, entre ellos, Luis Scola. Les jugaron de igual a igual todo el partido y les terminaron ganando 87 a 80 ante un público que terminó abucheando mientras abandonaba sus asientos.
Pero la verdadera hazaña ocurriría dos años después, en Atenas y por los Juegos Olímpicos. Scola quedó en la historia, inmortalizado al volcar la pelota ante Richard Jefferson y hacer un corazón con las manos mientras gritaba al aire. Sus compañeros revoleaban las toallas y la hinchada, al grito de “Ole”, saltaba en sus asientos. Ni los neutrales podían creerlo. La Argentina le había ganado al Dream Team y estaba en la final por el Oro. El resto de la historia ya es conocida; derrotaron a Italia en la final, se colgaron la dorada en el cuello y la corona de espigas en la cabeza.
Lejos quedó ese recuerdo, todos sus compañeros están retirados. Scola juega hoy en la Liga de China, para los Shangai Sharks, muy lejos de su Buenos Aires natal. Al lado suyo, con la celeste y blanca, tiene hoy jugadores más jóvenes que crecieron viéndolo a él llevarse la gloria.
Es su último mundial el que se está disputando en China, pero sigue inspirando el mismo respeto que siempre. “Cuando entra Scola es otra cosa, le tienen mucho respeto sus rivales. Hay jugadores buenos en la selección pero aunque tenga cerca de 40 años en el básquet se lo mira distinto” dice para Eter Digital Tomás Passadores conductor de “Coach Argento”, especialista en NBA. “Los jugadores que pasaron por la NBA tienen otro nivel. Si tenés aunque sea uno en tu equipo o que pasó por ahí, tenés una carta especial”.
Cuando se tiene a un jugador con tanta experiencia, se lo suele llenar de responsabilidades y se lo cataloga como el líder del grupo. Viajó hasta Lima para jugar los Panamericanos y ahora vuelve a China para jugar su último Mundial. “Me divierte este equipo porque juega muy bien al básquet” dice luego de ganarle a Polonia y ser elegido el mejor jugador del partido. “Se mantiene en vigencia, pero lo más importante es que él representa esa generación que hizo lo impensado, cuando lo ven en el vestuario sus compañeros saben que tienen una leyenda a lado suyo” dice Lucas Scinardo, quien cubrió la NBA para Olé en los últimos años de los dorados. Esa época terminó marcando el camino para los que hoy están en el seleccionado, la que inspiró miles de fanáticos de este deporte alrededor del país. “Empecé a ver NBA por todos esos jugadores y hoy la Argentina tiene el respeto que tiene por lo que se hizo a en esos años”, continúa explicando Lucas el crecimiento que tuvo el básquet en Argentina.
Que Luis Scola no esté en los próximos torneos para la Argentina representa el fin de una era que marcó no solo el momento más importante del básquetbol nacional, sino uno de los mejores y más memorables eventos de la historia del deporte argentino. Emiliano Cerezo, periodista de Radio Cooperativa dice que “es el último jugador de esa época que se retira, ver este mundial es ver como se desvanece esa generación para siempre, va a quedar en la historia”.
Scola no se retira sentado en el banco o llevado de compromiso para que la gente lo aplauda y lo pueda ver por última vez. Entra a la cancha como cuando jugaba en Houston: concentrado para tirar, para llegar a los rebotes, ojos bien abiertos debajo del aro para defender. Fue quien más puntos hizo ante Nigeria, lo nombran mejor jugador del partido y sigue jugando para llevar a la celeste y blanca a los Juegos Olímpicos. La experiencia la traslada al campo de juego. Sergio Hernández, el técnico argentino, confesó en conferencia de prensa que “Luis habló conmigo me dijo que estuviera tranquilo que íbamos a ganar contra Venezuela”, cosa que sucedió.
En el medio del torneo llegó a ser el segundo mayor goleador en la historia de los mundiales y hasta él mismo se sorprende: “El nivel que estamos mostrando no es normal”, dice mientras respira profundamente y el sudor le cae por la mejilla. Tampoco es normal jugar hasta los 40 y seguir haciendo historia hasta en los últimos minutos de su carrera. Pero ese es Luis Scola, una leyenda que no tiene el futuro de alguno de sus compañeros o el carisma de Facundo Campazzo, pero que sin decir mucho emana un respeto que pocos jugadores en la historia tendrán, y si se lo quieren ganar, deberán alcanzarlo a él primero.
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